DÍA 38 (19 de abril)
Este confinamiento me está afectando y me sorprendo a mí misma haciendo cosas que antes nunca se me hubieran ocurrido: me ha dado por hacer bizcocho, aunque sería más correcto decir que lo he intentado.
Hasta hoy mi contacto con la repostería se limitaba a rellenar con nata el roscón de Reyes comprado en la pastelería de al lado de casa.
He cogido una receta de una página de internet que se llama “Tú puedes hacerlo”, una vez más los títulos de algunos sitios me desconciertan, no sé a quién va dirigido ese “Tú”, me temo que, a mí, no.
Antes de empezar ya me avisó el cocinero de la casa, mi marido, que a lo mejor tenía problemas por la falta de costumbre en visitar la cocina, pero que no me desanimara. Su apoyo moral es de agradecer, pero no ha servido de nada.
Nuestra despensa está capacitada para afrontar una hambruna de varios años gracias a las legumbres, la leche y productos congelados de los que nos hemos aprovisionado, pero no está preparada para hacer bizcocho.
Como no tenía todos los ingredientes que me pedían me he puesto creativa y he improvisado: en lugar de yogur de limón he usado uno griego, en lugar de levadura química he puesto un poco de moho de una naranja que se puso pocha en el frutero y en lugar de ralladura de limón he usado la parte no dañada de la cáscara de la misma naranja.
Lo he metido todo en el horno siguiendo las indicaciones de la receta…, más o menos porque ponía que usara el horno con ventilador y todos los ventiladores que tenemos en casa están colgados del techo de los dormitorios.
No sé si ha sido por culpa de no poner el ventilador, pero cuando han pasado los cuarenta minutos aquello tenía el mismo volumen que cuando lo metí. Lo he dejado un poco más, pero seguía sin subir y lo he dejado más. Cuando empezó a oler a quemado ya lo quité. Aunque no se parecía en nada a la foto de la receta, tampoco tenía mal aspecto. Lo he probado y a bizcocho no sabe, pero está rico.
DÍA 43 (24 de abril)
Ayer fue el Día del Libro y he querido hacer algo para celebrarlo: grabar un audio leyendo un pasaje del Quijote, pero he tenido algunos problemas de tipo técnico y social.
Resulta que el micrófono de mi portátil no es muy potente, cuando hablo tengo que meterme el dispositivo en la boca porque si no, no se oye un carajo. Sin embargo, esa falta de sensibilidad no la tiene para captar la música del vecino de al lado que le ha dado por poner reguetón. Viendo que iba a salir de fondo ese ruido, he ido a pedirle que pusiera música de cámara, más acorde con una lectura del Quijote, pero me ha dicho que no tenía de eso, que si le prestaba un CD, pero desde que me suscribí a Spotify ya no tengo CDs. La cosa ha quedado en tablas.
Al final llegamos a un acuerdo, él dejaba de dar por saco con su música ratonera mientras yo grababa el audio. La grabación ha sido sobre un corto pasaje y no llega a dos minutos, pero a mi vecino le he dicho que iba a leer todo el libro y me ha preguntado que cuánto tiempo me llevaría, que si el libro era muy largo; se ve que entre sus aficiones no se encuentran ni leer ni la cultura en general. Le he dicho que le avisaría cuando terminara. Aún está esperando.
DÍA 45 (26 de abril)
Me he quedado sin reloj de pulsera; como además de dar la hora me mide la actividad con el número de pasos y dado que mis caminatas se han reducido a ir de la cocina al salón y del salón al dormitorio, pues el reloj se ha creído que me he muerto y se ha solidarizado con mi estatus de salud: ha dejado de funcionar. Se ve que ha pensado que para esto, mejor se para.
Visto lo cual he decidido hacer ejercicio, pero a mi manera, apañándome con lo que tengo en casa.
He cogido una botella de aceite de tres litros y una de lejía de dos, y me he puesto a hacer pesas con ellas en la cocina. La diferencia de peso me ha descompensado un poco y me he escorado hacia donde tenía la botella de aceite, pero me he nivelado levantando la pierna opuesta, con lo que he tirado el cubo de la basura. Me he puesto a recoger el estropicio y he aprovechado para hacer sentadillas, pero me he caído de culo encima de una mancha de salsa de tomate. Esto es una mierda.
Continuará...
De verdad que me muero de risa con estas anécdotas. Y lo peor de todo es que me siento reflejada en cierto modo con algunas de ellas. Lo del reloj: tal cual. Y además he de añadir que justo la noche-madrugada antes de que se anunciara lo del confinamiento mi querido piercing nasal (lleva conmigo desde hace años, por supuesto lo cambio cada poco y lo limpio, etc) decidió desprenderse por sí solo sin justificación alguna... Y hasta hoy. Al principio me sentía rara, como desnuda sin él, pero poco a poco me he ido acostumbrado.
ResponderEliminarPor cierto, si te apetece en mi blog planteo cada mes un reto de escritura creativa. Si te animas estás invitadísima. Un abrazo.
#devuelvocomentarios
Creo que las cosas que cuento son más o menos normales, por muy raras que puedan parecer y aunque resulte paradójico.
EliminarEl confinamiento nos ha llevado a situaciones raras, raras, raras, y más o menos, casi todos estamos reaccionando muy parecido.
Lo de tu piercing es simplemente Ley de Murphy, créeme, cuando a ese tío (Murphy) le da por fastidiar, lo borda, a mí me tiene frita.
Me alegro que te lo pases bien leyendo esto.
Un abrazo.
¡Me encanta leer tu diario del confinamiento! Ese humor...¡cómo te envidio!
ResponderEliminarBesos, Kirke
Gracias, Rita.
EliminarSupongo que solo envidias el humor, porque si es algo más de lo que cuento aquí... ¡te regalo a mi vecino!
Un besote.
No cambies, ese humor es tu bandera. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Mamen.
EliminarUn beso.
jajaja Muy bueno, Paloma! En la próxima pandemia la pasaremos mejor. Por lo menos, que no se queme el biscocho.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Mirna.
EliminarHe de concretar que insistí con el bizcocho, y la segunda vez ya tenía yogur de limón y levadura: ni comparación con el primero, Esta vez era un bizcocho de verdad.
Un abrazo.
Ja ja. No había leído el del bizcocho. Es muy bueno. Me temo que el moho de naranja no sustituye a la levadura química, ni siquiera a la de panadería. Una vez hice un bizcocho para que llevara mi hijo a una excursión y olvidé la famosa levadura. Quedó apelmazado y más bien parecía una quesada, pero sí sabía a bizcocho. Me has dejado con la curiosidad de a qué sabe el tuyo.
ResponderEliminarUn beso.
A eso me recordó a mí el mío, a una quesada pero... rara. Yo creo que usar yogur griego no fue una buena idea. Nadie se intoxicó, así que ni tan mal.
EliminarUn beso.
Son muchos y muchas a lquienes le ha dado por ponerse a hacer cosas que nunca antes habían hecho y eso tiene un riesgo. Si se trata de cocinar, pues el fiasco solo afectará al estómago, por quedarse sin comida comestible o por culpa de una indigestión. Pero en cuestión de ejercicio físico innovador, podemos acabar lesionados y los fisioterapeutas estos días no trabajan ni atienden a domicilio.
ResponderEliminarYo siempre me he aplicado la máxima de "zapatero a tus zapatos". Por eso, durente este confinamiento no he puesto los pies en la cocina más que para abrir la nevera, hacer café y llenar/vaciar el lavavajillas. No llego a más. Siempre he pensado que si hice Galénica 1 y 2 bien podría ser capaz de cocinar algo si tuviera una pormenorizada receta a mano, con la composición cuali y cuantitativa de ingredientes y el modo (tiempos incluidos) de proceder, paso a paso. Vaya, como una guía de fabricación. Pero me faltan ganas y paciencia. Y ¿para qué voy a hacer experimentos teniendo a una magnífica cocinera en casa? Lo dicho: zapatero a tus zapatos.
Un beso.
Pues mira, Josep Mª, creo que eso que dices de Galénica es un impedimento, porque, quienes cursamos esa asignatura, estamos acostumbrados a cantidades exactas, y algunas recetas no lo son, o no tanto como yo espero. Porque cuando ponen cosas como "al punto", yo pienso "ya la he fastidiado". Y, según los expertos, el que sabe cocinar (o tiene facultades para ello) no necesita tanta exactitud como yo pido.
EliminarYo creo que si soy tan mala en la cocina ha sido por culpa de mi madre que era excelente cocinera pero muy mala profesora. Recuerdo las veces que intenté aprender con ella a hacer algo, y cada vez que me decía "echas una pizca de tal cosa" "lo dejas un rato al fuego" o "lo pones al horno", y cuando yo preguntaba, "¿a qué temperatura?", ella me decía "ni muy fuerte ni muy bajo", o yo quería saber cuánto tiempo tenía que estar ahí y ella me contestaba "hasta que esté hecho". De los nervios acabábamos las dos.
Te doy la razón, colega: zapatero, a tus zapatos.
Menos mal que en mi casa, cocina mi marido, que si no...
Un besote.
¿Lo del moho de la naranja iba en serio?. no probaré por si las moscas. Mi mujer es celiaca y suele hacer el pan en casa, bueno pues con la levadura de panadero ha pasado como con el papel higiénico: semanas sin poder conseguirla. Curioso el ser humano. Lo del vecino, pues padezco (es vecina) un caso parecido y ya me gustaría tomármelo con tu filosofía pero me temo que solo la ayuda divina me librará de mis padecimientos. O la lotería, pero creo que ya no hay sorteos: hasta esa ilusión me han quitado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo del moho no fue exactamente así en la realidad, lo pensé, pero no lo eché. De todas formas, no sé hasta qué punto podría haber funcionado, personalmente no creo que hubiera pasado nada, ni bueno, ni malo (con la temperatura del horno, el hongo la habría espichado, digo yo). Lo que sí es verdad es que no utilicé levadura porque, como bien comentas, está agotada en el mercado. No sé si para hacer pan o bizcochos, pero está más solicitada que las mascarillas.
EliminarA mi vecino lo domestiqué a base de paciencia y mano dura, me costó años acostumbrarle a poner el volumen de la televisión y del equipo de música de manera que no tuviéramos que oírlo toda la vecindad; aunque, de vez en cuando. sigue dando por saco. Yo no entiendo cómo no se dan cuenta de que están molestando. También lo llevo mal. Al menos, el mío, respeta los horarios y nunca se pone a fastidiar por la noche.
Un abrazo, Gerardo, y ánimo que pronto entramos en la fase 1 y ya habrá sorteos ¿o es en la fase3? ¿en la 2? Bueno, confía.
Desde luego no te aburres no. Cuan ideales y fáciles de hacer nos parecen las recetas, los ejercicios y las actividades creativas cuando se las vemos hacer a otros. Pero resulta que no lo son, hay cierta trampa en todos esto.
ResponderEliminarLo del vecino con música ratonera, si es verdad, debe de resultar inaguantable de todas todas. ¡Y sí! seguro que alguno piensa todavía que Cervantes pintó las Meninas, aunque no sepan lo que es una Menina.En fin.
Un beso y a seguir con el humor afilado.
Hay mucho zopenco inculto que solo piensa en sí mismo, mi vecino es un compendio de todo eso, qué se le va a hacer, pero si me ves en los noticiarios algún día (en la sección de sucesos) ya sabrás por qué.
EliminarHacer deporte en una casa pequeña es pedir peras al olmo. Lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible.
Un besote.
Me ha llamado mucho la atención de esa fiebre que le ha entrado a la gente por la repostería como si fuera un sintoma colateral del virus. Yo a todo el mundo le digo, que la pastelería es casi una "ciencia exacta" tienes que tener cuidado, con los ingredientes, las cantidades, las temperaturas, los tiempos... en el momento que te equivoques en algun paso por nimio que este sea, en vez de pastel lo que te sale es una cagada. Y no es que yo sea buena repostera ni mucho menos, pero trabajé diez años en un obrador de pasteleria y algo se me quedo. Por lo demás muy divertido tu post. Un saludo
ResponderEliminarYo he comprobado todo eso que dices con mi propia experiencia, porque lo que me salió fue un churro en lugar de un bizcocho. Como comenta Josep Mª: zapatero a tus zapatos.
EliminarEn fin, de todo se aprende, incluso de los errores como el mío.
Un abrazo, Pura.
Comentamos, escribimos ,el letargo de los dias, no nos ha cambiado. Pa lante siempre y un abrazo
ResponderEliminarSí, hacia delante siempre.
EliminarUn saludo.