Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

27 de mayo de 2023

Decamerón del siglo XXI (Reseña kirkeniana)


Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, o que el ser humano es muy predecible porque, básicamente, siempre se comporta igual ante fenómenos similares. Parece ser que por mucho tiempo que pase y por mucho que (se supone) hayamos evolucionado, al final resulta que somos muy parecidos a nuestros lejanos ancestros del Paleolítico.

Es cierto que en situaciones parecidas la forma de reaccionar es también análoga, aunque haya varios siglos de por medio entre dichas situaciones. Y si no, juzgad lo que os voy a contar.

En el siglo XIV una epidemia asoló Europa. La peste bubónica se cebó en la población y cayeron como moscas; entre veinticinco a cuarenta millones de personas (el ratio es muy amplio, pero en la Edad Media no existía el INE) palmaron por culpa de una bacteria (bichito para los profanos), Yersinia pestis. Este bichito, pequeño pero matón, se cargó a la mitad de la población europea.

A Pasteur (considerado el padre de la microbiología) le faltaban quinientos años para nacer, pero algunos europeos espabilados sospecharon que la transmisión de la enfermedad se debía al hacinamiento y las malas condiciones de higiene. Y aunque aún faltaban otros seiscientos años para que nacieran los primeros ministros de sanidad con potestad para encerrar al personal en sus casas (utilizando el eufemismo de «confinamiento»), esos mismos europeos de mente abierta decidieron aislarse en lugares apartados. Esto lo sabemos porque algunas crónicas nos lo cuentan, y entre estas se encuentra una obra universal que, aunque es ficción, refleja cómo algunas personas reaccionaron ante la epidemia de peste negra. Me estoy refiriendo al «Decamerón» de Giovanni Boccaccio. Como algunos recordarán, y si no aquí estoy yo para refrescar memoria, en este libro diez personajes se aíslan en una casa de campo a las afueras de Florencia huyendo del contagio y, para entretener el aislamiento, se cuentan historias entre ellos. Un total de cien cuentos conforman esta joya de la literatura donde se tratan temas diversos.

Siete siglos después, y con algunas epidemias más entre medias, otra plaga vino a azotar Europa (y el resto del planeta), en esta ocasión el bichito que se encargó de dar por saco fue un virus (más pequeño que una bacteria, pero igual de matón), SARS-CoV-2. Esta vez el aislamiento no fue cosa de algunos espabilados porque ya estaban las autoridades para ponernos las pilas (más o menos). Algunos, además, y al igual que hicieran los personajes de Boccaccio, decidieron contarse historias entre ellos para pasar el tiempo y evadirse del desastre desatado.

Estos personajes del siglo XXI a los que me refiero, se aislaron cada uno en su propia casa, pero consiguieron contarse esas historias gracias a la tecnología propia de la época: internet. Cada quince días se conectaban y se reunían telemáticamente para leer los relatos que cada uno había escrito sobre el tema previamente propuesto en la reunión anterior. De esta forma, y siguiendo un paralelismo bastante fiel con la obra de Boccaccio, se reunieron cien cuentos repartidos en diez jornadas, cada una con un tema concreto («Naturaleza», «La soledad», «El arte de la gastronomía», «La envidia», etcétera). Y, al igual que hizo el maestro italiano, se publicaron en un libro, sobre el que va esta reseña kirkeniana: «Decamerón del siglo XXI».

Pampinea, Fiammetta, Filomena, Emilia, Laureta, Neifile, Elissa, Pánfilo, Filostrato y Dioneo (los narradores del Decamerón de Boccaccio, refresco memoria de nuevo) se han reencarnado en Ana, Antonio, Carlos, Paco, Nacho, Josep, Juan Nadie, Juan Carlos, Laura, Luijo, Marisa, Paloma y Nano. Todos formamos parte del Colectivo Literario Bremen, y utilizo la primera persona del plural porque resulta que la Paloma que sale en la relación es una servidora.

Tuve la inmensa fortuna de conocer dicho colectivo en plena pandemia y fue como abrir una ventana al campo para que entrara aire fresco y limpio. El desahogo de contar historias que por unos instantes nos pudieran alejar de los duros momentos que estábamos viviendo fue un lenitivo magistral. Siendo amantes de la literatura, la escritura vino a rescatarnos de la depresión, el desánimo y la tristeza en los que el bichito del demonio nos estaba sumiendo. Cada dos semanas nos reunimos para compartir los relatos salidos de nuestra propia imaginación. Nos trasladamos a lugares remotos, o cercanos, nos reímos, también lloramos, compartimos experiencias, impresiones sobre las narraciones de cada cual: nos sentimos unidos y confortados por la fantástica terapia que es contar historias.

En este libro se tratan temas muy dispares: humor, sarcasmo, drama, poesía, crítica social, deporte, romance, asesinatos. Hay de todo, como en botica. Un remedio diferente para cada ocasión, y todos igual de efectivos: acabar con una sonrisa en la cara. Historias para leer en cualquier lugar y para disfrutar.

La que esto escribe colabora con una decena de relatos, además tuve la suerte de ser la maestra de ceremonias en la décima jornada, o reina (en la obra de Boccaccio, los que dirigen cada jornada se llaman así, refresco de nuevo la memoria). No voy a valorar la calidad de mis escritos porque resultaría raro, aunque tampoco sería la primera vez (yo no tengo filtro y me vengo arriba con facilidad), pero sí voy a comentar la categoría de los demás.

Doy fe que mis compañeros tienen un nivelazo de flipar. En este colectivo hay periodistas, profesores, informáticos, científicos, enfermeros; gente que desarrolla su actividad profesional en sectores variopintos, pero con un denominador común: les gusta escribir y, además, lo hacen muy bien. He aprendido mucho con ellos, me he sentido como el pequeño saltamontes frente a su maestro Po (quien no sepa de qué estoy hablando que se vaya a la Wikipedia y busque serie de TV Kung-Fu, no tengo ganas de seguir refrescando memoria), aunque en esta ocasión el maestro eran doce pedazos de escritores, mis compañeros de reparto, que me enseñaron mogollón. Me ha tocado la lotería al conocerlos.

Si las vacunas nos sacaron del atolladero pandémico a todos, a algunos contar historias nos sacó de la tristeza y la depresión. Ahora queremos que todos vosotros podáis también disfrutar y evadiros con estos cuentos nacidos en la pandemia.

Abajo os pongo los enlaces donde podéis adquirir el libro. Por cierto, los beneficios de las ventas irán a ACNUR. Con esta acción se podría pensar que somos muy rumbosos, pero en realidad la generosidad será vuestra si decidís adquirir vuestro ejemplar, os aseguro que no os vais a arrepentir.


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