Dicen que el hombre es el único
animal que tropieza dos veces en la misma piedra, o que el ser humano es muy
predecible porque, básicamente, siempre se comporta igual ante fenómenos
similares. Parece ser que por mucho tiempo que pase y por mucho que (se supone)
hayamos evolucionado, al final resulta que somos muy parecidos a nuestros
lejanos ancestros del Paleolítico.
Es cierto que en situaciones
parecidas la forma de reaccionar es también análoga, aunque haya varios siglos
de por medio entre dichas situaciones. Y si no, juzgad lo que os voy a contar.
En el siglo XIV una epidemia asoló
Europa. La peste bubónica se cebó en la población y cayeron como moscas; entre
veinticinco a cuarenta millones de personas (el ratio es muy amplio, pero en la
Edad Media no existía el INE) palmaron por culpa de una bacteria (bichito para
los profanos), Yersinia pestis. Este bichito, pequeño pero matón, se
cargó a la mitad de la población europea.
A Pasteur (considerado el padre de
la microbiología) le faltaban quinientos años para nacer, pero algunos europeos
espabilados sospecharon que la transmisión de la enfermedad se debía al
hacinamiento y las malas condiciones de higiene. Y aunque aún faltaban otros seiscientos
años para que nacieran los primeros ministros de sanidad con potestad para
encerrar al personal en sus casas (utilizando el eufemismo de «confinamiento»),
esos mismos europeos de mente abierta decidieron aislarse en lugares apartados.
Esto lo sabemos porque algunas crónicas nos lo cuentan, y entre estas se
encuentra una obra universal que, aunque es ficción, refleja cómo algunas
personas reaccionaron ante la epidemia de peste negra. Me estoy refiriendo al «Decamerón»
de Giovanni Boccaccio. Como algunos recordarán, y si no aquí estoy yo para
refrescar memoria, en este libro diez personajes se aíslan en una casa de campo
a las afueras de Florencia huyendo del contagio y, para entretener el
aislamiento, se cuentan historias entre ellos. Un total de cien cuentos
conforman esta joya de la literatura donde se tratan temas diversos.
Siete siglos después, y con
algunas epidemias más entre medias, otra plaga vino a azotar Europa (y el resto
del planeta), en esta ocasión el bichito que se encargó de dar por saco fue un
virus (más pequeño que una bacteria, pero igual de matón), SARS-CoV-2. Esta
vez el aislamiento no fue cosa de algunos espabilados porque ya estaban las autoridades
para ponernos las pilas (más o menos). Algunos, además, y al igual que hicieran
los personajes de Boccaccio, decidieron contarse historias entre ellos para pasar
el tiempo y evadirse del desastre desatado.
Estos personajes del siglo XXI a
los que me refiero, se aislaron cada uno en su propia casa, pero consiguieron
contarse esas historias gracias a la tecnología propia de la época: internet. Cada
quince días se conectaban y se reunían telemáticamente para leer los relatos
que cada uno había escrito sobre el tema previamente propuesto en la reunión
anterior. De esta forma, y siguiendo un paralelismo bastante fiel con la obra
de Boccaccio, se reunieron cien cuentos repartidos en diez jornadas, cada una
con un tema concreto («Naturaleza», «La soledad», «El arte de la gastronomía»,
«La envidia», etcétera). Y, al igual que hizo el maestro italiano, se publicaron
en un libro, sobre el que va esta reseña kirkeniana: «Decamerón del siglo XXI».
Pampinea, Fiammetta, Filomena,
Emilia, Laureta, Neifile, Elissa, Pánfilo, Filostrato y Dioneo (los narradores
del Decamerón de Boccaccio, refresco memoria de nuevo) se han reencarnado en
Ana, Antonio, Carlos, Paco, Nacho, Josep, Juan Nadie, Juan Carlos, Laura, Luijo, Marisa, Paloma y Nano. Todos formamos parte del Colectivo Literario Bremen, y
utilizo la primera persona del plural porque resulta que la Paloma que sale en
la relación es una servidora.
Tuve la inmensa fortuna de conocer
dicho colectivo en plena pandemia y fue como abrir una ventana al campo para
que entrara aire fresco y limpio. El desahogo de contar historias que por unos
instantes nos pudieran alejar de los duros momentos que estábamos viviendo fue
un lenitivo magistral. Siendo amantes de la literatura, la escritura vino a
rescatarnos de la depresión, el desánimo y la tristeza en los que el bichito del
demonio nos estaba sumiendo. Cada dos semanas nos reunimos para compartir los
relatos salidos de nuestra propia imaginación. Nos trasladamos a lugares remotos,
o cercanos, nos reímos, también lloramos, compartimos experiencias, impresiones
sobre las narraciones de cada cual: nos sentimos unidos y confortados por la
fantástica terapia que es contar historias.
En este libro se tratan temas muy dispares:
humor, sarcasmo, drama, poesía, crítica social, deporte, romance, asesinatos.
Hay de todo, como en botica. Un remedio diferente para cada ocasión, y todos
igual de efectivos: acabar con una sonrisa en la cara. Historias para leer en
cualquier lugar y para disfrutar.
La que esto escribe colabora con una
decena de relatos, además tuve la suerte de ser la maestra de ceremonias en la
décima jornada, o reina (en la obra de Boccaccio, los que dirigen cada jornada
se llaman así, refresco de nuevo la memoria). No voy a valorar la calidad de mis
escritos porque resultaría raro, aunque tampoco sería la primera vez (yo no
tengo filtro y me vengo arriba con facilidad), pero sí voy a comentar la categoría
de los demás.
Doy fe que mis compañeros tienen
un nivelazo de flipar. En este colectivo hay periodistas, profesores,
informáticos, científicos, enfermeros; gente que desarrolla su actividad profesional en
sectores variopintos, pero con un denominador común: les gusta escribir y,
además, lo hacen muy bien. He aprendido mucho con ellos, me he sentido como el
pequeño saltamontes frente a su maestro Po (quien no sepa de qué estoy hablando
que se vaya a la Wikipedia y busque serie de TV Kung-Fu, no tengo ganas de seguir
refrescando memoria), aunque en esta ocasión el maestro eran doce pedazos de
escritores, mis compañeros de reparto, que me enseñaron mogollón. Me ha tocado
la lotería al conocerlos.
Si las vacunas nos sacaron del atolladero
pandémico a todos, a algunos contar historias nos sacó de la tristeza y la
depresión. Ahora queremos que todos vosotros podáis también disfrutar y
evadiros con estos cuentos nacidos en la pandemia.
Abajo os pongo los enlaces donde podéis
adquirir el libro. Por cierto, los beneficios de las ventas irán a ACNUR.
Con esta acción se podría pensar que somos muy rumbosos, pero en realidad la
generosidad será vuestra si decidís adquirir vuestro ejemplar, os aseguro que no os
vais a arrepentir.
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