Desde que regresamos a la nueva normalidad ya no cojo tanto el
transporte público como solía. Ahora me voy andando. Es bastante más sano, pero
más engorroso porque tengo que salir mucho antes. Hace una semana tuve que
hacer un trámite administrativo y me llevó toda la mañana; en la oficina
pública no había gente, pero tardé tres horas en ir y volver caminando desde mi
casa.
Estoy ahorrando bastante en billetes de metro y autobús, y me lo estoy
gastando en zapatillas de deporte y suplementos vitamínicos.
Ayer cogí el autobús por primera vez desde que nos han vuelto a
confinar. En el frontal del bus había un cartel avisando que, por seguridad, no
se admitía más de un 60% del aforo total. No ponía nada sobre quién se encarga
de contar los pasajeros, así que en cuanto me subí los conté yo: éramos 42, y
si el aforo completo es de 80, estábamos dentro de lo permitido. Conté los pasajeros
que se bajaban y los que se subían en cada parada, me hice un lío con una
embarazada porque no sé si el bebé se cuenta aparte. Con tanto contar viajeros
entrantes y salientes, se me pasó mi parada y tuve que deshacer el camino
andando.
A ver cuándo se acaba esto porque es muy pesado todo, de verdad.
Día 31 (20 de octubre)
Ayer tenía ganas de marcha y estuve consultando los datos de la
evolución de la pandemia. He mirado los datos de incidencia acumulada de los
últimos catorce días donde, según parece, no se han metido los últimos cuatro
porque pilla el finde. También he mirado el número de casos confirmados y el de
sospechosos que no sé qué es (¿enfermos fichados por delitos comunes?). En la
web advierten de que los datos están sujetos a una depuración continua y
tampoco entiendo qué es eso (¿echan hidrogel a las tablas de Excel?).
Resulta que la incidencia acumulada media en España es de 300, en
Bélgica es de 700 y en Países Bajos es de 500 (creo que los holandeses están
pensando en gasear a sus ancianos para que no ocupen las camas de UCI).
Si miro las cifras por regiones, la cosa cambia. En Navarra están por
los 800, en Aragón rondan los 600 y en Madrid… depende. Según la Consejería de Sanidad,
estamos por debajo de los 500, según el ministerio tenemos 501,8 casos por cien
mil habitantes (a ver si se cura el enfermo que hace el 1,8 y ya nos
tranquilizamos todos un poquito).
En la web de mi comunidad autónoma hay datos por municipios, por barrios
y por zonas básicas de salud. He hecho un rastreo y los he comparado con las
fuentes de Sanidad: no coinciden ni de coña.
Dicen que el desajuste se debe a los periodos de tiempo en que se dan
los datos porque no siempre se llevan al día. Me lo creo: hace una semana la
CAM dio cifras del mes de mayo; se ve que les pilló el puente de la comunidad y
el de San Isidro y se despistaron.
Mientras las cifras se actualizan y se ajustan yo me voy a repasar la
tabla de multiplicar porque he ido a sumar dos más dos y me ha salido cincuenta
y ocho. No puede ser.
Día 33 (22 de octubre)
Pasado mañana, en mi ciudad, se acaba el estado de alarma decretado por
el ministerio. Por fin acabará esta tortura opresora del gobierno central.
Cuando estaba mirando en internet viajes de vacaciones a Alcalá de
Henares, ha salido en la tele el consejero de Sanidad diciendo que quiere el
toque de queda. He cancelado la reserva, pero luego ha salido el consejero de
Justicia y ha dicho que nada de toques ni de alarmas, que si acaso pondrán
restricciones de la movilidad nocturna, que yo creo que es lo mismo que el toque
de queda, pero como no sé de leyes me tendré que fiar de lo que dice ese señor que
para algo es juez. También han dicho que para hacer eso es preciso que el
gobierno decrete el estado de alarma, ese que no querían ni de coña, pero que
ahora que han mejorado los datos es necesario.
Además, a partir de ahora, el portavoz en cuestiones de salud va a ser
el consejero de Justicia en lugar del de Sanidad. Supongo que el cambio se debe
a que la gestión de la pandemia por parte de esta gente es de juzgado de guardia.
Entre la Ayuso y el Murphy (el de la ley de ídem), me están amargando la
existencia.
Resulta que cuando la presidenta decidió confinar por zonas sanitarias
excluyentes a mí me tocó. Cuando el ministerio tomó cartas en el asunto
decretando el estado de alarma y confinando a toda la ciudad, resulta que la
comunidad había establecido que mi zona se libraba del confinamiento porque los
resultados habían mejorado mogollón, pero como prevalecía lo que ordenaba el
gobierno central, me confinaron igualmente con el resto de la capital. Ahora
que se ha acabado el estado de alarma, los de la comunidad vuelven a su
planteamiento segregador de confinar por barrios (estos tíos son tercos como
mulas y con la misma inteligencia que esos bichos), y a mí me vuelve a tocar la
china porque mi zona sanitaria pringa de nuevo; se ve que los resultados no son
tan molones como cuando se quejaban de que era innecesaria la intervención
gubernamental.
O sea, que sigo confinada.
Una vez más, la idea sectaria y segregadora que tienen los que nos
dirigen vuelve a prevalecer y a mostrarse incoherente, además de injusta, ya
que, según los resultados que la propia comunidad publicó, una de las zonas con
mayor incidencia de contagios es la de Moncloa, lugar pijo por excelencia y con
una renta per cápita súper chachi, pero ahí, inexplicablemente (o a lo mejor sí
que se explica desde el punto de vista de los dirigentes de Madrid), no hay
confinamiento. Manda huevos.
Sigo encerrada y sigo escribiendo este diario interminable. A este paso,
viendo qué bien nos gestionan la pandemia y la mala suerte que me acompaña, el
diario va camino de convertirse en una enciclopedia. Me veo escribiendo esto
por los siglos de los siglos. Amén.