Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

27 de octubre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte V


       Día 28 (17 de octubre)

Desde que regresamos a la nueva normalidad ya no cojo tanto el transporte público como solía. Ahora me voy andando. Es bastante más sano, pero más engorroso porque tengo que salir mucho antes. Hace una semana tuve que hacer un trámite administrativo y me llevó toda la mañana; en la oficina pública no había gente, pero tardé tres horas en ir y volver caminando desde mi casa.

Estoy ahorrando bastante en billetes de metro y autobús, y me lo estoy gastando en zapatillas de deporte y suplementos vitamínicos.

Ayer cogí el autobús por primera vez desde que nos han vuelto a confinar. En el frontal del bus había un cartel avisando que, por seguridad, no se admitía más de un 60% del aforo total. No ponía nada sobre quién se encarga de contar los pasajeros, así que en cuanto me subí los conté yo: éramos 42, y si el aforo completo es de 80, estábamos dentro de lo permitido. Conté los pasajeros que se bajaban y los que se subían en cada parada, me hice un lío con una embarazada porque no sé si el bebé se cuenta aparte. Con tanto contar viajeros entrantes y salientes, se me pasó mi parada y tuve que deshacer el camino andando.

A ver cuándo se acaba esto porque es muy pesado todo, de verdad.

 

Día 31 (20 de octubre)

Ayer tenía ganas de marcha y estuve consultando los datos de la evolución de la pandemia. He mirado los datos de incidencia acumulada de los últimos catorce días donde, según parece, no se han metido los últimos cuatro porque pilla el finde. También he mirado el número de casos confirmados y el de sospechosos que no sé qué es (¿enfermos fichados por delitos comunes?). En la web advierten de que los datos están sujetos a una depuración continua y tampoco entiendo qué es eso (¿echan hidrogel a las tablas de Excel?).

Resulta que la incidencia acumulada media en España es de 300, en Bélgica es de 700 y en Países Bajos es de 500 (creo que los holandeses están pensando en gasear a sus ancianos para que no ocupen las camas de UCI).

Si miro las cifras por regiones, la cosa cambia. En Navarra están por los 800, en Aragón rondan los 600 y en Madrid… depende. Según la Consejería de Sanidad, estamos por debajo de los 500, según el ministerio tenemos 501,8 casos por cien mil habitantes (a ver si se cura el enfermo que hace el 1,8 y ya nos tranquilizamos todos un poquito).

En la web de mi comunidad autónoma hay datos por municipios, por barrios y por zonas básicas de salud. He hecho un rastreo y los he comparado con las fuentes de Sanidad: no coinciden ni de coña.

Dicen que el desajuste se debe a los periodos de tiempo en que se dan los datos porque no siempre se llevan al día. Me lo creo: hace una semana la CAM dio cifras del mes de mayo; se ve que les pilló el puente de la comunidad y el de San Isidro y se despistaron.

Mientras las cifras se actualizan y se ajustan yo me voy a repasar la tabla de multiplicar porque he ido a sumar dos más dos y me ha salido cincuenta y ocho. No puede ser.

Día 33 (22 de octubre)

Pasado mañana, en mi ciudad, se acaba el estado de alarma decretado por el ministerio. Por fin acabará esta tortura opresora del gobierno central.

Cuando estaba mirando en internet viajes de vacaciones a Alcalá de Henares, ha salido en la tele el consejero de Sanidad diciendo que quiere el toque de queda. He cancelado la reserva, pero luego ha salido el consejero de Justicia y ha dicho que nada de toques ni de alarmas, que si acaso pondrán restricciones de la movilidad nocturna, que yo creo que es lo mismo que el toque de queda, pero como no sé de leyes me tendré que fiar de lo que dice ese señor que para algo es juez. También han dicho que para hacer eso es preciso que el gobierno decrete el estado de alarma, ese que no querían ni de coña, pero que ahora que han mejorado los datos es necesario.

Además, a partir de ahora, el portavoz en cuestiones de salud va a ser el consejero de Justicia en lugar del de Sanidad. Supongo que el cambio se debe a que la gestión de la pandemia por parte de esta gente es de juzgado de guardia.

     Día 34 (23 de octubre)

Entre la Ayuso y el Murphy (el de la ley de ídem), me están amargando la existencia.

Resulta que cuando la presidenta decidió confinar por zonas sanitarias excluyentes a mí me tocó. Cuando el ministerio tomó cartas en el asunto decretando el estado de alarma y confinando a toda la ciudad, resulta que la comunidad había establecido que mi zona se libraba del confinamiento porque los resultados habían mejorado mogollón, pero como prevalecía lo que ordenaba el gobierno central, me confinaron igualmente con el resto de la capital. Ahora que se ha acabado el estado de alarma, los de la comunidad vuelven a su planteamiento segregador de confinar por barrios (estos tíos son tercos como mulas y con la misma inteligencia que esos bichos), y a mí me vuelve a tocar la china porque mi zona sanitaria pringa de nuevo; se ve que los resultados no son tan molones como cuando se quejaban de que era innecesaria la intervención gubernamental.

O sea, que sigo confinada.

Una vez más, la idea sectaria y segregadora que tienen los que nos dirigen vuelve a prevalecer y a mostrarse incoherente, además de injusta, ya que, según los resultados que la propia comunidad publicó, una de las zonas con mayor incidencia de contagios es la de Moncloa, lugar pijo por excelencia y con una renta per cápita súper chachi, pero ahí, inexplicablemente (o a lo mejor sí que se explica desde el punto de vista de los dirigentes de Madrid), no hay confinamiento. Manda huevos.

Sigo encerrada y sigo escribiendo este diario interminable. A este paso, viendo qué bien nos gestionan la pandemia y la mala suerte que me acompaña, el diario va camino de convertirse en una enciclopedia. Me veo escribiendo esto por los siglos de los siglos. Amén.




 


22 de octubre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte IV


 Día 16 (5 de octubre)

Ayer fui a trabajar dispuesta a ser parada por algún control controlador ya que la universidad en la que doy clase está fuera del municipio de Madrid y tenía que salir del perímetro de los apestados. Curiosamente, ahora que toda la capital está confinada, no vi ni un coche patrulla, así que llegué a mi puesto de trabajo sin contratiempos.

Por la tarde me acerqué al centro de la ciudad y como no me salía de mi municipio me relajé. Hice mal. En plena plaza de Callao había un control. No sé muy bien qué hacía allí porque, que yo supiera, eso no es la frontera con otra área libre de virus; llegué a pensar que por culpa del Madrid Central de Carmena, esa zona sea ahora un municipio independiente.

El caso es que nos pararon a un señor bajito y a mí. Primero le pidieron la documentación al señor; resulta que era de Cuenca, aunque vivía en Madrid, pero no estaba empadronado y el policía le echó una bronca de padre y señor mío. Creí que se lo llevaban al calabozo, pero al final lo dejaron ir. Con la bronca que se llevó yo me puse muy nerviosa y, aunque he nacido en Madrid y siempre he vivido en la ciudad, miré bien mi DNI para comprobar qué domicilio ponía no fuera a ser que la cosa se pusiera tensa.

Antes de mirar mi documentación el señor agente me preguntó cuál era el motivo de mi presencia allí. Le iba a decir la verdad, que iba a una famosa librería de la Gran Vía a comprar un libro, pero me di cuenta de que eso podía ser sospechoso (lo de comprar un libro y, por tanto, leer), así que no quise arriesgar y preferí mentir. Como sé que algunos jueces consideran que fumar es un derecho fundamental, le dije: «Voy a comprar tabaco, que se me ha acabado». El policía ni miró el DNI, me deseó una buena tarde y pasé el control sin problema.

 

Día 19 (8 de octubre)

Isabel Díaz Ayuso dice que los datos de contagios están mejorando. Fernando Simón dice que no se fía de esos datos. Salvador Illa dice que no se están cuestionando los datos de Madrid. Ignacio Aguado dice que hay que tomar más medidas porque vamos mal. Ruíz Escudero dice lo que se ha hecho es suficiente porque vamos bien.

El ministro nos confina. Los jueces nos desconfinan. Antes del confinamiento total, mi barrio ya estaba confinado, y ahora no sé cuántos confinamientos me han quitado los jueces, si solo uno o los dos. En la tele dicen que no vale el último confinamiento porque se vulneran derechos fundamentales, pero que el primero sigue vigente porque ahí ya no hay vulneración, no me ha quedado claro si porque en esos barrios no tenemos los mismos derechos o simplemente que no tenemos derechos.

La Comunidad de Madrid dice que mañana dará nuevas órdenes, así que voy a aprovechar para marcharme hoy de mi barrio y de mi ciudad. Tengo que buscar un lugar donde no haya ni políticos ni jueces, creo que Marte estaría bien. No, mejor Júpiter, que está más lejos.

 

Día 20 (9 de octubre)

Al final nos han encasquetado un estado de alarma, precisamente lo que Ayuso quería evitar a toda costa, o eso dijo ella, porque yo creo que lo estaba pidiendo a gritos.

Dicen que, antes de tomar esta medida, el presidente de España no ha podido hablar con la presidenta de Madrid, que no le llamaba y que cuando lo hacía él no le cogía el teléfono, o algo así. También dicen que ha sido la vicepresidenta del gobierno central la que ha podido hablar con el viceprisidente autonómico, y que este le ha pasado el recado a su jefa. Mientras, el consejero de Sanidad ha ido a lo suyo y ha puesto más áreas sanitarias confinadas (es tenaz e insistente este hombre con lo de confinar por trozos, qué manía). Por lo visto, al final ha llamado nuestra presi para hablar con el presi de todos, pero este ya no se podía poner porque estaba reunido con los ministros redactando, esperemos que esta vez bien, la nueva ley o dictamen, o lo que sea, que establece el estado de alarma.

Ante tanto desencuentro telefónico, yo me pregunto: ¿esta gente no tiene whatsapp? ¿o messenger? ¿o instagram para mandarse un privado? Incluso, TikTok, lo mismo si se enviaran un par de vídeos bailando al son de “Échame a mí la culpa” de Albert Hammond se relajaban un poquito.

 

Día 23 (12 de octubre)

Me siento rara: hoy me he levantado nacionalista, y yo nunca he tenido esas tendencias, debe de ser porque hoy es el día de la fiesta nacional y algo flota en el ambiente. Esto es raro en mí porque siempre he pensado que creerse mejor por ser de un sitio determinado y encima llevar una bandera para jalearlo, era cosa de paletos. Tampoco es que yo me crea ciudadana del mundo, como dicen los antinacionalistas, porque yo mundo conozco más bien poco.

Pero hoy me siento muy de mi pueblo. Estoy exaltada, sobre todo desde que se nos ha encerrado, y como algunos llevamos dos semanas más de acumulación respecto a otros lugares de la ciudad, la cosa está enquistada. Tanto señalarnos como apestados hace piña entre los que nos hemos visto relegados a un gueto, a ese lugar excluyente, pero también exclusivo. Ahora comprendo a los judíos.

Desde hace varios días, he notado cierta complicidad entre mis vecinos, un sentimiento de identidad común. Además, ahora que toda la ciudad está confinada, nos seguimos sintiendo diferentes respecto a otros barrios a pesar de la supuesta homogeneidad que nos da el estado de alarma.

Cuando empezó todo esto, en otros sitios de la ciudad se nos miraba por encima del hombro (la Lomana nos insultó y todo) y ahora, que también les toca a ellos, van de coleguitas. Pues no, ahora ya no vale. Además, este nuevo sentimiento de identidad no puedo compartirlo con otras zonas de Madrid con las que no tengo nada que ver. Ni con virus ni sin él, el barrio de Salamanca y el mío nunca han estado hermanados a pesar de ser colindantes.

Mañana me iré a la asociación vecinal del barrio a proponer un proyecto nacionalista. Debemos tener una bandera, un himno y alguna chorrada más, digo, alguna cosa identificativa y cohesiva que nos convierta en un rebaño, digo, que nos identifique como pueblo. Como hoy es fiesta, nacional, aprovecharé el asueto y pensaré en un plan de acción. Algo se me ocurrirá. 

 

Día 24 (13 de octubre)

Desde el gobierno central dicen que la Comunidad de Madrid no está haciendo nada para combatir la epidemia. ¡Eso no es verdad! Fuentes fidedignas me han informado de que la presidenta acude todos los días a misa.

Yo también estoy rezando mucho.

 




15 de octubre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte III

 


Día 8 (28 de septiembre)

Hoy he tenido que salir de mi zona restringida para acudir al trabajo. Antes de salir me he esmerado en llevarme todo lo necesario: las llaves del coche, los apuntes y el pendrive con las clases, mi documentación, la mascarilla y, sobre todo, el salvoconducto emitido por la universidad donde trabajo que me permite transitar por la zona libre.

De camino hacia la universidad he visto las luces parpadeantes de un control policial en plena M-30, justo en el lugar más chungo de la pandemia: el Puente de Vallecas. Ahí el tráfico iba muy lento y el atasco tenía casi un kilómetro.

Nada más verlo de lejos he empezado a sudar, y eso que yo estoy acreditada, tengo permiso oficial para salir, pero, aun así, me he puesto muy nerviosa. Me ha entrado taquicardia, sudor frío, he empezado a hiperventilar y hasta se me ha nublado un poco la vista.

En segundos, y según me acercaba al control, me han venido imágenes de películas sobre la Segunda Guerra Mundial cuando los nazis controlaban los guetos judíos y algún policía nervioso con el gatillo fácil se cargaba a alguno por una mirada sospechosa o cualquier otro signo malinterpretado.

Las manos se me han mojado con el sudor y el volante se me ha escurrido de las manos, he estado a punto de colisionar con el automóvil que circulaba en paralelo cuando casi invado el carril de al lado. Me han entrado ganas de llorar.

En pleno ataque de ansiedad, he rebasado el control conteniendo el aliento. No me han parado, y entonces he respirado más tranquila. Creo que lo de no pararme ha sido porque el puesto policial se encontraba en los carriles del sentido opuesto al que yo iba.

No quiero imaginar cómo me lo voy a tomar cuando me encuentre un control en mi misma dirección. Me da que no lo cuento y le van a pedir la documentación a un cadáver.

 

Día 10 (29 de septiembre)

Hoy me he levantado muy contenta, resulta que mi área sanitaria ha conseguido bajar de los mil casos de coronavirus por cien mil habitantes (cuando nos confinaron los superábamos por muy poco). Ahora estamos por los novecientos, que no es ni mucho menos para tirar cohetes, pero que sirve para librarnos del confinamiento este de pacotilla al que nos han relegado las autoridades sanitarias de nuestra comunidad.

La alegría me ha durado menos que una tarta a la puerta de un colegio. Resulta que ahora el tope para confinar o no, está en los quinientos casos, así que volvemos a suspender.

Me siento como cuando en la facultad suspendías con un 4,9 y cuando llegabas al 5, el profesor decía que había cambiado de opinión y que para aprobar era necesario un 7. Mierda.

 

Día 14 (3 de octubre)

Estoy confusa. Ayer confinaron a toda mi ciudad, y como mi barrio ya estaba confinado no me he enterado cuál es mi situación concreta. ¿Estoy confinada dentro del confinamiento ya confinado previamente? ¿Si me salgo de mi barrio me cae una multa y si me salgo de Madrid me caen dos? He querido informarme, pero los medios de comunicación no me han ayudado porque cada uno ha entendido lo que le ha dado la gana y han dicho lo primero que se les ha ocurrido.

Ha llamado a la puerta la vecina de al lado para comentarme un cotilleo y no sabía si dejarla entrar porque somos convivientes o mandarla a su casa porque el rellano era zona fronteriza.

He salido a la calle y no sabía si estaba incumpliendo alguna ley, alguna ordenanza, una orden ministerial o algún (des) acuerdo interterritorial. En mi confusión le he enseñado el salvoconducto para ir a trabajar al segurata del Mercadona, he saludado alzando el brazo y diciendo “Heil, Hitler” a un coche de la policía que estaba en una esquina y no he comprado pan porque en la cola de la panadería había más de seis personas.

He llegado a casa con dolor de cabeza y he querido tomarme la temperatura, pero en lugar del termómetro de infrarrojos, me he equivocado y he cogido la depiladora de luz pulsada y me he quitado media ceja.

Espero que el colapso de los hospitales no se dé en los psiquiátricos porque creo que yo necesito cama en alguno de ellos.

 





8 de octubre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte II

 

Día 2 (22 de septiembre)

No entiendo por qué me han confinado; yo he seguido las normas a rajatabla y mis vecinos también, creo que ha debido de haber algún error al contar lo casos de infectados porque yo no conozco a nadie de la colonia en la que resido que haya sido contagiado. Los pocos casos de allegados precisamente viven todos en zonas que no han sido castigadas con restricciones. Esto no puede ser.

Además, desde que me he enterado de que no pertenecía (sanitariamente) al barrio del que yo creía formar parte, me ha entrado curiosidad por saber dónde estoy y he ido a mirar qué es la “zona Daroca” donde parece ser que está mi colonia.

He mirado el mapa y resulta que esa zona sanitaria se encuentra en la parte más exterior del barrio de La Elipa, digamos el extrarradio; ahí están las viviendas más separadas y con zonas ajardinadas, mientras que La Elipa propiamente dicha sería como el casco antiguo donde hay calles más estrechas y menos jardines; me temo que hasta en los barrios obreros hay clases (y castas, por mucho que lo nieguen algunos). ¡Qué cosa más rara!

Me he fijado que en mi zona está incluido el cementerio de la Almudena. Y creo que ahí radica la explicación.

El baile de cifras durante estos meses ha sido lamentable. Recuerdo que un lunes dieron un número total de fallecimientos mucho menor que la cifra dada el viernes anterior, por lo que todos llegamos a la feliz conclusión de que había gente que resucitaba.

Por eso yo me planteo si no se habrán hecho otra vez un lío y han incluido a toda la “población” de la Almudena y como decesos por Covid.

He hecho cálculos: en la Almudena hay 5 millones de muertos, la población completa de la zona es 25000, me sale una incidencia de 20 millones de contagios por 100000 habitantes. Normal que nos hayan confinado.

 

Día 4 (24 de septiembre)

No tengo muy claro dónde vivo desde que me enteré de que mi barrio no es el que yo creía, pero la presidenta de mi comunidad autónoma no me lo pone fácil. Hace unos días nos avisó de que el sur de Madrid estaba siendo especialmente castigado por los contagios, y acto seguido se refirió a Alcobendas como uno de los municipios más afectados y ese pueblo se encuentra en el norte de la comunidad.

Me temo que Ayuso ha perdido el norte, y, además, literalmente, porque si se cree que Alcobendas está en el sur… anda muy, pero que muy, desorientada.

También dice nuestra querida presidenta, que el número tan alto de contagios en algunos barrios de Madrid se debe «entre otras cosas, por el modo de vida que tiene nuestra inmigración» (sic).

Es cierto que los inmigrantes suelen vivir en pisos muy pequeños, que son los que abundan en los barrios más humildes y asequibles a su presupuesto, donde, para rentabilizar el coste, se meten dos o tres familias, esto es una realidad. Lo que me tiene mosqueada es que lo dijo como si ese «modo de vida» fuera una elección, como si «nuestra inmigración» viviera hacinada por gusto, porque les encanta compartir un baño de dos metros cuadrados con siete u ocho compañeros de piso, o dormir en un dormitorio de 2x2 metros cuatro personas. Me da que no.

En cualquier caso, esa forma de vivir no tiene nada que ver con la de ella, la presidenta, que cuando se contagió con el virus pasó el aislamiento en un apartamento de dos plantas para ella sola.  Incluso, ni siquiera tiene que ver con mi modo de vivir que resido en un piso más grande y solo con mi marido y mi hija (insisto, incluso en los barrios obreros hay clases, y castas, por mucho que algunos quieran negarlo).

Me gustaría decirle a esa señora cuatro cositas, pero ante la imposibilidad de dirigirme a ella me conformaré con este diario compartido. Señora Ayuso, el hacinamiento no es voluntario, es lo que hay, pero claro, qué sabrá usted, si confunde el norte con el sur.

 

Día 5 (25 de septiembre)

Desde que la presidenta dijo aquello del modo de vida de algunos habitantes, no consigo quitarme de la cabeza la canción de Rosendo, «Maneras de vivir». La tarareo constantemente porque, además, la letra tiene mucha miga, algunas cosas parecen pensadas para la situación actual y eso que Rosendo, habitante de Carabanchel y afectado ahora mismo por las restricciones selectivas y estigmatizantes, la empezó a cantar en 1981 cuando formaba parte del icónico grupo Leño.

Mi amigo Suso Rocanrol, rockero hasta la médula, está en la creencia de que Rosendo es dios, que forma parte de un panteón politeísta donde esos dioses no castigan por nada que hagas a ojos de los demás, tan solo se dedican a dar placer con su música. Como yo no tengo ni idea de rock-and-roll, creeré a mi amigo. En cualquier caso, y viendo que esta canción es muy actual ahora mismo, si Rosendo no es un dios… poco le falta, al menos sí que se le puede considerar, viendo su clarividencia, un profeta.

De todas formas, a base de tararear tanto la canción, poco a poco he ido cambiando la letra adaptándola a mi situación personal, en una especie de mutación ambiental. Me ha quedado esto:

 

No pienses que estoy muy triste

si no me ves sonreír.

Es por culpa del panorama deprimente.

Maneras de vivir.

 

Me sorprendo de la estupidez de la gente.

Y ya no sé qué decir,

¿qué tienen esos incívicos en la mente?

Maneras de vivir.

Maneras de vivir.

 

Voy cruzando el calendario,

todos los días son igual,

escribiendo en mi diario

muchas páginas.

 

Busco dirigentes competentes

y es un esfuerzo baladí.

Debo de ser una demente.

Maneras de vivir.

 

Voy aprendiendo a acostumbrarme,

a conseguir sobrevivir

con unos dirigentes ignorantes.

Maneras de vivir.

Maneras de vivir.

 

Voy cruzando el calendario,

todos los días son igual,

escribiendo en mi diario

muchas páginas.

 





3 de octubre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte I

 

Ayer, 18 de septiembre, me dispuse a escuchar la comparecencia de los dirigentes de mi comunidad autónoma porque llevaban avisando que iban a tomar medidas para atajar el alarmante número de contagios de Covid-19. Estuve a punto de no hacer caso porque lo de que van a tomar medidas lo llevan diciendo desde mayo y hasta ahora no habían hecho nada, pero como en el fondo soy una ilusa puse la tele a ver qué decían.

La rueda de prensa ya estaba empezada cuando me conecté ―es que la ponían en Telemadrid y me costó encontrar el canal en la tele porque no lo veo desde hace años―. En el momento de unirme el señor vicepresidente nos estaba preguntando a los madrileños qué queríamos ser, si virus o vacuna. Desconcertada por la pregunta, y creyendo que me podía ver y escuchar, levanté la mano y pregunté a mi vez en voz alta: «¿Se puede ser una bacteria? Porque a mí me gustaría ser una Salmonella, ir en un pincho de tortilla que tú te comieras y darte una diarrea que te mantenga sentado en el váter una semana, so capullo.» Pero, por suerte o por desgracia, no me oyó el señor vicepresidente y siguió a lo suyo. Después dijo que lo que estaba haciendo era lo más doloroso que había tenido que hacer nunca a lo que yo repliqué, de nuevo en voz alta: «Eso lo dices porque no me has tenido a mí como Salmonella en tu intestino, que si no, te ibas a enterar de lo que duelen algunos retortijones cuando vas al baño a hacer de vientre.» Pero… tampoco me oyó.

Después habló la presidenta, dijo algo así como que había que evitar el estado de alarma. Siento decirle a esa señora, aunque no me oiga, que no lo ha evitado. Yo estoy en estado de alarma desde que esa mujer nos gobierna; me alarmo, y mucho, cada vez que la veo y oigo. Para empezar, me alarma esa mirada perdida que tiene cuando dirige los ojos al infinito porque me da la sensación de que en esos momentos de desconexión con la realidad está prestando atención a las voces que debe de oír en su cabeza y, lo que es más alarmante aún, que las está haciendo caso a tenor de lo que después dice y hace. A mí esa señora me alarma y me da miedo.

Tras la presidenta habló el consejero de sanidad, dijo que las medidas restrictivas se darían en 37 “áreas básicas de salud”. Con el corazón en un puño me dispuse a escuchar las zonas condenadas, digo afectadas. El tío, con una parsimonia digna de un psicópata, fue diciendo las treinta y siete zonas una a una, cuando iba por la treinta y seis, la mía aún no la había dicho y yo ya me estaba haciendo ilusiones, pero, en el último puesto y como si de un festival de Eurovisión se tratara, ¡zas!, dice: «La Elipa». Mierda.

Me deprimí mucho, pero entonces mi marido, que estaba con su portátil contrastando la información ―es muy pulcro mi chico con las noticias― va y me dice que nosotros no pertenecemos a La Elipa. Flipé, porque yo siempre me he considerado de ese barrio y ahora resultaba que no vivía en él. Parece ser que nosotros estamos en la parte del barrio más nueva y eso ya es otra zona, en concreto la de Daroca. Me puse a pegar saltos de alegría, aunque sería más correcto decir “salto” de alegría porque solo di uno, cuando iba a dar el segundo, mi marido añadió: «La zona de Daroca también está confinada». Mierda.

He estado mirando y los barrios más afectados son los más populares y modestos. En mi indignación y haciendo alarde del espíritu combativo que caracteriza a mi barrio ―o a mi zona, que ahora mismo no sé ni dónde estoy― pensé en convocar para mañana, aprovechando que aún no están vigentes las restricciones, una concentración de los habitantes afectados en las puertas de la Asamblea de Madrid y con una pegatina en la frente donde se vea en qué zona vivimos, para ver si así se acojonan un poco nuestros representantes al ver tanto “foco infeccioso” cerca de ellos; solo por joder. Pero luego caí en la cuenta de que mañana es domingo y los sábados y domingos los políticos no trabajan, o estaría mejor dicho que no trabajan ningún día: los fines de semana simplemente no van allí.

Así que a partir del lunes vuelvo a estar encerrada. Ya iré contando cómo me va y qué pienso. Estas nuevas entregas se llamarán «DIARIO DE UN RECONFINAMIENTO». Aunque no tengo muy claro qué puedo y qué no puedo hacer, de momento, lo que sí voy a hacer es cagarme en . Mierda.

 

Día 1 (21 de septiembre)

Hoy es el primer día de este nuevo confinamiento y no lo he podido empezar peor. He dormido fatal, una pesadilla horrible me ha agitado en sueños.

Soñé que estaba jugando al Juego de la Oca, pero el tablero y las normas eran raras. Las casillas, en lugar de dibujos infantiles, eran escenas de mi vida: el lugar donde trabajo, mi casa, el súper donde hago la compra y cosas así. Las ocas no eran tales sino unos cisnes negros que me recordaron a los del Retiro, que es donde suelo ir a caminar.

En mi sueño iba avanzando por esas casillas tan peculiares, pero caí en la de los dados, y estos también eran muy extraños porque en lugar de números tenían caracteres orientales y un señor, sorprendentemente parecido al presidente de la República Popular de China, los estaba agitando.

Seguí jugando y avanzando en el tablero, pero ahora los personajes de las casillas eran en su mayoría sanitarios y tenían cara de preocupación. Llegué a la casilla del laberinto que estaba dentro del Congreso de los Diputados (ya avisé que el tablero era raro). Me metí dentro del laberinto y me encontré con que, en una bifurcación, había un político plantado diciendo «Es por aquí» pero en el lado opuesto había otro que decía «No, es por aquí»; en otros rincones había diputados que ponían en venta su voto favorable o en contra según quién se lo comprara ―la moneda utilizada no era el euro sino prebendas para sus comunidades autónomas y/o grupos parlamentarios―. Cada vez había más políticos gritando, insultándose entre sí y dando órdenes contradictorias, al final el guirigay era ensordecedor y por más que caminaba no conseguía salir de allí. Creí que me volvía loca.

De repente, me encontré fuera y, dormida, respiré más tranquila, aunque el alivio duró poco porque llegué a la casilla de la cárcel, y en lugar de esperar dos turnos para seguir jugando, me tocó esperar catorce semanas. Al final, salí ―menos mal que en los sueños los tiempos son distintos a la vigilia― y seguí caminando, pero ahora en las casillas los personajes iban con mascarilla, aunque no todos, incluso los había que hacían botellón ―creí reconocer a un chaval de mi barrio asiduo a estas reuniones ilegales en el parque que está al lado de casa―.

Caminando a través del tablero parecía que iba a llegar al final, pero de golpe caí en la casilla de la muerte, solo que en lugar de una calavera estaba la cara de Isabel Díaz Ayuso que, con gesto autoritario y señalándome con el dedo, me mandó a la casilla de salida para empezar de nuevo.

En ese momento me desperté, sudando y con una taquicardia importante. No sé si mi nerviosismo fue por lo de volver a empezar o por ver a la presidenta tan de cerca. Durante unos segundos me calmé porque aquello había sido un mal sueño, pero enseguida caí en la cuenta de que no. Hoy empieza el nuevo confinamiento ―nuevo porque es un confinamiento raro, como la nueva normalidad y, supongo, igual de efectivo que esta―. He retrocedido todas las casillas y encima, ahora, sé lo que me espera; mal empezamos.







Hada verde:Cursores
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