En la última semana del año es muy habitual hacer balance, se echa la vista atrás y comparamos qué hemos conseguido e intentamos averiguar si todos los objetivos que nos fijamos en enero se han cumplido. Generalmente el resultado deja bastante que desear, al menos en mi caso. No sé si por exceso de ambición -me planteo unas metas demasiado pretenciosas- o por falta de espíritu -me quedo sin fuelle antes de llegar al final-, el caso es que casi nunca cumplo con lo que me propongo; es más, no solo no cumplo, es que ni siquiera me acerco.
Pero aquí no quiero hablar de mis frustraciones vitales, sino de balance lector. Empezaré por los datos positivos. El año pasado me quejaba de que había leído más autores varones que femeninos, incluso me hice una pequeña reflexión. Cuando elijo una lectura no me fijo excesivamente en si es un hombre o una mujer quien escribe, pero el caso es que este año el número de autoras ha aumentado respecto al pasado, no mucho pero algo sí. Siguen ganando los varones pero las perspectivas son buenas.
En cuanto a la nacionalidad de los escritores los hispanoparlantes ganan por goleada, aquí podría reflexionar sobre las ventajas de leer una obra en su versión original, creo que en la traducción se pierde a veces calidad y cuando una redacción en una obra traducida no gusta a mí siempre me queda la duda de si la culpa no la tendrá el traductor (que me perdone este gremio si alguno de sus integrantes lee esto). Por tanto, y dado mi espantoso don de lenguas, para que no haya lugar a dudas leo principalmente obras en español.
Si me ciño a las lecturas de este año el balance, a priori, podría considerarse bastante bueno: 46 libros leídos que se reparten a lo largo de los meses, en número de páginas, de la siguiente manera:
Pero lo malo de las estadísticas es que suelen utilizarse, entre otras cosas, para comparar y si yo comparo mi ritmo lector de este año con el de 2015 el resultado es deprimente, pues en ese año leí 57 libros, algo más que en este 2016. Claro que hablar de libros no da idea de cuánto se lee pues todo depende de si se lee un relato o un tocho tipo diccionario enciclopédico. Pero no hay problema, para eso también sirven las estadísticas (y las hojas de cálculo), para reconvertir datos en información más exacta, así que he comparado el número de páginas de los libros del año pasado con los de este y... sigue saliendo un resultado deprimente: he leído bastante menos.
Este año 2016 no solo he leído menos libros sino que encima fueron mucho más breves.
Pero como yo no me doy por vencida fácilmente hice otro estudio estadístico pues me vino a la mente que quizás este año haya leído menos pero ¿y si disfruté mucho más?, entonces el balance no sería tan negativo. Así que me puse manos a la obra y en función de lo que me gustaron los libros que leí me sale esto:
Abundó la lectura mediocre (la que yo catalogo como de tres estrellas), seguida de cerca por la bastante buena y, a mi modo de ver, las lecturas que me encantaron (*****) no fueron demasiadas. Si lo comparo con el 2015, vuelvo a darme cuenta que este año no ha sido muy bueno. He leído menos y de peor calidad. Me he cubierto de gloria, vaya.
Una vez hecha la estadística y contrastados los datos es hora de sacar conclusiones. La estadística además de ser motivo de depresión -en los casos en los que los resultados no son los esperados- también puede servir para indicarnos las posibles causas del fracaso.
Si me fijo en la gráfica del número de páginas, mi ritmo lector bajó estrepitosamente en el mes de octubre. Recuerdo ese mes como un periodo especialmente estresante en el trabajo; la publicación de dos artículos en sendas revistas científicas a la vez y el rechazo de uno de ellos, mas unas clases extra que tuve que impartir me tuvieron de los nervios, el agotamiento en el que me sumí me impidió hasta realizar la actividad que más me gusta: leer. Esto podría explicar mi bajo rendimiento lector pero no mi poco acierto a la hora de elegir lectura si atendemos a la mediocridad de lo leído (según mi gusto). O puede que también se pueda explicar. Es sabido que estados de estrés y cansancio nos nublan el entendimiento y a la hora de escoger no estamos en las mejores condiciones mentales.
Por cierto, y a modo de apoyo a lo anteriormente expuesto, comentaré que cuando estoy muy tensa me sale la vena irónica-humorística -es como una especie de defensa interna- y es cuando me da por escribir en plan de chufla. Ese mes de octubre publiqué tres entradas de humor acerca de mis difíciles relaciones con las máquinas (Hable con ellas I, II y III).
Pero lo que más me deprime de estos resultados no es el balance obtenido sino el que voy a tener para el 2017. Me explico.
Si doy por buena la hipótesis de que el estrés y el cansancio han sido los motivos de mi bajo rendimiento lector el pronóstico para el año que viene no es nada alentador. Estoy embarcada en una aventura ambiciosa que me va a robar -que ya me está robando- mucho tiempo y energía: estoy escribiendo un libro.
Nooo, no os creáis que me he vuelto loca y he decidido publicar una novela. ¡Qué va! El libro en cuestión es una tesis doctoral. Llevo ya varios meses en ello pero antes de primavera tengo que acabarla, viendo los problemas que me están surgiendo y según se acerque la fecha creo que la falta de tiempo me impedirá leer nada que no tenga que ver con artículos científicos y, lo que es peor, me impedirá atender este blog como a mí me gustaría. De hecho, algunas de las secciones habituales quedarán aparcadas temporalmente.
Por lo tanto aprovecho la ocasión para avisar que mi actividad bloguera se verá considerablemente mermada, os pido de antemano perdón por no atenderos como os merecéis y por disminuir mis visitas a vuestras casas. De todas formas sí me pasaré de vez en cuando para disfrutar y darme un capricho leyendo lo que escribís y que tanto me gusta.
Para el próximo verano, y si no he muerto en el intento, espero ya recuperar mi ritmo habitual.
También aprovecho para desearos un feliz año 2017. Espero que el año que pasado mañana empieza os traiga un montón de cosas buenas y a mí una recia salud cardiovascular, que buena falta me va a hacer.