La nueva novela de Isabel Allende nos habla de la historia de amor entre Alma, una polaca judía, e Ichimei, un norteamericano de origen japonés. Las procedencias y los niveles sociales tan distintos de los dos amantes hacen que su historia de amor sea difícil y complicada.
Este sería el resumen de la novela y también el argumento. De fondo, para complementar -y rellenar páginas- se utiliza la religión de Alma y la raza de Ichimei para hablar de otros temas como el Holocausto judío y el internamiento en la Segunda Guerra Mundial de los ciudadanos norteamericanos de origen nipón en campos de concentración mientras duró la contienda. Pero también se tocan otros temas: la pederastia y los abusos a menores, la trata de blancas, el abandono de los ancianos en residencias o su soledad ante la muerte inminente y hasta de homosexualidad y sida se reflexiona.
Esta variedad de temas y además contados por Isabel Allende pueden parecer de lo más interesante. Lo habría sido si no fuera porque todo está relatado de una forma endeble y sin profundidad, con sentencias tan cándidas que parecían sacadas de una serie Disney.
Por si fuera poco tengo que añadir algo más: me he aburrido soberanamente. La historia de los dos protagonistas -y la de los secundarios- no me ha enganchado en ningún momento. Como es habitual en sus novelas hay múltiples historias de múltiples personajes pero ninguna es atractiva y tanto el desarrollo de las mismas como el desenlace han sido propios de un telefilm de serie B, con finales de película, pero de película mala. Esto en cuanto a la trama argumental.
El estilo narrativo que suele caracterizar a Allende -y que tanto me cautivó en sus inicios- aquí aparece, al igual que los personajes y el argumento, muy diluido, como sin fuerza. Algunos párrafos me hicieron creer que volvía la Allende de sus primeras novelas pero sólo era un respiro entre la mediocridad. Para más escarnio los diálogos -esos diálogos que yo tanto valoro en una novela porque me parecen un indicador muy bueno de la calidad del escritor- son penosos; en algunos tuve que remirar la portada para asegurarme de quién era la autora de semejante despropósito.
Me 'enamoré' de Isabel Allende con La casa de los espíritus, luego con sus obras posteriores, De amor y de sombra, Eva Luna, Paula, y algunas más, ese amor fue creciendo para luego enfriarse con sus últimas novelas. Me sabe mal criticar tan negativamente uno de sus libros. No sé si son los años, el botox que se ha inoculado o su estatus norteamericano que la ha aburguesado y la ha convertido en un producto del american way of life, el caso es que desde que se fue a vivir a California sus novelas han ido de más a menos.
Me gustaba más la Isabel Allende combativa y reivindicativa de sus comienzos; añoro mucho a esa Isabel, espero que algún día vuelva y me haga disfrutar leyéndola. No pierdo la esperanza porque 'quien tuvo, retuvo'.
Kirke