Gabriel vive en Londres y está ultimando los preparativos de su boda. Su hermana Cordelia vive en las islas Canarias pero no tiene contacto con ella desde hace más de diez años. Una llamada desde España le pone sobre aviso: una secta afincada en Tenerife se ha sometido a un suicidio colectivo y creen que su hermana está entre los desaparecidos. Gabriel se traslada a la isla y allí intentará averiguar qué ha pasado con Cordelia.
En principio, el tema principal es el “modus operandi” de las sectas, pero de manera accesoria y como complemento se añaden otros. De pasada se nos cuenta el papel de la mujer en la España de Franco, también se explican, con una gran profusión de datos, las maniobras de los nazis en este país durante y después de la Segunda Guerra Mundial –entre esta abundancia de detalles hay más de tres páginas dedicadas al origen y significado de la cruz gamada–. Asimismo, se plantean diferentes teorías pseudocientíficas como el campo morfogenético –un campo de energía que hace que una familia se mueva con un patrón determinado conllevando heredar los conflictos no resueltos de nuestros antepasados– y en el que se fundamenta el destino de algunos personajes que aparecen por esta novela, algo que me pareció lo más delirante de todo el libro. Porque delirante creo que es el adjetivo que mejor le va a esta historia.
Lucía Etxebarría escribe muy bien y eso es lo que hizo que terminara la lectura. Tanto el lenguaje utilizado como la narración están muy cuidados. Pero el argumento es a veces rocambolesco y algo pueril, los secretos de familia resultan ñoños y sin sustancia, más propios de un culebrón de serie B.
Cuando analiza la manera de funcionar de las sectas y cómo lavan el cerebro a sus víctimas se basa en la historia personal de uno de los personajes. Este relata en primera persona su experiencia como discípulo de una organización católica llamada La Firma, un nombre ficticio pero tras el que, después de leer el primer párrafo, cualquiera puede identificar al Opus Dei. No me pareció mal el paralelismo, aunque esta organización no esté catalogada como secta, lo que me pareció mal es que se explayara más de cuarenta páginas en contar con pelos y señales los entresijos de dicha institución.
La acción transcurre mayormente en Tenerife y Fuerteventura. La autora hace gala de un buen conocimiento de las islas –hay un par de párrafos donde se describe el paisaje majorero que son una auténtica preciosidad, lo mejor de la novela sin ninguna duda–. Sin embargo la manera de contar cosas de estas islas me pareció muy fría en la mayoría de las ocasiones. Soy una enamorada de las islas Canarias –las visito con asiduidad– y cuando habla de sus gentes, de su gastronomía, de su historia o de su paisaje no percibí “el alma” de ese lugar tan especial. Más pareciera que estaba leyendo un folleto de viajes o las explicaciones de un guía turístico.
Una novela que se deja leer por su buena redacción aunque el argumento no esté a la altura y con una información añadida excesivamente prolija que deja la sensación de muchas páginas de relleno.