Con esta publicación abro la
subsección hispana de la sección «Do yo speak English?», o sea, que inauguro
con este texto lo que amenacé con hacer en el post de reincorporación al blog: Do
you speak English? And Spanish?
Hace unos meses leí una noticia sobre
un estudio en el que se evaluaba el comportamiento de los españoles al viajar,
o mejor dicho, al contarlo. El estudio en cuestión venía a decir que nuestros
compatriotas son los más mentirosos a la hora de contar sus viajes. Parece ser
que cuando tenemos que hablar sobre nuestro último viaje a los compañeros de
trabajo o al vecino de arriba, tendemos a adornar “ligeramente” la experiencia
ahorrando detalles negativos como que llovió la mitad del tiempo, como que el
hotel era un antro o que nos tiramos cinco días con diarrea por comer marisco
en mal estado en el chiringuito de la playa.
Al ver estos resultados yo
llegué a dos posibles conclusiones, a saber, o yo no soy española o me
encuentro en el pequeñísimo porcentaje que cuenta cómo le va en sus vacaciones
tal cual. Y ya os aviso que no me va bien.
Cuando me voy al extranjero no me
suele ir bien por culpa, generalmente, del idioma. A lo largo de varias
publicaciones ya di cuenta de los inconvenientes con los que me he enfrentado
cuando traspaso la frontera (Do you speak English?). Pero el caso es
que dentro de España tampoco consigo resultados satisfactorios (Vacaciones con Murphy) , y cosa del idioma no es, así que empiezo a sospechar que hay
algún gen que codifica la habilidad para viajar y que yo no poseo, o lo tengo
acallado en un rinconcito de mi genoma.
De todas formas, creo saber cuál
es el principal motivo para que mis viajes sean bastante desastrosos: mi
despiste. No saber interpretar un mapa es un grave defecto para desenvolverse
por lugares desconocidos. Muchos, según leáis esto, pensaréis «Bueno, ahora
está el GPS. Ya no hacen falta mapas.» El problema es que una servidora se
lleva fatal con esos sistemas de geoposición (El GPS y yo).
Por eso, cuando una viajera
despistada y gpsfóbica, como yo, se encuentra en su deambular letreros
informativos, lo agradece en el alma. Aunque algunas veces la orientación que
dan algunos carteles es algo confusa y más que ayudar lo que hacen es acabar de
despistar.
Por ejemplo, hace años hice una
ruta de senderismo por tierras de Teruel, en cierta fase del camino el grupo de
caminantes fuimos a dar a una carretera secundaria donde se veía un cartel
enorme que ponía «ATENCIÓN PELIGRO: gravillas sueltas» Yo no sé qué manera se
tiene para llamar a esas piedras pequeñas que se desprenden de las rocas en
otras zonas de España, pero en mi barrio se dice ‘grava’. No obstante, nada más leerlo pensé en el
término ‘grava’ pero como en el asfalto no había ninguna piedra, ni pequeña ni
grande, me quedé en la duda. Para más escarnio, el guía que nos llevaba por la
ruta era un bromista muy cachondo él, y cuando, en mi ingenuidad, le pregunté a
qué se refería el cartel con eso de ‘gravillas’, va el tío y me suelta:
―Son vacas, aquí en Teruel a las
vacas se las llama gravillas.
Todos los del grupo captaron
enseguida la broma, menos yo porque sé que los maños son muy suyos ―aunque
me pareció una irresponsabilidad utilizar argot en un cartel que avisa de un
peligro, la verdad―. Cuando llevaba como unos cinco kilómetros mirando a derecha
e izquierda por si salía algun astado con intenciones perversas, mi marido me
preguntó por qué estaba tan alerta, al contestarle el motivo me sacó de mi
error mientras, a la vez, meneaba la cabeza con compasión mirándome de reojo.
Ya he comentado lo mal que me
llevo con el GPS, pero a lo que se ve no soy la única. En una aldea encantadora
de Asturias me encontré este cartel a la entrada del pueblo.
Me pareció excelente que el ayuntamiento
avisara tan amablemente del peligro que suponen esos artilugios del demonio. En
cuanto vi el letrero juro que aplaudí.
En otro pueblecito de montaña, en
esta ocasión de Cantabria, el aviso me dejó algo descolocada y reflexiva.
¿Exactamente de qué quería avisar? ¿Que los balcones son peligrosos? Si hubiera
estado en Mallorca lo hubiera visto lógico, por lo del balconing y los guiris,
pero en Potes… También se me ocurrió que podía ser que en aquellas tierras
tuvieran la insana costumbre de tirar cosas por la ventana por lo que, otra
vez, me dediqué a caminar con prevención, esta vez mirando hacia las ventanas
de las casas.
De todas maneras, aunque algunos
carteles lleven a confusión yo prefiero que me adviertan. Cuanta más
información obtenga más segura me siento. Más vale prevenir que curar, o que
perderse.