Y ESO ¿QUIÉN LO DICE?
En mi juventud siempre me ilusionaba la palabra “cita”, especialmente cuando iba precedida de la palabra “primera”. La primera cita siempre era esperanzadora, sobre todo si quedaba con un chico que me gustaba mucho; luego las siguientes citas ya eran otro cantar, pero esa es otra historia que ahora no viene al caso. Obviamente me estoy refiriendo al tipo de cita que el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define como “Reunión o encuentro entre dos o más personas, previamente acordado” (1).
Pero no solo me gustaban las citas con algún chico en concreto, también me ilusionaba reunirme con mis amigos: cuando teníamos una cita para acudir al cine, para ir de copas o para juntarnos simplemente y echar unas risas. Me encantaban las citas.
Lo digo en pasado porque ahora ¡las odio! Para ser exactos odio la palabra, y es que el DRAE también tiene otra definición para ese vocablo: “Nota de ley, doctrina, autoridad o cualquier otro texto que se alega para prueba de lo que se dice o refiere” (1). Ahora me pone de muy mal humor la palabra “cita” especialmente si viene seguida de la palabra “bibliográfica”.
En la anterior entrega comenté que sin una “p” significativa un investigador no tiene futuro. Bien, hoy añado que sin citas bibliográficas un investigador no tiene manera de defender su labor.
Cuando se escribe sobre un trabajo de investigación (aquí también se incluye una tesis doctoral) siempre hay que citar otros trabajos previos para sustentar y basar el propio. Cuando se explica una teoría, una hipótesis o unos resultados hay que relacionarlos con otras teorías, hipótesis o resultados ya publicados, de manera que leer un texto científico supone abarcar el trabajo de mucha gente, no solo de los que escriben ese artículo sino de los referentes que anteriormente trabajaron en el tema a tratar. En lenguaje llano sería: tengo razón porque esto ya lo dijo fulanito y menganito.
A mí, personalmente, esta fase de la escritura me resulta muy engorrosa. Poseo una memoria muy mala y aunque leo bastante tengo mucha dificultad para recordar los detalles, y aquí incluyo quién escribió qué en qué momento. Es decir, sé de algunos conceptos y de investigaciones realizadas con unos resultados interesantes, pero soy incapaz de recordar quién las hizo o dónde se publicaron. Por eso escribir la tesis (2) y hacer continua referencia a los autores que previamente hablaron sobre lo que yo cuento me resulta arduo y agotador. Odio las citas.
Además, a mí esta ley no escrita de dar credibilidad a un trabajo porque otro ya encontró algo parecido me parece que resta fuerza a la investigación y resulta paradójico con ese interés desmedido de las revistas científicas por publicar cosas “novedosas”. ¿Cómo puede ser algo novedoso si se tiene que fundamentar en que otro ya obtuvo un resultado parecido? Así no hay manera de descubrir nada.
Si a Colón se le hubiera aplicado la misma norma no habría descubierto América (3), o mejor dicho, no se lo habrían creído. Quizás Colón no sea el mejor ejemplo en este caso porque antes que él a ese continente llegaron otros navegantes (4), aunque no dejaron testimonio escrito y eso es muy importante, que conste.
Pensemos mejor en Vasco Núñez de Balboa (5), ese sí que descubrió algo: el océano Pacífico (6). Imaginad que de vuelta a España y cuando informa de su descubrimiento le preguntan qué otro europeo antes que él llegó allí, para corroborar lo que cuenta, y entonces Vasco dice que nadie, pero que él puede probar que ha llegado a ese lugar, y le contestan que como no tiene base bibliográfica ese descubrimiento no vale. Absurdo, ¿verdad?
Tengo una compañera que escribió un artículo con resultados muy innovadores y se lo rechazaron en varias revistas antes de conseguir publicarlo. Luego resultó ser un buen artículo y muy útil. Ella creía, y con razón, que ese rechazo previo era porque, al no haber ningún trabajo anterior que sustentara todo lo que ella había conseguido, sencillamente no se creían lo que ponía.
Otro motivo por el que detesto las citas bibliográficas es porque hay múltiples formatos para escribir una referencia (7). Todas las maneras vienen a decir lo mismo: quiénes son los autores, cómo se llama el artículo y dónde y cuándo se ha publicado. Sin embargo estos datos pueden ponerse de muchas formas; una forma que no elige quien pone la cita sino quien tiene el poder de decidir si eso se publica o no, es decir, mis amigos los editores de revistas.
Pongamos que hay que citar un artículo que se titula “Doctoranda al borde de un ataque de nervios”, que la revista donde está publicado se llama “Leer, el remedio del alma” en enero de 2017, que ocupa las páginas 25-26 del volumen 1 de la revista y que la autora se llama María Kirke Libris. Con estos datos la forma de citar puede ser:
Libris MK. (2017) Doctoranda al borde de un ataque de nervios. Leer, el remedio del alma; 1: 25-26.
Libris, M.K. (2017) Doctoranda al borde de un ataque de nervios. Leer Rem Al; 1: 25-26.
LIBRIS, M.K. Doctoranda al borde de un ataque de nervios. Leer. Rem. Al. 2017; 1: 25-26.
Libris, MK. 2017. Doctoranda al borde de un ataque de nervios. Leer, el remedio del alma; 1: 25-6.
Hay muchas más combinaciones, porque la separación entre el volumen de la revista y las páginas puede ser con una coma en lugar de dos puntos, o la abreviatura de la revista puede tener un punto o no, o el nombre de la revista puede ponerse en negrita, etc. Y esto es solo para los artículos, cuando hay que citar un libro u otro tipo de publicación hay normas también distintas. Es un auténtico follón.
La cosa se complica en el caso de los autores españoles porque aquí tenemos dos apellidos, pero allende los Pirineos solo se tiene en cuenta uno, así que algunos autores patrios optan por unir sus dos apellidos con un guion. Otros nos hemos rendido a la evidencia extranjera y solo ponemos nuestro primer apellido; este caso se suele hacer cuando el apellido en cuestión no es muy corriente. El mío es Celada, por lo que aparezco por los índices de autores como “Celada, P”. Creí que no habría más autores con esas señas, pero me equivoqué. Por ahí hay algún autor (o alguna, que no he averiguado si es hombre o mujer) que también publica como “Celada, P.” Esto podría dar lugar a confusión pero en mi caso no es así porque ese (esa) otro que escribe firmando así lo hace sobre artículos de matemáticas y dada mi ineptitud con esa materia ya os digo que yo no soy esa (8).
Supongo que a estas alturas os estaréis preguntando qué significan esos números que aparecen entre el texto. Son, queridos lectores, las referencias bibliográficas de lo que estoy escribiendo, esas citas las encontraréis más abajo en el apartado de “Bibliografía”; yo cuando me sumerjo en un tema lo hago con todas las consecuencias. Pido disculpas si esto os ha hecho más incómoda la lectura pero que sepáis que en un artículo científico veríais muchas más. Yo me he llegado a encontrar en una frase más números de citas que palabras para describir algo.
Por todas estas cosas no me gustan las referencias bibliográficas, es un auténtico martirio para mí. Pero escribir es un ocio laborioso (9) y ya lo avisó un escritor (ahora mismo no recuerdo su nombre y no lo puedo poner en la bibliografía):
“Los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado”. Fin de la cita.
Bibliografía (*)
1. Real Academia Española. 2014 Diccionario de la lengua española. 23 Ed. Madrid, pp. 544.
2. Celada, P. 2017 Tesis en proceso de escritura. UCM. Madrid; pp. aún sin determinar.
3. Díaz-Trechuelo L. 2006 Cristóbal Colón en su V centenario. Editorial Palabra. 2ª Ed.
4. Fernández Herrero, B. 1992 La utopía de América: teoría, leyes, experimentos. Anthropos Editorial. pp. 48.
5. Asenjo-García, F. 1991 Vasco Núñez de Balboa: El descubrimiento del Mar del Sur. Madrid: Sílex Ediciones.
6. Rubio A. 1965 La ruta de Balboa y el descubrimiento del Océano Pacífico. Instituto Panamericano de Geografía e Historia.
7. Principales estilos de citas bibliográficas. 2012 http://www.infobiblio.es/principales-estilos-de-citas-bibliograficas/
8. Mari Trini. 1971 Yo no soy esa. Álbum Escúchame.
9. Von Goethe, JW. 1811 Poesía y verdad.
(*) He puesto la bibliografía con el formato que me ha dado la gana, ya que yo soy mi propia editora. Para una vez que puedo me he dado el gusto.