Tanto los personajes como los hechos reflejados en la siguiente historia son reales, pero se han modificado algunas situaciones para añadir dramatismo. El final es completamente inventado, aunque no se descarta la posibilidad de que acabe siendo real.
—Amigo,
no gima.
El hombre se
giró hacia quien así había hablado.
—¿Perdona,
me hablas a mí?
Ante el cabeceo
afirmativo de la mujer, él añadió.
—No
estoy gimiendo, Paloma, tan solo es un suspiro de concentración para hallar una
prosopopeya adecuada al texto. Otra cosa, ¿por qué me tratas de usted?
—Porque
si te tuteo no me sale.
—¿El
qué?
—El palíndromo. «Amigo, no gimas» no se lee igual del derecho
que del revés, le tengo que quitar la “s”. Por cierto, si en lugar de Antonio
te llamaras Otto me facilitarías mucho las cosas, también te lo digo.
Antonio se
encogió de hombros y siguió escribiendo en su tablet ignorando a Paloma que
empezó a dar vueltas sobre sí misma mientras murmuraba palabras sueltas.
—Ojo,
eje, anilina, oro, kayak, orejero…
—¿Qué
te ocurre, mi niña? Te veo algo… perdida —le dijo una mujer con los ojos
claros y mirada dulce.
—¡Ana!
Tú nombre sí me sirve —respondió
Paloma a la vez que movía las manos como si escribiera en el aire—. «Ana
eje… Ana». No, eso no me vale.
—Cálmate,
ya verás como se te ocurre algo —la
tranquilizó Ana—.
Ahora mismo te sientes perdida cual hoja mecida por el viento, pero eres
una perla en un mar solitario. Dale tiempo y reposo a tu creatividad.
—Para
ti es fácil. Te sale la poesía por los poros de la piel —contestó Paloma
malhumorada—.
Las metáforas se te dan como setas —se giró dando la espalda y siguió
hablando sola—:
Seta es palíndromo de ates, pero cómo coño pongo esas dos palabras juntas.
—La que has liado, Nacho —dijo Ana a un hombre que se encontraba en una mesa cercana escribiendo en un ordenador portátil—. La propuesta de emplear varias figuras retóricas en un relato está siendo difícil para algunos —miró a Paloma—. Tu dominio de la oratoria desborda el cántaro de nuestras capacidades.
—Creo
que esto nos puede servir para espolear nuestra creatividad —respondió
el aludido—.
Yo también ando picado buscando hipálages. Sin embargo, se puede oler
el desatino en el ambiente y eso es divertido ¿no?
—Las
figuras retóricas son buenos recursos del lenguaje —se unió a la conversación otro
hombre alto con gafas y pinta de profesor de literatura—, el uso poco frecuente de
las palabras potencia su significado y realza su belleza interior. Solo es
cuestión de esforzarse un poco. A mí me gusta este desafío, estimula mi
intelecto buscar epanadiplosis, aunque reconozco que anda Paloma
alborotada y así anda.
—Estoy
de acuerdo en que puede ser estimulante, Juan Carlos —dijo Antonio con su tablet
en la mano—.
Mi búsqueda de prosopopeyas está provocando que el aire susurre
en mi cabeza ideas inimaginables y el tiempo se arrastre en silencio
tenuemente.
—«Ana
lava aval…», «Ana oro lana...» —siguió
hablando sola Paloma en una esquina de la sala—. «Adán, nada», ¡esa vale! —exclamó
dando un bote para, acto seguido fruncir el ceño—. ¿Adán sabía nadar? ¿Había ríos
en el Paraíso? ¿Con mucha corriente? Porque entonces nadar iba a nadar poco.
—Se
equivocó la paloma… —empezó
a canturrear Antonio mirando de reojo a su compañera.
—Huele
el silencio, oye el azul del mar y camina por el aire de tus pensamientos.
—¿Cómo
dices, Paco? —preguntó
Nacho.
—Nada,
estoy escribiendo un poema.
—Pues
te han salido unas cuantas sinestesias —dijo Juan Carlos—. ¿Os
dais cuenta? Complicado no es, solo pensamos que es complicado. ¿Veis
o no veis?
—Vemos,
pero esto es laborioso cual río estridente y cautivador —contestó
Paco rascándose la nuca y achicando los ojos—. No sé qué acabo de decir, la
verdad. ¿Una sinestesia o una prosopopeya? ¿Una metáfora? Un palíndromo seguro
que no.
—Anita
lava la tina —dijo
Paloma.
—¿Qué? —preguntó
Ana—. ¿Me
estás hablando?
—A
ti no, bonita —contestó
la otra.
—¿Por
qué no nos tomamos algo a ver si así las musas acuden prestas a calmar la
ansiedad de nuestros sentidos? —propuso
Ana conciliadora viendo que la cosa se iba de madre.
—¡Eso
sí que es una metáfora! —exclamó
Nacho—.
Sí, ¿verdad? ¿O no? Es un enigma etéreo en un ambiente adivinatorio.
—Amigo
Nacho, creo que te estás columpiando cual zarigüeya soñadora —intervino Antonio.
—Divaga
en el mar de sus pensamientos y así se divaga —propuso Juan Carlos.
—Mi mente oye cómo habla tu piel —recitó Paco.
—Insisto,
vamos a tomar algo para despejarnos —dijo
Ana con cara de preocupación.
—¿Aquí
tendrán cerveza? ¿Será propio de aquí? —preguntó Juan Carlos.
—¡Arriba
la birra! —exclamó Paloma— ¡Por fin, algo que se puede decir con sentido!
—Yo prefiero
un vino que arrulle mis pensamientos —habló Antonio.
—El
dulce éter del alcohol amargo —dijo
Nacho preguntándose a la vez si el éter era amargo y el alcohol dulce para así
tener otra hipálage.
—El
amor por las letras nos nubla el entendimiento —dijo Ana dándose por
vencida.
—¡La
medicación! —dijo
un hombre vestido de blanco irrumpiendo en la sala.
Junto al hombre
iba otro sanitario arrastrando un carrito con varios recipientes de plástico
que contenían comprimidos y cápsulas de diferentes colores y tamaños. Cada vasito
llevaba el nombre de su destinatario.
Uno de los enfermeros
comenzó a repartir los vasitos.
—El sabroso sueño del azúcar soporífero —dijo Nacho tragando el comprimido
que le había tocado.
—Buena
es la ayuda que se da por buena —dijo
Juan Carlos haciendo lo propio.
—La
primavera acude a nuestra vida a través de la química —dijo
Ana.
—Siente
el silencio, acuna el pensamiento —dijo
Paco.
—La
creatividad callará suavemente —dijo
Antonio.
—Yo
hago yoga hoy —dijo
Paloma rechazando, infructuosamente, su medicación.
—Y
a estos ¿qué les pasa? —preguntó
a su compañero el que llevaba el carrito.
—No lo
sé muy bien. Ingresaron por urgencias ayer, todos a la vez, y los trajeron
directos a psiquiatría. Parece ser que estaban haciendo un taller de lectura o
de escritura, no estoy seguro, y se les fue la pinza. Un brote psicótico
colectivo.
Los dos
sanitarios miraron con conmiseración a los pacientes mientras estos se tomaban
sus medicinas. El del carrito añadió:
—Para
que luego digan que leer es bueno.
NOTA: Este es un relato que
intenta cumplir con los requisitos propuestos para el taller de escritura en el
que participo. Se trata de introducir en un mismo texto varias figuras
retóricas. Para quienes tengan ya olvidadas estas herramientas de escritura
pongo a continuación la definición de las que aquí aparecen.
HIPÁLAGE: Figura retórica de
construcción que consiste en aplicar a un sustantivo un adjetivo que
corresponde a otro sustantivo.
PALÍNDROMO: Palabra o expresión
que es igual si se lee de izquierda a derecha que de derecha a izquierda.
EPANADIPLOSIS: Figura retórica de
construcción que consiste en terminar un verso o una frase con la misma palabra
con la que empieza.
METÁFORA: Figura retórica de
pensamiento por medio de la cual una realidad o concepto se expresan por medio
de una realidad o concepto diferentes con los que lo representado guarda cierta
relación de semejanza.
PROSOPOPEYA: Figura retórica de
pensamiento que consiste en atribuir a los seres inanimados o abstractos
características y cualidades propias de los seres animados, o a los seres
irracionales actitudes propias de los seres racionales o en hacer hablar a personas
muertas o ausentes.
SINESTESIA: Figura literaria que
consiste en la asociación de elementos que provienen de diferentes dominios
sensoriales.