Ayer fui a pasear por la Feria del Libro de Madrid. Asistir a ese evento es casi ya una obligación para mí y siempre que voy disfruto y me lo paso muy bien. En esta ocasión no fue distinto aunque durante todo el paseo sufrí un ataque de nostalgia y es que el año pasado estuve acompañada por varios compañeros blogueros y recordar aquella inolvidable jornada (La otra cara de la moneda) fue inevitable.
Añoranzas aparte, ayer me divertí mucho porque como ya he comentado en anteriores ocasiones con motivo de este evento anual (Feria del Libro 2015), la Feria del Libro es un punto de encuentro para los amigos de la lectura, es como una gran quedada de lectores. El ambiente lúdico es encantador y se respira cierto aire de verbena, incluso se pueden ver barquilleros entre los puestos.
Una vez más la atracción principal estriba en los autores que están firmando sus ejemplares en las casetas. Y es en esta faceta de la Feria donde me quiero detener a reflexionar, porque me llamó la atención que los "escritores" que más expectación creaban eran gente para mí completamente desconocida y eso, aunque sea una inmodestia por mi parte, me resultó muy extraño siendo yo una lectora empedernida.
Había un tal Jordi Wild que tenía una fila de al menos cincuenta metros de personas esperando para que les firmaran un libro. Resulta que el tal Wild es un youtuber famoso (famoso para algunos porque yo era la primera vez que sabía de su existencia). Otros "escritores" que tenían mucha gente esperando eran Antonio Resines y un par de presentadoras de telediarios que se han puesto a escribir libros también. A esos sí los conocía pero de otras actividades completamente diferentes a la de escritor. No obstante, insisto, eran muy bien aceptados y supongo que habrán tenido una gran cantidad de ventas de sus libros a juzgar por todas esas personas que ejemplar en mano esperaban que les plantaran un garabato.
En cambio Lucía Etxebarría, Inma Chacón, Care Santos, Federico Moccia, Gonzalo Giner o Ildefonso Falcones apenas tenían gente. ¿Por qué?
¿Por qué un actor o una presentadora de televisión, que no son realmente escritores, tienen más gancho que otros que sí lo son? Que conste que los autores antes citados no todos son de mi agrado, pero creo que escriben mejor que el actor aludido o el youtuber, aunque de estos no he leído nada, lo reconozco, pero me da que no estoy equivocada.
¿Qué se deduce de todo esto? ¿Que el público lee algo porque quien lo escribe es famoso y lo que escribe, o cómo lo escribe, es lo de menos? ¿Para que algo resulte atractivo primero tiene que salir en televisión o en un canal de internet?
Carmen Posadas |
En la anterior publicación de este blog respondía a un comentario de un participante lo injusto que me resultaba que escritores noveles que tienen un gran nivel narrativo no sean conocidos mientras que otros con mucha menos calidad vendían montones de libros. Ayer tuve constancia de esa injusticia.
¿Por qué se vende tan bien la mala literatura? No seré yo quien critique a la gente por leer cosas que no tienen calidad, siempre he pensado que es mejor leer lo que sea a no leer nada, pero sospecho que la manera de elegir un libro u otro depende mucho de la publicidad y de quién la realiza; si la cara es conocida y se lo monta bien tiene asegurada cierta clientela.
Camilla Lackberg |
Claro que para mala calidad el cartel que ilustra la edición de la feria de este año. Sobre la imagen no voy a entrar en calificaciones, aunque a mí me parece demasiado simplona, pero sobre gustos no hay nada escrito. Lo que no me parece de recibo es que se escriba con faltas de ortografía. De toda la vida 'Madrid' empieza con mayúscula y "El Retiro" también. Quizás los organizadores creyeron oportuno que la "literatura" que va incluida en el título del cartel debía ir en consonancia con los gustos de la mayoría de los lectores.