Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

31 de diciembre de 2020

¡Recapitulando, que es gerundio!

 


Hacía tiempo que no ponía estadísticas de lecturas en este blog, además, ahora que ya ni escribo reseñas, no tendrían demasiado fundamento. Que la última entrada del 2020 se trate de un balance ha sido una manera de conjurar este año maldito que tanto nos ha dado por saco.

Esta recapitulación tiene como objetivo dar un buen portazo al 2020 y cerrar de golpe un año aciago para todos.

Reconozco que personalmente, y viendo cómo les ha ido a muchos otros, yo no me puedo quejar. Físicamente he salido ilesa de esta pesadilla, aunque mentalmente no puedo decir lo mismo, pero en esto puede que la pandemia que nos azota no sea la responsable porque mi estabilidad mental nunca ha sido muy buena, las cosas como son.


He leído unos cincuenta y ocho libros en todo el año, puede que para los lectores compulsivos sea una birria, pero dadas mis condiciones laborales ―consisten básicamente en que me llaman para dar una asignatura nueva de un día para otro y me tengo que preparar las clases a salto de mata deprisa y corriendo― lo de encontrar un hueco para leer ha sido casi, casi, como poner una pica en Flandes; así que creo que me ha cundido.


Una vez más, la mayoría de mis lecturas han sido españolas. Me gusta leer la versión original para estar segura de que la buena o mala narrativa nada tiene que ver con el o la traductora, pero como no soy nada políglota ―mi acervo idiomático se reduce a un poco de francés, chapurreo malo en inglés y nivel más que aceptable de cheli― esta manía mía se traduce en que leo sobre todo a autores españoles y/o hispanoamericanos.

Se podría decir que me ha gustado bastante todo lo que he leído porque el porcentaje de libros abandonados es pequeño teniendo en cuenta que mi nivel de aguante es muy bajo y dejo una lectura al menor atisbo de aburrimiento o de encontrar algo que no me gusta. Donde no he estado muy fina ha sido en mi propósito de releer lo que me gustó hace tiempo, pero teniendo en cuenta que el tiempo para dedicarme a leer no era mucho creo que es comprensible, o no.


En cuanto a mis escritos, gana por goleada la serie dedicada al diario de un confinamiento, de hecho, fue el motivo de mi regreso al blog ya que estuvo cerrado unos meses por culpa de los motivos laborales que antes he reseñado. Además, ese diario se vio prorrogado por el reconfinamiento que sufrí gracias a la maravillosa, y nunca valorada en su justa medida, presidenta de mi comunidad autónoma que decidió encerrarme en una zona concreta de mi barrio. El segundo confinamiento no sirvió de mucho ―en realidad, de nada― pero literariamente dio mucho de sí como se puede ver por el número de publicaciones.



Las crónicas hercúleas también tuvieron su espacio; mis encuentros por la piel de toro con Hércules dieron pie a una serie con la que disfruté mucho. Este año 2020 aunque no pude viajar demasiado fue fructífero en cuestión de relatos y/o impresiones.

No sé qué nos deparará el 2021, pero espero que el año que entra mañana sea mejor que el que hoy se va ―tampoco lo tiene muy difícil porque mejorar este es bastante sencillo―.

Os deseo lo mejor para el 2021 y que los Reyes Magos os traigan sobre todo salud ―un don especialmente valorado estos últimos meses incluso por los que fardan de sanos―. En mi carta a los magos de oriente, yo he pedido que me pongan una vacuna para la Covid, espero haberme portado bien y que me la traigan.




25 de diciembre de 2020

Regalo de Navidad

 

REGALO DE NAVIDAD

Esta pandemia nos ha traído muy malos momentos, pero también nos ha regalado la faceta mejor de algunas personas, y no me estoy refiriendo solo a los sanitarios o a los trabajadores de servicios esenciales que han estado dando el callo desde el minuto cero.

Pequeños gestos, en principio sin importancia, han resultado reveladores y muestra de qué pasta están hechos algunos.

Durante el confinamiento más estricto en la primera ola estuve en contacto “estrecho” con una pareja muy mayor de vecinos. Ese contacto consistía en preguntar cómo estaban cuando coincidía con la mujer a través de nuestras respectivas ventanas de la cocina que daban a un pequeño patio. Tanto al tender la ropa, o al abrir para ventilar, si ella también estaba asomada hablábamos un poco, tan solo un «¿Qué tal vamos?» «¿Necesitan algo?» o simplemente un «Buenos días». Ella me comentaba sus miedos, su preocupación por la salud de su marido y también se interesaba por la salud de los míos. Entonces yo me ofrecía a ayudar en lo que fuera preciso, una ayuda que, afortunadamente, no fue necesaria.

Ese fue nuestro trato durante varias semanas.

Hoy, día de Navidad, mi vecina se ha presentado con un plato de repostería que me ha dejado con la boca abierta (y babeando). Sé que le ha costado mucho trabajo porque, a la laboriosidad del postre en sí, hay que añadir que ella no está muy bien de salud y tanto tiempo en la cocina ha debido suponer un gran esfuerzo, por eso se lo he agradecido aún más. Ella simplemente se ha dedicado a decirme con lágrimas en los ojos: «¡Feliz Navidad!», yo apenas pude balbucir un entrecortado «Igualmente». No hizo falta más.

 


 



15 de diciembre de 2020

Crónicas hercúleas IV


 

Caminaba entre la frondosa vegetación que jalona el río Bellos y acompañada únicamente por el ruido del agua y algún trino aislado de un mirlo acuático. Intentaba no tropezar y acabar despeñada por no mirar al suelo, ya que las impresionantes y verticales paredes calizas del cañón de Añisclo me invitaban a dirigir la mirada hacia el cielo. Tanto me embelesé con las vistas que me separé del grupo con el que me había internado en ese paraje espectacular del Pirineo aragonés.

Aunque me quedé sola no me preocupé, aún quedaban muchas horas de luz y sabía que siguiendo el curso del río acabaría en la ciudad donde nos esperaba el autocar. Así que me dispuse a disfrutar un buen rato de soledad en medio de una naturaleza espectacular.

Me senté en una roca de la senda para tomar unos frutos secos y echar un buen trago de agua. Oí unos pasos, supuse que sería algún excursionista solitario como yo. El contraluz me impedía verle la cara con nitidez, pero su silueta y la forma de caminar me resultaron conocidas, aunque lo que realmente me llamó la atención fue su gran estatura. Quien hacia mí se estaba acercando a través del camino era un gigantón. Antes de que relacionara lo que veía con mis recuerdos, una voz estentórea y de sobras conocida por mí, me saludó:

―¡Por Zeus y las Erinias! ¡Kirke, mi hechicera favorita!

―¿Hércules? De verdad, ¿eres tú? ―pregunté alelada mientras un trozo de avellana se escapaba de mi boca abierta.

―¿Qué te cuentas, bruja? ―prosiguió él como si tal cosa sentándose a mi lado y provocando que la piedra donde estaba se hundiera unos centímetros más en el suelo―. Los dioses nos regalan estar juntos.

Habían pasado más de siete meses desde la última vez que nos vimos, en Andalucía y Gibraltar, pero él reaccionaba como si aquello hubiera ocurrido el día anterior. Supuse que para los seres mitológicos el tiempo transcurre a un ritmo muy distinto que para los mortales.

―Pues, bien ―contesté yo sin reaccionar aún al inesperado reencuentro.

―¿Alguna novedad desde la última vez que nos vimos? ―siguió preguntando él.

―Pues… poca cosa. Tan solo que ahora hay una pandemia que me ha tenido encerrada en casa durante más de dos meses, el sistema sanitario de todo el planeta está colapsado y la economía mundial se va a la mierda por no hablar de los miles de muertos que se está llevando un virus muy puñetero. Pero, en general… estoy… bien.

Cuando me aturdo por algo que no me espero, en este caso encontrarme de nuevo con un héroe mitológico, suelo actuar como una auténtica estúpida y hablo a tontas y a locas. Bueno, en realidad esto lo suelo hacer casi siempre, pero en situaciones especiales, como esta, lo bordo y me supero a mí misma.

―Genial.

―¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

―Pasear. Ya te dije que me gusta volver a los lugares en los que estuve.

―Creí que tu estancia en la península se limitó a hacer ese trabajo en el sur. ¿También te mandaron curro en el norte?

Hércules me miró muy serio y me extrañó porque lo que más recordaba de mis pocos, pero intensos, encuentros con él, era su alegría infantil y su sonrisa desenfadada.

―No, aquí no vine a hacer ningún encargo. Si regreso por estos parajes es por motivos más… personales ―añadió con un quiebro en la voz.

Nada más decir eso giró la cabeza de tal manera que no podía verle el rostro y creí oír un sollozo. Esperé a ver si seguía hablando y me contaba el porqué de su paseo por la zona, a ver con qué me salía esta vez. Mientras esperaba su explicación me imaginé cosas como que el cañón de Añisclo era el resultado de otro mamporro de los suyos ya que era tan aficionado a darle golpes a las rocas liándola parda y cambiando la orografía del lugar por donde pasaba, o podía ser que el río Bellos que discurría a nuestros pies fuera el resultado de una de sus meadas. Con este hombretón ya me esperaba cualquier cosa.

Sin embargo, Hércules permaneció callado mirando al lado opuesto donde estaba yo, como si rehuyera mi mirada. Mosqueada me incorporé y busqué sus ojos, estaban acuosos y dos lagrimones resbalaban por el rostro moreno de mi héroe favorito.

―¡Hércules! ¿Qué te pasa?

―Nada, no es nada ―respondió enjugándose los ojos y sorbiéndose los mocos con un ruido que enmudeció al que hacía el río despeñándose entre las rocas―. Es que este lugar me despierta recuerdos muy tristes.

―Vaya. Lo siento.

Debería haberme callado y dejar a Hércules con su dolor, pero la cotilla que reside en mí no me lo permitió, así que no pude evitar preguntar:

―¿Qué te pasó aquí, Hércules?

―Es una historia un poco larga, Kirke.

―Bueno, no tengo nada que hacer ahora mismo, así que me la puedes contar.

Hércules tomó aire profundamente y tras un largo suspiro, que hizo mover las ramas de los árboles más cercanos, empezó a hablar.

―Cuando iba camino de hacer mi trabajo más al sur…

―Lo de robarle las vacas al monstruo ese ―le interrumpí al recordar lo que me contó la primera vez que nos vimos.

―Sí, ese. Bueno, pues al pasar por este llano boscoso…

―Perdona ―volví a interrumpirle― ¿llano boscoso? ¿Esto? ―señalé a nuestro alrededor― ¿Estas montañas te parecen un llano?

―Cuando yo pasé por aquí, era un llano, y tenía bosques. Kirke, la historia es un poco larga, pero si me interrumpes constantemente se va a hacer más larga todavía.

Me miró mosqueado y decidí dejarle hablar dirigiendo dos dedos a mi boca y haciendo el gesto de cerrar una cremallera.

―Como te iba diciendo, pasé por aquí y en un claro del bosque vi a la mujer más bella que podía haberme imaginado y eso que he conocido a muchas bellezas, y a la mayoría las conquisté, sin ningún problema.

«Vaya, en estos meses sin vernos, la egolatría del buen mozo no había disminuido ni un ápice» pensé, pero me abstuve de decirlo por no interrumpirlo de nuevo no fuera a mosquearse y al final no me contara la historia.

―Sin embargo, aquella chiquilla era especial. Ella me vio, hablamos y enseguida nos enamoramos.

―¿Enamorado, tú? ―interrumpí a pesar de todo―. Vaya, al final resulta que también tienes tu corazoncito ―bromeé.

Hércules me dirigió una mirada helada y entonces decidí callarme para siempre porque me asustó bastante. Aquel hombretón estaba mostrándome una faceta inesperada.

―Nos vimos varias veces más. Ella era la hija del rey Tubal, el dueño de estas tierras, y como heredera de tan vasto reino, su padre le tenía destinado un buen matrimonio donde un héroe de tres al cuarto como yo no era suficiente para su adorada hija. En cuanto se enteró de lo nuestro le prohibió a ella que se viera conmigo y a mí me expulsó de su reino. Me fui, pero solo para idear la manera de estar con ella y burlar la prohibición de su padre. No debería haberme ido, lo lamentaré toda mi inmortal vida.

Hércules hundió los hombros y otra vez rehuyó mi mirada, así que supuse que, de nuevo, estaría llorando. La verdad, este cuarto encuentro me estaba resultado completamente extraño. No entendía nada. ¿Dónde estaba mi alegre y risueño hombretón?

Dejé que se repusiera de lo que parecían recuerdos dolorosos y, mientras, me imaginé que la historia que me estaba contando iba a acabar como el rosario de la aurora, algo que es habitual en todas las cosas que se relacionan con la mitología griega. Además, recordé que cuando le hablé de la historia entre los enamorados de Antequera (Crónicas hercúleas III) él me ofreció una solución bastante drástica y sangrienta, así que supuse que, en este caso, y según la idea que tenía Hércules de resolver este tipo de problemas, el padre de la princesa acabaría escabechado y la enamorada rompiendo con su amante por dejarla huérfana. ¡Qué equivocada estaba!

―En mi ausencia, Gerión, el dueño del rebaño que yo tenía que robar, también se encaprichó de mi princesa. Llegó hasta aquí y pidió la mano a su padre; como era un tío poderoso, al rey Tubal no le pareció mal pretendiente, pero mi amada se negó en redondo. Gerión la acosó y ella huyó a lo más profundo del bosque. Conocedora de los parajes que la vieron nacer supo esconderse, mientras daba aviso de su situación a un águila para que me pusiera al corriente de lo que le pasaba.

Hércules volvió a callar y tomó aire. Miró hacia el río y pareció que no iba a continuar. Se notaba que le costaba recordar el episodio y que le producía mucho dolor.

―Gerión, loco por no poder encontrar a la princesa, decidió quemar el bosque para así hacerla salir y llevársela consigo. Sin embargo, ella resistió esperando que yo llegara a rescatarla.

―Y llegaste ¿no? ―interrumpí arriesgándome a llevarme una bronca―. Por favor, dime que llegaste. Los héroes siempre llegan a rescatar, porque eso es lo que hacen, salvar a la gente, para eso son héroes.

Mi alocada verborrea era un signo evidente de que algo dentro de mí me decía que la cosa acababa mal y que los buenos no siempre atinan y hacen las cosas bien, que los héroes de la mitología no son como los de los cómics donde ellos siempre ganan.

―Sí, llegué.

―¡Uf! ¡Menos mal!

―Llegué para recoger el cadáver de mi amada. Toda la zona había sido arrasada por el fuego de Gerión, pero ella no quiso salir, no para acabar con alguien que no fuera yo.

―¡Mierda!

―La sepulté entre las cenizas del bosque quemado. Para que ninguna alimaña pudiera desenterrarla amontoné unas cuantas rocas encima. Cegado por la ira y la desesperación, estuve varios días acumulando piedras encima de su tumba, como una catarsis y como una manera de descargar mi furia haciendo lo que mejor se me da: utilizar la fuerza. Al final, su sepultura se convirtió en un mausoleo, un eterno recuerdo a ella.

Me quedé alelada. No soy muy amiga de las historias de amor, pero lo que me estaba contando Hércules era mogollón de romántico, triste, pero romántico a tope.

―Y ¿dónde está ese mausoleo?

―Aquí ―hizo un gesto abriendo los brazos.

―¿En el río?

―No. Aquí.

―¿En el cañón de Añisclo?

―Kirke, no seas simple. El mausoleo es TODO esto ―volvió a abarcar lo que nos rodeaba con un gesto de los brazos, indicando incluso las montañas más lejanas.

―¡¡¿Los Pirineos?!! ―exclamé asombrada―. Pues sí que es un mausoleo grande, anda que tú, cuando te pones a hacer cosas… Para que luego digan de las pirámides de los faraones.

―Mi amada Pyrene no se merecía menos ―añadió con lágrimas otra vez en los ojos.

―¿Se llamaba Pyrene? Anda qué casualidad, se parece mucho al nombre de la cordillera, Piri… ¡Ostras!

Me di cuenta de que el parecido de los nombres no era ninguna casualidad, los Pirineos no solo eran la tumba de la chica de Hércules, también llevaban su nombre como recuerdo a ella.

―¡Jo! ¡Qué guay! ¡Es súper romántico! Me ha llegado al cuore, de verdad. Y lo siento mucho, Hércules, en serio. Me alegro de que le quitaras todo el ganado al mamón de Gerión, se lo merecía.

―El ganado no fue lo único que le quité ―dijo con un brillo acerado en los ojos.

―¡Ah! ¿Qué le quitaste además? ―pregunté sospechándome que la tragedia griega aún no había terminado.

―La vida ―respondió encogiéndose de hombros―. Eso es lo que realmente se merecía.

Aunque me alegra saber que los villanos reciben su merecido no quise constatar mi alegría por no hacer apología de la violencia, pero el caso es que Hércules tenía razón: Gerión se lo merecía.

―A ese no le enterrarías, ¿no?

―No… exactamente. Me llevé su cabeza como trofeo y la dejé por ahí ―señaló al oeste―, lejos de este lugar. A veces voy allí, además, los humanos me construyeron en ese sitio una torre bastante chula que usaron como faro.

―¿La Torre de Hércules?

―Esa misma. Los mortales no son muy originales poniendo nombres, ¿no crees? ―me dijo guiñándome un ojo y volviendo a parecer el Hércules que a mí me gustaba.

―Pues yo la conozco bastante bien, porque la ciudad en la que se encuentra es el lugar donde nació mi madre. Suelo ir allí de vez en cuando.

―Entonces seguro que nos volvemos a encontrar de nuevo, Kirke. Los dioses nos han predestinado a encontrarnos y ellos son los que mandan. Si nos vemos allí te contaré otras historias más alegres. Creo que hoy no he sido una buena compañía, lo siento. Ahora me tengo que ir, cada vez que paso por aquí me siento muy triste y aunque no puedo evitar regresar de vez en cuando, cada visita me deja hecho polvo. Voy a ver si rompo algo y me animo un poco.

Antes de que me diera tiempo a despedirme de él, Hércules desapareció de mi vista. Recordar su historia tan triste y tan dramática con Pyrene le había sentado fatal y se ve que no tenía ganas de más plática. Natural. Mientras me disponía a seguir la senda y llegar hasta donde debían estar esperándome mis compañeros, anoté mentalmente hacer una visita a mi familia de La Coruña y acudir a ver de nuevo la famosa Torre de Hércules.

El resto de la semana anduve visitando diferentes parajes del Pirineo aragonés y francés. El valle de Pineta, Monte Perdido, Ordesa, los lagos de Neouvielle, el circo Barroude y muchos otros sitios más me asombraron con su orografía fabulosa, pero lo que realmente me sorprendió y me emocionó fue el saber que estaba caminando sobre la tumba más grande construida en un gesto de amor.



GALERÍA FOTOGRÁFICA








 


 

 

 

5 de diciembre de 2020

Diario de un REconfinamiento (Parte X)

 

Día 73 (1 de diciembre)

Estoy harta de tanto confinamiento arbitrario, pero también estoy muy cabreada por la sumisión con la que lo estamos llevando. He ido a la Asociación de Vecinos de mi barrio a pedirles explicaciones de por qué no hay protestas, sé que no es momento de manifestarse, pero al menos esperaba sábanas con mensajes de denuncia en los balcones o algo así.

Mi barrio siempre fue muy beligerante, de hecho, durante décadas fue un ejemplo a seguir y un grano en el culo de Esperanza Aguirre cuando fue nuestra presidenta. Y si con la Espe tuvimos motivos para protestar, con la Ayuso nos sobran.

En la asociación vecinal me han comentado que el silencio se debe a que muchos de los cabecillas que organizaban las algaradas, tras el confinamiento estricto de marzo, se han ido a vivir fuera de la ciudad. Estar encerrados en un piso parece que les pasó factura y decidieron cambiar de vida.

La mayoría se han ido al pueblo de sus padres porque allí tienen a la familia y hay dos que se han marchado a Galapagar porque allí viven unos amigos suyos.

 

Día 76 (4 de diciembre)

Hoy me han comunicado desde la Consejería de Sanidad que mi encierro perimetral básico se acaba dentro de dos días, el próximo domingo a las 12 de la noche. Deseando estoy que llegue el momento y contando las horas que faltan.

Han sido 76 días (el domingo serán exactamente 78) de un confinamiento absurdo y político que, a efectos prácticos y desde un punto de vista sanitario, estoy segura de que no ha servido absolutamente de nada, tan solo para cabrear al personal.

Doy por finiquitado este diario de un REconfinamiento.

Quiero agradeceros a todos los que, con paciencia infinita, habéis aguantado mis diatribas, mi mal humor y mi mala baba creados por la situación. Gracias por estar ahí, escuchándome y soportándome; ha sido un desahogo muy bueno el poder dar rienda suelta a mi frustración y saber que al otro lado de estas letras estabais vosotros. Gracias de corazón.

Voy a disfrutar de esta libertad (¿provisional?) a tope, y lo haré guardando las medidas de seguridad que el sentido común me dicta, pero saboreando cada minuto como si fuera el último, que no se sabe lo que nos depara el futuro ni esta pandemia.

Todo tiene un fin y este diario se acaba. Me gustaría decir que se termina definitivamente y que mi despedida es un «adiós» tajante, aunque mucho me temo que, en realidad, va a ser un «hasta luego» porque me da en la nariz que más pronto que tarde (al terminar las navidades), nos vuelven a confinar a todos. Ojalá me equivoque.

Adiós y cuidaos mucho, mucho, mucho.

FIN

(de momento)






 


27 de noviembre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte IX


 

Día 62 (20 de noviembre)

Hoy ha salido el listado de las nuevas áreas básicas confinadas, en ese ranking maldito salen los lugares que se ven encerrados y se actualiza quitando a los que recobran la libertad.

Me las prometía muy felices porque la Consejería de Sanidad avisó que confinaría las zonas que superaran una incidencia acumulada de 400 casos por cien mil habitantes en los últimos catorce días. Mi zona lleva dos semanas por debajo de esos niveles (exactamente 340 este miércoles).

Inexplicablemente cuando he leído la lista maldita, mi zona sigue confinada a pesar de los datos. Desde hace dos meses, cada vez que sale la lista y veo mi zona en ella, mando a la mierda a todos los de la Consejería de Sanidad, ahora también los tengo que mandar a ver Barrio Sésamo para que aprendan los números y se enteren de que trescientos es menos que cuatrocientos.

 

Día 65 (23 de noviembre)

Sigo dándole vueltas a mi situación de por qué estoy confinada a pesar de los datos súper chachi que tenemos.

En la zona de Goya, al lado de la mía, tienen una incidencia acumulada igual a la de Daroca; pero ellos, al contrario que nosotros, nunca han sido confinados, ni ahora ni nunca. Ayer pasé por allí (por motivos justificados) y me estuve fijando en algunas cosas.

La aglomeración de gente en las terrazas de los bares era igual que en mi zona, la de los comercios tres cuartos de lo mismo. Casi todo era igual, como la incidencia acumulada, pero sí hubo una cosa distinta, y creo que ahí radica la diferencia de trato entre esa zona y la mía.

La mayoría de los transeúntes de Goya llevaban mascarillas con la bandera de España, mientras que en mi zona ese tipo de mascarillas no es nada habitual (de hecho, no creo recordar haber visto a ningún vecino con una de ellas). ¿Será que esas mascarillas protegen más del virus? Las que yo uso cumplen la normativa UNE 0065, pero no tienen ninguna bandera y eso puede que sea decisorio, quizás no para protegerse más del virus, pero sí de las arbitrariedades de la Ayuso. Lo tengo que investigar.

 

Día 67 (25 de noviembre)

Mucho se especula sobre los criterios empleados en la Consejería de Sanidad para confinar los sectores selectivos. Yo no sé a qué viene tanto desconcierto, es muy fácil: dos días antes de sacar la lista de las zonas condenadas al encierro los de la consejería consultan cómo va la zona de Daroca, la mía, y en función de lo que salga, ellos ponen el tope unos cuantos puntos por debajo.

Al principio, cuando nosotros teníamos una IA de 1052 casos por cien mil habitantes, el punto de corte fue 1000, así que nos tocó pringar. Cuando bajamos a 730, el tope también bajó, pero a 700; a pringar también. Llegamos a tener quinientos y pico… la consejería estableció que el límite sería de 500. Ahora que tenemos una IA de 340, estaba segura de que establecerían el techo en 300, pero no, lo pusieron en 400, aunque nos siguió tocando pringar porque se ve que le han cogido el gusto a tenernos encerrados y cuando esta gente se obsesiona con algo, no se bajan de la burra fácilmente.

Me pregunto a qué viene tanta inquina con nuestra zona (hay movimiento entre las asociaciones de vecinos y alguno está pensando en llevar nuestro caso al Tribunal de Estrasburgo). Yo creo que entre los residentes debe de haber alguien a quien Ayuso tiene mucha manía y está aprovechando la coyuntura para vengarse, que esta mujer es muy rencorosa. Le estoy dando vueltas y he llegado a una inquietante conclusión: ¡Pedro Sánchez vive aquí! ¡La madre que los parió a los dos!

 

Día 69 (27 de noviembre)

Hoy ha salido la nueva actualización de las zonas confinadas y seguimos encerrados. No sé ya de qué me extraño, pero me he vuelto a cabrear y debería estar ya acostumbrada.

El gobierno central no interviene porque dice que la autonomía es la autonomía y que allá nos las apañemos los madrileños con lo que hemos votado. Voy a pedir amparo a los de Bildu o a los de Esquerra para que intercedan por nosotros, que esos tienen enchufe con ciertos integrantes del gobierno y les hacen caso cuando quieren cambiar algo en Madrid, aunque vaya en contra de lo que votamos aquí (se ve que lo que sale en las urnas se respeta según convenga). Ojalá me funcione.





19 de noviembre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte VIII

 



Día 55 (13 de noviembre)

Este confinamiento me está volviendo loca y paranoica. Ayer se fue la luz durante casi dos horas y yo estaba segura de que era por culpa de la Covid, o lo que es lo mismo, por culpa de los políticos que gestionan la pandemia.

Como la Ayuso piensa dotar el nuevo hospital de pandemias con personal sanitario de otros centros, al irse la luz lo primero que pensé fue que habían encendido el alumbrado navideño y para no gastar nos habían quitado el suministro eléctrico en nuestro barrio. Salí de mi error cuando me enteré de que, aunque las luces ya están puestas, aún no están funcionando. El apagón debió de ser una simple avería.

De todas formas, y por si acaso, pienso hacerme con una buena provisión de velas, con mi presidenta todo es posible y más vale prevenir; no quiero quedarme a oscuras esta Navidad. Lo que no sé es cómo conseguir un horno de leña para asar el cordero de Nochebuena. Miraré en internet.

 

Día 57 (15 de noviembre)

Tengo una amiga que vive en mi mismo barrio pero que pertenece a otra área básica de salud, pero la suya no está confinada y la mía sí. La frontera que nos separa está en una calle y como el Skype es tan frío, ayer decidimos vernos, aunque con una calzada y un paso de cebra entre medias.

Cuando podíamos vernos como Dios manda, solíamos tomarnos un café al tiempo que nos poníamos al día de nuestras cosas. En esta ocasión yo me pedí un café en el bar que estaba en mi zona (aunque estemos con un alto índice de contagio, se ve que el virus en la zona confinada no es contagioso para los residentes y podemos socializar entre nosotros). Ella, también se pilló otro café en el bar de su lado de la calle y cada una desde nuestra acera, nos pusimos a charlar. Aunque la calle no era muy ancha tuvimos que gritar bastante de manera que nuestra conversación pronto reunió un corro de vecinos, de uno y otro lado. Alguno incluso se decidió a meter baza y a opinar. La tertulia se acabó cuando pasó un coche de policía y nos dispersó porque la reunión superaba las seis personas.

Con lágrimas en los ojos me fui a mi casa mientras tarareaba la canción de Nino Bravo, «Libre», esa que dicen está dedicada a la primera victima que murió al intentar cruzar el muro de Berlín. Inconscientemente le cambié un poco la letra (no sé qué me pasa que estoy versionando canciones antiguas).

 

Llevo casi dos meses reconfinada y ya estoy

cansada de aguantar

pero tras la calle está mi amistad,

mi mundo y mi ciudad.

Pienso que la calzada sólo es

un trozo de alquitrán:

algo que nunca puede detener

mis ansias de cruzar.

Libreee,

como el sol cuando amanece

quiero ser libre

como los demás.

Libreee,

como mi amiga que se libró

y puede al fin escapar.

Libreeee

como el viento que recoge

mi cabreo y mi pesar,

camino sin cesar

detrás de sanidad

y saber lo que es al fin la libertad.

 

Cualquier día me lío la manta a la cabeza y cruzo la calle. Que sea lo que Dios quiera. Lamentablemente Nino Bravo ya no podría componerme una canción, pero quizás Sabina o Serrat, sí. Quién sabe.

 

Día 60 (18 de noviembre)

Estoy pasando por una crisis de identidad social. Y todo por culpa de la Ayuso y de un científico que salió el otro día en la tele.

Una cadena catalana preguntó a un investigador qué estaba pasando en Madrid con la pandemia. Entre otras cosas dijo que la evolución del contagio había ido de los barrios más pobres a los más ricos, que primero confinaron a los lugares más deprimidos socialmente y ahora estaban confinados los más ricos y más pijos (aunque lo dijo en catalán y estaba subtitulado, lo de «pijos» se le entendió perfectamente).

Yo estoy confinada desde el principio y por ahora sigo igual. ¿A qué clase social pertenezco? Si soy de clase baja, ¿debería intentar pedir alguna ayuda monetaria de esas que dice la derecha dan a los desarrapados? Pero, si soy de clase alta (y encima pija, ¡lo que me faltaba!), ¿debería dejar de pagar impuestos como hace el emérito?

Al principio del reconfinamiento me enteré de que yo no estaba en el barrio que pensaba. A ver si resulta que vivo en Aravaca y no me he enterado. De hecho, me estoy fijando más en el campo de fútbol de enfrente y estoy empezando a sospechar que es un campo golf y lo estamos usando mal.

No sé, todo esto me confunde. Voy a mirar bien mi casa, que estoy en la idea de que vivo en un piso de un edificio y lo mismo es un chalet de cinco plantas. 







11 de noviembre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte VII


 

Día 46 (4 de noviembre)

Hoy me han citado para participar en el cribado de mi zona y saber hasta qué punto hay contagio entre asintomáticos; el viernes me van a hacer un test de antígenos.

Asistiré en un ejercicio de ciudadanía y responsabilidad, aunque no me hace ni pizca de gracia porque la muestra que analizan es un exudado de la nariz y que me metan un palo por uno o varios orificios corporales no es que me apetezca mucho, la verdad.

Hasta ahora la Ayuso me había estado tocando las narices de manera figurada, a partir del viernes también lo hará literalmente. Hay que joderse.

 

Día 49 (7 de noviembre)

Ayer me hicieron el test de antígenos. Se supone que te toman una muestra de la mucosa nasal con una torunda. A mí me debieron de tomar muestras para hacerme también una biopsia cerebral a juzgar por la profundidad a la que me metieron el palitroque; estoy segura de que llegó hasta el lóbulo central. De hecho, creo que ahora tengo un orificio más para evacuar las lágrimas. El enfermero que me atendió, en otra vida debió de ser momificador en el antiguo Egipto y le quedó la afición de sacar el cerebro a través de la nariz.

En la enorme sala donde nos hicieron la prueba a un mogollón de gente, me encontré con varios vecinos de mi urbanización. Al principio mantuvimos la distancia de seguridad y esas cosas, pero en cuanto supimos que todos habíamos dado negativo, a la salida nos dimos besos y abrazos aprovechando la ocasión.

Las celebraciones se acabaron en cuanto uno de nosotros nos recordó a los demás que, a pesar de abundar los negativos por goleada en nuestra zona, seguimos encerrados perimetralmente. Todos nos separamos cabizbajos al volver a la cruda realidad.

¡Qué poco dura la alegría en casa del confinado!

 

Día 52 (10 de noviembre)

Estoy haciendo un diccionario con términos de la pandemia. Con esa manía tan arraigada en los políticos de no llamar a las cosas por su nombre y dar rodeos para decir algo necesito aclararme yo misma.

Mando único sanitario: yo mando, tú obedeces y no me toques las narices.

Desescalada: a salir todos de casa y vámonos que nos vamos, pero ya.

Cogobernanza en la desescalada: las medidas las tomas tú y allá te apañes con lo que pase.

Cogobernanza en la segunda ola: yo mando, pero si sale mal la culpa es tuya que me dejaste solo.

Confinamiento perimetral decretado por el gobierno central: medida ineficaz propia de dictaduras opresoras.

Confinamiento perimetral decretado por las autonomías: medida necesaria para controlar la pandemia.

Restricción de la movilidad: qúedate en casa, pero sal a consumir a los bares que la economía está chunga.

Restricción de la movilidad nocturna: lo mismo que antes pero que no sea de noche.

Situación cercana al colapso hospitalario: colapso hospitalario; los hospitales están petados.

Situación delicada en UCIs: como te dé un infarto ya puedes darte por jodido porque no hay camas en la UCI.

Curva ascendente: vamos como el culo.

Tendencia a la mejoría: estamos igual.

Curva aplanada: eso no te lo crees ni tú.

Curva descendente: eso te lo crees aún menos, pero que ni de coña, vamos.

Caca: mierda.

Alucinante: cágate lorito.

 




3 de noviembre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte VI

Día 35 (24 de octubre)

Ayer vi un capítulo de Cuarto Milenio sobre abducciones extraterrestres y comprendí algunas cosas que nos están pasando en Madrid.

En el reportaje un psiquiatra analizaba la relación entre la parálisis del sueño y la abducción. Parece ser que algunas personas durante la noche quedan paralizadas porque los visitan seres alienígenas que luego se los llevan a su planeta. A veces los devuelven y entonces es cuando cuentan lo que les ha pasado, pero otras veces se quedan allí donde sea que se van y desaparecen del todo para siempre.

Ya sé lo que ha ocurrido con la oposición de Madrid al gobierno de la Ayuso: han sido abducidos. La mayoría no ha vuelto y por eso ahora ni se les ve ni se les oye; otros han regresado, pero se nota que aún no están bien del todo. Hace unos días vi a Gabilondo en la tele y lo noté adormilado y disperso, como si estuviera en la Luna, vamos. A otros miembros de la oposición los he visto limpiar las pintadas vandálicas a una estatua de Largo Caballero, a estos, que aún siguen entre nosotros, parece que les preocupa más preservar la memoria de madrileños muertos que cuidar de la salud de los que aún estamos vivos.

Voy a mirar si hay algún sistema para llamar a los alienígenas y ser abducida, a ver si así yo también puedo largarme de esta pesadilla.

No sé cómo gobernarán y harán oposición en otros planetas, pero seguro que no lo hacen peor que aquí.

 

Día 36 (25 de octubre)

Ayer, aprovechando mis últimas horas de libertad, me fui a visitar las Meninas que adornan Madrid este año ya que a partir del lunes mi barrio vuelve a estar confinado porque, según se ve, este fin de semana el virus en las zonas con alta incidencia no se puede propagar y los que vivimos en ellas podemos transitar por otros sitios.

Durante el paseo he visto las terrazas llenas de gente, y nadie llevaba la mascarilla puesta, incluso más de uno estaba fumando sin respetar la distancia de seguridad.

Pensé en preguntar a alguno de esos tipejos si eran del Puente de Vallecas, el lugar más chungo donde está el virus y donde, dicen, todo es por culpa de sus vecinos que son unos irresponsables, pero he desistido. Dados los precios de las consumiciones en esos garitos del centro, dudo mucho que entre la clientela se encuentre ningún habitante de un barrio tan humilde. Está claro que unos cardan la lana y otros se llevan la fama (y el confinamiento).

 

Día 38 (27 de octubre)

Siempre me ha gustado escuchar música, pero ahora lo hago con más frecuencia por eso de que la música amansa las fieras y y yo estoy muy, pero que muy enfurecida con lo que está pasando y necesito amansarme, pero ya. Así que estoy todo el día con los auriculares puestos.

He creado una playlist en el confinamiento, cada canción tiene su porqué. En ella hay algunas canciones que ni siquiera me gustaban antes de la pandemia, pero ahora me resultan reveladoras. Aquí pongo las canciones y los motivos por los que las he elegido.

«Resistiré» del Dúo Dinámico: elegida por empatía y porque de tanto oírla cuando estábamos todos encerrados se me ha quedado enquistada.

«Maneras de vivir» de Rosendo: esta la canto (enfadada) cuando veo algún botellón o fiesta multitudinaria.

«Ni contigo ni sin ti» (tienen mis males remedio) de Emilio José y «Échame a mí la culpa» (de lo que pase) de Albert Hamond: me vienen a la mente cuando veo los rifirrafes entre gobierno central y autonómico.

«Disculpe el señor» (pero se nos llenó de pobres el recibidor) de Serrat: cuando la presidenta le echa la culpa de la propagación del virus a la inmigración.

«La muralla» de Víctor Manuel y Ana Belén: la canto mucho desde que me encerraron selectivamente, además he adaptado la letra (algún día la publico y todo).

«Vete» (me has hecho daño, vete) de Los Amaya: la canto cuando sale la Ayuso en la tele.

«Qué alegría cuando me dijeron» de autor desconocido (algún cura, supongo): esta aún no la canto, pero la tengo en reserva para cuando llegue el día en que echen a los ineptos que nos gobiernan (no pierdo la esperanza porque soy una ilusa).

«Marieta» de Javier Krahe: esta es la que más oigo. No sé si es porque me veo como una damnificada de tanto inepto gobernando, pero me siento muy identificada con el cantautor; repito especialmente el estribillo cuando dice eso de “y yo con mi canción como un gilipollas, madre, y yo con mi canción como un gilipo o o llas”.

 

Día 40 (29 de octubre)

El gobierno central ha aconsejado un confinamiento de al menos siete días. Ayuso, muy suspicaz ella, ha preferido consultar a los técnicos y ha seguido las instrucciones que estos le han dado. Los técnicos a los que ha acudido han sido expertos en matemáticas que le han informado que 3 + 4 = 7, así que nos confina los dos puentes y deja tres días entre medias para que hagamos lo que nos dé la gana (esto es relativo porque una servidora sigue confinada en su barrio, el interés de esta señora por las libertades es sectario, a los de mi calaña no nos tiene en cuenta).

Yo también he repasado mis lecciones de álgebra y también he echado cuentas, a saber:

Obstinación becerril + Esquizofrenia paranoide = Isabel Díaz Ayuso

Isabel Díaz Ayuso + Presidencia Comunidad de Madrid = Desastre asegurado

 

Día 43 (1 de noviembre)

Nunca me ha gustado Halloween y nunca lo he celebrado. Además, los disfraces que se emplean me parecen de mal gusto. Pero este año he hecho una excepción. Teniendo en cuenta que mi zona estaba confinada por el alto riesgo de contagio he querido sacar provecho del miedo que eso genera.

Al lado de mi casa hay un cementerio y se supone que está prohibido ir si no vives en la zona confinada, pero, en un gesto de hipocresía suprema, las autoridades han emitido un decreto a la carta para permitir a gente de fuera entrar en dicha zona y acceder así al camposanto. Así que, aprovechando la coyuntura, he decidido celebrar Halloween a mi manera y, encima, el disfraz no ha sido nada complicado de confeccionar.

Ayer salí a la calle con la ropa de andar por casa y me puse un brazalete con el símbolo de peligro biológico (un triángulo amarillo con una especie de círculos superpuestos). Me acerqué al cementerio; como es uno de los más grandes de Europa tiene una extensión igual a la capital de Soria así que, a pesar de que solo se admite la mitad del aforo, allí había más gente que en Teruel. Estuve deambulando entre las tumbas y las personas que se paseaban tan tranquilas y tan impunes por el lugar; cuando estaba donde más gente había grité: «¡Vivo en esta zona! ¡La IA es muy elevada!» y acto seguido me puse a toser como una loca.

Salieron todos corriendo despavoridos. Una señora cuando pasó delante de mí me llamó bruja y no lo entendí porque yo iba vestida con un chándal.

La verdad es que fue divertidísimo. Me sentí como Astérix cuando ponía en fuga a los romanos para echarlos de su aldea.

Desde que llevo confinada es la primera vez que realmente me lo he pasado bien. Mola Halloween.

¡Feliz día de Todos los Santos! o ¡Feliz Samhain! (como diría Astérix).

 




 

27 de octubre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte V


       Día 28 (17 de octubre)

Desde que regresamos a la nueva normalidad ya no cojo tanto el transporte público como solía. Ahora me voy andando. Es bastante más sano, pero más engorroso porque tengo que salir mucho antes. Hace una semana tuve que hacer un trámite administrativo y me llevó toda la mañana; en la oficina pública no había gente, pero tardé tres horas en ir y volver caminando desde mi casa.

Estoy ahorrando bastante en billetes de metro y autobús, y me lo estoy gastando en zapatillas de deporte y suplementos vitamínicos.

Ayer cogí el autobús por primera vez desde que nos han vuelto a confinar. En el frontal del bus había un cartel avisando que, por seguridad, no se admitía más de un 60% del aforo total. No ponía nada sobre quién se encarga de contar los pasajeros, así que en cuanto me subí los conté yo: éramos 42, y si el aforo completo es de 80, estábamos dentro de lo permitido. Conté los pasajeros que se bajaban y los que se subían en cada parada, me hice un lío con una embarazada porque no sé si el bebé se cuenta aparte. Con tanto contar viajeros entrantes y salientes, se me pasó mi parada y tuve que deshacer el camino andando.

A ver cuándo se acaba esto porque es muy pesado todo, de verdad.

 

Día 31 (20 de octubre)

Ayer tenía ganas de marcha y estuve consultando los datos de la evolución de la pandemia. He mirado los datos de incidencia acumulada de los últimos catorce días donde, según parece, no se han metido los últimos cuatro porque pilla el finde. También he mirado el número de casos confirmados y el de sospechosos que no sé qué es (¿enfermos fichados por delitos comunes?). En la web advierten de que los datos están sujetos a una depuración continua y tampoco entiendo qué es eso (¿echan hidrogel a las tablas de Excel?).

Resulta que la incidencia acumulada media en España es de 300, en Bélgica es de 700 y en Países Bajos es de 500 (creo que los holandeses están pensando en gasear a sus ancianos para que no ocupen las camas de UCI).

Si miro las cifras por regiones, la cosa cambia. En Navarra están por los 800, en Aragón rondan los 600 y en Madrid… depende. Según la Consejería de Sanidad, estamos por debajo de los 500, según el ministerio tenemos 501,8 casos por cien mil habitantes (a ver si se cura el enfermo que hace el 1,8 y ya nos tranquilizamos todos un poquito).

En la web de mi comunidad autónoma hay datos por municipios, por barrios y por zonas básicas de salud. He hecho un rastreo y los he comparado con las fuentes de Sanidad: no coinciden ni de coña.

Dicen que el desajuste se debe a los periodos de tiempo en que se dan los datos porque no siempre se llevan al día. Me lo creo: hace una semana la CAM dio cifras del mes de mayo; se ve que les pilló el puente de la comunidad y el de San Isidro y se despistaron.

Mientras las cifras se actualizan y se ajustan yo me voy a repasar la tabla de multiplicar porque he ido a sumar dos más dos y me ha salido cincuenta y ocho. No puede ser.

Día 33 (22 de octubre)

Pasado mañana, en mi ciudad, se acaba el estado de alarma decretado por el ministerio. Por fin acabará esta tortura opresora del gobierno central.

Cuando estaba mirando en internet viajes de vacaciones a Alcalá de Henares, ha salido en la tele el consejero de Sanidad diciendo que quiere el toque de queda. He cancelado la reserva, pero luego ha salido el consejero de Justicia y ha dicho que nada de toques ni de alarmas, que si acaso pondrán restricciones de la movilidad nocturna, que yo creo que es lo mismo que el toque de queda, pero como no sé de leyes me tendré que fiar de lo que dice ese señor que para algo es juez. También han dicho que para hacer eso es preciso que el gobierno decrete el estado de alarma, ese que no querían ni de coña, pero que ahora que han mejorado los datos es necesario.

Además, a partir de ahora, el portavoz en cuestiones de salud va a ser el consejero de Justicia en lugar del de Sanidad. Supongo que el cambio se debe a que la gestión de la pandemia por parte de esta gente es de juzgado de guardia.

     Día 34 (23 de octubre)

Entre la Ayuso y el Murphy (el de la ley de ídem), me están amargando la existencia.

Resulta que cuando la presidenta decidió confinar por zonas sanitarias excluyentes a mí me tocó. Cuando el ministerio tomó cartas en el asunto decretando el estado de alarma y confinando a toda la ciudad, resulta que la comunidad había establecido que mi zona se libraba del confinamiento porque los resultados habían mejorado mogollón, pero como prevalecía lo que ordenaba el gobierno central, me confinaron igualmente con el resto de la capital. Ahora que se ha acabado el estado de alarma, los de la comunidad vuelven a su planteamiento segregador de confinar por barrios (estos tíos son tercos como mulas y con la misma inteligencia que esos bichos), y a mí me vuelve a tocar la china porque mi zona sanitaria pringa de nuevo; se ve que los resultados no son tan molones como cuando se quejaban de que era innecesaria la intervención gubernamental.

O sea, que sigo confinada.

Una vez más, la idea sectaria y segregadora que tienen los que nos dirigen vuelve a prevalecer y a mostrarse incoherente, además de injusta, ya que, según los resultados que la propia comunidad publicó, una de las zonas con mayor incidencia de contagios es la de Moncloa, lugar pijo por excelencia y con una renta per cápita súper chachi, pero ahí, inexplicablemente (o a lo mejor sí que se explica desde el punto de vista de los dirigentes de Madrid), no hay confinamiento. Manda huevos.

Sigo encerrada y sigo escribiendo este diario interminable. A este paso, viendo qué bien nos gestionan la pandemia y la mala suerte que me acompaña, el diario va camino de convertirse en una enciclopedia. Me veo escribiendo esto por los siglos de los siglos. Amén.




 


22 de octubre de 2020

Diario de un RE-confinamiento Parte IV


 Día 16 (5 de octubre)

Ayer fui a trabajar dispuesta a ser parada por algún control controlador ya que la universidad en la que doy clase está fuera del municipio de Madrid y tenía que salir del perímetro de los apestados. Curiosamente, ahora que toda la capital está confinada, no vi ni un coche patrulla, así que llegué a mi puesto de trabajo sin contratiempos.

Por la tarde me acerqué al centro de la ciudad y como no me salía de mi municipio me relajé. Hice mal. En plena plaza de Callao había un control. No sé muy bien qué hacía allí porque, que yo supiera, eso no es la frontera con otra área libre de virus; llegué a pensar que por culpa del Madrid Central de Carmena, esa zona sea ahora un municipio independiente.

El caso es que nos pararon a un señor bajito y a mí. Primero le pidieron la documentación al señor; resulta que era de Cuenca, aunque vivía en Madrid, pero no estaba empadronado y el policía le echó una bronca de padre y señor mío. Creí que se lo llevaban al calabozo, pero al final lo dejaron ir. Con la bronca que se llevó yo me puse muy nerviosa y, aunque he nacido en Madrid y siempre he vivido en la ciudad, miré bien mi DNI para comprobar qué domicilio ponía no fuera a ser que la cosa se pusiera tensa.

Antes de mirar mi documentación el señor agente me preguntó cuál era el motivo de mi presencia allí. Le iba a decir la verdad, que iba a una famosa librería de la Gran Vía a comprar un libro, pero me di cuenta de que eso podía ser sospechoso (lo de comprar un libro y, por tanto, leer), así que no quise arriesgar y preferí mentir. Como sé que algunos jueces consideran que fumar es un derecho fundamental, le dije: «Voy a comprar tabaco, que se me ha acabado». El policía ni miró el DNI, me deseó una buena tarde y pasé el control sin problema.

 

Día 19 (8 de octubre)

Isabel Díaz Ayuso dice que los datos de contagios están mejorando. Fernando Simón dice que no se fía de esos datos. Salvador Illa dice que no se están cuestionando los datos de Madrid. Ignacio Aguado dice que hay que tomar más medidas porque vamos mal. Ruíz Escudero dice lo que se ha hecho es suficiente porque vamos bien.

El ministro nos confina. Los jueces nos desconfinan. Antes del confinamiento total, mi barrio ya estaba confinado, y ahora no sé cuántos confinamientos me han quitado los jueces, si solo uno o los dos. En la tele dicen que no vale el último confinamiento porque se vulneran derechos fundamentales, pero que el primero sigue vigente porque ahí ya no hay vulneración, no me ha quedado claro si porque en esos barrios no tenemos los mismos derechos o simplemente que no tenemos derechos.

La Comunidad de Madrid dice que mañana dará nuevas órdenes, así que voy a aprovechar para marcharme hoy de mi barrio y de mi ciudad. Tengo que buscar un lugar donde no haya ni políticos ni jueces, creo que Marte estaría bien. No, mejor Júpiter, que está más lejos.

 

Día 20 (9 de octubre)

Al final nos han encasquetado un estado de alarma, precisamente lo que Ayuso quería evitar a toda costa, o eso dijo ella, porque yo creo que lo estaba pidiendo a gritos.

Dicen que, antes de tomar esta medida, el presidente de España no ha podido hablar con la presidenta de Madrid, que no le llamaba y que cuando lo hacía él no le cogía el teléfono, o algo así. También dicen que ha sido la vicepresidenta del gobierno central la que ha podido hablar con el viceprisidente autonómico, y que este le ha pasado el recado a su jefa. Mientras, el consejero de Sanidad ha ido a lo suyo y ha puesto más áreas sanitarias confinadas (es tenaz e insistente este hombre con lo de confinar por trozos, qué manía). Por lo visto, al final ha llamado nuestra presi para hablar con el presi de todos, pero este ya no se podía poner porque estaba reunido con los ministros redactando, esperemos que esta vez bien, la nueva ley o dictamen, o lo que sea, que establece el estado de alarma.

Ante tanto desencuentro telefónico, yo me pregunto: ¿esta gente no tiene whatsapp? ¿o messenger? ¿o instagram para mandarse un privado? Incluso, TikTok, lo mismo si se enviaran un par de vídeos bailando al son de “Échame a mí la culpa” de Albert Hammond se relajaban un poquito.

 

Día 23 (12 de octubre)

Me siento rara: hoy me he levantado nacionalista, y yo nunca he tenido esas tendencias, debe de ser porque hoy es el día de la fiesta nacional y algo flota en el ambiente. Esto es raro en mí porque siempre he pensado que creerse mejor por ser de un sitio determinado y encima llevar una bandera para jalearlo, era cosa de paletos. Tampoco es que yo me crea ciudadana del mundo, como dicen los antinacionalistas, porque yo mundo conozco más bien poco.

Pero hoy me siento muy de mi pueblo. Estoy exaltada, sobre todo desde que se nos ha encerrado, y como algunos llevamos dos semanas más de acumulación respecto a otros lugares de la ciudad, la cosa está enquistada. Tanto señalarnos como apestados hace piña entre los que nos hemos visto relegados a un gueto, a ese lugar excluyente, pero también exclusivo. Ahora comprendo a los judíos.

Desde hace varios días, he notado cierta complicidad entre mis vecinos, un sentimiento de identidad común. Además, ahora que toda la ciudad está confinada, nos seguimos sintiendo diferentes respecto a otros barrios a pesar de la supuesta homogeneidad que nos da el estado de alarma.

Cuando empezó todo esto, en otros sitios de la ciudad se nos miraba por encima del hombro (la Lomana nos insultó y todo) y ahora, que también les toca a ellos, van de coleguitas. Pues no, ahora ya no vale. Además, este nuevo sentimiento de identidad no puedo compartirlo con otras zonas de Madrid con las que no tengo nada que ver. Ni con virus ni sin él, el barrio de Salamanca y el mío nunca han estado hermanados a pesar de ser colindantes.

Mañana me iré a la asociación vecinal del barrio a proponer un proyecto nacionalista. Debemos tener una bandera, un himno y alguna chorrada más, digo, alguna cosa identificativa y cohesiva que nos convierta en un rebaño, digo, que nos identifique como pueblo. Como hoy es fiesta, nacional, aprovecharé el asueto y pensaré en un plan de acción. Algo se me ocurrirá. 

 

Día 24 (13 de octubre)

Desde el gobierno central dicen que la Comunidad de Madrid no está haciendo nada para combatir la epidemia. ¡Eso no es verdad! Fuentes fidedignas me han informado de que la presidenta acude todos los días a misa.

Yo también estoy rezando mucho.

 




Hada verde:Cursores
Hada verde:Cursores