Más que una novela yo la calificaría de relato corto pero tan bien desarrollado que Zweig nos demuestra que no es necesario extenderse mucho para relatar una buena historia.
Un campeón mundial de ajedrez, Czentovic, se encuentra en un barco con destino a Buenos Aires con un curioso contrincante: el señor B, un noble vienés que fue torturado por los nazis.
Czentovic y el señor B son dos personajes completamente distintos pero con una misma pasión: el ajedrez.
La diferentes personalidades de los dos protagonistas se hacen llamativas en cuanto que los dos son excelentes jugadores de ajedrez pero sus capacidades son muy diferentes. Czentovic es un hombre muy limitado intelectualmente, "cuanto más se limita un individuo, tanto más cerca se halla, por otra parte, del infinito", pero extraordinariamente dotado para ese juego, "una veta de oro en una tonelada de roca". Sin embargo el señor B posee un gran intelecto y un gran bagaje cultural.
Novela de ajedrez es una alabanza al ajedrez. Para empezar, la definición que se hace de este juego es magnífica: "Juego de reyes. El único entre todos los ideados por el hombre que se sustrae soberanamente a toda tiranía del azar y otorga sus laureles de vencedor de un modo exclusivo al espíritu, a una forma determinada de la habilidad intelectual".
Se nos muestra cómo este juego de reyes supone diferentes cosas según quién lo juegue. Para unos, Czentovc, es -aparte de un medio de vida- una manera de descollar y sentirse superior. Para otros, el señor B, es un salvavidas que le evitó sucumbir durante su cautiverio con los nazis.
A cuenta del pasado del señor B se habla de un concepto que en la pluma de Zweig se torna casi poético: la nada. Algo que equipara a la peor de las torturas psicológicas que puede sufrir un individuo, "ninguna cosa del mundo ejerce tanta presión sobre el alma humana como la nada". La descripción de cómo el aislamiento de una persona puede ocasionar un daño irreparable es sencillamente espléndida, "no había nada que hacer, que oír, ni ver; por todos lados me rodeaba ininterrumpidamente la nada, el vacío absoluto, carente de espacio y de tiempo. Me paseaba arriba y abajo y conmigo iban los pensamientos. Pero aun las ideas, por más insustanciales que parezcan, necesitan un punto de apoyo; de lo contrario empiezan a girar insensatas en derredor de sí mismas; ellas tampoco soportan la nada".
Conocí a Stefan Zweig con Carta de una desconocida y quedé embelesada por su forma de escribir. Luego leí Momentos estelares de la Humanidad y me declaré seguidora incondicional de este autor prometiéndome a mí misma leer más obras suyas. Esta es la tercera que leo y no me ha defraudado.
Cuando un escritor tiene la calidad de Zweig leer algo suyo es una apuesta más que segura.
Kirke