En un lugar de Alcalá de Henares, de cuyo nombre sí quiero acordarme, nació un ingenioso escritor: Miguel de Cervantes.
O eso es lo que la mayoría de estudiosos afirman, porque ahora hay varias teorías que pretenden arrebatar a la insigne ciudad ser el lugar de nacimiento de tan famoso personaje.
El gran conocimiento de la Mancha que demuestra Cervantes en el Quijote hace pensar a algunos que fue en esa región donde nació. Por eso –y porque el apellido Cervantes es muy común allí– la localidad ciudadrealeña de Alcázar de San Juan pretende ser una competidora de Alcalá en cuanto al nacimiento de don Miguel.
Sanabria también opta a esta distinción argumentando que el apellido Saavedra es muy típico de la zona. Supongo que vanagloriarse de compartir ciudad con un escritor tan insigne y magnífico es algo muy goloso y eso hace que algunos se agarren a un clavo ardiendo para defender lo que no tiene muchos visos de realidad.
La partida de bautismo del escritor aún se conserva y en ella se registra que Miguel de Cervantes y Saavedra fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares “por el reverendo señor bachiller Serrano”.
Los defensores de negar a Alcalá como lugar de nacimiento de Cervantes, argumentan que la susodicha partida de bautismo no está clara. Tuve la ocasión de verla en una exposición que se realizó en la Biblioteca Nacional y no seré yo quien le dé la razón a unos u otros según el documento, porque, la verdad sea dicha, yo en ese libro no conseguí descifrar mucho.
Partida de bautismo de Miguel de Cervantes |
Como parece que el único documento al respecto es esta partida de bautismo, se ha desarrollado otra teoría más sobre el lugar del nacimiento. La de que Miguel nació en Arganda del Rey –muy cerca de Alcalá y de donde era oriunda su madre– pero fue bautizado en Alcalá de Henares, a la sazón una ciudad más grande y a donde se fue a vivir la familia del escritor.
Casa natal de Cervantes |
El caso es que el propio Cervantes escribió de su puño y letra –y firmó– que era “natural de Alcalá de Henares” donde vivían sus padres y nacieron sus hermanos. Así que haremos caso al propio protagonista.
Alcalá es una ciudad con la que tengo un vínculo especial. Allí realicé mis estudios universitarios. Aunque el campus donde se ubica la facultad en la que estudié está a las afueras, conozco muchos de los rincones de tan acogedora localidad –especialmente los mesones y garitos, pues hacia allí nos encaminábamos mis compañeros y yo después de terminar los exámenes–. Es una ciudad encantadora, con mucha animación y llena de historia.
Rectorado Universidad de Alcalá |
Cervantes vivió en muchas más ciudades. Tuvo una vida azarosa y viajera. Además de sus estancias en el extranjero como soldado, vivió en Valladolid, Sevilla, Córdoba, Esquivias.
Pero al final de su vida acabó en la Villa de Madrid. Su humilde morada se encontraba en la calle de Francos –hoy rebautizada como calle Cervantes- y a unos cincuenta metros de distancia se hallaba el domicilio de su eterno enemigo, Lope de Vega –la casa de este era mucho más grande y mejor equipada, la vida fue más generosa con el dramaturgo que con nuestro Miguel–. De hecho la casa de Lope se conserva al día de hoy, mientras que la de Cervantes fue derruida. En el lugar se construyó un nuevo edificio y de aquel domicilio solo queda una triste placa conmemorativa.
Mesonero Romanos se lamentó en 1833 por el derribo de dicha casa, el último vestigio del paso de Cervantes por Madrid:
“¡La casa de Cervantes! ¿Es posible? ¿Quién se atreve a profanar la morada del escritor alegre, del regocijo de las musas?”
Por no respetar no se respetó su última morada, la que consiguió tras su muerte. Fue enterrado en el Convento de las Trinitarias. En principio fue sepultado en una capilla de dicho convento, pero la capilla fue demolida en unas reformas que se hicieron allí unos años después, por lo que sus restos se pusieron en una fosa común.
En cualquier caso, la moradas en su vida o en su muerte, sólo son datos históricos. Cervantes vive en muchos sitios: en el corazón y en la mente de quienes lo hemos leído, en los que hemos disfrutado con su prosa maravillosa y con sus ingeniosas historias. De esos lugares nunca podrá ser desalojado.
Esa es la grandeza de los genios.
En buena compañía |
Kirke