Dicen que el roce hace el cariño y la distancia el olvido. No estoy de acuerdo.
Sí que es verdad que la convivencia diaria con las personas que nos rodean hace que las conozcamos mejor y que podamos compartir de una forma más directa sus sentimientos. Sin embargo también se puede hacer lo mismo cuando esas personas viven a muchos kilómetros de nosotros o cuando, por cualquier otro motivo, el contacto físico/visual no se da. A mí me ha pasado.
Cuando inicié esta aventura de crear un blog y compartir gustos literarios tuve la inmensa suerte de conectar con otros internautas que me aportaron sus pensamientos y sus impresiones; al principio sobre literatura, luego sobre otros temas en los que yo reflexionaba o mostraba mi opinión. En cualquier caso conecté con estupendas personas que se encontraban tras un nombre (verdadero o ficticio) y tras un avatar.
Nunca eché de menos una imagen tangible de esas personas. Sus maneras de expresarse, bien a través de sus propios escritos, bien a través de los comentarios que vertían sobre mis textos o los de otros compañeros, eran para mí suficiente carta de presentación. Con algunos he tenido tal sintonía que los considero más que compañeros, amigos.
El jueves pasado tuve la oportunidad de conocer en persona a tres de ellos. Un escritor presentaba su primera novela en una librería. Se trataba de Pablo Palazuelo y la novela en cuestión era “Nunca es tarde para morir”. Con motivo de este evento quedamos en reunirnos y, ya de paso, conocernos físicamente.
Fue así como nos juntamos Juan Carlos Galán (El blog de Juan Carlos), Francisco Moroz (Abrazo de libro), Chelo (El blog de Chelo) y una servidora. La reunión tuvo lugar en Madrid, ciudad donde residimos todos menos Chelo. Pero esta mujer, que a ilusión y entusiasmo no le gana nadie, se trasladó desde Valencia hasta la capital como si la distancia entre las dos ciudades fuera de unos cientos de metros en lugar de kilómetros.
Por motivos de agenda el rato que estuvimos con Juan Carlos no fue tan extenso como nos hubiera gustado a todos pero Francisco, Chelo y yo pudimos departir, en un café próximo a la librería que organizó la presentación, durante un par de horas.
Si digo que fue un encuentro muy agradable no expresaría ni de lejos la realidad, fue mucho más y eso que el inicio no pudo ser peor porque Chelo y yo, que previamente habíamos estado comiendo juntas, llegamos al lugar convenido con Francisco, ¡veinte minutos más tarde! Desde aquí, y una vez más, mil perdones Francisco por semejante retraso. Menos mal que mi padrino es en realidad tan atento y caballero como se vislumbra en sus escritos y nos recibió con una sonrisa en la cara a pesar de la espera.
Fue una maravilla comprobar que la sintonía y el buen rollo que se respiraba en cada visita en nuestros respectivos blogs se dieron también en aquella “cita”. Empezamos a charlar como si fuéramos amigos de toda la vida, en realidad, como los amigos que somos desde que nos conocemos por la blogosfera. Hablamos de libros, de anécdotas, de nuestros quehaceres cotidianos, de nuestros gustos……hablamos y hablamos. Porque hablar se nos da de maravilla a los tres, especialmente a la que escribe, por lo que aprovecho esta ocasión para disculparme si pude ser la causa de alguna jaqueca en mis contertulios.
Además de impresiones también hubo intercambio de presentes. Dicho intercambio fue algo desequilibrado, sobre todo por mi parte, porque me presenté sin ningún regalo y quedé fatal. Intenté paliar el fallo invitando a los cafés. Soy un desastre. Soy muy poco detallista pero también soy muy agradecida y pienso enmendar mi error en un futuro.
Es este encuentro se esperaba la presencia de otra bloguera que por problemas de permisos laborales no pudo asistir pero estuvo presente en nuestras conversaciones en todo momento. Ella sabe que la echamos mucho de menos.
Más tarde, y ya en la librería, estuvimos disfrutando de la maravillosa exposición que hizo Juan Carlos de la novela de Palazuelo. Con un don de la palabra estupendo y ejerciendo de maestro de ceremonias, Juan Carlos nos presentó un autor al que se le augura una carrera exitosa a la vista de las ventas primero en internet y ahora en edición impresa.
Al día siguiente, y como el tren en el que regresaría Chelo a su ciudad salía por la tarde, tuve la inmensa suerte de departir más tiempo con esta estupenda mujer a la que ya consideraba una amiga, pues nuestras colaboraciones en la sección compartida Alalimón propiciaron que tuviéramos un contacto más estrecho. Esa amistad virtual se afianzó y se consolidó estos dos días juntas. La persona que se adivinaba tras el blog que escribe se mostró mucho más vital y mucho más simpática de lo que ya sabía que era.
Como el tiempo se mostró benévolo –las lluvias anunciadas no hicieron acto de presencia– nos dedicamos a pasear por el centro de Madrid. La intención era mostrarle los lugares más castizos de mi ciudad; ese era mi deseo aunque no sé si lo conseguí completamente pues como todo el rato estuvimos hablando creo que se me olvidó señalar algunos de los monumentos por los que pasamos.
Aprovecho este momento para subsanar el error. Chelo, la puerta esa que era tan grande con cinco entradas se llama Puerta de Alcalá, el parque que estaba al lado se llama Parque del Retiro y la fuente con una señora montada en un carro tirado por dos leones es la Cibeles. No sólo soy un desastre, soy una guía de turismo nefasta.
Espero que me perdone Chelo mi mala gestión turística y que el bocata de calamares que nos zampamos en el Brillante le sirviera de consuelo y para reponer la energía gastada esa mañana, pues anduvimos bastantes kilómetros.
Está claro que el afecto puede darse cuando hay distancia y no existe contacto físico. Cuando se comparten gustos, cuando se tienen puntos de vista similares, cuando se tiene una actitud parecida ante la vida y hay respeto mutuo, la sintonía está asegurada y surge ese maravilloso sentimiento que es la amistad. El encuentro “real” con estos amigos “virtuales” me lo ha demostrado.
¿Dicen que el roce hace el cariño y la distancia el olvido? No estoy de acuerdo.
Kirke