La sección Alalimón se presenta hoy con un formato diferente al habitual. Si bien desde este blog se trata de una reseña literaria, en el de Chelo no será una película el tema a tratar, sino una charla que concedió la autora del libro protagonista; resultará de lo más interesante y un perfecto complemento a la reseña de la novela.
El libro es La carne y su autora es Rosa Montero (Enlace a El blog de Chelo).
Si tuviera que hacer una sinopsis de la nueva novela de Rosa Montero utilizaría unas frases que aparecen nada más comenzar el libro:
“La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que no vas a poder vivir”
Porque esta corta novela –demasiado corta para mi gusto– va de nostalgia y cierta derrota; la derrota que nos regala la vida cuando uno echa la vista atrás y ve lo que aún no ha hecho y posiblemente no llegue a hacer.
Esta reflexión es la que se hace la protagonista, Soledad, una mujer que contrata los servicios de Adam, un gigoló (qué poco me gusta esta palabra), para que la acompañe a la Ópera y dar un escarmiento a su ex-amante. La velada acabará complicándose y ya de paso también se complicará la vida de Soledad.
Los sesenta años que va a cumplir Soledad le pesan como una losa, en realidad lo que le pesa es el pasado y la decepción de no haber conseguido todos sus sueños, especialmente los que al amor se refieren.
Aunque Soledad ha conseguido muchas cosas sus carencias le pesan más. Y como recuerdo constante de los años vividos y sin vuelta atrás está su propia carne:
“El cuerpo era una cosa tremenda. La vejez y el deterioro se agazapaban de manera insidiosa y a menudo el interesado era el último en enterarse”
Y es que otra cosa que caracteriza a la vejez, o al paso de los años, es que cuando a uno le llega piensa que la decrepitud y el deterioro no nos van a afectar tanto como a los demás. Cuando esa etapa de la vida se acerca es inevitable pensar que algunas de las cosas que hacemos las hacemos por última vez, aunque “la gente casi nunca sabe cuándo es la última vez que hace algo que le importa”.
Soledad es la comisaria de una exposición que se está preparando en la Biblioteca Nacional sobre “Escritores malditos”. Y de malditos Soledad sabe mucho.
“Ser maldito es saber que tu discurso no puede tener eco, porque no hay oídos que lleguen a entenderte”
La incomprensión cuando nos rodea por todas partes solo trae soledad y si esa soledad no es libremente elegida entonces se convierte en una maldición.
Al hilo de esta exposición en ciernes Rosa Montero nos muestra un buen elenco de escritores que, por un motivo u otro, tuvieron una vida azarosa y maldita. Así nos hace un estupendo repaso de la vida de William Burroghs, Philip K. Dick, Guy de Maupassant y muchos más. Todos reales a excepción del último que cita: Luis Freeman y que a mí fue el que más me fascinó, pues la vida de este escritor inventado esconde una alegoría muy esclarecedora sobre el papel de la mujer en la sociedad.
En esta parte de la novela, Rosa nos sorprende con un cameo. Ella misma aparece como un personaje más, algo que a mí me pareció original. La descripción que se da de ella en palabras de la protagonista es estupenda y llena de ironía.
He disfrutado con esta mini-novela; está muy bien escrita –algo habitual y esperable en Rosa Montero– pero me he quedado con ganas de más. No soy amiga de los relatos excesivamente largos, ni de la aparición innecesaria de páginas que rellenen una historia corta, pero creo que a esta novela le falta profundidad. El personaje de Soledad se intuye complejo y rico en matices pero al final se queda todo en agua de borrajas.
Una vez más Rosa Montero vuelve a reflexionar sobre el paso inexorable del tiempo, algo que ya empieza a ser una constante en sus creaciones. Lágrimas en la lluvia (enlace reseña) , La ridícula idea de no volver a verte (enlace reseña) o El peso del corazón (enlace reseña) también hablan de esto. Quizás saber que “la última vez” la está acechando sea un motivo de obsesión y no pueda evitar plasmarlo en los libros que escribe. Quizás lo irreversible de lo ya vivido le empiece a pasar factura.
“Ser viejo es tener un pasado irremediable y carecer de tiempo para enmendarlo”
A mí aún me faltan bastantes años para llegar a la edad de la autora, incluso me faltan unos cuantos para llegar a la de Soledad, pero siento cierta empatía con las dos pues soy consciente de que ya estoy en la segunda etapa de la existencia, esa en la que la vida nos va arrebatando las cosas que nos dio en la primera.