Un grupo de
amigos comparten un local donde reunirse y realizar diferentes actividades. Un
día se va la luz en todo el barrio y se quedan completamente a oscuras,
entonces descubren la excitación que supone no ver absolutamente nada y cómo
ese factor puede cambiar la percepción de las cosas.
A raíz de esa
experiencia inesperada deciden construir una habitación oscura en el sótano,
donde no se pueda ver, donde nadie puede hablar y así no reconocerse entre
ellos. En esa habitación pasan a ser anónimos. En esa habitación los sentidos –salvo
el de la vista– se agudizan y en ese anonimato cada uno encuentra una vía de
escape. En esa habitación descubren la desinhibición, pueden mostrarse como no
se atreven a hacerlo con luz, porque allí no existe la fealdad, ni el rechazo.
Cuando
construyen esa habitación oscura son jóvenes y los motivos por los que la
habitación se muestra atractiva son diversos. Pasan los años y esos jóvenes se
hacen adultos, maduran, cambian; y la habitación también cambia, evoluciona con
ellos.
A lo largo de
quince años los inquilinos van mostrando sus impresiones, qué significa la
habitación oscura para cada uno de ellos. Esos moradores tienen nombres
propios, Raúl, María, Andrés, Jesús, Pablo, Sonia, Eva, Sergio, Olga… Unos
están allí desde el principio, algunos han dejado la habitación tras un corto
periodo de tiempo, otros se han incorporado más tarde.
El narrador
cuenta en primera persona lo que significa la habitación, qué se siente dentro
de ella. El narrador es uno de los usuarios de la habitación oscura; un usuario
que va cambiando según qué nos cuenta, unas veces es María, otras es Sergio,
otras simplemente no lo sabemos. Pero eso no importa, porque lo que importa es
cómo todos y cada uno de los moradores de la habitación oscura buscan allí lo
que no pueden encontrar fuera, ahí fuera donde hay luz, donde se ve, donde se
reconocen.
En la evolución
de los personajes, y de la habitación, se muestran las diferentes etapas de la
vida: la juventud donde todo es ilusionante y la madurez que llega cargada de
responsabilidades y decepciones.
En esa evolución
merece especial mención la manera de contar cómo la crisis económica les
afecta. A mí, personalmente, me fascinó. Al principio asisten al hundimiento de
la economía como simples espectadores que se creen a salvo de la catástrofe, “un
público cautivado por el espectáculo del apocalipsis” para asistir después
impotentes al derrumbe donde los cascoques y los vidrios rotos les caen encima
provocándoles heridas, algunas irreversibles.
La forma de
narrar es muy cinematográfica. El autor utiliza mucho el recurso de la cámara
rápida, o “time lapse”. Se nos cuenta el paso del tiempo con esta técnica,
donde una sucesión de imágenes pasadas rápidamente nos muestra cómo la
habitación y las vidas de sus ocupantes van cambiando. Son cambios
imperceptibles si se miran en un lapso de tiempo corto, pero que muestran su
importancia al verlos con la perspectiva de un intervalo temporal mayor.
En todo el
libro se respira denuncia, un grito en la oscuridad que protesta por tantos
sueños rotos, por una juventud perdida en el desencanto de unas expectativas
que no se cumplieron.
“La habitación
oscura” es una alegoría, llena de metáforas, algunos fragmentos son pura prosa
poética, otros son tan prosaicos que se rompe completamente el ritmo y hasta
descoloca al lector. Este recurso me parece bien si está hecho a propósito, si
se busca ese desconcierto. Lo que no me pareció tan bien fue la creación de situaciones
poco creíbles para así desarrollar un argumento que se ve forzado al final.
Además, ese final es brusco, áspero, y tan sorprendente que a mí no me
convenció, no me lo creí.
En cualquier
caso la trama y la forma de contar es original, no deja indiferente y eso
siempre es de agradecer.
Nota: En este vídeo resalto algunos párrafos de la novela que me parecieron muy buenos.