Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

28 de septiembre de 2021

Rendición

 

Ya no me queda nada. Todo lo he perdido. Tan solo me queda este montículo en el que llorarte, en el que lloramos antes los dos, tú y yo, a nuestros hijos. Ellos fueron los primeros en marcharse, al final también te fuiste tú. Aquí estáis, debajo de la tierra por la que luchaste, por la que luchamos todos y que al final nos ha sido arrebatada.

Tanto esfuerzo, tanto sacrificio, no han servido de nada.

Tú y los demás hombres de la aldea, enardecidos por las historias de nuestros antepasados, decidisteis oponer resistencia al invasor. Los jefes de otras tribus ya os avisaron que el nuevo enemigo era poderoso, tenía soldados avezados en la lucha, armas letales, gladius las llamaron. Legionarios curtidos en numerosas batallas, acostumbrados a combatir en todos los terrenos y a enfrentarse a todo tipo de estrategias. Pero vosotros, tú y los demás hombres del clan, quisisteis pelear, a pesar de todo.

Nuestra tierra es nuestra, no podemos someternos al extranjero, nadie nos dirá a qué dioses venerar, nuestras riquezas nos pertenecen, no son de ningún emperador lejano. Diciendo esas proclamas os convencíais de que había que luchar. Con esas arengas enardecíais a los remisos, a los que adivinaban que oponerse a un enemigo tan poderoso era un suicidio. Los ancianos os avisaron: presentar batalla sabiendo que ya está perdida es inútil y solo trae sufrimiento.

Y los ancianos tenían razón. La batalla se perdió, y en ella yo te perdí a ti, aunque antes tuvimos que ver cómo nuestros hijos también se iban. El asedio que nos privó de la comida y luego del agua, cuando envenenaron nuestros pozos, nos debilitó, y los niños y los ancianos fueron los primeros en sucumbir. Ahora, ya sometidos, ya rendidos y humillados, seguimos pasando hambre. Los que ahora son nuestros dueños se vengan en los supervivientes por el esfuerzo añadido de tener que guerrear contra nosotros.

Si no nos rebelamos seremos nada, me decías cuando estábamos a solas en nuestra cabaña, en nuestro hogar, en el lugar donde nacieron y vimos crecer a nuestros hijos. Ahora somos menos que nada.

Tras las jornadas interminables en la mina, agotados y exhaustos de trabajar en las entrañas de la tierra, debemos buscar nuestro propio sustento. Somos menos que esclavos, estos tienen el cobijo de sus amos, pero nosotros no. Trabajamos para el invasor de sol a sol, pero también hemos de procurarnos el alimento. Raíces, bayas, los frutos de un nuevo árbol que los amos trajeron de tierras lejanas y que se llaman castañas, es mi comida. Harapos, pieles podridas remendadas mil veces es mi vestimenta.

Dicen que otras tribus que se rindieron sin oposición, ahora son mejor consideradas; también trabajan para ellos, los amos, pero tienen casas, tienen un plato con comida todos los días. Nosotros no, nosotros nos rebelamos y ahora pagamos el precio de esa rebeldía.

Es mejor morir con honor que someterse, me dijiste la noche antes de partir a la última batalla, la que se perdió y en la que yo te perdí a ti. Tenías razón en parte, ahora lo sé. Es mejor morir, con o sin honor me da igual, eso os lo dejo a vosotros, a los guerreros.

Es mejor morir que vivir así, sometida, humillada, sin ti, sin nuestros hijos. Ya no tengo ni un cuchillo con el que sacrificarme. A ti tu padre te enseñó a combatir, a mí mi madre me enseñó el poder curativo de las plantas, pero también el veneno que se encuentra agazapado en las raíces y en las bayas. Ahora esos conocimientos me ayudarán a pasar al otro lado; allí me reuniré contigo y con nuestros hijos. Ojalá, allí, donde sea que vayamos a estar, no sea necesaria la rebeldía para disfrutar de la eternidad.






16 comentarios:

  1. Precioso, Paloma. Lo imagino ambientado en el Bierzo, en la zona de Las Médulas, con sus minas de oro y sus castañares inmensos.
    Siempre he pensado, por mucho que digan los héroes, que vale más vivir. Encima ellos morían (mueren) en el campo de batalla con su honor intacto y las mujeres quedaban (quedan) para ser víctimas del invasor. Ellos morían con honor y ellas vivían con dolor y miseria. menos mal que tu personaje tiene recursos para quitarse del medio.
    Un beso.

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    1. Imaginas bien, Rosa, porque yo he pensado en las minas de Las Médulas y cómo las tribus astures que se opusieron a los romanos luego fueron maltratadas y castigadas cruelmente. Pero este relato bien podría servir para otro tipo de conquistas (si obviamos que salen legionarios y gladius), para otros emperadores lejanos que quisieron quedarse con las riquezas de lugares conquistados. La conquista, la invasión y el sometimiento siempre han existido, cambian los invasores y los invadidos, pero el método es igual, y también la crueldad.
      Un besote.

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  2. Es un texto desgarrador. Me imagino cuántas mujeres y hombres a lo largo d ela historia habrán pasado por situaciones y sentimientos parecidos. ¿Por qué tendrá el hombre ese afán de querer siempre dominar a los demás? Con lo fácil que sería vivir en paz y ocuparse cada uno de sus cosas...
    Tristemente esto seguirá dándose , de una manera u otra, pero seguirá.
    Un abrazo, Kirke

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    1. Ay, Rita, me temo que la avaricia, la ambición y el afán de riquezas siempre estarán en la mente de muchos y eso les moverá a apoderarse de lo de los demás.
      En el camino se quedan un montón de víctimas que sufren las consecuencias.
      Muchas gracias por tu comentario.
      Un beso.

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  3. Un texto muy dramático que reivindica la necesidad de luchar por lo que uno posee en derecho y por su libertad, a la vez que pone en entredicho si vale la pena perderlo todo, incluso la vida, cuando se sabe de antemano que la lucha está perdida. Esta siempre ha sido una cuestión que me ha interesado. ¿Vale la pena ejercer una resistencia numantina cuando se sacrifican muchas vidas humanas innecesariamente, aunque entregarse al enemigo sea un acto humillante?
    Muy bueno el texto y muy buena la reflexión asociada.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª.
      El dilema que planteas y que, en el fondo, también se plantea en el relato, es difícil de dirimir.
      Creo que siempre hay que defender lo que uno considera justo, pero siempre y cuando haya una mínima posibilidad de ganar esa defensa, más si la derrota se salda con muerte y destrucción.
      Dicen que hay que saber elegir las batallas y optar por las que se pueden ganar. El problema es que no siempre se sabe que no puedes ganar, o no queremos darnos cuenta.
      Gracias, amigo, por tus palabras.
      Un besote.

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  4. Qué bonito relato, Paloma. A veces hay que saber cuándo está todo perdido o hasta dónde llegan nuestras limitaciones. La mujer del relato es realista. Y qué pena saber que relatos como el tuyo se han repetido a lo largo de la historia y siguen sucediendo en muchos lugares del mundo. El hombre muere por su honor, pero la mujer y el territorio siempre resultan la conquista.
    Un besito.

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    1. Hola, María.
      Como le comento a Rosa, mientras escribía el relato estaba pensando en las tribus astures del norte de la Península cuando llegaron los romanos, su oposición férrea al invasor les supuso que, una vez vencidos, fueran cruelmente castigados y con más saña que a otros que se rindieron enseguida.
      Pero lo que cuento sirve para cualquier acto de invasión/sometimiento, todas las conquistas, todas las invasiones, tienen el mismo patrón y, como tú comentas, la escena que cuento se ha repetido a lo largo de la Historia muchas, demasiadas veces.
      Respecto al honor... bueno, creo que las mujeres, en general, somos más pragmáticas y esas cosas no nos importan tanto como saber que tus hijos mueren de hambre o que lo que realmente es valioso, la vida, está por encima de otras cuestiones.
      Un besote, guapa.

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  5. ¡Hola, Paloma! Has hecho muy bien no indicando lugar o época, porque este relato podría aplicarse a cualquiera de las guerras que jalonan nuestros poco más de diez mil años de historia como especie. Una narración maravillosa con ese punto épico y cargado de emoción. La verdad es que yo soy más de aquello de no meterse en guerras que no se pueden ganar, aunque también es verdad que la eternidad, el recuerdo eterno, es para aquellos que sacrificaron su vida ante la opresión. Tremendo relato. Un abrazo!

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    1. Hola, David.
      La épica, las grandes gestas están muy bien para las narraciones al calor de una hoguera, pero porque lo que hay detrás, la destrucción, el dolor, la pérdida no se cuentan. Con los pies en la tierra es mejor ser más analítico y menos pasional para poder ver si la lucha tiene visos, aunque sean mínimos, de llegar a buen puerto, de lo contrario es un sacrificio inútil.
      Gracias por tu comentario.
      Un abrazo.

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  6. Tu relato, cuyo narrador tiene voz de mujer, es desgarrador en sentimientos derramados sobre la tumba. Yo me pregunto si es necesario tanto sacrificio para defender contra el enemigo nuestra tierra, nuestros bienes, nuestro patrimonio. Creo que la respuesta sería complicada de dar. A nadie le gustan los enfrentamientos armados; salvo a los pocos descerebrados a los que la violencia gratuita pareciera que les retroalimenta. Pero por otro lado tampoco es bueno dejarse amilanar por los abusones de turno, soberbios, ladrones, ocupas, maltratadores, difamadores, especuladores... El virus ha sido otro invasor y le hemos plantado cara también. Hay veces en que las negociaciones son baldías.
    En todo caso tu relato me ha conquistado y más después de haber terminado de leer un libro titulado: "Bellum Cantabricum"
    Besos

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    1. Hola, Javier.
      Yo también creo que hay que rebelarse ante el abuso y la injusticia, que hay que defender lo tuyo, pero si quienes nos agreden tienen mucho más poder, igual hay que pensar en otra forma de oponerse o someterse y dejar la rebeldía para cuando sea más propicia.
      Como le comento a Josep Mª, hay que saber elegir nuestras batallas, dejarnos llevar por lo que nos dicta el corazón y no hacer caso al cerebro puede ser fatal en ocasiones. Un héroe muerto es menos valioso que un prudente vivo.
      Busco ahora mismo información sobre ese Bellum Cantabricum que solo el título ya apunta maneras.
      Un besote.

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  7. En silencio te leo y dejando huellas me voy Muy bonita tu entrada

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  8. Un relato triste donde las guerras y el afán por dominar han sido muchas a lo largo de nuestra historia. Hoy en día cuanta gente en el mundo estará sufriendo con la miseria y el dolor por culpa de las guerras. Me ha gustado mucho que lo centraras en las Médulas. Un abrazo.

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    1. Algunas cosas no cambian nunca, al menos en el fondo, puede que en la forma, pero el resultado es muy similar y la guerra con sus consecuencias se repite a lo largo de los siglos con una insistencia que dice muy poco de nuestra capacidad de aprender de los errores pasados.
      Un besote, Mamen.

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