Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

15 de octubre de 2019

¿Me quiere? ¿No me quiere?


No me gusta conducir. Lo confieso abiertamente. No me da miedo el volante, no me importa desplazarme por carreteras secundarias llenas de curvas ni circular por autovías a buena velocidad; pero no disfruto conduciendo. Si encima hay atasco, mi aversión se vuelve enfado y sufro hasta transformaciones fisiológicas muy parecidas a las que tenía el doctor Jekyll cuando se convertía en míster Hyde. Si al engorro de dirigir un coche y al fastidio de estar en un atasco se añade la posibilidad de que me pueda perder porque no atino con el camino correcto, entonces mi transformación deja a míster Hyde en una hermanita de la caridad.
Este nuevo curso empecé a impartir clases en una universidad distinta a la que acostumbraba ­―a la que acudía en metro, como una reinona―. Ahora, mi nuevo lugar de trabajo se encuentra en un sitio que es idílico para estudiar ­―al lado de la Sierra de Guadarrama, rodeado de naturaleza, aire limpio y tranquilidad ― pero que es un incordio para llegar hasta allí pues mi domicilio está a cincuenta kilómetros de distancia y el transporte público que me podría acercar es bastante malo, tirando a desastre. Total, que tengo que utilizar el coche.
Como el itinerario es algo complicado ―tengo que cambiar de carretera varias veces― encima necesito usar el GPS para asegurarme de que llego a la universidad y no me voy derechita a Segovia que anda por las cercanías del campus.
Nunca me he llevado bien con mi GPS, ya lo conté en una ocasión con detalle (El GPS y yo) y por eso procuro no relacionarme con él con frecuencia, pero ahora no tengo más remedio que utilizarlo casi todos los días y esa convivencia me ha hecho reflexionar sobre nuestra relación y me hace dudar, porque no sé si me aprecia cuando me avisa de que hay un atasco y me ofrece otra vía alternativa, o me tiene una manía horrible cuando me mete por sitios imposibles y de difícil acceso.
¿Me quiere? ¿No me quiere?
Supongo que ÉL ―aunque la voz que me habla es la de una mujer, yo lo considero masculino porque esta relación amor/odio entre nosotros no la concibo con alguien de mi mismo sexo― pretende asegurarse de que llegue sana y salva a mi destino, sin incidencias ni problemas. Es decir, quiere hacerme el viaje más llevadero y “fácil”. Pero, viendo la manera que tiene de mostrarme su “amor” yo tengo mis dudas.
¿Me quiere? ¿No me quiere?
Algunas expresiones que me dice no tienen ningún sentido y más que ayudar, despistan. Por ejemplo, cuando me dice «Mantente a la izquierda para seguir por la derecha». Vamos a ver, ¿en qué quedamos, izquierda o derecha? Porque si voy por la izquierda, no entiendo lo de seguir por la derecha. ¿Es que hay una izquierda menos izquierda y que, por tanto, es como la derecha? ―que conste que no estoy hablando de política, sino de rutas de carreteras―. Cuando me dice esa frase siempre me repito lo mismo: «Uno de los dos (el GPS o yo) deberíamos volver a ver el capítulo de Barrio Sésamo en el que se explica dónde está la derecha y dónde la izquierda».
Otro punto en el que “ÉL” y yo solemos discrepar es sobre los distintos conceptos que tenemos de algunos términos, como ‘vía rápida’ o ‘vía cómoda’. No sé qué entiende “ÉL” por vía rápida y/o cómoda, pero desde luego no es lo mismo para mí. Hace unos meses me fui con mi familia al pueblo de mi padre, en la provincia de Burgos. El lugar se encuentra a unos veinte kilómetros de la capital burgalesa y para llegar hasta allí, viniendo desde Madrid, hay que atravesar el centro de la ciudad. Es un recorrido que he hecho muchas veces, pero aquel día mi queridísimo esposo quiso ahorrar tiempo y semáforos y se le ocurrió “consultar” con el GPS. Este, todo educado, nos preguntó previamente si preferíamos una vía cómoda o rápida. Ahí yo me mosqueé, de hecho, sugerí ir por donde siempre y dejarnos de moñadas, pero mi querido maridito decidió que no, que “probáramos” nuevas rutas y eligió “la más cómoda”.
Bien, decidimos hacerle caso al GPS y, en vista del itinerario que nos hizo, resulta que, para ÉL, es mucho más cómodo pasar por pueblos donde las casas dejan el ancho de la carretera justito para que pase un coche no demasiado grande (y metiendo los espejos retrovisores para dentro), que circular por un trayecto con unas pocas curvas ―nos evitó un pequeño puerto con cuatro curvas mal contadas y sin demasiada dificultad, a cambio de atravesar aldeas donde las casas invadían, literalmente, la calzada―. En aquella ocasión ÉL nos llevó por sitios que ni mi padre, ni una prima que viajaba con nosotros y que se crio en la zona, habían visto en su vida, algo que ellos celebraron enormemente por el placer de descubrir parajes desconocidos de su tierra natal mientras yo juraba alternativamente en arameo y en latín por lo bajini.
 En este rollo insano que me traigo con mi GPS, hay situaciones en las que sencillamente estoy convencida de que me toma el pelo. ÉL, por el tono de voz tan amable, hace como que me avisa porque me estima y quiere cuidarme, pero ya os digo yo que se cachondea de mí. Porque a ver qué sentido tiene que en un atasco de tomo y lomo con el coche circulando a 10 km/hora, me salte una alarma para avisarme de que hay un radar de control de velocidad en las cercanías. Encima del embotellamiento, pitorreo. Demasiado.
Antes comenté que algunas alocuciones llevan al despiste, pero otras llevan al espanto.
A veces le consulto antes de empezar la ruta, la situación del tráfico, y ÉL, todo solícito me sugiere alternativas si en mi itinerario habitual hay algún percance, como un accidente y cosas así. Un día de lluvia ―algo que en Madrid siempre es sinónimo de atasco multiplicado por  diez ― y cuando me disponía a salir de clase, le pregunté cómo estaba el tema. ÉL me dijo: «Parece que el tráfico por tu ruta habitual está algo más complicado de lo normal», lo que traducido viene a decir «Te vas a cagar, morena, hoy llegas a las mil y monas a tu casa» porque, eso sí, ÉL es muy educado y no quiere alarmar por lo que recurre a eufemismos que a mí no me engañan.
Resignada arranqué el coche bajo un aguacero de mil demonios y me dispuse a soportar estoicamente el súper atasco que se me venía encima. Normalmente, con tráfico fluido mi recorrido es de 45 minutos, pero ya sabía que aquel día iba a tardar mucho más. Para no deprimirme demasiado, no quise mirar la hora estimada de llegada a mi domicilio. Sin embargo, como soy algo masoquista, al final miré de reojo el tiempo aproximado de duración del viaje y fue cuando vi que ponía ¡7 horas y media!
Lo primero que pensé es que, en lugar de poner la dirección de mi casa, le había puesto la de algún sitio de Francia, o de Italia, pero tras revisar el destino introducido, comprobé que la dirección estaba correcta. ¿7 horas y media para recorrer 50 kilómetros? Casi me da un ataque, y juro que pensé dar media vuelta y pedir asilo en la residencia de estudiantes de la universidad para que me acogieran y poder pernoctar allí. Bajo la lluvia y con los cinco sentidos centrados en la carretera porque no se veía un carajo del agua que caía, no dejaba de darle vueltas al asunto, hasta que llegué al primer punto caliente (o sea, donde todos los coches estábamos completamente parados) y pude manipular bien la aplicación para averiguar que ÉL, en un alarde de crueldad infinita, había elegido una ruta para ¡ir andando! en lugar de ir en coche. ¡Será capullo! ¡Qué susto!
Como ya reconocí en su día cuando me quejé de ÉL, sé que me ha sacado de apuros más de una vez, pero otras lo que ha conseguido es sacarme de quicio. Es un amor difícil el que nos traemos. Pero para que no se me enfade, y para que vea que yo pongo de mi parte, termino esta publicación dedicándole unos versos de Machado:
Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio


20 comentarios:

  1. Paloma yo creo que os quereis mutuamente. Digo que el GPS es un buen aliado para confundirte y enviarte por otro lado. Un dia programó hasta el destino y eran unos 800 Kms. No habíamos pasado ni media hora y nos dijo hay ha llegado a destino. Jajaja, imaginate la cara de Pepe, dijo que el Gps para mis hijos y se lo devolvimos. Un abrazo.

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    1. Hola, Mamen.
      ¿800 kilómetros en media hora? ¿Por dónde os llevó el GPS? ¡Yo quiero uno como el tuyo!
      Un besote.

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  2. Ja, ja, ja... Leyéndote he pensado que bien podrías haber utilizado un GPS mágico para el reto de micros de mi blog, je, je, je. La verdad es que la tecnología parece conocer razones que el corazón humano no comprende. Yo tengo un GPS de hace 15 años que solo me dice que gire recto, a la izquierda y a la derecha. Reconozco que tuvimos un inicio de relación complicada, sobre todo por su costumbre de decir "siga por la vía de la izquierda" cuando me acerco a una salida. ¿No valdría con un "siga recto"? Como es antiguo, solo muestra flechas de dirección, ello también nos hizo tener nuestros momentos cuando marcaba un giro y tenía que averiguar si era en la primera calle o en la siguiente. En fin, con el tiempo hemos intimado lo suficiente como para entendernos con la mirada y los pixels. Un abrazo!!

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    1. Hola, David.
      No sé yo si mi GPS se podría considerar un objeto mágico, quizás sí pero de magia negra por la mala leche que destila.
      Yo lo considero un objeto puñetero y adictivo porque, después de todo, no consigo dejar de depender de él. Creo que ahí radica lo insano de nuestra relación. Alguna vez acierta y me ayuda y es entonces cuando me olvido de todas las otras veces en que me ha metido en líos.
      Ya te digo yo que nuestra relación es para ir a un consejero de esos que hay para las parejas.
      Gracias por tu visita.
      Un beso.

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  3. Jajaja Paloma comparto tu aversión a manejar. Y no quiero imaginar que hubiera hecho yo en medio de ese atasco. El remedio... tomárselo con humor, como haces tú.
    Un abrazo

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    1. Hola, Mirna.
      Creo que el humor es uno de los mejores remedios para combatir el estrés, y te aseguro que los atascos a mí me estresan mucho, mucho.
      Cualquier día de estos le cuento un chiste a mi GPS mientras estoy en un embotellamiento, a ver qué pasa.
      Un abrazo.

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  4. Jajaja, en mi caso el GPS nos odia a todos, es terrible, igualito a lo que cuentas.
    Muy feliz miércoles y me ha encantado leerte.

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    1. Hola, Gemma.
      Bueno, al menos parece que no solo mi GPS es un mal bicho. Mal de muchos, consuelo de tontos.
      Buen viernes.
      Un besote.

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  5. Mi GPS también es femenino, así que es mi mujer la que le dedica los insultos más groseros que pueda concebir. Que en una curva diga "ahora gire a la derecha" es pasarse de lista. Eso sí, todo lo pide por favor, aunque un tanto frío.
    Todos podríamos contar mil anécdotas con nuestro GPS, algunas de armas tomar, como indicarte una calle inexistente o contra-dirección. El único consuelo es que al final, por muchas peripecias que debamos pasar, tarde o temprano, llegamos a nuestro destino.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª.
      Yo también le dedico algún que otro insulto al mío, especialmente cuando me pide que gire por un sitio donde no hay calle ni vía para girar, o cuando me dice que lo haga cuando ya la he sobrepasado. Pero lo que peor llevo es que se ría de mí. Cuando llevo un buen rato parada en la M-40 y me suelta eso de "Parece que el tráfico está poco fluido en este momento", me dan ganas de machacarlo con un objeto contundente.
      En fin, a aguantarse toca porque es cierto que en algunas ocasiones es útil.
      Un beso grande.

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  6. Los GPS te sacan de quicio, es cierto. Yo al mío lo trato en femenino, porque la que habla es Marta (creo recordar) y la he insultado mogollón de veces, "Esta tía es gilipollas", es de lo más leve que me he encontrado diciendo, pero hay que reconocer que son más las veces que nos salvan la vida. El mío, además tiene ya muchos años y tarda mucho en reconocer las instrucciones cuando se las meto. La verdad es que cada vez tiro más de móvil y de Google maps, pero "esa" también tiene lo suyo.
    Me ha encantado el sentido del humor que, como siempre, destila tu entrada.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.
      Yo no le he puesto nombre al mío, aunque sí que le llamo cosas, como anormal, imbécil, o simplemente gilipollas.
      Y también hablo con él, suelen ser diálogos de lo más tensos, como cuando él me dice que el tráfico es poco fluido en medio de un embotellamiento (lo de los atascos me enerva mucho) y yo le contesto "¿en serio? ¿en qué lo has notado? qué listo eres tío"
      Tomármelo con humor es la única manera de sobrellevar mis desplazamientos y el mal tráfico que hay para llegar a mi trabajo, de lo contrario ya me habría dado un síncope.
      Un besote.

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  7. Mi relación con el GPS es igual de mala ya sea (él), el que marque el destino o sea ella la que marque la ruta al final. Siempre acabamos insultándonos... bueno yo era el que insultaba claro. Así que volví al método tradicional. Ya que hay que equivocarse, que se equivoque uno por sus propios medios :-). Es decir hubo divorcio virtual.
    Me he reído con tus aventuras y desventuras con el GPS Paloma.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Hola, Miguel.
      He intentado divorciarme de él varias veces, pero al final lo dejo porque soy masoquista. En principio, ahora que ya me he aprendido el trayecto para llegar hasta la nueva universidad, incluso en sus múltiples variantes (M-30 - carretera de Castilla - M503/ M30-M40-M503, etc) sigo pendiente de él para que me avise por dónde no hay atasco, o mejor dicho, por dónde hay "menos" atasco y según me diga decido.
      Gracias por tu visita y palabras.
      Un beso.

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  8. Pues Norte creo que va a romper una lanza en favor de los GPS,... es que ya nadie se acuerda de aquella sensación de inseguridad cuando llegabas buscando el hotel en una ciudad desconocida?,... tampoco recordáis cuando nos saltamos una salida en un lugar desconocido?,... o cuando amablemente (sin llamarte zoquete) te recalcula la ruta en unos segundos cuando te has equivocado?,... además ya se sabe que todos los caminos conducen a Roma,...

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    1. Hola, Norte.
      Es muy loable tu defensa pero yo seguiré en plan fiscal. Esa inseguridad de no saber dónde estás yo la he sentido... con el GPS, como cuando te dice "tuerce a la derecha por la calle fulanita" y cuando tuerces obedientemente... la calle no se llama así.
      También me he saltado una salida en lugares desconocidos pero por su culpa porque te dice que tuerzas justo en cuando rebasas la salida.
      De todas formas, te confieso que es reconfortante verle confundido, un día en el túnel de la M30 se volvió loco y creyó que iba por encima del túnel en lugar de por debajo, ahí me reí yo de él.
      Puede que todos los caminos lleguen a Roma, pero yo a diario lo que quiero es llegar a Villanueva de la Cañada, snif.
      Un abrazo.

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  9. Hola, Paloma.
    En mi caso recorro casi 80 quilómetros al día (ida y vuelta) para ir a trabajar, pero me gusta mucho conducir, es el mejor momento que tengo para evadirme de todo. Si es cierto que hay veces que se me hace pesado por el tiempo diario que pierdo en carretera, ya que empecé a trabajar hará cosa de quince años, pero luego se me pasa por lo que te comento, me gusta y mucho; así que dime donde te recojo que te llevo donde me digas, :) Eso sí, sin GPS el mío no se porta tampoco del todo bien, hace meses le quisimos dar una sorpresa a una amiga llevándola a un sitio sorpresa, pero esta nos la llevamos todas, porque qué miedo pasamos; era un camino que parecía que iba destinado a una película de terror. Esas de serie b que son malas a rabiar y todos mueren, je, je, je
    Genial entrada y no desesperes, :)
    Un beso.

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    1. Hola, Irene.
      ¡¿Ochenta kilómetros de ida y otros tantos de vuelta?! Madre mía, y me quejaba yo.
      A mí no me gusta conducir, no es que me dé miedo el coche (hay gente que sufre mucho por el temor y la inseguridad), es simplemente que me pone de mal humor porque lo percibo como una pérdida de tiempo. Como soy usuaria del transporte público, cuando puedo utilizarlo aprovecho el trayecto para leer, para mirar apuntes... no sé, hago otra cosa que me sirve para algo.
      Jo, qué generosa eres al ofrecerte a llevarme... mira que te digo que sí, eh. Ja, ja, ja.
      De la mala baba (o calidad) de los GPS creo que todos los que conducimos tenemos una buena dosis de malas experiencias.
      Un besote grande, guapa.

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    2. Mira que me he explicado mal, Paloma. Hago 80 quilómetros de total, si llega el día que tengo que hacer 160 diarios creo que lo mejor es que me busque otro sitio para vivir, ja, ja, ja Me gusta conducir, pero hasta yo tengo un límite, ;)
      Un besote enorme, y feliz fin de semana.

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    3. He vuelto a leer tu comentario y no te has explicado ma, he sido yo que lo he interpretado fatal, creí que decías que era 80 de ida y también de vuelta, pero no, has puesto ida y vuelta entre paréntesis, así que 'mea culpa' y... ¡te gano! 😂

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Hada verde:Cursores
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