Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

1 de junio de 2019

Sofia Kovalevsky: la matemática romántica.


“Exageraba su miedo por coquetería, poseía en alto grado esa gracia femenina tan apreciada por los hombres. Le encantaba ser protegida. Le gustaba exagerar sus miedos y sus debilidades.”
Anna Leffler

Todos somos víctimas de la época que nos toca vivir, pero algunos parece que acusan este estigma de manera más pronunciada. El personaje que hoy traigo para protagonizar Demencia, la madre de la Ciencia, es un producto del siglo XIX en el que vivió, el siglo del romanticismo por antonomasia. Porque esta protagonista alternó una mente brillante en el campo de las matemáticas con una personalidad melancólica donde la dependencia emocional le impidió desarrollar todo su potencial (o quizás ocurrió al revés). Además, los sucesos que jalonaron su vida sentimental la marcaron y la convirtieron en un personaje de novela romántica.

Sofia Vasílievna Kovalévskaya (Sofia Kovalevsky en términos occidentales y para abreviar) nace en Moscú el 15 de enero de 1850 pero su infancia discurre en Bielorrusia. Su padre era un teniente general de artillería que detestaba a las mujeres cultas aunque, paradójicamente, él mismo se casó con una ya que la madre de Sofia era la hija de un eminente matemático y astrónomo que le procuró una buena educación. 
Sofia se inicia en el mundo de las matemáticas de un forma bastante original. Cuando estaban tapizando las paredes de la casa que la familia tenía en Bielorrusia hubo un error de cálculo y se quedaron sin tapiz para forrar todas las estancias, entonces se decidió que la habitación de juegos de los niños se empapelara con hojas de conferencias de Ostrogradsky, un célebre matemático ucraniano de la época, y que andaban por ahí en un cajón pues al padre de Sofia le gustaban mucho las matemáticas. Así la pequeña Sofia, en lugar de dedicarse a jugar con muñecas, se tiraba las horas muertas tratando de descifrar los textos que adornaban las paredes.
Con catorce años estudia trigonometría de manera autodidacta con un libro de su vecino Tirtov —un matemático que vivía en la casa de al lado— y desarrolla el concepto de “seno” sin ayuda de nadie. Esto deja patidifuso al propio Tirtov y convence al padre de Sofia (recordemos que a este señor no le gustaban las mujeres instruidas) para que reciba clases especiales de matemáticas.
Cuando Sofia tiene dieciocho años, la familia se va a vivir a San Petersburgo. Con preceptores privados se adentra en la geometría analítica y el cálculo. Pero Sofia no quiere estudiar en el ámbito doméstico, quiere compartir experiencias y debates con otros estudiantes: quiere asistir a la Universidad. Sin embargo hay un gran problema para que el deseo de Sofia se cumpla ya que es una mujer rusa, y las mujeres rusas no pueden ingresar en la Universidad.
En Rusia, a mediados del siglo XIX, las mujeres que querían acceder a estudios superiores debían hacerlo en el extranjero, y para esto se necesitaban dos requisitos: dinero para pagar el estipendio y el permiso de un varón para pasar la frontera —el permiso del esposo si la viajera estaba casada o el permiso del padre si estaba soltera—. Sofia sí tenía dinero pero era soltera y su padre no estaba por la labor de que la niña se educara tanto.
Con este panorama a la joven Sofia solo le cabe una salida: casarse. El elegido es Vladimir Kovalevsky (del que toma su apellido Kovalévskaya como es preceptivo en Rusia). Vladimir aunque estudia leyes se interesa mucho por las ciencias y dedica sus ratos libres a traducir obras de Darwin, Huxley y otros naturalistas.
Sofia realiza un matrimonio de conveniencia con Kovalevsky en el que los dos cónyuges no comparten lecho y que Sofia considera la más pura muestra de amor imbuida por sus lecturas novelescas (estamos en el siglo romántico por excelencia). El matrimonio cambia sucesivamente de domicilio en diferentes ciudades europeas: San Petersburgo, Viena, Londres, Heidelberg.
En Heidelberg, Vladimir se pone a estudiar paleontología y Sofia asiste a clases de matemáticas y física gracias a una dispensa especial. Sofia también quiere estudiar química, pero el departamento de esta materia lo dirige un tal Bunsen (descubridor del elemento químico cesio e inventor del mechero que lleva su nombre). Este señor además de ser un buen químico es un misógino de tomo y lomo, y proclama a los cuatro vientos que ninguna mujer va a entrar en su laboratorio. Sofia habla con él y le convence para que la acepte como alumna (dicen que años después Bunsen alegó que Sofia le había engañado con sus encantos y que era una mujer muy peligrosa).
Mientras Vladimir se convierte en un reputado paleontólogo, Sofia se va a Berlín a estudiar más matemáticas con Weiterstrass, un célebre matemático y tan misógino como Bunsen, por lo que le impide asistir a sus clases. Una vez más Sofia recurre al contacto directo entrevistándose con él para hacerle cambiar de opinión, pero el alemán es un hueso duro de roer y para quitársela de encima le plantea una serie de problemas de difícil solución y así alegar que no tiene nivel. Sin embargo Sofia los resuelve y el terco profesor queda tan impresionado que le da clases particulares completamente gratuitas ante la negativa de la propia universidad para que ella asista a clase. El contacto directo con Sofia hace que Weiterstrass no solo cambie su opinión sobre las mujeres sino que se convierta en un defensor de sus derechos, al menos de los derechos de Sofia pues se pelea con media universidad para que le concedan el doctorado a su alumna preferida que le tenía completamente sorbido el seso (se rumoreó que la relación entre ellos dos traspasó los límites estrictamente académicos).
Y es que la ‘frágil’ Sofia era tímida, o eso decía ella, pero le proporcionó buenos resultados aprovechar la idea de que las mujeres son lánguidas y quebradizas florecillas (estamos en el siglo romántico por excelencia). Se mostraba insegura ante los varones haciendo que su desvalimiento despertara el afán protector en el sexo contrario. En el caso de su profesor le convenció de que su timidez y su mal dominio de la lengua alemana unidos a su condición femenina le supondrían un impedimento para conseguir el doctorado si tenía que exponerse a un examen oral. Sus razonamientos calan y a cambio de no defender su grado presenta tres trabajos (ni uno, ni dos, sino tres) como tesis doctoral. Al final, con veinticuatro añitos consigue su grado de doctora in absentia y summa cum laude por la Universidad de Göttingen, siendo así la primera mujer en obtener un doctorado en matemáticas.
Con su título de doctora en matemáticas bajo el brazo, Sofia vuelve con su marido de conveniencia a Rusia. Allí se emplea como maestra de aritmética para niñas bien, pero enseñar las tablas de multiplicar no es su ambición. Solicita ser profesora en la universidad pero si en Rusia no permiten que las mujeres estudien en las universidades menos van a consentir que impartan clase, así que el propio ministro de Educación en persona le deniega la solicitud.
 Decepcionada y melancólica (estamos en el siglo romántico por excelencia), Sofia abandona las matemáticas y se dedica a escribir reseñas teatrales y artículos científicos en un periódico. El tiempo libre que le concede dejar de estudiar matemáticas parece que lo emplea en consumar, por fin, su matrimonio de conveniencia con Vladimir. Queda embarazada de su hija Fufú (qué nombre más propio del siglo XIX, ese que es el romántico por excelencia) y ante la insistencia de su querido profesor Weiterstrass retoma la labor matemática. Da una conferencia sobre integrales abelianas en un congreso de médicos rusos y deja a todos con la boca abierta (no me pararé a explicar qué es una integral abeliana porque ya me resulta complicado explicar qué es una integral a secas).
Pero mientras la estrella de Sofia empieza a brillar con fuerza, la de Vladimir se empieza a apagar, las deudas los acosan y deben cambiar su modo de vida y alojarse en un pequeño apartamento de Moscú. Vladimir no levanta cabeza y Sofia, en un acto de amor propio de las novelas románticas que gusta leer, estudia geología e historia natural para alentar a su marido en su trabajo. Pero no sirve de nada, Vladimir anda triste y cabizbajo (estamos en el siglo romántico por excelencia). Sofia deja a su hija con una amiga y se va a Berlín para continuar sus investigaciones en 1880 a petición de Weiterstrass que anda tentándola con nuevos campos de estudio. Tras unos pocos meses vuelve a Moscú para reconciliarse con Vladimir pero él no colabora mucho pues sigue sumido en su tristeza y melancolía. Entonces Sofía se marcha a París y esta vez se lleva a su hija.
En París la eligen miembro de la Sociedad Matemática y ya es una reputada científica. Sin embargo siguen sin permitirle impartir clases como profesora en ninguna universidad. Mientras, Vladimir sucumbe a la desesperación y acaba suicidándose (estamos en el siglo romántico por excelencia). Sofía se queda viuda a la edad de treinta y tres años.
Al año siguiente se va a Estocolmo con el objetivo de convertirse en profesora de su universidad. Allí la reciben de manera muy diversa, algunos la califican de princesa de la ciencia y otros de bruja perniciosa que quiere aprovecharse de la galantería que caracteriza a los suecos para conseguir un puesto que puede ostentar mucho mejor cualquier matemático varón. Sofía se enfada pero no porque la llamen bruja, ni perniciosa, sino porque quiere que le demuestren que hay algún varón en Suecia que sea mejor matemático que ella. La ‘frágil’ Sofia tenía su genio, y redaños.
Pero Sofia consigue su propósito y la nombran profesora de matemáticas, aunque con unas condiciones que nada tienen que ver con las de sus colegas masculinos: da clases tres veces por semana sobre los temas más novedosos del momento (algo que la obliga a actualizarse continuamente), supervisa el trabajo de gran cantidad de estudiantes y se dedica a investigar también.
Con un curriculum espléndido vuelve a Berlín para asistir como estudiante y una vez más comprueba, atónita, que le deniegan el ingreso.
Menos mal que en Estocolmo no son tan obtusos como en Berlín y, cuando tiene treinta y cinco años, la hacen también profesora de mecánica.
Sin embargo Sofia es una mente inquieta y una vez que resuelve un problema se desentiende de él, o lo que es lo mismo: una vez que consigue su objetivo, este le resulta aburrido. Las matemáticas ya no son un desafío para ella y dar clases en la universidad tampoco. La etérea Sofia (estamos en el siglo romántico por excelencia) busca su realización interior en la literatura y se pone a escribir en sueco, francés y ruso. Escribe obras de teatro de corte feminista que publica bajo pseudónimo. También escribe cuentos, poemas, novelas y hasta una autobiografía que se convierte en el best seller del momento (Recuerdos de infancia).
Sumergida en su labor como escritora le regresa el prurito investigador cuando se entera de que la Academia de Ciencias francesa ofrece un premio (el Prix Bordin) a quien haga el mejor trabajo sobre la rotación de un cuerpo rígido alrededor de un punto fijo, un problema que intentaban solucionar sin éxito varios físicos y matemáticos de aquella época. Como Sofia había tratado ya ese tema previamente, decide presentarse y gana tan preciado galardón en 1888. Además, lo hace tan requetebién que el jurado decide aumentar la dotación económica del premio como una muestra de la gran calidad de su trabajo.
Al año siguiente consigue un puesto vitalicio en Estocolmo como profesora, pero ella quiere vivir en París o en Rusia, Suecia no le gusta nada. Además, hay otras pasiones que la desvían de su pasión matemática. A Sofia le gusta que la cuiden y la mimen, busca que un enamorado caballero se encargue de sus intereses pues ella se siente incapaz de llevar esas cuestiones prácticas —puede resolver complejos problemas matemáticos pero no sabe llevar las cuentas de la casa—. Entonces aparece en su vida otro Kovalevsky pariente lejano de su marido y llamado Maxim, un eminente sociólogo e historiador ruso que la enamora y que a punto está de alejarla de las matemáticas. La relación pasa por altibajos donde las rupturas se alternan con reconciliaciones. En una de esas reconciliaciones se va a Niza a hacer senderismo con su amante y allí le da un infarto. El susto le hace tomar una drástica decisión, se casará con Maxim y por amor abandonará su profesión de profesora (estamos en el siglo romántico por excelencia). Pero el destino no le permite llegar a realizar ni el casamiento ni el abandono de la docencia porque empeora y fallece el diez de febrero de 1891 en Estocolmo. Tiene cuarenta y un años.

He comentado que Sofia es un producto de la época que le tocó vivir y no pudo desprenderse de los clichés que predominaban en el siglo donde la mujer era un delicado objeto que había que proteger y cuidar. Ella misma alentó esa supuesta fragilidad con mucha destreza y eso le permitió poder acceder a lugares que de antemano le estaban vedados por su condición femenina, para al llegar allí (ya superados los impedimentos impuestos por las convenciones sociales) demostrar su verdadera naturaleza y su valía.
Algunos historiadores creen que si no hubiera sido tan emocionalmente dependiente habría podido llegar más lejos. Yo creo que esa dependencia era puro artificio para defenderse de una sociedad hostil y que, además, supo manejar muy bien para que le procurara más beneficios que daños. Consiguió manipular una situación adversa para obtener resultados positivos. Todo un ejemplo de que no sobrevive el más fuerte, sino quien mejor sabe adaptarse al entorno.



Para Sofía*. Ojalá alcances todo lo que te propongas y espero que nunca encuentres tantos obstáculos como los que tuvo que salvar tu tocaya.

*Esta entrada se la dedico a mi sobrina Sofía por compartir nombre con la protagonista y por estar ligada a las matemáticas desde que nació.

26 comentarios:

  1. Desconocía por completo la existencia de esta ilustre matemática. Saber si habría llegado más lejos de lo que llegó si no hubiera sido tan emocionalmente dependiente es difícil de saber y más en el XIX cuando como tú has muy bien señalado la mujer necesitaba siempre que un hombre a su lado la introdujese en a Universidad, en los círculos científicos, ..., ¡en todo! Qué mejor, entonces, que ligarse emocionalmente, sinceramente, a la persona que precisas.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Juan Carlos.
      Por ahí se dice que si no puedes contra tu enemigo que te unas a él. Creo que esto debió de pensar la Kovalesky, en su caso el enemigo era la misoginia congénita en la educación y una sociedad donde la mujer solo tenía cabida en el hogar y en labores relacionadas con la familia.
      Está claro que sin la ayuda de un varón una mujer no iba muy lejos, afortunadamente siempre hubo hombres que tampoco seguían los convencionalismos sociales.
      Un beso grande.

      Eliminar
  2. Vaya entrada más completa. Caray con la Kovalevsky y el "siglo romántico por excelencia". De este sí sabía algo, pero de la reputada matemática no tenía ni idea. Parece mentira que en Alemania no le dejaran estudiar ni dar clase en la Universidad. De Rusia me resulta más fácil creerlo, pero de Alemania. Bueno, la verdad es que era una época que tampoco se pude juzgar con supuestos actuales. Que una mujer estudiara puede que hasta yo lo hubiera visto mal. A saber cómo sería yo en esa época.
    Genial la entrada, de verdad. Y muy instructiva.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Rosa.
      Has citado una cuestión clave para entender lo que se pensaba en otras épocas, y es que a saber cómo pensaríamos nosotras si nos hubiéramos criado en una sociedad donde cada sexo tenía un papel muy concreto asignado. Muchas veces he criticado la actitud de algunas madres que impedían en esos tiempos que sus hijas se dedicaran a otras labores fuera del hogar, pero quizás no era ni más ni menos que la reproducción de un rol aprendido desde antes de nacer.
      Por lo menos ahora se deja impartir clase a las mujeres en todas las universidades occidentales, doy fe. Algo hemos avanzado.
      Un besote.

      Eliminar
  3. Me ha encantado descubrir a esta matemática genial a través de tí. No sabía de ella nada más que el nombre. Thanks.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Nieves.
      Me alegro que sepas de la existencia de esta heroína gracias a esta entrada. Y me alegra mucho más saber que me lees.
      Kisses, mi "arma".

      Eliminar
  4. Hola Paloma, está claro que el siglo XIX fue "el siglo romántico por excelencia", ja,ja,ja, muy bueno. No conocía a la matemática así que ha sido una entrada muy instructiva, y muy bien redactada. Desde luego la vida de la Kovalevsky daría para un buen biopic cinematográfico con aires de road movie. Al final, como bien dices, y es algo que firmaría cualquier biólogo la adaptación del individuo es más importante que la fortaleza del mismo. estupenda la dedicatoria a tu sobrina Sofía. Abrazos para ambas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Miguel.
      Cuando sé de vidas como la de esta matemática, yo también creo que los guionistas de cine o incluso de TV lo tienen fácil, no hay nada más increíble que la cruda realidad y estos personajes dan material más que de sobra.
      Me alegra saber que has conocido a esta mujer excepcional gracias a una servidora.
      Un beso.

      Eliminar
  5. De verdad lo que se aprende contigo.
    No conocía la existencia de esta Matemática, pero desde luego lo que es increíble como tuvo que luchar para ganarse un lugar en el mundo y sobre todo que le dejarán ejercer su sueño, madre mía.
    Lo malo, que murió muy joven, una autentica pena.
    Un besote y seguro que a tú sobrina le encanta.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Tere.
      El siglo XIX, además de ser el siglo romántico por excelencia (supongo que esto ha quedado bastante claro) también se caracterizó por una esperanza de vida muy baja, algo que comparte con todos los siglos anteriores. Cualquier patología por nimia que fuera podía ser mortal. Si algo tiene de bueno esta época moderna en la que vivimos es que la medicina ha avanzado muchísimo y que llega a todos los estamentos sociales, al menos en el mal llamado mundo desarrollado.
      Me alegro de que conozcas a Sofia Kovalesky gracias a esta publicación.
      Un besote.

      Eliminar
  6. Qué súper entrada, Paloma. No conocía a esta mujer, y mira que soy diplomada en Estadística.
    Me gusta mucho esta sección tuya, en la que nos descubres la vida de muchos personajes de la historia. Las mujeres no lo han tenido nada fácil, la verdad, menos mal que ahora podemos dedicarnos a lo que queramos y ser independientes (no en todo el mundo, pero vamos avanzando).
    Por cierto, ¿te has planteado escribir una biografía de algún personaje histórico?? Creo que te quedaría un libro genial, y sería una manera de unir todo lo que se te da bien: la investigación, el detalle de la vida del personaje y sobre todo, escribir. Podría ser formato novela o de ensayo, las dos opciones quedaría bien.
    Un besito, siempre nos haces aprender!!
    PD: Fufú me suena más a nombre de gato que de hija, pero cada uno...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, María.
      Creo que esta mujer no es conocida por la mayoría de los matemáticos y eso sí que tiene delito, pero ya sabemos cómo se ha ninguneado a la mujer en los ámbitos científicos y académicos. Si con mi modesta contribución puedo ayudar a enmendar esto ya me siento satisfecha.
      Lo de escribir una biografía se me antoja súper complicado. En este espacio, el blog, me siento más libre. Te aseguro que compruebo cada dato que cuento y, si es posible, en más de una fuente; pero escribir un libro sobre alguien que existió conlleva una labor de documentación exhaustiva y muy rigurosa, algo que me da mucha pereza. De hecho, una revista científica me ha pedido artículos para su sección de Historia de la Ciencia, y me estoy haciendo la remolona ya que elaborar las citas bibliográficas es un coñazo.
      De todas formas, no descarto hacer algo algún día con estas vidas de científicos y científicas. Gracias por los ánimos.
      Un besote grande, grande.
      P.D. Fufú, Fifí, Cuqui.... a mí también me parecen nombres para animales de compañía y de los pequeños que no veo yo a un pastor alemán con esos nombres. Pero en la época romántica había cierta dosis de cursilería. Qué se le va a hacer.

      Eliminar
  7. Muy buena entrada Paloma, otra más que desconocía que existía y que me alegra conocer en esta sección.
    Estoy contigo que Sofía supo aprovechar perfectamente esa supuesta fragilidad que justamente le abrió unas puertas que aún estarían más cerradas si se hubiera mostrado fuerte y convencida.

    Estoy contigo que no sobrevive el más fuerte sino el que mejor se adapta y esta matemática es un ejemplo porque acabó haciendo lo que quería y le gustaba pese a los impedimentos. Bien por ella.

    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Conxita.
      En todos los sitios que he leído cosas sobre la Kovalevsky ponen que era un ser desvalido y frágil, pero yo veía que en su desvalimiento y fragilidad al final conseguía lo que se proponía (estudiar en el extranjero, dar clases en la universidad...) y entonces yo no veía esa debilidad por ningún lado, por lo que he llegado a la conclusión de que todo era una añagaza para conseguir sus propósitos. Hasta su amiga íntima, la novelista feminista Anna Leffler, dijo de ella que exageraba esa debilidad.
      Bien por todas las Sofías que saben manejar en beneficio propio las situaciones adversas.
      Un besote, guapa.

      Eliminar
  8. ¡Halaaaaa lo que aprendo contigo!
    Me ha encantado descubrir a esta mujer. Me encanta el siglo XIX y el romanticismo, pero en la literatura, en otros campos perjudicó a muchas mujeres, que no podían sar un paso sin un hombre al lado.
    Muy feliz semana y gracias por este descubrimiento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Gemma.
      Al menos la Kovalevsky supo elegir bien los hombres adecuados para poder moverse a su antojo, algo que también requiere una habilidad que no todos poseen.
      Me encanta que aprendas conmigo en esta sección.
      Un besote y buen lunes.

      Eliminar
  9. Vaya con Sofía (la del siglo romántico por excelencia), Si hubierta llevado pegado al cuerpo un GPS (y de haber existido dicho artilugio), habríamos visto un sinfín de movimientos por Europa. De aquí para allá constantemente. Un culo y un alma inquietos, jeje. Realmente esos genios y genias (?) tuvieron una vida muy movida, y no solo geográficamente sino anímicamente. Sabores y sinsabores, éxitos y fracasos contínuos, enemigos y aliados por doquier. Un sinvivir.
    Estando rodeada de matemáticos y de amantes de las matemáticas no es extrato que se decantara hacia esta materia, aunque el don no le faltaba, la sabiduría y la insistencia. Ha habido un momento que me la he imaginado como una mosquita muerta, de esas que se salen con la suya manipulando a los hombres. Claro que con esa sarta de cabestros, bien merecido se lo tenían.
    Lo que más me ha llamado la atención es que le permitieran doctorarse sin tener que leer la tesis por problemas idiomáticos. Ahí les sirvió en bandeja una excusa para que no se lo permitieran, y en cambio lo hizo. A pesar de estar en el siglo XIX le permitieron un trueque singular: tres trabajos escritos a cambio de una presentación oral, jeje. NO creo que hoy en día pudiera salirse con la suya en este aspecto. No sé si alguien que hace el doctorado en la Sorbona podría eludir la defensa de la tesis porque no sabe francés (¿ni inglés?).
    Una vida corta tuvo la buena de Sofía, pero desde luego muy muy agitada.
    Una estupenda reseña de una estupenda científica.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Josep Mª.
      A mí también me llamó la atención lo que comentas de que pudiera tener un doctorado sin presentarse a defenderlo y en cambio no le dejaran asistir a clase. Son cosas incongruentes de una sociedad intransigente y sin sentido.
      Sea como fuere, ella lo consiguió. Creo que es una muestra más de cómo sabía manipular las situaciones adversas para poder aprovecharlas a su favor. No lo he puesto en el post por no alargarme, pero el trabajo principal de su tesis (un de los tres que tuvo que hacer) fue considerado en las universidades como un tratado excepcional al que le sacaron mucho provecho. Desde luego calidad no le faltaba a esta mujer.
      Lo de viajar por media Europa y poder tener preceptores privados es cosa de las clases pudientes, y no solo del siglo XIX, sino de toda la vida: el que tiene dinero se puede permitir este tipo de cosas, y el que no pues que se apunte a una beca Erasmus y que la aproveche como pueda.
      Gracias por tu visita y generoso comentario.
      Un beso grande.

      Eliminar
  10. Para haber fallecido a tan pronta edad, la protagonista de hoy tuvo una biografía muy completa en todos los sentidos. Quizás tendrías que haber hecho una segunda entrega de haber llegado a los sesenta, por ejemplo. En cualquier caso estoy de acuerdo contigo, su fragilidad era más una pose que la beneficiaba que una realidad.

    Yo odio las matemáticas, siempre me han dado terror y me han parecido insufribles, no comprendo cómo alguien puede encontrarlas tan fascinantes y dedicarles su vida. Solo por eso Sofía ya tiene toda mi admiración y mis respetos.

    Una biografía interesantísima, Paloma, ¡gracias por instruirnos un poquito!

    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Julia.
      Creo que la fascinación de Sofia por las matemáticas en concreto fue otra cosa más de las 'rarezas' de esta mujer. Que se interesara precisamente por una materia tan poco accesible para el común de los mortales, da muestra de que fue una mujer excepcional.
      A mí tampoco me gustan las matemáticas, básicamente porque no las entiendo; lo más básico, sí, es decir, sumar, restar, dividir y multiplicar. Pero cuando pasan al nivel que yo llamo 'filosófico', es decir, cuando pasan al terreno abstracto y se empieza con los logaritmos e integrales para llegar a los algoritmos y esas funciones raras... ahí ya me pierdo y no me entero de nada.
      Por eso Sofia Kovalevsky me parece tan fantástica.
      Me alegra saber que a ti también te ha gustado saber de ella.
      Un besote.

      Eliminar
  11. Jo, tiene muchísimo mérito conseguir que un artículo biográfico tenga ritmo y unidad, que no se haga pesado en acumulación de detalles. Lo has logrado, Paloma. Te prometo que he leído la vida de esta matemática como si de un relato se tratara. Has sabido mostrar la persona que está detrás de la personalidad. Como apuntas, creo que esta mujer no solo era inteligente, sino que además era lista y sabía muy bien cómo moverse en la sociedad que le tocó en suerte.
    Es sorprendente que aprendiera matemáticas contemplando las hojas desordenadas que empapelaban la pared, ¡yo no me enteré de nada en los ocho años de EGB con un mis libros y cuadernos!
    También me ha impresionado ese espíritu renacentista, parece que esta mujer necesitaba continuamente de retos intelectuales. Y en este sentido es antológico ponerse a estudiar Geología (¡geología! como diría Sheldon Cooper) solo para animar a su marido. Si eso no es amor romántico por excelencia...
    Una nota biográfica muy pero que muy amena, además de instructiva. Me encanta esta sección!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, David.
      La verdad es que la vida de esta mujer me lo puso fácil para contarla de manera amena, porque le pasaron tantas cosas y viajó a tantos sitios que era difícil no engancharse a esta historia. De todas maneras mi intención con esta sección es presentar al ser humano que hay en estos científicos más que su obra en particular.
      En el caso de otros científicos sí podría hablar de su obra, aunque no lo hago por los motivos que he expuesto, pero en este caso concreto me hubiera sido imposible porque, al igual que tú, a mí las matemáticas se me antojan materias casi casi esotéricas.
      Cuando me enteré de que estudió geología para animar a su marido... ¡yo también pensé en Sheldon! ¿Geolgía? ¿en serio? ja, ja, ja.
      Me encanta que te encante esta sección. Tú aprendes pero te aseguro que yo también lo hago al indagar sobre las vidas de estos seres excepcionales.
      Un abrazo.

      Eliminar
  12. Una científica completísima que pone en entredicho lo de la debilidad y falta de voluntad del ¿Sexo débil? y la necesidad de dependencia del ¿Sexo fuerte?
    Creo que es un claro ejemplo de fémina con redaños, inteligencia y ambiciones. Con metas bien definidas y afán de saber.
    Los desvalimientos fingidos o no son propios del siglo pues recuerda por si no lo sabes que estamos en el siglo romántico por excelencia.
    Muy ameno e instructiva entrada que como siempre pone a las mujeres en su justo lugar.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Javier.
      Me alegra saber que lo de que el siglo XIX fue el siglo romántico por excelencia haya quedado bien explicado, no estaba segura de si me había expresado con suficiente claridad, ja, ja, ja.
      Lo de sexo débil desde luego no es nada apropiado en esta mujer, quizás sería mejor decir 'sexo inteligente' porque supo muy bien manejar la situación y sacar provecho.
      Un besote.

      Eliminar
  13. ¡ Cómo se aprende contigo Kirke !

    ¿Quién diría que la biografía de una matemática sería tan interesante? Gracias por revelarme los grandes esfuerzos que tuvo que hacer ante tanta oposición. Digno de admirar.

    A veces vemos en simposios y universidad mujeres con el rostro muy digno y muy serio, de mirada intimidante, de facciones duras y en realidad se nos pasa que son personas con un corazoncito que podría ser vulnerable. Naaaa nunca pienso en eso, siempre pienso: ¿por qué les gusta estudiar tanto? Yo solo quiero dormir y leer.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Fany.
      A mí también me admiran estas mujeres y más si se dedican a materias tan difíciles para mí como pueden ser las matemáticas, por eso tienen doble mérito.
      Quienes así destacan, sean hombres o mujeres, está claro que además de talento tienen disciplina para dedicarse en cuerpo y alma a su pasión porque como dijo Einstein, el genio está compuesto de un uno por ciento de talento y un noventa y nuevo por ciento de trabajo.
      Un abrazo.

      Eliminar

Hada verde:Cursores
Hada verde:Cursores