Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

28 de diciembre de 2018

Escenas navideñas: A por uvas.


—Bueno, pues al final la cena ha salido bastante bien, ¿no crees?

Eso le dijo Rafa a su mujer mientras recogían la cocina y ponía en marcha el lavavajillas.

—¿Bastante bien? ¿En serio? ¿De qué estás hablando, Rafa? —contestó una malhumorada Marta— Mi madre me ha pedido el número de un abogado matrimonialista, mi hermana ha dicho que el año que viene celebrará la Navidad en Londres, tu madre ha anunciado que la próxima Nochebuena se presentará voluntaria para atender un comedor social y mi padre le ha preguntado a tu madre que qué hay que hacer para cenar allí. ¿A eso le llamas tú salir bien?
—Al menos el próximo año cenaremos solos, así no tendrás que agobiarte por el menú. Pedimos cualquier cosa a Glovo o a JustEat y listo. ¡Solucionado! —contestó Rafa entusiasta.
—¿Una cena de Nochebuena solos? ¡Qué tristeza, por favor!
—A ti no hay quién te entienda, Marta. Por estas fechas siempre te estás quejando del trabajo,  que si los preparativos, que si el menú y cuando hay una posibilidad de ahorrarnos todo eso vas tú y te lamentas. Para mí que estás bajo los efectos del síndrome de Estocolmo.
—Pero es que estas fechas son para pasarlas con la familia…
—Pero si la familia es una tocanarices que solo sabe despotricar y dar la nota, lo mejor es que cada uno se quede en su casa, o en Londres —añadió Rafa pensando especialmente en su cuñada favorita.

A pesar del disgusto, Marta estaba segura de que el año siguiente volverían a reunirse todos, porque sus padres no se divorciarían —llevaban amenazando con el tema desde hacía años— y su hermana no se iría a Londres porque seguramente para entonces ya habría roto con el anglicano ya que sus novios no le duraban más de cinco o seis meses.

—Venga, Marta. Para que se te quite el sofocón aquí tienes mi regalo de Papá Noel.
—Pero si quedamos en darnos los regalos en Reyes.
—Bueno, este obsequio no puede esperar tanto —contestó él al mismo tiempo que le tendía un sobre a Marta.

Sorprendida, Marta tomó el sobre y lo abrió. Dentro había cuatro billetes de avión.

—¿Nos vamos de viaje? —exclamó Marta con los ojos abiertos de par en par.
—Para que no tengas que preparar más cenas ni nada por el estilo, y lejos de la querida familia. Nos vamos a celebrar la Nochevieja fuera.
—¡A Canarias!
—Sí, a la isla de La Palma —contestó Rafa—. Mañana hacemos las maletas.

***
Mientras esperaban en la cola de facturación del aeropuerto, Marta tenía la desagradable sensación de que se había olvidado meter algo en el equipaje. Sabía que en las islas afortunadas la temperatura era mucho más suave que en la península, pero no dejaba de ser invierno y ella, por si acaso, había puesto ropa de abrigo y también de verano. Esa previsión se había traducido en que llevaban tres voluminosas maletas.

—Marta, nos vamos a pasar cinco días fuera de casa y parece que emigramos a otro país —contestó Rafa mientras agarraba a Jorge que estaba subido a uno de los trolleys.
—Nunca se sabe, por el día puede que haga calor pero por la noche seguro que refresca.

Ya instalados en sus asientos correspondientes del avión y mientras esperaban pista para despegar, el personal de cabina se dedicó a explicar el protocolo de actuación en caso de accidente. Como era habitual casi nadie prestó atención a las maniobras de los auxiliares de vuelo, tan solo un señor mayor atendió a las instrucciones con interés. Incluso llegó a preguntar a su vecino de al lado una cosa que no había entendido sobre cómo ponerse el chaleco salvavidas, algo que le preocupaba porque él no sabía nadar, a lo que su vecino le contestó que no se inquietara, que si el avión se caía al mar daba igual llevar el chaleco que no, porque en el agua iban a quedar todos hechos papilla.

—Mamá, en Canarias es una hora menos que en casa, ¿a qué sí? —le dijo Jorge mientras miraba por la ventanilla del avión.
—Sí, hijo.
—Entonces, ¿vamos a tomar las uvas más temprano?
—¿Más temprano?
—Cuando den las doce en casa, donde vamos será más pronto.
—Eso da igual, las uvas se toman a las doce.
—Las once en Canarias —añadió Rafa guiñando un ojo a Jorge.
—No, a las doce donde se esté —porfió ella pero cada vez más insegura.
—Pero tú, mamá, siempre has dicho que había que tomar las uvas con el reloj de la Puerta del Sol, que si no daba mala suerte.
—La mala suerte viene si no se toman las uvas, no depende del reloj —contestó ella ya dubitativa pues era muy supersticiosa.

La verdad es que desde que tenía uso de razón Marta había tomado las uvas al son de las campanadas del reloj ubicado en la Puerta del Sol. Cuando era pequeña porque era el único sitio desde donde la televisión conectaba; luego, con los años, la oferta se amplió a más lugares según las diferentes televisiones autonómicas, pero ella siguió con esa costumbre hasta hacerla inherente al hecho de tomar las uvas. Nunca se le había presentado una ocasión donde el horario no coincidiera y por tanto el famoso reloj no era el adecuado.

—Rafa, es cierto —le dijo Marta a su marido y con cierta alarma en la voz—. En Canarias no podemos tomar las uvas con el reloj de la Puerta del Sol
—No fastidies, Marta ¡Qué más dará!
—Mira que si luego tenemos mala suerte...

Rafa la miró con condescendencia y, como ya estaba habituado a sus paranoias, intentó conciliar las manías de su mujer con la situación actual.

—Vamos a ver, podemos hacer tres cosas. Una, tomar las uvas a las once y coincidiendo con la retrasmisión de la Puerta del Sol. Dos, acceder a la grabación de las campanadas por internet y ponerla cuando sean las doce en la isla. Tres, y la opción más lógica y natural, pasar de tonterías y tomar las uvas con el reloj que tengamos más a mano en ese momento.
—¿Y eso dónde será? ¿ya has pensado dónde? ¿En la habitación del hotel, o en la recepción? ¿En la calle? ¿En la playa? ¿Hay relojes con campanas en las playas? —respondió Marta hiperventilando y con claros signos de angustia en la cara.
—Pues no lo había pensado, la verdad. Pero seguro que en la ciudad hay algún lugar con un reloj, y supongo que ahí darán las doce.
—¿Con campanadas? —insistió Marta ya en ataque de ansiedad.
—No lo sé, Marta. Con campanadas o con algún otro tipo de sonido. Tranquila, cariño, no te me pongas paranoica ¿vale? —respondió Rafa, al que ya se le estaba agotando la paciencia.

Cuando se instalaron en su hotel, la recepcionista les invitó a asistir al cotillón de Nochevieja que la dirección había organizado para todos los clientes, pero Rafa declinó el ofrecimiento alegando que eso estaría lleno de jubilados extranjeros y que él prefería celebrar la entrada del año nuevo entre gente que hablara su mismo idioma. Marta, ante la eventualidad de no encontrar un reloj adecuado para las campanadas, no las tenía todas consigo pero su marido la convenció razonando que si la mayoría de los clientes del hotel eran alemanes lo más seguro es que dieran las campanadas en su idioma y eso iba a ser más engorroso.

—¿Tú sabes cómo se dice “Ahora vienen los cuartos” en alemán? No, ¿verdad? Pues imagínate el follón, seguro que nos confundimos. Ya nos liamos todos los años y eso que nos lo explican en español...

Fue la propia recepcionista la que les informó que en Santa Cruz de la Palma los habitantes de la ciudad solían congregarse en una plaza donde tomaban las uvas cuando el reloj de la iglesia de San Salvador diera las doce de la noche.

El 31 de diciembre, tras cenar en un restaurante del paseo marítimo de Santa Cruz, se encaminaron a la iglesia que les había indicado la empleada del hotel. Llegaron a las once y media hora canaria y allí ya había bastantes parroquianos con matasuegras, gorritos de fiesta y botellas de champán o de vino preparados para despedir el año.

Inés se había quedado dormida en su carrito y Jorge estaba encantado de celebrar la Nochevieja en la calle y en manga corta.

—¿Estás ya más tranquila? comentó Rafa.
—No sé, ¿seguro que ese reloj da la hora con campanadas? contestó Marta que cuando se ponía paranoica era muy insistente.
—No creo que esta gente se haya venido hasta aquí para tomar el fresco. De verdad, cuando te da por un tema…

En ese momento Marta empezó a rebuscar frenéticamente en su bolso, al no encontrar lo que buscaba comenzó a gemir. Rafa se preocupó cuando su mujer le miró asustada y muy pálida. Lo primero que pensó es que se le habían indigestado las papas arrugás que habían tomado un rato antes, un plato que a Marta le gustaba mucho y que comía sin moderación. Pero luego se dio cuenta de que la cara de horror de su mujer era debida a algo diferente a una mala digestión.

—¡Las uvas! ¡No las tengo!
—Venga ya, Marta. No gastes bromitas que los Santos Inocentes fueron hace tres días.
—No es una broma. Cogí las bolsas que nos regalaron en el hotel, pero me las debí de dejar en la mesita de la habitación contestó ella con la cara completamente desencajada.

Cuando Rafa se dio cuenta de que su mujer no estaba bromeando recurrió de nuevo a su pragmatismo.

—Tranquila, no pasa nada. Aún faltan veinte minutos para la medianoche. Me voy a comprar uvas.
—¿Comprar uvas? ¿A estas horas? Tú deliras.
—Que no, que seguro encuentro algún sitio donde me las den. Un bar o una tienda de chinos. Ya verás. Espérame aquí con los niños —dijo Rafa mientras salía corriendo.

Marta miraba impaciente el reloj de la iglesia donde los minutos iban transcurriendo y acercándose a las doce inexorablemente, y Rafa sin aparecer. Esperaba fervientemente que su marido tuviera suerte con su búsqueda y que encontrara las uvas sin equivocarse. Rafa era muy despistado al hacer la compra, especialmente en Canarias. Un verano, en Lanzarote, se fue al súper a comprar pepino para prepararse unos gin tonic en el apartamento de vacaciones y apareció con un calabacín. Lo mismo ahora traía ciruelas en lugar de uvas, este hombre era tan imprevisible…

Cuando solo faltaban tres minutos para la medianoche y cuando Marta estaba a punto de entrar en pánico, Rafa llegó corriendo con una bolsa de plástico, de ella sacó tres racimos de uvas. En realidad eran los restos que un restaurante le había regalado donde faltaban las uvas más grandes y solo quedaban las pequeñas, las que nadie quiere.

—¡Aquí están las uvas! dijo un Rafa exultante.
—Son muy pequeñas le contestó Marta.
—Es que aquí, como llueve poco, la fruta crece menos. Lo mismo pasa con las patatas, las papas. Además, mejor así. Siempre te quejas de que las uvas grandes no te da tiempo a masticarlas y acabas con todas en la boca. Ahora podrás comerlas tranquilamente.

Con desconfianza Marta miró su racimo y no quedó convencida. Le dio uno de los racimos incompletos a Jorge.

—Mamá, aquí hay más de doce uvas dijo el niño con cara de extrañeza.
—Sí, pero no da tiempo a contarlas, tú vete comiendo según suenen las campanadas y cuando se paren dejas de comer ¿de acuerdo?
—Vale —dijo Jorge encogiéndose de hombros. Lo de celebrar la Nochevieja al aire libre era algo no solo novedoso para el niño, también muy diferente a lo que estaba acostumbrado.
—Rafa, por Dios, dime que no has recogido la uvas de un contenedor de basura.
—Que no, ¿por qué te tienes que agobiar con todo?
—Porque tú no me lo pones fácil.
—Te recuerdo que fuiste tú la que se olvidó las uvas en el hotel.
—Pero tú podías haberme preguntado si las había cogido…

Mientras Rafa y Marta discutían, el reloj de la plaza comenzó a dar las campanadas, ellos entre la algarabía del público y el poco volumen del reloj no se dieron cuenta. Jorge, que sí estaba atento, comía sus uvas contando cuidadosamente para no llevarse ni una más a la boca pues esa fruta no le gustaba demasiado. Al ver que sus padres seguían hablando le dio un pisotón a Marta y fue cuando el matrimonio se percató de lo que ocurría.

Para cuando Marta y Rafa empezaron a comer sus uvas ya habían sonado seis campanadas, por lo que tuvieron que comerlas de dos en dos y sin estar seguros de cuántas estaban comiendo en realidad. Al final, y como todos los años, Marta acabó con las doce uvas o más  en la boca.

Entre el ruido de los fuegos artificiales que comenzaron nada más terminar las campanadas, Rafa cogió a Jorge en brazos y besó a Marta.

—¡Feliz Año Nuevo! les dijo a su hijo y a su mujer.
—¡Fefiz Faño Fuefvo! contestó Marta mientras intentaba masticar las uvas.

(Continuará...)


NOTA: Este relato fue escrito hace un par de semanas. Hoy, treinta de diciembre, acabo de ver en las noticias que esta Nochevieja el reloj de la Puerta del Sol se atrasará una hora cuando en las Islas Canarias sean las doce para que desde allí puedan ver las campanadas desde esa emblemática plaza. Yo estoy flipando. Por lo que se ve hay muchas Martas como la de mi relato.









29 comentarios:

  1. Jajajaaa. Esta familia es la monda. Me recuerda a la familia Ulises, del TBO, una de las revistas infantiles (o Cómics, como se llaman ahora) de los años 50 y 60, con la diferencia de que todos tus miembros rezuman más humanidad y realismo, por muy obsesivos y supersticiosos que resulten algunos de sus comportamientos, jeje.
    He vuelto a disfrutar de lo lindo con la lectura de las aventuras y desventuras de Rafa y Marta.
    Desde que se pueden ver y oir las campanadas de fin de año de cualquier lugar del país y en cualquier cadena de televisión, siempre hay discusiones en casa, pero acabamos decidiendo aquella cadena en la que salga la presentadora más sexy y con más transparencias, los hombres para así hacemos un regalo a la vista y las mujeres para criticar cómo va vestida (desvestida). Últimamente la Pedroche se ha convertido en la habitual en nuestra mesa, jajaja.
    Y por cierto, yo suelo confundir, a simple vista, el pepino con el calabacín, jeje.
    Un abrazo y que no se te atraganten las uvas (yo las suelo pelar y quitarles las pepitas).

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    1. Hola, Josep Mª.
      Por desgracia, a la hora de elegir el canal donde ver y oír las campanadas, los hombres de mi familia piensan igual que los de la tuya, pero por fortuna, en la cena de Nochevieja somos más mujeres que hombres y no les damos el gusto, ja, ja, ja.
      Es curioso que las transparencias de la Pedroche se estrenaran en una cadena de TV donde precisamente hacen alarde de feminismo y luchan contra la cosificación de la mujer. Paradojas de la vida.
      Lo de confundir el pepino y el calabacín no es único de Rafa ni tuyo, esa parte del relato está basada en un hecho real ;)
      Yo también le quito el pellejo a las uvas, y al igual que a Jorge no es la fruta que más me gusta, y al igual que a Marta, tooooodos los años acabo con las doce uvas en la boca. Cualquier año de estos me atraganto y tenemos un disgusto.
      Un beso muy grande y que tengas una buena despedida de año (y disfruta del modelito transparente y/o escotado de la presentadora, ja, ja, ja.)

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  2. Me he reído leyendo tu historia, madre mia ¡¡¡¡ Pues nada, que tú también te tomes las uvas y que tengas un lindo 2019 ¡¡¡

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    1. Hola, Manuela.
      Me alegra mucho saber que este tipo de publicaciones hacen reír, esa es la intención.
      Un beso grande para ti y que tengas una buena despedida del año viejo y comiences el 2019 con ilusión y mucha suerte.

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  3. Me he enganchado al relato aunque no me identifico en absoluto con la costumbre de comer las uvas, nunca lo he hecho y no considero que tenga mala suerte (hasta ahora!), Tampoco me siento reflejada en la paranoica Marta pero ... Me ha gustado! Felices uvas!

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    1. Hola, Nieves.
      Yo sí suelo comer uvas cada nochevieja, que yo recuerde solo lo dejé de hacer el año que mi madre sufrió el infarto, fue el día 31 por la mañana y evidentemente nadie estaba esa noche para ninguna celebración. No las tomo por superstición, como Marta, sino por tradición.
      Está claro que para creer en la buena o en la mala suerte hay que ser supersticioso, de lo contrario nada trae mala o buena suerte.
      Felices uvas, o lo que sea, esta Nochevieja y una alegría leerte por aquí (y una sorpresa muy agradable).
      Un beso para ti y los tuyos.

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  4. Jajajaja, soy tu fan. Una vez, cuando era pequeña, mi abuela se dejó las uvas olvidadas en la frutetía y tuvimos que tomarnos aceitunas. La mayoría nos moríamos de risa pero mi abuela estaba disgustadísima, en realidad no lograba recordar qué había hecho con ellas pero cuando fue a la frutería un par de días después le dijo la frutera que se las había dejado allí, que había esperado pro si volvía pero al no aparecer tuvo qu ecerrar.
    Estoy deseando leer la siguiente entrega.
    Feliz noche.

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    1. Hola, Gemma.
      ¿Aceitunas? Serían sin hueso, ¿no? ja, ja, ja.
      A mí olvidarme las uvas en la frutería no me ha pasado nunca pero tener las justas sí, porque nunca sé calcular bien y un año cogí pocas y a punto estuvimos de dejar a un comensal sin su plato de uvas.
      Ya solo queda una entrega, la correspondiente a los Reyes. Te imaginarás que a la pobre Marta le va a pasar de todo, está gafada, ja, ja, ja.
      Un beso muy grande y feliz Nochevieja.

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    2. Jajaja, eran sin hueso sí. Lo peor es qu emi abuela no quería reconocer qu eno recordaba lo que había hecho con ellas y decía que no las había comprado porque eran muy caras(y nadie la creyó porque eso no era propio de ella), luego dijo que no quedaban en la tienda y tampoco la creímos porque mi tía había ido más tarde a por unos pimientos o algo así y las había visto, y al final admitió qu eno las encontraba. Buscamos por toda la casa y nada...al final la explicación fue sencilla pero ella tenía un agobio la pobre, lo de no tener uvas le parecía lo peor.
      Feliz Nochevieja.

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  5. Cada año tomamos las uvas al son de las campanadas de la Puerta de Sol. En casa casi siempre. Este año como hace como más de 5 años me toca tomarlas en la residencia con mi compañera. Espero que los abuelos duerma plácidamente y nos dejen tomarlas. Eso si, yo acabo con las uvas todas en la boca sin poderlas tragar. Porque no me acostumbro a comer uvas enteras. Tengo que quitarles la piel y las pepitas. Espero ansiosa el continuará... Un abrazo.

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    1. Hola, Mamen.
      Yo siempre veo las campanadas de la Puerta del Sol, cambio de cadena televisiva pero de lugar no. Ya que tú también eres fiel al reloj de Sol, no sé si te acuerdas que un año no dejaron al relojero de toda la vida encargarse del mismo y nadie supo que este hombre ralentizaba las campanadas esa noche para que diera tiempo a comer las uvas más reposadamente, total, que el reloj dio ese año la hora al ritmo habitual diario y todos estuvimos a punto de morir asfixiados por la velocidad.
      Te deseo un año 2019 lleno de cosas buenas.
      Un besote.

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  6. Veo que ya no pone "continuará" al final, lo que me hace pensar que se terminó la historia de esta familia. Es una pena porque sus aventuras me divertían mucho. Siempre puedes volver a ella para otros festejos o días señalados.
    Ya ves que abandonar un blog no es tan fácil.
    Yo pasé una vez la Nochevieja en Lisboa y allí no hay uvas. Lo pasé mal pensando en la mala suerte. En casa de mis suegros tampoco había costumbre de comer uvas hasta que llegué yo y me negué a celebrar una Nochevieja sin uvas.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.
      Esta historia aún tiene continuación (se me olvidó poner "continuará" pero ya lo he subsanado). Aún queda una fiesta, la de Reyes, y Marta y familia tienen que pasar lo suyo. Así que la cosa no se ha terminado.
      Yo no conocía a nadie que no celebrara la Nochevieja con uvas, ahora leyendo los comentarios he visto que alguno hay.
      No creo que dé mala o buena suerte, pero creo que es una tradición muy nuestra y que está bien, aunque solo sea porque es original. Nunca he celebrado la Nochevieja fuera de España, ni siquiera en Canarias, aunque el año que viene tenemos pensado irnos a Lanzarote, así que por primera vez, al igual que le pasó a Marta, tendré que prescindir del reloj de la Puerta del Sol.
      Un beso muy grande.

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  7. Muy buenas las aventuras de la familia, me he llegado a agobiar con el agobio de la pobre mujer. He recordado que de joven alguna vez nos olvidábamos las uvas y se cogía lo que estaba disponible y sin ningún problema. Otras veces con los recordatorios de la mecánica de las uvas ya empezaba el cachondeo y con las risas una se acababa atragantando y el momento del brindis te cogía con la boca llena intentando no morir asfixiada. Y sigo creyendo que lo que importa más que las uvas son las risas y la intención.
    Besos y muy felices uvas jajaja

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    1. Hola, Conxita.
      Tienes toda la razón, lo de las uvas más que buena suerte lo que da es buen rollo y un buen motivo para reírse.
      Aunque ya hace años que mi madre no está con nosotros, yo la recuerdo todas las Nocheviejas con mucho cariño porque ella acostumbraba a poner en algún plato "aleatorio" trece uvas en lugar de doce y el "damnificado" se hacía un lío importante cuando veía que no le cuadraban las uvas con las campanadas. Yo he intentado hacer lo mismo pero me pillan siempre, no tengo la misma maña que mi madre, qué se le va a hacer (ella aprovechaba siempre un descuido para largarle una uva de más a alguno).
      En fin, que mientras se puedan masticar bien y no haya atragantamientos, lo de las uvas es una buena tradición. Espero que las tuyas te traigan suerte, o al menos te traigan muchas risas.
      Un besote muy grande, guapa.

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  8. Hola Paloma, continúan las aventuras de Rafa y Marta y desde luego las famosas uvas no podían faltar en la historia de esta comedia de enredo ya a todas luces, y a todas uvas, ja,ja,ja. Yo todos los años me digo eso de como será vivir las campanadas en directo en la Puerta de Sol y siempre lo pospongo para otro año :-).... pero es complicado conciliar cena familiar con una excursión al epicentro ibérico uvero. Besos y feliz año viejo y nuevo!!!

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    1. Hola, Miguel.
      Yo nunca he ido a la Puerta del Sol a tomar las uvas, y eso que vivo relativamente cerca pero solo de ver tanta gente apretujada... Además, ahora con los controles policiales hay que estar allí una hora y media antes, o sea, que mejor las sigo tomando en casa y viendo el reloj por la tele.
      Lo que sí he estado es en las pre-uvas, cuando hacen el simulacro a las doce de la mañana. Fue por casualidad porque estaba haciendo unas compras en Preciados y me encontré con un mogollón de gente que estaba tomando gominolas y en plan fiestero. Aluciné en colores.
      Al menos mis protagonistas decidieron celebrar la Nochevieja en otra plaza muy alejada de la de Madrid.
      ¡Feliz año 2019!
      Un besote.

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  9. Yo me haría ilusión algún año ir a la Puerta del Sol y comerme las uvas justo allí, tenía una vecina que todos los años ella y su marido reservaban un hotel para ello, y dicen qeu se lo pasaban muy bien, en fin, una tontería o ilusión , pero creo que en eso se va a quedar, eso si, me resisto a ver a la presentadora sexy, que bastante tendré que soportar oír hablar de ella al día siguiente y lo que te rondaré morena, de modo que pondremos la primera seguramente, total estaremos mi marido y yo mano a mano, no nos vamos a pelear mucho.
    Deseando leer las siguiente aventuras.
    Desearte lo mejor en este 2019 y que sobre todo salud que tanto hace falta.
    Un besote

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    1. Hola, Tere.
      Yo vivo relativamente cerca de la Puerta del Sol y no me supondría un gran esfuerzo acercarme hasta allí (en el metro son veinte minutos de viaje) pero solo de pensar en el frío y el mogollón de gente... como que se me quitan las ganas. Además ahora hay que pasar controles de seguridad y se tarda mucho en acceder a la plaza. Vamos, que ni me lo planteo.
      Lo de cierta presentadora con transparencias daría mucho que hablar. No es el momento ni el lugar, pero a mí me haría ilusión que un año en lugar de tener un presentador regordete y feucho (pero súper simpático, eso sí) y una presentadora despampanante y con vestidos provocativos, apareciera un presentador cachas en bañador y con el torso al aire y una presentadora con sobrepeso y parlanchina... ¿Tú crees que algún día alguna televisión será tan valiente para hacer eso? Yo creo que no.
      Un besote, guapa. Disfruta de las uvas en compañía de tu chico.

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  10. Un relato muy simpático Paloma. Marta me ha puesto de los nervios, ¡qué mujer tan paranoica! y oye el marido bastante paciente...
    Encantada de leerte, ¡Feliz año nuevo!

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    1. Hola, Mer.
      Yo también te deseo que este año recién estrenado te sea venturoso.
      Un beso grande.

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  11. No se si esa familia llegará a Reyes,... jajaja lo de la cena de Nochebuena ya fue mucho, pero esto de Nohevieja es demasiado,... por favor tata de ser un poco comprensiva en la noche de Reyes ;)

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    1. Hola, Norte.
      Esperemos que los Reyes Magos se porten bien con esta familia, aunque parece que tienen un poquito de mala suerte...
      Ya veremos.
      Un abrazo y feliz año.

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  12. Madre mía con esta Martita, mira que se angustia por tó. En fin, en Nochebuena fue el anglicano y su hermana, su madre y su padre..., el caso es que siempre está en modo nervioso y supersticioso. Veo que al menos su devoción al Reloj de la Puerta del Sol se le ha solucionado: a las 12:15 el reloj atrasará una hora para dar de nuevo las campanadas para Canarias e imagino para el resto de España que -hablo por mí- volverá a tomar otras doce uvas. Bien, no está mal eso de empezar el Año con 24 uvas, a uva por hora en un día.
    ¡¡¡Feliz Año Nuevo, Paloma!!! Que 2019 te sea próspero y que sigas con tu buen humor.
    Un beso fuerte

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    1. Hola, Juan Carlos.
      Aún estoy alucinando con lo de retrasar el reloj de la Puerta del Sol. Yo no me tomé otra vez las uvas porque las doce de la noche solo se dan una vez, al menos para mí.
      Buen año 2019 también para ti, ojalá esté lleno de cosas buenas.
      Un besote grande.

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  13. ¡Divertidísimo, Paloma! Desde luego, parafraseando a aquel: "Navidad, ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio" Y es que somos animales rituales, necesitamos de cosas tan inútiles como comernos las uvas para sentir esa sensación de seguridad, de que pese al mundo caótico siempre hay momentos en los que nada cambia. Me he reído muchísimo, menos mal que las uvas ya me las comí. Bueno, en eso soy muy rápido a la sexta campanada ya las tengo bien comidas.
    Un fuerte abrazo y a ver qué Reyes nos depara esta familia tan encantadora.

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    1. Hola, David.
      Yo no me considero supersticiosa (aunque tengo algunas manías, lo reconozco) pero la gente que sí lo es debe de pasarlo fatal. Para esas personas cualquier eventualidad absurda se puede convertir en una tragedia que solo existe en su imaginación pero que se muestra real para ellas.
      Yo siempre acabo, al igual que Marta, con las doce uvas en la boca al final de las campanadas. No hay manera de conseguir masticarlas más rápido.
      Un beso grande y feliz año 2019.

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  14. Este personaje de Marta es la mar de neurótico, me he agobiado un montón. menos mal que su pareja es un hombre pragmático y paciente que sino la hubiera mandado a paseo o "a por uvas" a la primera de cambio.
    Estupenda estas escenas navideñas. voy a ver que has escrito para reyes.
    Besos.

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    1. Hola, Javier.
      Esta Marta, como todas las personas, es compleja, tiene sus cosas malas pero también buenas. La pobre es supersticiosa y eso la vuelve paranoica e insegura.
      Un besote.

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Hada verde:Cursores
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