Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

18 de enero de 2018

¡Hágase la luz!



     El olor a humedad era desagradable pero es en el sótano donde Susana decidió guardar la caja de herramientas.

Nunca he sido un manitas con las chapuzas de la casa, pero cuando algo se estropea siempre me toca a mí arreglarlo. O lo intento, porque la mayoría de las veces el resultado consiste en llamar al técnico de turno.

Aquel día tenía que reparar el ventilador del techo que está en el salón, necesitaba un destornillador para abrir el pequeño cajetín de la máquina y éste se encontraba en la caja de herramientas.

El ventilador llevaba roto desde hacía tiempo pero Susana decidió que había que arreglarlo ya y solventar la quietud insistente del aparato. No entendí por qué debía ser precisamente ese día, se estaba levantando viento y los truenos anunciaban una buena tormenta; si queríamos aire no teníamos más que abrir la ventana. Pero cuando Susana se pone farruca…

Odio esa caja de herramientas porque tengo cierta tendencia a lesionarme con los utensilios que en ella se encuentran. La última reparación me supuso un moratón en un antebrazo y un corte en el dedo índice de la mano izquierda.

Además, aquel día tenía un mal pálpito.

Me dispuse a bajar la caja de herramientas de la estantería y, entonces, la única bombilla que alumbraba la habitación se apagó. Me imaginé que se habría fundido. ¡Maldita sea!

Oí a Susana chillar en el piso de arriba.

—¡Manolooo! Coge la linterna, se ha ido la luz.

Así que la oscuridad reinante no era exclusiva del sótano; en toda la casa no se veía un carajo.

Entre mis múltiples carencias se encuentra una absoluta falta de orientación. Si ya me cuesta ubicarme con una buena visibilidad, a oscuras la cosa puede adquirir tintes de tragedia griega. Empecé a hiperventilar.

Antes de que la luz se fuera tenía en mi campo de visión la caja de herramientas que a oscuras se me presentaba de otra manera distinta: ya no era sinónimo de daños físicos sino tabla de salvación, pues en ella se encontraba la linterna que daría alivio y solución a la ceguera que tan nervioso me estaba poniendo.

Extendí los brazos hacia arriba esperando tocar con las manos la ansiada caja pero, incomprensiblemente, no hallé nada. Pero nada de nada. Moví las manos haciendo círculos y de arriba abajo —si hubiera sonado una sevillana me habría sentido menos ridículo— pero no palpé ni la caja, ni la estantería.

Empecé a marearme; la ansiedad dio paso a un ataque de pánico. Me obligué a respirar más pausadamente. Puse todos mis sentidos alerta —aunque el de la vista poco me ayudó—, tenía que reproducir en el cerebro la disposición de los pocos muebles que había en el sótano.

Calculé mal, porque donde no debería haber nada tropecé con algo. Era la estantería. Como consecuencia del empellón la caja de las herramientas se cayó y me golpeó la cabeza para, seguidamente, estrellarse contra el suelo desparramando todo su contenido por el suelo.

Aturdido por el dolor del tremendo golpe, me agaché y a gatas me dispuse a tantear en busca de la linterna. Tras varios hallazgos equivocados que consistieron en un clavo que se incrustó en la palma de la mano derecha, unos alicates que me hicieron un buen tajo en la otra mano y una sierra que casi me rebana un dedo, hallé, por fin, la linterna.

Maldiciendo en voz alta le di al interruptor al mismo tiempo que decía:

—¡Hágase la luz!

Atónito comprobé que se iluminaba todo el sótano. No recordaba que la linterna fuera tan potente. Cuando esto cavilaba oí a Susana chillar de nuevo en el piso de arriba.

—¡Manolooo! Ya no busques la linterna, ha vuelto la luz.





38 comentarios:

  1. Jajaja, me encanta y me siento muy identificada con Manolo. Yo no me oriento y con la oscuridad lo paso fatal. Hace muchos años, la noche del cinco de enero, estábamos mi marido y yo bajando regalos del desván para ponerlos debajo del árbol de Navidad cuando se apagó o fundió la única bombilla que hay en el pasillo de los trasteros. Me puse tan nerviosa que en lugar de ir despacio palpando las paredes hasta la zona de la escalera principal me levanté(es un piso antiguo y los altillos tienen unas vigas de hierro por todas partes y además bajas) y me di tal golpe con una de esas vigas que me hice una brecha en toda la cara, justo en una ceja. Mi madre y mi hermana estaban en casa vigilando a mis hijos, que dormían, mientras bajábamos los regalos y al verme entrar con la cara llena de sangre(hay zonas que sangran mucho) se quedaron pálidas. Me pasé la noche del cinco de enero en urgencias y el regalo fue, entre otras cosas, la vacuna del tétanos.

    Enhorabuena, lo has narrado genial, me enganchaste desde el principio.
    Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero, alma de cántaro, ¿cómo se te ocurre ponerte en pie cuando se va la luz? Según el manual de los apagones hay que quedarse quieto para ubicarse mejor, claro que eso es la teoría yo otra cosa es la práctica.
      A mí la oscuridad no me pone nerviosa pero en cuanto a orientación me pasa lo mismo que a Manolo, no doy una. Además, tengo dificultad para determinar de dónde viene un sonido por lo que el oído en esas ocasiones de falta de luz me ayuda muy poco, porque oigo un ruido y creo que viene del lado opuesto. Un desastre total, como Manolo.
      Un besote, guapa.

      Eliminar
  2. ¡Qué buena eres! Me ha hecho mucha gracia lo de que "si hubiera sonado una sevillana se habría sentido menos ridículo el pobre Manolo.
    Como lo has narrado con la perfección y el sentido del humor que tanto te caracterizan creo que en cualquier caso hubiera sabido adivinar que se trataba de un texto tuyo.
    Y es que, en realidad, ¿a quién no pone nervioso que se le vaya la luz?

    ¡Muy bueno, Paloma! Te felicito por este relato.

    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La falta de uno de los sentidos siempre nos hace vulnerables, pero el de la vista es el que más nos condiciona y eso hace que algunos se pongan mucho más nerviosos.
      El que haya cerca herramientas que pueden infligir dolor añade más nerviosismo al tema.
      Gracias, guapa, por tan agradable comentario.
      Un besote.

      Eliminar
  3. Muy bueno, guapa. Yo nole tengo miedo a la oscuridad, pero el agobio de necesitar la caja de herramientas y no saber si está a la derecha o a la izquierda, delante o detrás , me puede poner de muy mala leche; ya no te cuento, si me golpea y derrama su contenido por un suelo invisible.
    Un relato bueno y con el sentido del humor que ya te caracteriza.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que a mí, de todo lo que le pasa a Manolo, lo que peor llevaría sería tener que buscar por el suelo, con la mala suerte que tengo seguro que la linterna se me colaría por debajo de algún mueble y no la encontraría ni siquiera con luz.
      Gracias, Rosa, por tus palabras.
      Un beso muy grande.

      Eliminar
  4. Ay, pobre Manolo. Y no hubiera sido más fácil y menos arriesgado el usar la linterna del móvil? Porque la del mio tiene potencia como para alumbrar un campo de fútbol, jeje.
    Muy bueno, Paloma, como todo lo que escribes. Besos, guapa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Seamos claros: Manolo es un torpe y un manta, seguro que se dejó el móvil en el piso de arriba, con Susana.
      De todas formas, este relato es el fruto de un ejercicio de un curso que estoy realizando. En él se pedía que la acción transcurriera en un lugar oscuro donde había que encontrar una linterna.
      Un besote grande, Marina.

      Eliminar
  5. Que bueno, sobre todo me ha encantado tú sentido del humor.
    Yo en la oscuridad soy muy torpe, y además mi reacción es quedarme quieta, ahora si estoy sola, voy como puedo apoyarme en las paredes, tratar de acordarme donde he dejado el móvil para usar la linterna y ir al cuadro de luces a ver si es cosa de que se a ido la luz. Recuerdo una noche que estaba completamente sola en casa de mis padres, era verano, y no solo se fue la luz en casa, si no en todo el barrio, todo a oscuras y con truenos, mira no he pasado mas miedo en mi vida, y encima tardo un montón en volver la luz.
    Lo de las sevillanas muy bueno.
    Felicidades, me ha gustado mucho.
    Un besote

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí la oscuridad y las tormentas, incomprensiblemente, no me dan miedo. Digo incomprensiblemente porque soy de natural miedica.
      El caso es que ni los truenos ni la falta de luz me asustan, pero sí me dan algo de miedo los golpes que puede acarrear la ausencia de luz. También soy torpe y si ya me tropiezo viendo bien, cuando no se ve nada puedo terminar en urgencias de traumatología. En ese aspecto me parezco mucho a Manolo.
      Me alegra saber que te lo pasaste bien leyendo esto, esa era la intención.
      Un besote grande, guapa.

      Eliminar
  6. Ja,ja,ja, creo que no voy a llamar a Manolo en el caso de que haya que reparar algo. Ya me las apaño yo mismo para autodestruirme cuando se trata de "reparaciones técnicas". Creo además, que una de las peores sensaciones de un hogar es cuando decimos "Tendré que llamar a un técnico", ja,ja,ja, creo que ahí empieza el verdadero drama...
    Un beso Paloma y muy ingenioso ejercicio escrito.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo tengo muy claro que cuando algo se rompe hay que llamar al profesional que sabe del tema, en ese aspecto no soy nada autodidacta. Zapatero, a tus zapatos.
      Aunque, teniendo en cuenta a cómo facturan la hora de mano de obra muchas veces me planteo que es mejor comprar un aparato nuevo que arreglar el estropeado, en cuyo caso sí que me arriesgo a intentarlo yo por mi cuenta, total, de perdidos al río.
      Un beso, Miguel, gracias por tu comentario y me alegro mucho de que te haya gustado este mini relato.

      Eliminar
  7. Buen ritmo para un relato de humor sobre una situación cotidiana.
    Los hay muy torpes en algunas cosas como lo del bricolaje casero.Muy bien desarrollado, creo que el ejercicio está superado.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El ejercicio en sí tuvo algunos fallos que subsané tras seguir las indicaciones del profesor. Escribir en primera persona es una opción arriesgada y yo me tiré de cabeza a la piscina; incurrí en errores de los que no era, ni remotamente, consciente. Pero para eso voy al curso, para aprender y enmendar.
      Un besote, Francisco.

      Eliminar
  8. jaja pobre Manolo, creo que ese día hubiera hecho mejor en no levantarse de la cama. Recurres a recursos del humor típicos pero efectivos, caídas, golpes... la torpeza en grado extremo, acompañados por una narración en primera persona con un lenguaje muy coloquial que nos acerca a la cotidianidad de la escena. Ritmo ágil que consigue que la lectura se nos pase volando. Muy divertido Paloma. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Este es el primer ejercicio de un curso que estoy realizando. Como me estrenaba con él decidí moverme en el campo que más a gusto me encuentro, el humor.
      Espero ir cambiando de registro e ir, poco a poco, realizando textos más elaborados. De hecho, ya estoy en ello porque para la próxima semana voy a escribir en plan nostálgico (o eso quiero, luego ya veremos qué me sale).
      Un abrazo, Jorge.

      Eliminar
  9. Hola!! Lo que te digo siempre, me encanta tu manera de narrar, ágil, conversacional. Eso es innato, como quien sabe contar chistes. Es un relato muy simpático y divertido. A veces los elementos se confabulan de manera sádica, je, je, je... Aprovecha ese curso al máximo. Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por desgracia, algunas de las cosas que le pasan a Manolo, me pasan a mí también. No soy tan pupas como él pero alguna vez sí que me he lesionado al meter la mano en la caja de herramientas.
      Cuando no se tiene mucha imaginación, como es mi caso, uno ha de recurrir a vivencias propias o ajenas y de ahí tirar.
      Como le comento a Jorge, la próxima semana cambiaré de registro, a ver cómo me queda.
      Un abrazo grande, David.

      Eliminar
  10. Hola Kirke,
    Había una canción que simulaba la escena de la sevillana y no me acuerdo ahora pero me ha hecho reír mucho. Además, parece que a veces, el universo se pone de acuerdo para que todas las bombilllas se fundan al mismo tiempo jeje! Quería ver, como escribías otras historias tras El tintero y vengo desde el Cuaderno de Bitácoras a tu blog. Me gustado mucho tu relato. Un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como le comenté a David, cuando no se tiene imaginación hay que recurrir a las vivencias. Hace bastantes años se fue la luz en mi casa, entonces yo no tenía un móvil con linterna, ni siquiera uno con pantalla grande que pudiera iluminar, por lo que tuve que buscar una vela, esta se encontraba en un armario superior de la cocina, no atinaba a dar con él y me encontré moviendo las manos más o menos como Manolo, fue entonces cuando se me ocurrió cantar "Sevilla tiene un color especiaaaal" de lo idiota que me sentí.
      Gracias por tu visita, sé muy bienvenida y considera este blog como tu casa.
      Un abrazo, Keren.

      Eliminar
  11. Muy ágil y entretenido este cuento de aventuras caseras. Un beso, Kirke.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un relato para pasar un rato divertido, nada más. A ver si me voy puliendo con el curso que estoy realizando y me pongo con escritos algo más enjundiosos.
      Un besote, guapa.

      Eliminar
  12. Jajaja pobre Manolo, lo he podido imaginar perfectamente. Pobrecito, si ya le daba a él un mal palpito esa caja de herramientas y es que los que no son manitas, no lo son, por mucha buena intención que le pongan.
    Besos y feliz fin de semana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Al pobre Manolo se le podría aplicar ese refrán de "A perro apaleado todo se le vuelven pulgas". No se le da bien arreglar cosas, se lesiona con las herramientas y encima se le va la luz. Un poco pupas sí que es.
      Gracias por tu visita, Conxita, que tengas un buen sábado.
      Un besote.

      Eliminar
  13. Pobrecito Manolo, ¡qué torpe! Yo creo que es incluso peor que yo, y eso que soy manazas para las reparaciones y carezco por completo de sentido de la orientación.

    Un relato muy divertido, Paloma. Casi he podido ver a Susana con los brazos en jarras al pie de la escalera que baja al sótano y gritándole al pobre Manolo :))

    ¡Un beso y buen finde!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que la penita que despierta Manolo se hace mayor cuando uno se imagina a Susana, mándándole siempre hacer cosas que él no quiere. Aunque puede que sea ella la que tome el mando porque el pobre es torpe, torpe.
      Me alegra saber que te gustó, Julia.
      Un besito y pasa un buen sábado.

      Eliminar
  14. Muy ingenioso, ocurrente y simpático tu relato Paloma. Me ha gustado mucho, he pasado un buen rato leyéndote.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si has pasado un buen rato leyendo este relato puedo decir 'Misión cumplida', porque esa era la intención. Es un texto ligerito y sin demasiada complicación, pero lo que pretendía era arrancar una sonrisa, nada más.
      Un besote, Mer.

      Eliminar
  15. Jajaja. Una historia muy divertida. Y es que es lo que yo siempre digo: si hace falta un "manitas", que venga un profesional. Y no solo por lo desastre que soy reparando cosas, sino por esos accidentes domésticos que pueden tener malas consecuencias, jeje
    Veo que los relatos ya empiezan a cuajar en tu quehacer de escritora bloguera. Me alegro.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como ya he comentado anteriormente, 'zapatero, a tus zapatos'. Cada uno estamos preparados para una cosa y cuando nos metemos en el campo de otros, además de ser intrusismo profesional, pueden derivarse daños irreparables en las máquinas, si se trata de arreglar algo, o en nosotros mismos si no somos muy hábiles con las herramientas.
      Ahora, con el curso, tengo que escribir más y reconozco que no me importa nada, todo lo contrario, estoy disfrutando mucho. La semana que viene publicaré la nueva tarea de clase.
      Un abrazo, Josep Mª, y espero que ya estés completamente recuperado. Me alegro de verte por aquí.

      Eliminar
  16. Muy bueno el relato, y con la gracia que tú lo cuentas ni te digo. Jajajaja. pobre manolo que torpe se le ve con las herramientas. Mientras que leía y al apagarse la luz me ha venido un caso que me pasó a mi en mi trabajo. Voy a intentar contarlo pero no sé si con esa gracia que a tí te caracteriza en tus escritos. Me voy ahora a dormir que es tarde , pero pensaré con mi almohada a ver como puedo contar yo esa anécdota. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esperaré el relato de tu aventura con la falta de luz en el trabajo. Creo que todos, de una manera u otra, nos hemos tenido que enfrentar alguna vez al brete de un apagón y, si se mira bien, la situación siempre es cómica.
      Un besote, Mamen.

      Eliminar
  17. Hola Kirke, todo escritor tiene su estilo propio que lo diferencia de los demás. En tu caso, el género de humor lo bordas. ¡Vaya aventura la del pobre Manolo! Me he reído con ganas, en los tiempos que corren lo mejor es el humor.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra mucho saber que arranco sonrisas pues, como bien comentas, en los tiempos que corren la risa no es un bien común.
      Un beso grande, Lola.

      Eliminar
  18. Pobre Manolo!!! El gracioso de Murphie no dejará nunca de machacarnos.
    Me hiciste sonreir.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad que la ley de Murphy se ensaña con quienes más torpes son. Desde luego, el pobre Manolo tiene muy mala suerte.
      Un abrazo, David.

      Eliminar

Hada verde:Cursores
Hada verde:Cursores