Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

20 de noviembre de 2021

Perdida en la selva (y II)

 

Mecida por la vibración de las hayas al moverlas el suave viento empecé a cabecear. Un ligero mareo me invadió y ante mis ojos danzaron imágenes.

Como si de una película se tratara vi pasar las estaciones en el bosque. En el otoño las hojas descendían desde las alturas imposibles de las ramas más altas, hasta el suelo para formar un manto mullido y húmedo. La lluvia fina que regaba todo el lugar las convertía en un fertilizante alimento para las raíces de los árboles que las habían dejado caer, volviendo en cierta manera al lugar del que procedían. El calor de la putrefacción permitía temperaturas agradables para soportar el invierno cuando el bosque quedaba aletargado, en reposo, durmiente, en espera de rayos de sol más potentes que lo despertaran. La primavera con sus días más largos avivaba la savia y entonces nuevas hojas, hijas de las que cayeron y yacieron a los pies de las hayas, nacían para, en un magnífico despliegue horizontal, acaparar toda la luz y nutrirse. El verano transcurría en el bosque con un frescor fruto de la sombra producida por las ramas al tamizar los pocos rayos de sol que llegaban hasta el suelo.

―Yo me pregunto por qué esta mujer nos entiende. ¿No os parece sospechoso?

La voz chillona del haya toca narices me sacó de la ensoñación.

―Bueno, de vez en cuando aparece alguien así. No es la primera vez ―contestó el haya amable a la que ya había bautizado como Maja.

―Han pasado muchas lunas desde la última vez que un humano estuvo por aquí y habló con nosotros ―tronó la voz del haya que parecía llevar la batuta y a la que yo llamé Gruñón.  

―Es cierto, aún me acuerdo de ella. Pobrecilla, qué triste destino le aguardaba ―replicó Tocanarices―. Si hubiera sabido cómo iba a acabar seguro que no se habría ido de aquí.

No tenía ni idea de quién estaban hablando, pero me picó la curiosidad.

―¿Qué le pasó? ―pregunté alzando la cabeza y mirando a todos los árboles por igual. Aún no era capaz de identificar qué haya en concreto hablaba, aunque a Maja sí que la tenía localizada.

―Murió ―fue la escueta respuesta.

Un silencio siniestro se enseñoreó del lugar, ni el viento se hizo notar. Sentí un escalofrío.

―Ya, bueno. Si dices que fue hace mucho tiempo, lo lógico es que se haya muerto ―dije yo por tirarle de la lengua, o de lo que sea que tengan los árboles que hablan.

―Lo malo no fue que se muriera, sino cómo le vino la muerte ―prosiguió Tocanarices.

―La quemaron en una hoguera ―añadió Gruñón.

Esta vez su voz parecía afligida, algo que me sorprendió porque hasta ahora siempre había hablado con un tono enfadado.

―¡Madre mía! ¿Estáis seguros? Ya no se quema a la gente en la hoguera, eso son cosas de un pasado lejano ―repliqué yo algo asustada.

―A ver, panoli. Te acabamos de decir que fue hace muchas lunas.

―¡Ah! Vale. Y… exactamente, ¿por qué la quemaron? ―pregunté yo como si hubiera motivos más válidos que otros para hacer esa monstruosidad.

―Por bruja ―contestó la voz infantil, Nene ya para mí.

―Por ser diferente, en realidad ―añadió Maja―. No hacía ningún mal. Siempre que venía al bosque a buscar plantas para los emplastos que ella misma elaboraba, era amable con todos nosotros, respetuosa con cualquier ser vivo. Nunca hizo daño a nadie, pero sus congéneres la tenían miedo.

―Que se juntara en una cueva con otras amigas para bailar y vete tú a saber qué otras cosas más, no ayudó mucho, la verdad ―dijo Tocanarices―. Cuando se hacen cosas raras… pues eso no gusta a muchos. Los humanos sois muy cerriles. Pero la pobre Ane estaba un poco ida, las cosas como son.

―Debería haberse quedado aquí, entre nosotros, nunca la habrían encontrado. Incluso tenía el permiso de Basajaun para quedarse a vivir en el bosque ―añadió Gruñón.

―Además se llevaba muy bien con la otra loca, la que anda desnuda por aquí ―prosiguió Tocanarices.

―¡Más respeto! ¡No consiento que hables así de nuestra señora! ­―tronó Gruñón―. Basandere puede caminar por sus dominios como le dé la gana, y si quiere hacerlo desnuda está en su derecho.

Mientras Gruñón regañaba al haya faltona ―a lo que se ve Tocanarices era irrespetuoso con todo el mundo―, yo intentaba memorizar los nombres que estaba oyendo.

―Y esos Basanosequé y Basandenosecuántos, ¿quiénes son?

―Los señores del bosque ―contestó Nene―. ¿No te los has encontrado?

―Creo que no. ¿Qué aspecto tienen?

―Basajaun es muy alto, tiene una larga cabellera rubia; suele tener mal carácter, no le gusta que le desobedezcan. Basandere es muy bella y suele andar desnuda ―me informó Nene.

―Pues no, no me los he encontrado. A él casi que estoy segura, y a ella segurísimo que no, me habría dado cuenta si hubiera visto a una mujer en pelotas.

―¿Y a Juana? ¿La has visto?

―Si no me das más pistas… No sé a quién te refieres. Aunque entre los senderistas es común saludar a los paseantes con los que nos cruzamos no suelo preguntarles cómo se llaman ―contesté pensando que por fin oía un nombre facilito de recordar, Juana.

―Si la hubieras visto también te acordarías ―replicó Tocanarices.

―¿Por qué? ¿También va desnuda? ―pregunté.

―Es un esqueleto. Lo llevan en volandas unas hadas.

―Tienes razón, a esa tampoco me la encontré, y menos mal.

Después de saber qué clase de gente deambulaba por la zona, casi que estaba contenta de estar sola. ¡Menudos inquilinos los de este bosque! ¡Y me quejaba yo de mis vecinos!

―¿Y por qué "pasea" así la pobre Juana? ―pregunté curiosa pensando que había gente con manías muy raras para caminar por el bosque.

―Porque fue envenenada. Era reina de Navarra y tenía enemigos que no la querían bien.

―Ya, si la envenenaron muy bien no les caía, no, pero ¿y eso qué tiene que ver para ir el esqueleto por ahí?

―Busca venganza.

―¿Dando sustos a los que se encuentra por el camino? Pues vaya con la reina ―comenté.

―Nos estamos desviando de la principal cuestión ―dijo Tocanarices―. ¿Por qué eres capaz de entendernos?

―No tengo ni idea. Pero cuando me pierdo caminando me suelen pasar cosas raras. Hace un par de años me encontré con el espíritu de un oso en un bosque asturiano (Crónicas astures) y aquello, además de ser extraño, me causó muchos quebraderos de cabeza. En otras ocasiones he tenido como acompañante a un dios griego (Crónicas hercúleas), y en El Bierzo me topé con una bruja que también me metió en líos (Crónicas bercianas). No sé, quizás sea algo genético ―concluí encogiéndome de hombros.

―¡Bruja! ¡Esa es la clave! ―exclamó Tocanarices―. Como Ane, y como otras antes que ella, fueron las únicas que consiguieron entendernos.

―Hace mucho tiempo que las brujas dejaron de existir. A todas las persiguieron y quemaron o encerraron ―dijo Gruñón.

―Pues alguna debe de quedar suelta aún ―insistió Tocanarices.

―¿Qué más da el motivo? ―intervino Maja― Tú estás aquí, hablando con nosotros, sintiendo el bosque. Eso es lo único que importa.

―La verdad es que esta experiencia es muy instructiva ―asentí yo―, pero me gustaría que alguien me dijera cómo encontrar una senda que me saque de aquí. Vamos a ver, no me entendáis mal. Estoy disfrutando mucho de vuestra compañía pero la noche está a punto de caer encima y yo no tengo equipamiento para hacer vivac.

―Quizás si anduvieras un poco y no estuvieras de cháchara con nosotros ya habrías encontrado el camino ―replicó Tocanarices haciendo honor a su nombre.

―Si te encuentras con Basajaun puede que te ayude ―dijo Nene­.

O sea, que después de tanta cháchara me iba a tocar seguir andando a la buena de Dios para encontrarme con alguien que me diera indicaciones.

―Bueno, pues me pondré a caminar a ver qué hago ―dije con el ánimo por los suelos.

―Para toparte con Basajaun solo tienes que cerrar los ojos e invocarle, él se te mostrará… si quiere. Suele hacerlo para ayudar a los caminantes errantes ―me ayudó Nene.

Dado que la humedad previa al crepúsculo ya se estaba haciendo notar y la perspectiva de pernoctar en aquel lugar no me atraía nada, desesperada decidí hacer caso al haya infantil. Cerré los ojos y deseé con todas mis fuerzas que el señor del bosque se me apareciera para sacarme de allí.

De repente, una voz distinta se oyó.

―¡Por fin! ¡Estás aquí! Llevo media hora buscándote.

Abrí los ojos y enfoqué la vista hacia quien hablaba. Un hombre rubio, con una mochila en la espalda me estaba mirando.

―¿Basajaun? ―dije asombrada.

La indumentaria que llevaba aquel hombre para nada me cuadraba con un señor del bosque con malas pulgas. Más parecía otro senderista y además muy parecido al guía del grupo con el que había empezado a caminar por allí.

―No. Soy Miguel. ¿No me reconoces? Estamos buscándote desde hace un buen rato. Espera, voy a comunicar por el walkie que te he encontrado. ¿Qué te pasa? Estás pálida. Ni que hubieras visto fantasmas.

No era Basajaun, sentí cierta decepción. Después de tanto cuento como me había enterado esperaba algo más excepcional, pero también tenía que reconocer que podía haber sido peor.

―Al menos no eres Juana ―dije en voz alta sin darme cuenta.

―¿Qué Juana? ¿Qué dices? De verdad, Paloma, ¿te encuentras bien? ¿Te has caído y te has golpeado la cabeza? ―me preguntó con gesto alarmado―. Te noto desorientada.

Claro que estaba desorientada, me había perdido y había estado hablando con árboles. O eso creía porque desde que apareció Miguel las hayas permanecieron calladas. Quizás tuviera razón el guía y me había golpeado, o había inhalado algún efluvio de un hongo alucinógeno ―no podía quitarme esa posibilidad de la cabeza ni a tiros―.

No contesté. Tan solo me limité a seguirle para unirnos con el resto del grupo de caminantes. Empezamos a alejarnos de la zona y cuando ya estaba convencida de que todo lo vivido y oído había sido fruto de una ensoñación, escuché perfectamente.

―¡Hasta pronto! ¡Vuelve cuando quieras… panoli!

FIN






18 comentarios:

  1. Qué feo no saber qué es real y qué no. Al menos con ese final se va con una confirmación se que nuestro mundo es más inmenso de lo que creemos.
    Bravo, Paloma.

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    1. Hay más cosas entre el cielo y el suelo de las que podemos ver o notar, lo que pasa es que no prestamos atención y no sabemos percibirlas atareados en nuestra ajetreada vida.
      No descarto volverme a perder por un bosque y estar más atenta a lo que pase alrededor.
      Gracias, Raúl.´
      Un saludo.

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  2. Que pena que no apareciera Besajaun pero al menos pudiste encontrar a tu guia y volver con todos.
    Me han encantado, pero sobre todo el nombre que le has puesto a tus personajes, me recordaba a los siete enanitos, jeje, estaba muy chulo, Panoli, Maja etc.
    Gracias por estos relatos que nos distraen y nos ániman la verdad es que es estupendo leerte. Y espero que en tu próxima salida mas aventuras.
    Un besote.

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    1. El viaje a Navarra fue bastante productivo, la verdad, ahora estoy con otro relato también ambientado muy cerca de la Selva de Irati.
      Esa zona es preciosa y una mina de inspiración.
      Me alegro de que te haya gustado y a mí no me dio pena no encontrarme con el Basajaun, según tengo entendido tiene bastante mal genio.
      Un beso, Tere.

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  3. Hola Paloma: antes que nada decirte que me parece que te has comido una preposición, es en el párrafo donde dices: "Se llevaba bien la otra loca...". Como te dije la semana anterior esta muy bien comenzar el domingo leyéndote.muy entretenido. Un abrazo.

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    1. Tienes toda la razón, Pura, me he comido un "con". Ya está arreglado. Gracias.
      Si permaneces atenta a este blog, comprobarás que las historias ambientadas en Navarra no han acabado. Estoy con una más que, supongo, publicaré el finde que es cuando más tiempo libre tengo para centrarme en la escritura.
      Un beso.

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  4. Tu alter ego tiene el don de vivir experiencias paranormales y tú el de saberlas plasmar con mucho arte, el que hace que nos quedemos pagados a la pantalla hasta conocer el final de la historia, je,je. Lástima de no apareciera el Basajaun, o quizá sí que lo hizo y no te percataste de ello. De todos modos, se dice que anuncia su presencia con un silbido que casi taladra el tímpano. También es posible que, como vio que ibas por buen camino, se reservara su ayuda para otra "visionaria", ja,ja,ja.
    Un beso.

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    1. Como le comento a Tere, yo casi que agradezco que no se me presentara el Basajaun porque dicen que tiene malas pulgas y que se enfada con facilidad, así que mejor no tentar a la suerte. Lo del silbido no lo sabía, aunque yo no oí nada parecido; hablar a las hayas sí, pero silbidos no, ja, ja, ja.
      Caminar por lugares tan bonitos siempre me despierta la imaginación, si a eso se le añade que me cuentan historias relacionadas con la zona... pues me pongo a andar y al mismo tiempo la cabeza ya comienza a pergeñar relatos; una manía como otra cualquiera, qué le voy a hacer.
      Un besote, Josep Mª.

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  5. Me ha gustado mucho la manera en que lo has resuelto Paloma y como esos personajes se iban haciendo más "reales" y encajaban con sus nombres, felicidades por la creatividad que te dan los bosques, es un aliciente añadido para seguir descubriendo y descubrirnos bosques y entornos fantásticos.
    Pasan los años y sigue la persecución de todo y de todos los que son distintos, cualquiera que se salga de la norma da miedo, cualquiera que sea diferente da miedo y eso aún no lo hemos cambiado.
    Bien por tu Paloma que es capaz de ver y escuchar lo que otros no ven.
    Un beso enorme

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    1. Hola, Conxita.
      El comportamiento humano es muy previsible, y no cambia con el transcurrir de los siglos, algo que dice muy poco de nosotros.
      Estoy en la idea de que todo ser vivo tiene sentimientos, otra cosa es que sepamos captarlos, y me imagino que los árboles, si realmente pudieran hablar, nos podrían leer la cartilla sobre muchas cosas.
      Gracias por tus palabras, guapa.
      Un besote.

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  6. Enhorabuena, Paloma. Te ha quedado un relato tierno, con humor, reivindicativo de la naturaleza y de la diversidad, un homenaje a las "brujas", con un final muy bueno y tan bien escrito como acostumbras.
    Un beso.

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    1. Las brujas han estado presentes en todo momento desde que pisé suelo navarro. De hecho, el próximo relato que ya tengo en el horno va sobre ellas, o sobre una en concreto, algo inevitable porque, como ya te comento, se respira espíritu brujo en todos lados.
      Gracias por tu apreciación, Rosa, es un honor tu comentario.
      Un beso grande.

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  7. Algo de bruja va a ser verdad que tienes.porque vaya aventuras que te marcas cada vez que sales... y recuerdo esa otra en que te transformas en soldado romano. Es que te ocurre de cada cosa. Menos mal que la Santa inquisición es cosa del pasado. Aunque la que es bruja los es pese a quien pese y haya quien haya.Eres muy imaginativa y original.
    Besos

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    1. Ay, Javier, esa aventura en que me transformaba en soldado romano es la gamberrada más divertida que he escrito, al menos es con la que más disfruté. Me lo pasé pipa imaginándome en la piel de un tío, y encima legionario, y encima topándome con una señora muy llorona.
      La verdad es que me divierto mucho escribiendo estas cosas, que son auténticas payasadas, pero que a mí me gustan.
      Con lo de las brujas estoy de acuerdo contigo, haberlas, haylas y más de las que nos creemos, y no todas van montadas en escobas. Al loro, lo mismo tienes alguna muy cerca de ti, aunque sea virtualmente, ja, ja, ja.
      Un beso.

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  8. Siempre te pasa algo y aquí no podía ser menos. Me gustan tus historias y la imaginación que tienes tan estupenda. Con Basajaun quizás te encuentres otro día. Un abrazo.

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    1. Lo de no toparme con el Basajaun no sé si he de lamentarme o alegrarme. Me han dicho que tiene malas pulgas y que no es muy simpático. Pero, como pienso volver por esas tierras navarras, puede que me lo encuentre en otra ocasión.
      Un besote, Mamen.

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  9. ¡Hola, Paloma! Jo, qué hayas más "resalás" y dada su edad, sin duda se han ganado el derecho de llamar panolis a cualquiera que se adentre en sus dominios pensando que el GPS de su móvil la guiara. Un relato estupendo que en mi caso, me da a conocer una mitología que desconocía y que es deliciosa, además de ampliar este universo de historias y encuentras que estás creando tras Hércules y Las crónicas bercianas. Un abrazo!!

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    1. Hola, David.
      Tú que ya me conoces después de tantos años compartiendo escritos sabes que cada vez que viajo no me puedo sustraer a contar en forma gamberra mis escapadas por esos mundos de Dios.
      Los bosques navarros invitan a la imaginación y las leyendas que el pueblo ha ido transmitiendo durante centurias son un plus que hace más extraordinario el viaje.
      Gracias por tu comentario y la visita.
      Un abrazo enorme.

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