En este invernal febrero el protagonista de Poemas y Cantares es Gustavo Adolfo Bécquer. Poeta romántico donde los haya, sus Rimas y Leyendas son un clásico de la literatura hispana.
Gustavo Adolfo nació en Sevilla en el mes de febrero de 1836, hijo de un pintor y descendiente de una notable familia de comerciantes flamencos que se establecieron en Sevilla en el siglo XVI y cuya preeminencia les permitió poseer capilla y sepultura en la misma catedral. Siempre se le dio bien el dibujo y quizás hubiera seguido los pasos de su padre si este no hubiera fallecido cuando Gustavo tenía cuatro años. Su madre murió pocos años después, quedando huérfano y al cargo de una tía junto a sus seis hermanos. Cuando decidió emprender el camino de las letras y no el de la pintura un tío paterno llegó a decirle: "Tú nunca serás un buen pintor, sino un mal literato".
Con dieciocho años se traslada a Madrid para dedicarse a la literatura. Malvive escribiendo, en colaboración con otros dos amigos, comedias y zarzuelas. Con veintiún años enferma de tuberculosis y es esta dolencia la que finalmente le acarreará la muerte.
Con dieciocho años se traslada a Madrid para dedicarse a la literatura. Malvive escribiendo, en colaboración con otros dos amigos, comedias y zarzuelas. Con veintiún años enferma de tuberculosis y es esta dolencia la que finalmente le acarreará la muerte.
A Bécquer se le atribuyen tres amores que marcaron su vida y su obra. El primero fue una cantante de ópera y musa de sus primeras Rimas; esta mujer tenía unos preciosos ojos azules y fue la destinataria de la famosa poesía Tu pupila es azul. La cantante no prestó oídos a sus requiebros y el poeta se buscó una amante. Después de que ésta le abandonara sumiéndolo en la depresión conoció a la que sería su mujer y con la que tuvo tres hijos.
Tuvo varios empleos como redactor y censor. Durante una recaída de su enfermedad se recluyó en un monasterio del Moncayo y allí tuvo una de las etapas más productivas como literato. En 1870 y coincidiendo con un eclipse de sol fallece a la edad de treinta y cuatro años.
Bécquer tiene muchas y preciosas poesías de amor pero yo he elegido una que me transmite mucha añoranza, Volverán las oscuras golondrinas.
Volverán las oscuras golondrinas
de tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a tus cristales,
jugando, llamarán.
Pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas .... ¡no volverán !
Volverán las tupidas madreselvas
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquéllas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán !
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante el altar,
como yo te he querido...,desengáñate,
nadie así te amará .
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
Esta poesía pertenece a las ya citadas Rimas. Es un poema de amor, del amor que se fue y que ya no volverá. Un tema que para Bécquer, y dada su trayectoria amorosa, es casi una constante. Sin embargo cuando yo lo leo no pienso estrictamente en una poesía de amor; voy más allá. Pienso en el ciclo de la vida. Ese continuo volver al punto de inicio pero que no es igual nunca.
Las estaciones del año se suceden unas a otras; después del largo invierno vuelve la primavera con sus flores y su explosión de colores y olores pero esa nueva primavera nunca es igual a las que le precedieron. El ciclo de la vida se repite pero nunca igual.
Cada momento que vivimos es único e irrepetible y si lo dejamos ir sin dedicarle la atención que merece luego ya será tarde porque nunca lo podremos recuperar. Quizás en la memoria consigamos recrear de forma muy tenue el pasado pero nunca volveremos a vivir con igual intensidad lo ya vivido.
Las golondrinas siempre vuelven pero cuando lo hacen no son las mismas; nosotros tampoco.
Las estaciones del año se suceden unas a otras; después del largo invierno vuelve la primavera con sus flores y su explosión de colores y olores pero esa nueva primavera nunca es igual a las que le precedieron. El ciclo de la vida se repite pero nunca igual.
Cada momento que vivimos es único e irrepetible y si lo dejamos ir sin dedicarle la atención que merece luego ya será tarde porque nunca lo podremos recuperar. Quizás en la memoria consigamos recrear de forma muy tenue el pasado pero nunca volveremos a vivir con igual intensidad lo ya vivido.
Las golondrinas siempre vuelven pero cuando lo hacen no son las mismas; nosotros tampoco.
Kirke
Ohhhh, Kirke, se me han agolpado tantas cosas a la cabeza leyéndote...
ResponderEliminarEn primer lugar, menos mal que le vaticinaron que sería un "mal literato". Si llega a ser bueno...
En segundo lugar, "Volverán las oscuras golondrinas" es mi preferida de Bécquer, no me canso de leerla y releerla. Cuando iba al colegio hice un trabajo sobre él y dibujé a carboncillo el retrato de tu post (yo también he tenido mi fase de pintora, jeje) y dejé boquiabierta a la profesora.
Y, por último, tu reflexión final la tengo muy presente últimamente. Los momentos son fugaces, hay que atraparlos, porque se escapan y ya no vuelven. Y como dices (y decía yo también, aquí un guiño cómplice), si vuelven ya no somos iguales y tenemos percepciones distintas. Imposible rebobinar las secuencias que vivimos.
Genial, genial, genial Kirke...¡un fuerte beso, amiga mía!
No conocía yo esa faceta tuya de pintora, anímate y sigue practicando tan bonito don.
EliminarHay que vivir el momento y sacar todo el provecho pues mañana no sabemos ni cómo seremos ni dónde vamos a estar. No debemos malgastar el tiempo que se nos concede en la Tierra porque para empezar no sabemos de qué cantidad disponemos. Carpe diem.
Gracias, Chelo. Un beso triste de febrero.
Ya te iba a pedir una entrada de poeta con este protagonista.
ResponderEliminarEs uno de mis preferidos, un romántico empedernido y sin embargo tan desdichado en amores.
Cuanto sentimiento despliega en sus rimas, sus versos cuajados de emociones encontradas. Cómo se plantea de forma tan poética el fin de la vida y soledad que implica en si misma.
Recuerdo con especial congoja esos versos en los que escribía a modo de estribillo: ¡Dios mío! que solos se quedan los muertos...Se me pone la carne de gallina cuando los leo.
Becquer era mucho poeta aún siendo corta su existencia.
Gracias Kirke por el regalo.
Besos
Bécquer no podía faltar en esta sección. Esperé a febrero por ser un poeta que mucho escribió sobre el amor y por ser ese el mes de su nacimiento.
EliminarLos versos a los que haces alusión los he tenido en la mente todo el día pues hoy he tenido que despedir a una mujer que se ha marchado demasiado pronto; si bien mi relación con esa mujer no fue muy estrecha ante la injusticia de la muerte prematura ahora mismo es tanta la empatía que escribo esto con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos.
Sí, Francisco, sí: ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!
Es una entrada preciosa y la verdad e sun gran poeta y esta que tú has publicado es una de las mas bonitas y que mas me gustan, y desde luego quien le hizo los vaticinios sobre que sería un pobre literato no sabia lo que se decía y una pena que muriera tan joven pobrecillo. un beso. TERESA.
ResponderEliminarYo creo que las palabras que le dedicó su tío paterno más que un vaticinio fue una manera de expresar la decepción de que el sobrino no siguiera los pasos de su padre pues al tener aptitudes para el dibujo todos creían que su profesión sería la pintura.
EliminarAfortunadamente se dedicó a escribir y nos dejó su magnífica obra.
Un beso, Teresa.
Suelo dedicarle poco tiempo a la poesía, pero antes, de adolescente y en mi primera juventud, leía mucha e incluso escribí alguna. Entre los primeros poetas que me leí entero estaba Bécquer. Durante unos años lo leí y releí y me aprendí muchas de sus poesías de memoria, pero a partir de los dieciséis o diecisiete, empezó a parecerme un poco ñoño. La idiotez de la juventud. Ahora vuelvo a apreciarlo y creo que es genial.
ResponderEliminarMuchas gracias por ofrecernos sus poemas y sus recuerdos. Una entrada magnífica y muy decimonónica (con toda la parte buena que eso tiene)
Un beso.
Tristeza, melancolía, añoranza, nostalgia, son palabras que se asocian siempre al romanticismo, al siglo XIX y por tanto a Bécquer.
EliminarNo sé si por mis circunstancias personales o porque el espíritu de Bécquer anda rondándome al escribir sobre él el caso es que yo hoy también me siento muy triste y melancólica; muy decimonónica.
Un beso, Rosa.
Me encanta Gustavo Adolfo Bècquer, es de mis poetas favoritos, cuando me sumerjo en sus lecturas literalmente suspiro. Es un poeta que salvò mi relaciòn con mi esposo una vez, con su rima XXX. No he leìodo sus leyendas, pero ya he visto donde las venden y quizà en mi siguiente haul, lo integre.
ResponderEliminarFabulosa entrada.
Sabía de tu predilección por este poeta y me acordé mucho de ti mientras escribía la entrada. La rima XXX es una preciosidad (como todas) y me parece estupendo que unos versos así tuvieran un efecto reparador en una relación. Eso sí que es romántico. Te felicito.
EliminarMuchas de sus leyendas las escribió en su retiro en el monasterio del Moncayo. El monte de las ánimas es mi preferida.
Un beso.
Nostalgia doble hoy lunes: la que provoca el poema de Bécquer y tu propia reseña. Que extraño es poder evocar con el recuerdo los buenos momentos y sentir al mismo tiempo que son irrepetibles, que no volverán, como dice Bécquer. Hay sentimientos que solo puede explicar la poesía. Hermoso regalo el que nos has traído hoy, Kirke.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cuando la muerte se materializa golpeando a alguien cercano y nos recuerda, como a mí hoy, que la vida es fugaz, el tener presente que hay que vivir el momento y que hay que aprovechar hasta el mínimo instante de felicidad y alegría es algo que cobra mucha más fuerza hasta convertirse casi en una obsesión.
EliminarCarpe diem.
Nos has traído recuerdos a todos, por lo que puedo leer. A mí también me fascina Bécquer, desde niña, y éste es uno de los poemas que me aprendí de memoria. También me parece que es algo más que una poesía de amor, por lo menos para mí.
ResponderEliminarEl tío de Bécquer estuvo sembrado al augurarle tan mala fama, ¿verdad?
Una delicia de entrada, Kirke, gracias por los buenos recuerdos que me has traído. Mil besos
Esta poesía es un clásico en nuestros recuerdos del colegio. Creo que a casi todos nos la hicieron aprender, al menos a los que ya tenemos unos añitos.
EliminarEl tío de Bécquer aparte de verter su frustración le debió de pasar algo de mal fario porque en vida el poeta no tuvo éxito, fue a su muerte cuando se le reconoció su valía.
Qué bien que hayas vuelto a recordar estos versos que casi todos aprendimos.
Un beso, Chari.
Hola! Muchas gracias por toda la información, la verdad es que lo estudié en el colegio pero no recuerdo gran cosa, la verdad es que siempre he preferido las historias a los autores de las mismas.
ResponderEliminarMuy buena entrada como siempre.
Un saludo!
Detrás de cualquier obra se encuentra su autor y la vida que tuvo y esas vivencias muchas veces nos ayudan a comprender mejor esa obra.
EliminarUn saludo, Beatriz.
No sabía que Bécquer había fallecido tan joven, qué pena. A saber qué más podría habernos regalado en el arte que él tan bien dominaba de haber tenido una vida más larga...
ResponderEliminarHoy, sin saberlo, has resuelto una de mis dudas sobre este autor, y es que siempre me he planteado cómo podía tener ese apellido y haber nacido en Sevilla. Podría haberlo buscado en cualquier sitio, de hecho debería haberlo hecho, pero nunca me ha dado por ahí (qué mal estoy quedando jajajaa).
Muchas gracias, Kirke, por la parte biográfica y por tus propias reflexiones e interpretaciones.
Un beso!!
En realidad se llamaba Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida. Los apellidos de su padre eran Domínguez Insausti pero firmaba los cuadros como Domínguez Bécquer recuperando así el apellido de sus antepasados (Becker). Gustavo Adolfo decidió utilizar la versión castellanizada como primer apellido para firmar sus obras.
EliminarGracias a ti, Julia, por pasarte por aquí y leerme.
Un beso
Una buena entrada de este poeta Bécquer, Unos de mis favoritos. Cuando fui a Sevilla me aloje en el hotel Bécquer y visite el el Parque Mª Luisa su rincón. Todos de nuestra época estudiamos sus poesías y sus rimas. La muerte le llegó muy joven y se le reconoció su obra después de muerto. Un abrazo
ResponderEliminarDesde luego Bécquer y sus obras no se pueden dejar de leer. Quien más, quien menos se sabe de memoria alguna de sus rimas.
EliminarUn abrazo María del Carmen.
Hola!!!! Mil gracias por comentar en mi blog. Iba a leer lo de Las cenizas de Ángela pero no he podido resistirme a pasar por aquí.
ResponderEliminarHoy estuve a puntito de poner este poema en lugar del verso de Herrick pero ya que hablaba del Carpe diem...
Me ha encantado el post. Bécquer ha estado siempre presente en mi vida. Cuando era pequeña yo también ilustré este poema, y el del arpa, que me encanta.
Y cuando hace un año falleció mi padre de repente, cuando me lo dijeron en el hospital, absurdamente acudió a mi cabeza un poema de Bécquer que leía en el cole.
Me ha encantado el post, opino exactamente igual que tú. Un besito.
Bécquer es todo un referente para muchas generaciones. La inmortalidad de su obra se debe a que los temas que trata son intemporales y, claro está, a la perfección de su prosa y sus versos.
EliminarCreo que todos los que le hemos leído tenemos ligados a algún momento de nuestras vidas unos versos de él.
Bienvenida, Marigem, a esta tu casa.
Un beso.