Roma eterna y caótica (Primera Parte)
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La primera vez que viajé a Italia fue con unas amigas de la universidad. El colegio mayor donde residía una de ellas organizaba un viaje a Roma en Semana Santa y nos apuntamos un buen grupo. Por aquella época, con veinte años recién cumplidos, teníamos la actitud típica de esa edad: la alegría de un jilguero y el cerebro de un mosquito.
Así que para allí nos fuimos cantando durante todo el viaje “Vamos juntos hasta Italia, quiero comprarme un jersey de rayas…..” que por aquel entonces era el éxito en los 40 principales.
Nada más llegar, y después de agrias discusiones entre nosotras, decidimos visitar en primer lugar el Vaticano. Era Domingo de Ramos y ese día el Papa celebraba misa en la Plaza de San Pedro; pocos años atrás el Pontífice había sido víctima de un atentado que casi le cuesta la vida y desde entonces las medidas de seguridad para acceder a la plaza eran muy estrictas cuando él estaba por allí.
Columnata Bernini |
La plaza está rodeada casi en su totalidad por una hilera de columnas –la columnata Bernini– y entre columna y columna hay unas pequeñas vallas de madera. En aquella época normalmente estaban abiertas (estoy hablando de los años ochenta) pero cuando el Papa celebraba misa al aire libre, como era el caso, las cerraban para que el acceso a la plaza fuera por el centro y así pasar los arcos de seguridad. En la actualidad están permanentemente cerradas.
Evidentemente de todo esto nosotras no teníamos ni idea. El autocar nos dejó en un lateral de la plaza, es decir, al lado de la columnata de marras y debíamos andar un buen trecho para acceder al frontal. Nosotras, todas estudiantes de ciencias, sabíamos que el tramo más corto entre dos puntos es la línea recta; en este caso la línea pasaba a través de la columnata y el único impedimento para atravesarla eran unas vallas de poco más de medio metro.
Para los españoles las vallas son como las normas: sólo sirven para sartárselas. Ni cortas ni perezosas saltamos las ridículas vallas –una de nosotras llegó a decir ‘pero a quién se le ocurre ponerlas tan bajas’– y cuando yo, que estaba algo rezagada, comencé a encaramarse a uno de los travesaños empecé a oír silbatos. Lo primero que pensé es que estaban jaleando al Papa –a Juan Pablo segundo le quería todo el mundo– aunque me pareció poco respetuoso pues estaba en misa; al aire libre, pero misa al fin y al cabo.
Resultó que los silbatos no estaban dedicados al Sumo Pontífice sino a nosotras. Por un lateral de la columnata maldita venían unos diez señores uniformados, con gorras de plato y unas correas blancas que les atravesaban el pecho–así se visten los carabinieri–, el que iba delante además blandía una porra y era el que soplaba el silbato. El de la porra, y después de sacarse el silbato de la boca, empezó a gritar como un poseso, yo no le entendí ni torta pero por el tono y la congestión de su cara creo que nos estaba abroncando y posiblemente amenazando con detenernos. A todo esto llegó nuestro guía que, en italiano, intentó paliar el altercado. Entre las cosas que dijo yo oí la palabra “imbecille” a la vez que nos señalaba a nosotras. Al final la cosa no fue a mayores pero mientras el del silbato y nuestro guía discutían yo pensaba: mira tú por donde lo primero que voy a conocer de Italia va a ser sus calabozos.
Coliseo romano |
Después del susto decidimos pasar de San Pedro y sus misas papales. Cambiamos la solemnidad del Vaticano por la grandiosidad del Coliseo.
Con lo que no contábamos era con el peligro que suponía llegar hasta allí. No es que la zona tenga mucha delincuencia, el peligro estriba en cruzar la calle.
Resulta que en Roma los semáforos son señales orientativas, es decir, cuando se ponen en rojo para los coches no es obligatorio pararse; si quieres cruzar tienes que echarle huevos –perdón por la expresión– y rezar a San Pedro para que los coches frenen. Lo suelen hacer y entonces consigues atravesar la calle. Esta norma no es válida para las motos; los ciclomotores no frenan, te esquivan. Para que esta maniobra se realice con éxito lo mejor es que el peatón cuando viene una moto se quede parado y así el acto de esquivar es más fácil. Yo me paraba religiosamente y a la vez me ciscaba en toda la parentela del motorista incluyendo a sus muertos más recientes.
A pesar del grave riesgo en que se incurre cuando de cruzar la calle se trata no hubo que lamentar ninguna víctima entre nuestro grupo.
Kirke
Jaja qué bueno Kirke, es así lo del tráfico, ese párrafo me ha encantada como me he reído yo hacía lo mismo que tú. Espero la siguiente,.... Un beso
ResponderEliminarPara cualquiera que no conozca Roma lo del tráfico le puede parecer una exageración, pero tú, que también has estado allí, sabes que es completamente cierto. Cruzar una calle con mucho tráfico es una osadía.
EliminarUn besote, Joseme
jajajaj bueno digamos que en un futuro apocalipsis zombie tu ya tendràs experiencia saltando cercos para huir.
ResponderEliminarGracias por el dato de los semàforos, aunque no entiendo què sentido tiene que la luz marque roja si los autos no se van a detener.
En un futuro apocalipsis zombie saltaré lo que haga falta siempre y cuando no haya carabinieri cerca porque tienen muy malas pulgas.
EliminarLas señales de tráfico supongo que tienen el mismo significado en Roma que en los demás sitios, lo que ocurre es que los romanos interpretan el código de la circulación a su manera.
Un beso.
Yo, lo que no entiendo de esta historia es que si en un principio pasas de San Pedro y de las misas papales después, a la hora de cruzar y evitar el peligro del tráfico rodado, pidas la intercesión del mismo San pedro. Menos mal que este, no pasó de ti...¡Ay! pecadora.
ResponderEliminarTronchantes tus viajes. Lo de: "Vamos juntos hasta Italia quiero comprarme un jersey a rayas" es verídico: fue éxito de aquella época.Doy fe.
Besos viajeros
Ya sabes eso que se dice de que uno sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena. Yo me acordé de San Pedro cuando tuve que cruzar. Afortunadamente el santo apóstol no es rencoroso y no me tuvo en cuenta mi falta a la eucaristía y salí viva de la experiencia.
EliminarLa canción de los Hombres G es atemporal; mi hija fue con el colegio a Italia hace dos años y también la cantaban. Es que mola un montón.
Un beso, Francisco.
Los españoles, ahora menos, pero hace unos años, si no dábamos la nota es como si nos faltara algo del gracejo que nos caracteriza. ¡¡Vallas a nosotros!! Xd.
ResponderEliminarClaro que ellos para no envidiarnos nada se han dicho ¡¡Semáforos a nosotros!! Yo fui a Roma con mi madre en 2007 y creí que no la traía viva a casa. Iba yo por delante parando el tráfico.
Muy divertida entrada, Kirke.
Un beso.
En lo de hacer de nuestra capa un sayo los italianos y los españoles somos muy parecidos.
EliminarEl tema del tráfico es increíble allí. En un atasco vi a las motos subirse a la acera y continuar el camino; los transeúntes en lugar de protestar, como sería lo lógico, se apartaban y las dejaban pasar. Es alucinante.
Me alegra saber que te has divertido.
Un beso.
Jajaja, esto promete. Viajar "a la española" tiene alicientes, qué duda cabe. Tan solo he visitado Roma en una ocasión y no recuerdo ese caos de tráfico del que todo el mundo habla, pero claro, estaba al cargo de sesenta estudiantes semisalvajes y esa era la menor de mis preocupaciones. Veremos como sigue la historia en el Coliseo...
ResponderEliminarSaludos!
Siempre he admirado a los profesores de ESO y bachillerato; hacerse cargo de tantos adolescentes a la vez tiene mérito. Pero los que, además, se van con ellos varios días de viaje, a esos habría que hacerles un monumento. ¡Madre mía, qué valor!
EliminarLa última vez que estuve en Roma fue hace siete años y no me pareció tan caótico el tráfico, no sé si porque se han moderado o porque yo me he habituado a su forma de conducir.
Un besote.
Hola! A mi me encantó Roma, me gusto absolutamente todo lo que vi, bueno todo excepto el tráfico, madre mía que locura, los italianos hacen lo que les da la gana!
ResponderEliminarEspero la segunda parte con ansias!
Un saludo!
Que a un español le llame la atención la forma de conducir de otros dice muy poco de la calidad conductora de esos otros, jajaja.
EliminarPorque nosotros tampoco es que seamos un ejemplo a seguir. Al menos en Madrid el código de la circulación es interpretado por los madrileños de manera bastante personal.
Un beso
¡¡Ay Kirke, cómo me gusta esta sección tuya!! jajajajaja. Me estaba imaginando perfectamente la escena, con vuestros pocos años y menos conocimiento de algunas cosas, inocentes y atrevidas, tratando de adivinar qué demonios pasaba con el del silbato, ¡qué bueno!. Suerte que andaba por allí la guía, porque si no a lo mejor tenías razón en que lo primero que ibas a visitar eran los calabozos :D
ResponderEliminarCon qué cariño se recuerdan esos viajes estudiantiles, verdad? Ojalá que el tuyo de aquella ocasión aún dé para algunas entradas, lo cierto es que promete jajajjaa.
Muchos besos y gracias por las risas.
No soy capaz de describir el uniforme de nuestros policías o de algunos cuerpos de nuestro ejército pero la forma de vestir de los carabinieri no se me olvidará nunca. Cuando los vi aparecer y encima tocando el silbato creí que me daba algo. ¡Qué susto, por Dios!
EliminarLas locuras de los veinte años sirven para pasárselo bien y luego para recordarlas con nostalgia y cierto alivio al saber que esa "enfermedad" ya pasó sin dejar demasiadas secuelas.
Un beso y celebro tus risas.
Kirke me parto con tus aventuras viajeras, entre la canción que efectivamente fue exito de aquella epoca, el incidente con los carabinieri y la odisea para cruzar la calle me he reido un buen rato, que es muy de agradecer.
ResponderEliminarYo he decirte que he estado en Roma varias veces y es una ciudad que volvería con los ojos cerrados, es una pasada. un beso y espero con ilusión la continuación viajera. TERE.
A mí Roma me fascinó, de joven y luego de más mayor. Pero creo que cuando una ciudad nos encandila se debe principalmente a la gente que la habita. Los italianos, los romanos, son gente encantadora, muy amable y alegre y eso siempre es de agradecer cuando te pierdes (ya lo verás en la segunda parte).
EliminarMe alegra saber que he conseguido arrancarte unas risas, como tú bien comentas eso siempre es de agradecer y me siento honrada de haberlo conseguido.
Un beso
Jajajaja, una aventura en toda regla. Coincido contigo en lo que dices de la actitud de l@s veinteañer@s, jaja
ResponderEliminarMe quedo con ganas de seguir leyendo más anécdotas, Kirke. Gracias por las risas
La verdad es que cada vez que recuerdo el "affaire" con los carabinieri me pregunto cómo fuimos tan insensatas para hacer algo así. Si el del silbato se hubiera puesto borde podríamos haber tenido un buen disgusto.
EliminarUn besote, Chari.
Dios bendito! Me acabas de dejar muerta. El jueves parto hacia tierras romanas y no me veo con mucho arrojo yo para echarle cohones a la hora de cruzar una calle. Aiiinnnssss, espero volver enterita.
ResponderEliminarLo que más siento es que me voy a perder estas estupendas entradas, con la de trucos que das para no cagarla en Roma :D Por cierto, hemos adquirido entradas al Vaticano para el lunes y así nos evitamos misas y presencias papales.
Besos
Según las estadísticas, y a pesar del cómo se conduce en Roma, no parece que haya más siniestralidad que en otras ciudades europeas en cuanto a atropellos se refiere. Vete tranquila que no te pasará nada.
EliminarHaces bien en ir en esta época, hace buen tiempo y aún no está lleno de peregrinos de Semana Santa.
Buen viaje y disfruta de la ciudad.
Un beso
Muy bueno Kirke, me ha encantado "esas vallas tan bajas" jijiji y a los carabinieri desatados, porque en Italia los italianos no eran tan simpáticos como cuando venían a España, especialmente los carabinieri.
ResponderEliminarY recuerdo ese jugarse la vida para atravesar una calle, yo que soy de las que no pasan hasta que esta rojo granate para los coches...recuerdo que aquello era escalofriante..."Tú ya verás a la que pones un pie se paran", chirriaban los coches y mis dientes...pero paraban.
Me he reído mucho con tus aventuras en Roma. Muy buena.
Saluditos guapa
Es curioso que casi todos los que hemos estado en Italia recordemos con pavor el tráfico, y eso que aquí tampoco andamos sobrados de rigor a la hora de cumplir con el código de circulación.
EliminarAl final los carabinieri se portaron y no nos cayó un buen paquete. Yo, de todas formas, me preocupé por el del silbato porque estaba tan congestionado que creí que le daba un soponcio del cabreo que tenía.
En breve contaré más cosas de mi primer viaje a Roma.
Un besote, Conxita.
Qué risa me ha entrado al leer lo de 'imbecille', ¡menuda cara se te quedaría!
ResponderEliminarYo también viajé a Roma con amigas y uno de esos 'carabinieri' no nos dejó pasar, a pesar de tener acreditación para entrar a escuchar la Misa, por estar ya llena la Basílica (era la época de Ratzinger), ¡qué disgusto cogimos!
Me encanta leer tus aventuras por cómo lo cuentas de divertido.
¡Un beso, Kirke!
Cuando el guía, en un intento de evitar nuestro inminente arresto, nos llamó idiotas para darle la razón al policía italiano me sentí ofendida, pero más tarde y ya recapacitando un poco reconocí que era verdad: nos comportamos como unas imbéciles.
EliminarEn mi segundo viaje, y por cosas del azar, el domingo de Ramos también me pilló en Roma pero, en aquella ocasión y ya con la lección aprendida, huí de la plaza de San Pedro y me dediqué a ver otras zonas más tranquilas.
Un besote, Chelo.
¡Ay, Kirke! ¡Qué familiar me resulta todo eso que relatas! Jajajajajaja. Los españoles somos muy poco respetuosos con los límites impuestos, es cierto. Me pasó a mí también en Egipto (pasé mucha vergüenza). Lo de las señales de tráfico, ¡qué te voy a contar! Hay que ir con mil ojos...
ResponderEliminarMe encantó esta cruzada romana. Espero la continuación, ;)
Besos
Creo que, poco a poco, los españoles estamos civilizándonos pero cuando vamos a otros sitios donde las normas se siguen con laxitud nos olvidamos de la poca urbanidad que nos caracteriza y la liamos.
EliminarEspero que te guste la segunda parte, Eva.
Un beso.