"En la
casa vivían diez mujeres, un niño y un señor"
Así comienza esta historia, las diez mujeres eran una niñera, dos criadas, la madre, cinco hermanas y una monja. El niño es el autor que escribe en primera persona y el señor es el padre de las hermanas y el niño, y el destinatario de esta conmovedora novela.
Porque todo el libro es un sentido homenaje al padre ausente, al padre que fue asesinado.
Héctor Abad Faciolince vuelca en esta emotiva novela todo el amor que recibió de su padre, porque sobre todos los sentimientos que su progenitor le regaló impera la felicidad de sentirse amado sobre todas las cosas: sobre sus defectos, sobre sus carencias.
En un ejercicio de catarsis o de exorcismo el autor rememora los años junto a su padre y lo que significaron para él y así poder superar el dolor de su pérdida. Una pérdida aún más dolorosa por la violencia con la que le fue arrebatado.
Veinte años después de su asesinato el hijo puede recordar al padre. Veinte años necesitó para poder escribir sobre él, veinte años fueron necesarios para no ceder a las lágrimas y que el testimonio no fuera sensiblero y lacrimoso. Veinte años hubieron de pasar para que la herida no sangrara y quedara una cicatriz que le permitió volcar todos los recuerdos de forma serena.
Una de
las paradojas más tristes de mi vida: casi todo lo que he escrito lo he escrito
para alguien que no puede leerme, este
mismo libro no es otra cosa que la carta a una sombra”.
Este libro por un lado cuenta la infancia del escritor. Todos y cada uno de los recuerdos están ligados de una forma u otra al padre. La figura paterna lo domina todo. Fue tanta la influencia que cualquier anécdota, cualquier atisbo del pasado está presidido por el padre.
Héctor Abad Faciolince junto a su padre |
Así conocemos a Héctor Abad, un médico que da clases en la universidad de Antioquía y que se implica en el bienestar de los más necesitados. Se pone al frente de la Escuela de Salud Pública de Medellín y sus ideas avanzadas le granjean la enemistad y la inquina de los sectores más reaccionarios. Pero su amplitud de miras le hace ser un incomprendido por la izquierda más extremista.
Cristiano
en religión, por la figura amable de Jesús y su evidente inclinación por los
más débiles, marxista en economía porque detestaba la explotación económica y
los abusos infames de los capitalistas y liberal en la política, porque no
soportaba la falta de libertad y tampoco las dictaduras, ni siquiera la del
proletariado, pues los pobres en el poder, al dejar de ser pobres, no eran
menos déspotas y despiadados que los ricos en el poder.
Mezcladas con las pinceladas del retrato del padre, el hijo cuenta su infancia entre los rosarios de su familia materna y la enseñanza en un colegio religioso. Una infancia como la de muchos otros niños pero donde la ausencia temporal del padre merma la felicidad del niño, siempre necesitado de la amorosa influencia paterna.
Entre
dos pasiones religiosas insensatas, una masculina, en el colegio, y otra femenina,
en la casa, yo tenía un asilo nocturno e ilustrado: mi papá.
Entre los recuerdos rescatados del pasado el autor reflexiona sobre la felicidad, sobre la muerte, sobre los ideales, sobre la pérdida, sobre el dolor. Porque el dolor ya ha visitado a la familia Abad antes del asesinato del padre. La enfermedad golpea con su insensible crueldad al núcleo familiar y el alegato sobre la muerte y el sufrimiento que el autor hace es realmente conmovedor. Sólo es un avance de lo que está por venir.
Cuando
la felicidad nos toca es cuando menos nos damos cuenta de que somos felices, y
tal vez las alturas nos mandan nuestra buena dosis de dolor, para que aprendamos
a ser agradecidos.
En los años ochenta Colombia vive una violencia extrema, y los colombianos se desayunan todos los días con un rosario de cadáveres: por un lado los asesinados por los paramilitares y los escuadrones de la muerte y por el otro los muertos a cuenta de la guerrilla. Es entonces cuando el doctor Abad se implica en la defensa de los derechos humanos, cuando se empeña en denunciar las atrocidades amparadas por el Estado y el Ejército. Tanta significación tiene un precio y el doctor Abad lo paga.
El médico combativo acabó sucumbiendo por la peor enfermedad de Colombia: la violencia.
El hijo se queda huérfano y ante la demoledora acción del tiempo que todo nos hace olvidar quiere poner remedio, quiere posponer el olvido.
Todos los
libros son un simulacro de recuerdo, una prótesis para recordar, un intento
desesperado por hacer un poco más perdurable lo que es irremediablemente finito”.
Este libro es un intento de postergar el olvido que seremos.
Vaya libro, ¿eh? Lo leímos hace unos años en la tertulia del instituto y nos dejó a todos enamorados. Yo luego he leído otro, "La Oculta" del que tengo reseña en el blog y también me gustó mucho. Me gusta lo que cuenta y como lo cuenta. Y tú cuentas de maravilla lo que él cuenta. Estupenda reseña, amiga.
ResponderEliminarUn beso.
Me ha gustado tanto cómo escribe este autor que había tomado la determinación de leer más de él. Me acabas de recordar tu reseña de "La Oculta" y será esa la obra que lea.
EliminarGracias a ti por tus generosas palabras.
Un besote, Rosa.
Hola,Kirke, me gusta que me den a conocer autores nuevos y este no lo conocía. Por lo que cuentas, muy emotivo, nostálgico y necesario para el autor y si remueve sentimientos en el lector, también será importante para este. Me quedo con las dos frases que pones: "Cuando la felicidad nos toca, es cuando menos nos damos cuenta de que somos felices" y la última, "Todos los libros son un simulacro de recuerdo...". Suscribo que los libros intentan convertir en duradero lo que sabemos que es finito; supongo que es el deseo de quedarnos, de trascender, de que nuestras vivencias no se esfumen, lo que mueve a escribir y a crear, porque la creación puede ser, también, una recreación. Gracias por esta entrada, Kirke. Un abrazo.
ResponderEliminarLa forma de homenajear a su padre es de las más bonitas que se pueden elegir: un libro donde se recuerdan los momentos de su vida, con momentos muy felices pero también con momentos tristes. Además el cariño que destila toda la obra es realmente conmovedor.
EliminarUn beso, Ángeles
Hola!!!!
ResponderEliminarTiene muy buena pinta, pero yo perdí a mi padre de repente hace poco más de un año y no puedo leer algo así, con lo que me ha costado estar medio bien si leo algo así vuelvo para atrás, aunque espero no necesitar 20 años como el autor y en un futuro sí que me gustaría leerlo.
Un besito y me gusta mucho como lo explicas, me ha interesado mucho a pesar de que me duele.
Si has sufrido una pérdida así hace poco, yo no te recomiendo esta lectura. Seguramente verías muchos paralelismos con tu propia tristeza pues el dolor de perder a un padre tiene muchos puntos comunes a pesar de que cada persona es un mundo.
EliminarSiento haber removido recuerdos dolorosos.
Un beso, guapa.
Hay novelas autobiograficas ficcionadas que son muy interesantes y esta tiene con qué entretener, parece.
ResponderEliminarSaludos.
Entretiene y conmueve a partes iguales. También es una crónica de los sucesos violentos que se dieron en los años 80 en Colombia.
EliminarUn abrazo.
Tiene unapinta estupenda lo anoto para poder leerlo. Un abrazo
ResponderEliminarEspero que te guste si te decides a leerlo.
EliminarUn beso.
Hola! No conocía este libro pero la verdad es que tiene buena pinta y trata un tema muy bonito. Muchas gracias por la reseña.
ResponderEliminarUn saludo!
Gracias a ti por comentar.
EliminarUn abrazo.
Tampoco conocía a este autor, otro más que me llevo anotado. Aborda cuestiones que me preocupan, especialmente en lo que toca a la memoria y la lucha contra el olvido (aquí puedo hablar en plural, ¿verdad?).
ResponderEliminarMe han gustado los fragmentos elegidos y la reseña en general. En cuánto al padre, parece que en todas las épocas las personas razonables se ven arrastradas por el dogmatismo. Es como si el cerebro humano o el hombre como ser social no distinguiera matices y se alineara con el monocolor, qué pena.
Un abrazo.
La memoria tiene, como todas las cosas, su lado bueno y su lado malo, todo depende de cómo se quiera utilizar. Yo soy de los que piensa que no hay que olvidar, ni lo bueno ni lo malo; de todo se aprende y puede servir para no caer en los mismos errores (yo aquí sí hablo en plural).
EliminarLa forma de pensar del padre lo único que le acarreó fue la animadversión de todos los sectores pues ninguno le vio como un integrante de sus filas.
Un abrazo, Gerardo.
hola! que hermosa lectura, destila nostalgia y amor en cada letra. gracias por compartirlo, hace bien al alma! besos.
ResponderEliminarEncantada de aportar un poco de remedio.
EliminarGracias por tu visita y por tus palabras.
Un beso.
Un libro que tiene todas las trazas de ser apasionante y conmovedor.
ResponderEliminarAl autor lo conocía por su obra "La oculta" que nombraba Rosa más arriba, pero no he leído ninguna de las dos. espero poner "Remedio del alma" en cuanto tenga ocasión.
Besos
Pues a remediar el no conocer a este fantástico autor. A mí me ha gustado mucho y pienso repetir con "La Oculta", una recomendación de nuestra común amiga, que habrá que tener muy en cuenta.
EliminarUn beso.
Uf, Kirke, sólo leyendo tu reseña ya me estaba sucumbiendo la pena al imaginar una pérdida, y además violenta. De momento no tengo el ánimo para hacerle un hueco a ésta, a la pena.
ResponderEliminarMe parece terrible lo de querer 'postergar' el olvido, que yo creo que nunca se produce.
Imagino que pasará a más personas, pero no me 'llega' del mismo modo un hecho contado en una novela, si es real que si es ficticio.
Tu reseña, excelente.
Un beso enorme, compi.
Al autor le sobrepasa el saber que tarde o temprano todos seremos olvidados.
EliminarEl título de la novela es un verso de un poema de Borges y que el padre de Héctor Abad llevaba en uno de los bolsillos cuando fue asesinado.
Si una lectura te va a poner triste y no te va a permitir disfrutar entonces es mejor que no la leas. Por descontado.
Un beso grande, grande, Chelo.
Lo desconocía. Yo perdí a mis padres ya hace unos años y fue muy triste, quizás hubiese tenido este libro en mi lectura, su ausencia hubiese sido más llevadera.
ResponderEliminarTú reseña es muy buena.
Un abrazo.
Es curioso cómo cada uno reaccionamos ante el dolor y la pérdida de una manera distinta. Yo perdí a mi madre hace varios años y creo que en ese momento no hubiera sido capaz de leer esta novela.
EliminarGracias por tu comentario.
Un fuerte abrazo, Suni.
Qué buena reseña y qué buen libro. Lo leí hace algunos años y como tú dices es un homenaje a un PADRE con mayúsculas, el libro es conmovedor no solo por es sentimiento ante la pérdida sino porque es la crónica de una época muy dolorosa en la historia de Colombia de la cual fue, entre muchas, víctima el padre de Abad Faciolince. Es una excelente recomendación de lectura, además el estilo de Abad Faciolince es muy anecdótico y mezcla el asunto doloroso y las situaciones de humor. Solo así se recuerda la vida. Gracias y cariños
ResponderEliminarEs la primera vez que leo a este autor y no va a ser la última. Me ha gustado mucho su forma de escribir. Al relatar esas vivencias tan íntimas compartidas con su padre no cae en ningún momento en la sensiblería, aunque se puede percibir el dolor y la añoranza por el ausente.
EliminarMuchas gracias por compartir tus impresiones.
Un beso grande.
Me ha encantado tu reseña, Kirke, la forma de abordar el resumen del libro y de ofrecernos los datos necesarios para contextualizarlo sin contarnos nada que no debamos saber. Creo, por lo que te he leído, que debe ser un libro precioso. Si escribirlo es un homenaje del autor a su padre, leerlo puede ser para nosotros un homenaje hacia un hombre espectacular como ser humano. Me lo apunto sin dudar y no será a la cola de la lista, eso seguro.
ResponderEliminar¡Muchas gracias por recomensación!
Un beso.
Parte de la intención del autor era el dar a conocer el sacrificio y los ideales de su padre, al que siempre admiró además de amarlo.
EliminarEs un buen libro, no te defraudará.
Un beso.