Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

25 de enero de 2024

Vamos a dar una vuelta (Parte IV)

 

Pigafetta lleva varias semanas postrado en su catre sin fuerzas para retomar la lectura de lo que ya lleva escrito, y mucho menos para seguir escribiendo el diario que, está seguro, será su obra póstuma pues están navegando sin rumbo ni orientación alguna. El mar infinito, que por todas partes les rodea, es el único acompañante en una travesía incierta.

Unos días después, parece que ha recuperado algo las fuerzas y retoma la escritura.

 

« Primer día de marzo del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Estamos perdidos. Este mar calmo, que el almirante ha bautizado como Pacífico, nos lleva sin rumbo a la muerte, llevamos tres meses y quince días navegando por él. No tenemos alimentos frescos desde hace semanas. El bizcocho es un polvo mezclado con gusanos que hiede a orines de rata. El agua que bebemos está podrida y hedionda. Comemos pedazos de cuero de vaca que, previamente, dejamos remojando en agua para que no estén tan duros y poder así tragarlos. Comemos serrín y, quien tiene dinero para comprarlas, ratas, un alimento tan preciado como el mejor de los manjares de la mesa de un rey. [1]

»Una rara enfermedad ha atacado a gran parte de la tripulación: la boca se les llena de heridas sangrantes y les desprende los dientes como si niños fueran y no hombres bragados. Ya llevamos diecinueve muertos y veinticinco marineros están enfermos, inútiles para el gobierno de las naos.

»O Dios pone remedio o hemos de morir todos en esta loca aventura. Si Cristo no acude en nuestra ayuda, tendrá que ser su Santa Madre, la Virgen, porque, a fe mía, que Magallanes no será quien nos salve. Si ya demostró que no conocía con exactitud la ubicación del paso, patente ha quedado que tampoco conoce hacia dónde ir en este mar Pacífico, pues tomar el derrotero hacia el norte no es orden suficiente para dar con algún lugar habitado por seres vivos.»

 

«Diez de marzo del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Hemos avistado tierra, por fin. ¡Alabado sea el Señor! Los nativos se han acercado a las naos para darnos la bienvenida, aunque su manera de recibir a los viajeros es cualquier cosa menos agradecida. Se han subido a las naves y nos han robado abundantes pertenencias que por las cubiertas había. Tantos eran y tan debilitados estábamos por la falta de alimento que apenas pudimos evitarlo.

»Tomamos cumplida venganza tras reponernos de la sorpresa: asaltamos la aldea y nos apropiamos de todos los alimentos que podemos. Isla Ladrones[2] ha sido el nombre que le hemos dado a aquel lugar lleno de facinerosos.

 

«Diecisiete de marzo del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Por fin arribamos a una isla habitada por gentes de bien. Los nativos parlan una lengua parecida a la del esclavo que Magallanes trajo consigo desde Portugal: un indio que compró en Malaca bautizado como Enrique y nacido en las islas de las Especias. Es nuestro enlace con los nativos y eso hace afirmar al almirante que aqueste lugar pertenece a las islas que tan preciadas son por sus hierbas[3]. Mas yo creo que anda errado, porque si bien el parlar de estas gentes es similar al de Enrique, en algunos momentos se ve que no se entienden del todo. A mi parecer estamos en algún lugar cercano mas no es el que dice Magallanes.»

 

«Veinte y seis de marzo del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Con el estómago lleno y repuesto de tantos sufrimientos como padecimos antes de llegar hasta aquí, es grande placer ver los atardeceres en la isla, gozar de la compañía de las nativas complacientes y el buen acogimiento de los habitantes en general.

»Este tiempo de esparcimiento, que tan merecido tenemos, me hace reflexionar: si esta es una de las islas de las que procede el indio Enrique, éste ha dado una vuelta completa al mundo pues si partió desde su lugar natal para ser vendido como esclavo en Malaca, desde allí salió con su amo Magallanes hasta Portugal para seguir por el derrotero de poniente hasta llegar de nuevo al país que le vio nacer…, voto a Cristo que aqueste indígena es el primer hombre en realizar tamaña hazaña.»

 

En ese momento Pigafetta deja de escribir. Desde el lugar donde se halla, a la sombra de una palmera en la playa, observa al indio Enrique que, alejado de la línea del mar, está preparando la comida a su amo, Magallanes. El italiano enarca las cejas imaginando a los escribanos del rey registrando el nombre de un negro (así le llaman muchos, “el negro Enrique”) como el primer hombre en rodear el mundo. Acto seguido, retoma la escritura.

 

»Grandes cosas estamos viviendo, mas no creo que nos hallemos preparados para dar el mérito de algo así a un esclavo nacido en tierras sin cristianar. A buen seguro que la historia no recordará su nombre para que quede memoria de él los siglos venideros[4]

 

«Treinta de marzo del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Hoy hemos visitado una isla cercana a la que primero nos acogió. Los nativos la llaman Sugbo y nosotros hemos dado en llamarla Cebú, por ser más fácil de pronunciar. Enseguida notamos que la isla es lugar principal. Enormes canoas con velamen y aparejos muestran el grande comercio que tienen con otras tierras. El jefe que los gobierna, Humabon, está rodeado de lujo y siervos que le atienden con gran deferencia y respeto.

»El jefe Humabon ha invitado al almirante y a unos pocos de sus hombres, entre los que yo he sido elegido, para comer y parlamentar gracias a la presencia del negro Enrique que nos ayuda a entender su parla.

»Si ya vimos que el lugar nada tiene que ver con las otras islas que hasta ahora conocíamos, grande sorpresa nos llevamos cuando las viandas, ricas y variadas, nos han sido servidas en platos de porcelana de la China. Vive Dios que estas gentes no son salvajes ni desarrapados como los otros pueblos que hasta ahora hemos ido conociendo.»

 

«Diecisiete de abril del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Hoy es gran día de alborozo y de agradecimiento al cielo, el jefe Humabon ha abrazado la fe en Cristo y se ha bautizado, su nuevo nombre a partir de este día será Carlos en honor a nuestro amado rey y emperador.

»Siendo cristiano como ya es, Magallanes en nombre del tocayo del jefe, su Sacra Cesárea Católica Real Majestad Carlos I de España y V de Alemania, decreta que a partir de hoy es el rey de todo el archipiélago al que llamamos Islas de San Lázaro[5] y en el que nos hallamos (hace días que el almirante reconoció que aquestas islas no son las de las Especias, tal como más de uno sospechábamos desde el principio).

»El nombramiento se recibe con gran alegría de los habitantes de Cebú donde, de todos ellos, el más alegre es Humabon, ahora don Carlos.»

 

«Veinte y cinco de abril del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Hay contrariedades en este lugar que bien nos parecía el paraíso. El nombramiento de don Carlos Humabon como rey de todas las Islas de San Lázaro fue bien aceptado por las gentes de Cebú, pero no por los jefes de otras islas a quienes se les quita, con este nombramiento, la jefatura de sus tierras. Especialmente belicoso se muestra el jefe de Mactán, una isla muy pequeña pero guerrera y con el ánimo siempre presto a batallar. Este rey, al que llaman Silapulapu, no reconoce el poder concedido a don Carlos Humabon y este le pide a Magallanes que le ayudemos a afianzar su jefatura sobre todas las islas.

»El almirante accede a la petición de su nuevo protegido y va a enviar a sesenta hombres de la tropa con él mismo al frente en un bote para obligar a Silapulapu a doblar la cerviz. Muchos pensamos que son pocos españoles para tantos indios como les están esperando (unos mil), pero Magallanes confía en que su sola presencia será suficiente para convencer al rebelde caudillo.

»Quiera Dios que no esté equivocado, porque muchos esperamos con el corazón encogido el resultado de aquesta incursión en Mactán.»

 

Pigafetta deja de escribir, la luz de las velas en su pequeña cabaña inunda de sombras el habitáculo, con un mal presentimiento se acuesta en una hamaca aún sin saber qué funestas consecuencias tendrá la decisión de Magallanes de intervenir en la disputa entre los dos caciques.

CONTINUARÁ...


GLOSARIO


 



[1] Tomado del propio diario de Pigafetta.

[2] Isla de Guam, perteneciente a las Islas Marianas.

[3] Desembarcan en la isla Sámar que pertenece a las Islas Filipinas y no a las Molucas.

[4] Oficialmente, los primeros hombres en dar la vuelta al mundo fueron Elcano y los tripulantes de la nave Victoria.

[5] Años después se las llamó Islas Filipinas, en honor al entonces príncipe Felipe que luego sería Felipe II.



7 comentarios:

  1. Mucho me temo que Silapulapu no recibirá precisamente con los brazos abiertos a los hombres enviados por Magallanes. ¿Habrá sangre de por medio? Tendré que esperar a la próxima entrega de esta interesantísma crónica.
    Me tienes pillado, je, je.
    Un beso.

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    1. Enfrentarse a mil guerreros indios con medio centenar de soldados es una inferioridad numérica que, sin ser un estratega militar, ya anuncia malos resultados. Como verás se masca la tragedia. Sin ánimo de destripar nada, ponte en lo peor.
      Ya lo verás en los próximos días y ánimo, fiel lector Josep Mª, porque ya solo quedan dos entregas más para acabar con esta vuelta al mundo.
      Un besote.

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  2. Así es que el primero en dar la vuelta al mundo no fue Elcano sino un nativo negro. Tal y como eran las cosas en aquella época como para reconocerle la involuntaria hazaña. Encima de negro sin cristianizar. Pobre hombre.
    A ver qué terribles consecuencias tuvo la idea de Magallanes de meterse donde no debía.
    Un beso.

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    1. A ese respecto hay controversia porque no se sabe dónde nació realmente el esclavo de Magallanes, este lo compró en Malaca y al principio creían que era de allí, pero otros piensan que era filipino, por lo que sería verdad que fue el primero en rodear el mundo, aunque lo de no entenderse a veces con los de esas islas hizo pensar que era de las Molucas. En fin, que no se sabe. De hecho no se sabe su verdadero nombre ya que, evidentemente, Enrique no era. Hasta la raza se la cambiaron porque siendo de Malasia, Filipinas o Molucas, los habitantes de allí negros, lo que se dice negros no son.
      En esta entrada he citado fielmente (está reseñado) un párrafo del supuesto diario de Pigafetta (el de verdad, no este, ja, ja, ja). Cuando habla que comían serrín no es una exageración mía, fue verdad. Las penalidades de esta gente fueron alucinantes.
      Ya solo quedan dos entregas más para terminar. En la próxima verás en qué acaba la incursión a Mactán, pero te imaginarás que no termina muy bien para los atacantes.
      Un beso.

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  3. ¡Hola, Paloma! Al menos, el viaje les ha dado un respiro para reponer la barriga y la cabeza en estas islas. Es curioso, pero cuando leía el inicio pensé en que después de todo, no era mala idea que en un barco hubiera ratas, no dejaba de ser alimento cuando la cosa se pusiera fea de verdad como en este caso.
    También me ha llamado la atención ese encuentro de civilizaciones y cómo Humabón parece aceptar de tan buen grado la autoridad del emperador Carlos. No puedo imaginar qué pasaría si un día recibiéramos la visita de una avanzada civilización extraterrestre, por muy pacífica que fuera. Un abrazo!!

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    1. Hola, David.
      Lo de las ratas tiene su utilidad, hasta cierto punto, pero en este caso me pregunto cómo sobrevivieron ellas también si no había nada comestible, ja, ja, ja.
      Creo que Humabon, por muy indígena "salvaje" que fuera, tenía la misma ambición que los occidentales. Para mí que era muy listo y vio en ese supuesto jefe, el emperador Carlos, alguien muy lejano y si, a cambio de su supeditación conseguía gobernar todas las islas de alrededor (mucho más cercanas que la lejana y desconocida España) el trueque era altamente beneficioso para él. En la próxima entregas averiguarás cómo este personaje era muy, pero que muy interesado.
      En cualquier caso, un visitante lejano (inclúyase también un extraterrestre) que se ha esforzado para llegar hasta un lugar, con más o menos penalidades, siempre va a querer obtener un rédito, por las buenas o por las malas. Creo recordar que fue Stephen Hawking quien dijo que mejor que no lleguen a la Tierra los extraterrestres porque vendrían con la peor de las intenciones.
      Un abrazo.

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  4. Hola, Juan Carlos.
    Llevo inmersa en el viaje de Magallanes varias semanas, tan concentrada estoy en ello que no he tenido tiempo para escribir nada más. El Bremen y su tema correspondiente ha sido una de las víctimas colaterales de esta situación. Intenté acoplar el tema propuesto con esta serie sobre la circunnavegación del planeta, pero me fue imposible.
    Creo que ya, para la próxima reunión del taller estaré al cien por cien centrada en la tarea.
    Un besote.

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