Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

10 de enero de 2024

Vamos a dar una vuelta (Parte I)

 

«Dos de febrero del año del Señor de mil y quinientos y veintiuno.

»Continúo con aqueste diario que tanta compañía me hace, especialmente en estos días aciagos de soledad en medio del mar.

»Se cumple un año y cinco meses de nuestra salida de España y han transcurrido ya tres meses desde que conseguimos atravesar el paso que nuestro almirante buscaba con ahínco y seguridad para ir hacia las islas de las especias[1] por el occidente. Un paso enrevesado, lleno de islotes y arrecifes que a punto estuvieron de hacernos perder la vida, riesgo ya harto padecido antes de llegar a él. Como si el diablo quisiera poner una traba más en nuestro deambular, una vez encontrado el paso nos hubo de costar grande esfuerzo atravesarlo, con idas y vueltas entre los recovecos de formaciones rocosas que amenazaban quebrar el endeble casco de nuestras naos en medio de grandes tempestades.

»Más de tres semanas de martirio y, al fin, atravesamos el paso para bordear la tierra que el almirante don Cristóbal descubrió para mayor gloria de Nuestro Señor. Salimos a un mar tranquilo, como una burla a las tormentas sufridas en aquel paso que nuestro capitán bautizó como de Todos los Santos[2] pues esa fue la festividad que se celebraba el día que pusimos fin a su recorrido.

»Mas nuestro alborozo poco a poco devino en angustia, porque si no fueron pocas las penalidades pasadas antes de llegar hasta aquí, una vez en este mar pacífico la calma y la ausencia de tierra donde avituallar los víveres ponen, de nuevo, en riesgo nuestra vida.»

El italiano deja de escribir, tiene la vista fatigada por la escasa luz que da el ocaso en la cubierta. Además, la sed y el hambre apenas le permiten sujetar la pluma con la que está escribiendo su diario. Mirando al horizonte que el calmo mar muestra desde hace meses, Antonio Pigafetta recuerda cómo ha llegado hasta allí y repasa el diario que tan primorosamente escribe a modo de legado para la posteridad y ahora, también, como lenitivo a la soledad y angustia que le atenazan al constatar estar tan cerca de la muerte. A pesar de la fatiga visual, relee sus escritos.

«Veinte de septiembre del año del Señor de mil quinientos y diecinueve.

»Con gran algarabía nos despide el pueblo de Sanlúcar de Barrameda. Es conmovedora la ilusión que mostramos todos ante esta travesía incierta, pero que seguro nos ha de traer la gloria y el recuerdo para la posteridad, de lo contrario no me habría embarcado. Me atrae la aventura y este viaje que iniciamos hoy lo es, pues aventurado es buscar un camino hacia el oriente tomando la dirección de occidente para así llegar a las islas de las especias sin transitar los territorios portugueses.

»Hoy, veinte de septiembre, las cinco naves que forman la flota partimos a las órdenes de don Fernando de Magallanes que capitanea la nao Trinidad, al mando de la San Antonio se encuentra don Juan de Cartagena, de la Concepción don Gaspar Quesada, de la Victoria don Luis de Mendoza y de la Santiago, don Joáo Serráo.

»Quiera Dios misericordioso que aquesta aventura llegue a buen puerto.»

Pigafetta sonríe releyendo la primera entrada de su abultado diario. Aún resuenan en su cabeza los gritos de alegría con que fueron despedidos en el puerto. La sonrisa se convierte en un rictus amargo cuando lee la última línea de ese día: si hubiera sabido los sinsabores que habrían de sufrir se hubiera lanzado por la borda para alcanzar a nado la orilla y evitarse tanto sufrimiento. Con un suspiro retoma la lectura.

«Trece de diciembre del año del Señor de mil quinientos y diecinueve.

»Casi tres meses de travesía y por fin tocamos Tierra Firme[3]. Demos gracias a Dios porque de haber tardado más en llegar al Nuevo Mundo, los capitanes españoles se habrían amotinado con consecuencias funestas para la expedición en general y para el señor Magallanes en particular. Aún no entiendo por qué nuestro almirante tomó un derrotero tan alejado de nuestro objetivo, estuvimos costeando África hasta muy al sur y eso ha hecho que los capitanes de las otras naos se enfadaran, más cuando al pedir explicaciones al señor Magallanes, este se encerró en ese mutismo tan habitual en él y que hace desconfiar a cuantos le tratamos.

»No seré yo quien apoye o secunde la sublevación, pero el carácter de nuestro capitán general no ayuda al buen entendimiento entre los mandos y, por tanto, al buen gobierno de la flota. Desde el inicio del viaje se ha mostrado hosco y taciturno, incluso despectivo con la tripulación. Se puede comprender que quiera mantener en secreto esa ruta que dice solo él conoce para llegar por occidente a las islas de las especias que se encuentran en el oriente, pero no querer informar del derrotero diario ni siquiera a los capitanes de las otras naos solo puede ser debido a dos motivos: recelo porque no confía en ellos o desprecio porque no los considera dignos de saber tanto como él. Tanto si es por una razón u otra, eso solo puede traer problemas. De hecho, ya los ha traído: dos semanas atrás don Juan de Cartagena no se presentó a la convocatoria diaria en la nao capitana desafiando las órdenes del señor Magallanes y este ordenó su apresamiento apartándole de la jefatura de la San Antonio, dejando como nuevo capitán a Antonio de Coca.

» A mi buen entender, el señor Magallanes debería ser algo más comunicativo y no tan antipático. Nadie hubiera esperado un carácter así en alguien de Portugal, pues sus gentes tienen el humor semejante al de los españoles e, incluso, al de los italianos. Por su gesto adusto y rictus de amargura más parece teutón que portugués, vive Dios.

»Ahora que ya estamos en Tierra Firme puede que se encauce la travesía y sea más placentero el viaje. Roguemos a Dios.»

Antonio Pigafetta vuelve a sonreír amargamente al terminar de leer la entrada en su diario del día que desembarcaron en Brasil. Ese ruego final a Dios se le atraganta y llena de agua sus ojos claros; ahora, quince meses después, se le antoja una burla del destino. Aun así, retoma la lectura.

CONTINUARÁ...





[1] Islas Molucas

[2] Estrecho de Magallanes

[3] Río de Janeiro


11 comentarios:

  1. Interesante, uno se imagina cómo eran esos viajes, aventuras sin final escrito, y es alucinante que se llevaran a cabo. Muy curioso ese diario, y veraz, de un tiempo. Gracias por compartir

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Albada.
      Me alegra saber que te gustan estas aventuras de los intrépidos (e insensatos) navegantes de antaño.
      Gracias por tu asiduidad .
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Atravesar el Estrecho de Magallanes tiene que ser toda una aventura. Siempre me he preguntado si no sería mejor bordear el sur del cono de Sudamérica en vez de meterse en ese dédalo de islas y canales. Imagino que si fuera mejor, lo harían, pero cuesta entenderlo mirando un mapa.
    Respecto a tu relato, me encanta como eres capaz de meterte en la piel de Pigafetta y de imitar su lenguaje. ¡¡Y de inventar su diario!! Porque es inventado ¿no? Sea como sea, quedo esperando la continuación.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que el estrecho de Magallanes no se emplea porque es muy peligroso, menos teniendo el canal de Panamá ahora mismo. Como gesta estuvo muy bien, pero parece ser que en la práctica no es buena idea navegar por ahí.
      Pues este diario es inventado... y no tanto. Me explico: Pigafetta fue un italiano que se embarcó con Magallanes en busca de aventura, y de eso fue bien servido, pero también se dedicó a escribir un diario y se convirtió de facto en el cronista del viaje, aunque, según he averiguado, los textos que aparecen como el diario de la expedición, no son los originales, que es una versión que escribió Pigafetta después de terminar el viaje. Vete tú a saber.
      Yo me estoy ciñendo a lo que se supone pasó en ese viaje, a través de textos de Pigafetta y de otros historiadores, y lo estoy poniendo en boca del italiano, aunque no tengo ni idea de si todo eso lo contó él u otros, pero te aseguro que es bastante riguroso lo que cuento.
      De hecho, en otras entregas, pondré un texto casi calcado a lo que escribió Pigafetta (y lo avisaré) porque es tan inaudito lo que les ocurrió que no quiero que penséis que es cosa mía y que me la he inventado.
      Se podría decir que la puesta en escena es creación mía, pero los hechos son completamente verídicos. Y Pigafetta sí que escribió un diario, ¿puede que parecido a este? A saber.
      Un beso.

      Eliminar
  3. Que continúe, que continúes, que me lo paso muy bien leyendo tus ilustrativas y entretenidas aventuras de aquellos aguerridos hombres de la mar, sedintos de conquista y descubrimientos.
    No sé hasta qué punto introduces en la narración aspectos totalmete inventados, pero el caso es

    ResponderEliminar
  4. Se me ha escapado el comentario (de ahí que hayan varios gazapos ortográficos). Decía que el caso es que toda tu historia resulta divertida y aparentemente muy real. Incluso podrías hacer una novela histórica con esos tintes de humor tan catacterísticos tuyos.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como le comento a Rosa, por increíble que parezca lo que cuento es real. Pigafetta existió y escribió un diario, aunque los textos que circulan por ahí dicen los expertos que es una versión posterior y diferente del diario primigenio escrito en el barco. En cualquier caso, y aunque esté mal que yo lo diga, me lo he currado y me he documentado bastante. Sí es cierto que algunos hechos difieren algo según dónde busques, pero en esencia es lo que os voy a contar lo que se supone ocurrió.
      Al final de toda la historia (habrá varias entregas porque a estos tíos les pasó de todo) pondré una nota aclaratoria donde explicaré qué puntos no están muy claros y he tenido que recurrir a la imaginación, pero ya te avanzo que inventar no he inventado casi nada. Otra cosa es la forma de contarlo, eso ya es cosa mía.
      Un besote.

      Eliminar
  5. Me imagino que estás leyendo ese diario de ese italiano Pigafetta. Tu forma de contarlo es para seguir esperando la continuación y a ver que nos depara. Estoy pasando un tiempo que no me apetece mucho escribir y ni leer poco. Mas bien no hago caso a casi nada, por no decir que ni salgo de casa. Mi mente se me ha paralizado, se que debo de salir de esta situación para todavia no estoy preparada. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Mamen.
      Me deja preocupada tu comentario, espero que esa desgana sea pasajera y que tomes fuerza para seguir escribiendo y creando. Es cierto que no siempre tenemos el ánimo para andar inventando e imaginando situaciones, la mente también debe descansar y, en este caso, como no es ninguna obligación hay que dar tiempo al tiempo.
      ¡Mucho ánimo, amiga!
      Un abrazo.

      Eliminar
  6. ¡Hola, Paloma! Jo, la verosimilitud del lenguaje con el que escribes demuestra sobradamente el curro de documentación y "empapamiento" de los usos de la época. Si nos dices que es una transcripción literal, me lo hubiera creído totalmente.
    De esta parte me ha gustado especialmente ese momento en el que el italiano rememora la partida. Imaginar cómo esos vítores, entusiasmo, aplausos van desapareciendo en el silencio y vastedad del océano sin duda debió resultar traumático.
    Además, aquí no solo emprendían un viaje, sino que se embarcaron a un destino sin GPS ni referencias, sin tener idea de lo que se encontraría.
    Quizá, en pocas décadas, renazca esta época de los descubrimientos con los primeros colonos en la Luna o Marte. A esperar la continuación! Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola, David!
      Quizás ese lenguaje similar al esperado en alguien del siglo XVI sea porque me gusta mucho leer novelas ambientadas en la época aquella y donde sus autores, mucho más hábiles que yo, imitan perfectamente la forma de hablar de aquel entonces. Espero que tanto leer ese tipo de novelas no me acabe haciendo perder el seso como le ocurrió a don Quijote, ja, ja, ja.
      En la aventura de Magallanes y sus hombres, y también en la de otros navegantes (algún día contaré los viajes de Álvaro de Mendaña, que no son moco de pavo) siempre me ha sorprendido el valor que le echaban: irse a lugares desconocidos y con unos instrumentos de orientación muy rudimentarios. En tierra siempre hay algún punto que puede servir de referencia, al menos para saber si uno se aleja o se acerca, pero en la vastedad del mar...
      Lo dicho, eran unos valientes y algo insensatos creo que también.
      Esta historia es muy larga (dar la vuelta al mundo les llevó más de un año) así que va a haber muchas entregas, espero no aburrir al personal.
      Lo de Marte y la Luna yo aún no lo veo, en cualquier caso espero que de las naves no se encargue Elon Musk, ejem.
      Un abrazo.

      Eliminar

Hada verde:Cursores
Hada verde:Cursores