Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

14 de enero de 2025

A quien corresponda

 

Por la presente quiero manifestar mi más profunda repulsa al trato que sufro en la gran ciudad.

Soy de talante tranquilo, natural y sencillo; el resultado de la acción de la naturaleza y puede que, por eso, por ser tan natural (orgánico lo llaman ahora los modernos), no soy bienvenida en la ciudad, ese antro de artificio.

 No me meto con nadie, pero todos los habitantes de la urbe están contra mí, o casi todos porque, gracias al cielo (también natural y orgánico, como yo), aún quedan algunos que no me desprecian y permiten, gracias a sus mascotas, campar a mis anchas por las calles y aceras de la ciudad.

Como comento: soy producto de la naturaleza, el final del resultado de un proceso biológico indispensable para que todo ser vivo mantenga su esencia vital. El proceso al que me refiero es la alimentación, y el final del que formo parte es la defecación, siendo yo su resultado último.

 Alimentarse está bien visto, pero ese producto final, o sea yo, ya no tanto, cuando es inherente lo uno con lo otro. Si comes, cagas.

Entiendo que este proceso en los humanos esté sometido a los convencionalismos sociales donde la intimidad, para realizar tan necesaria función, se respete y conlleve que el producto resultante, o sea yo, se elimine por los canales adecuados evitando la exposición general a toda la población. Pero los animales no saben de convenciones ni entienden de intimidad, son naturales, como yo, y deberían desenvolverse como lo que son.

De hecho, fuera de las urbes viven más libres. A mí misma, en el mundo rural, me ven con buenos ojos porque contribuyo al enriquecimiento del suelo que produce los alimentos que los señoritingos de la ciudad consumen. Soy un buen abono, incluso doy un olor peculiar que algunos, pocos, admiran porque se me asocia con lo agreste, lo natural, lo orgánico… con el campo. Cantabria, Asturias, zonas con una población ganadera importante, no serían lo mismo sin sus vacas y sin mí, seamos sinceros, pues con este tipo de animales mi protagonismo es notorio y muy representativo. Quien no ha paseado por un prado con vacas pastando y dando brincos para sortearme, como si de un campo minado se tratara, no sabe lo que es vivir en la naturaleza.

 Pero en la ciudad no se me estima. Aquí se me discrimina, se me denigra, se me persigue. Cuando los animales que por ella circulan realizan sus funciones finales de la digestión, los que se encargan de ellos deben retirarme de inmediato, de lo contrario son tratados de salvajes y hasta sancionados por la autoridad competente.

Se han perdido las buenas costumbres, se ha olvidado la tradición. ¿Ya nadie se acuerda de que llevarme pegada en la suela de un zapato da buena suerte? Parece ser que no, porque ahora si a alguien le ocurre algo similar, además de insultarme llamándome por mi propio nombre (de esto me quejaré en otra ocasión, que mi nombre sea un insulto), me eliminan rápidamente de la manera más drástica, con muy malos modos y considerándome una guarrada. ¡Qué injusticia!

Por todo ello, quiero que aparezca por escrito mi queja y que quienes esto lean y tengan potestad para poner remedio a mis cuitas recapaciten y así puedan considerar que les importa una mierda.






1 comentario:

  1. Y aparte tienes una colorida gama de marrones y amarillos de diversas texturas. También tienes el don de la ubicuidad, pues estás en todas partes del mundo al mismo tiempo. Y por más que nos empeñemos nunca conseguimos que mueras del todo. Eres casi una diosa.

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Hada verde:Cursores
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