Pigafetta lleva varias semanas
postrado en su catre sin fuerzas para retomar la lectura de lo que ya lleva
escrito, y mucho menos para seguir escribiendo el diario que, está seguro, será
su obra póstuma pues están navegando sin rumbo ni orientación alguna. El mar
infinito, que por todas partes les rodea, es el único acompañante en una
travesía incierta.
Unos días después, parece que ha
recuperado algo las fuerzas y retoma la escritura.
« Primer día de marzo del año
del Señor de mil quinientos y veinte y uno.
»Una rara enfermedad ha atacado
a gran parte de la tripulación: la boca se les llena de heridas sangrantes y les
desprende los dientes como si niños fueran y no hombres bragados. Ya llevamos
diecinueve muertos y veinticinco marineros están enfermos, inútiles para el
gobierno de las naos.
»O Dios pone remedio o hemos de
morir todos en esta loca aventura. Si Cristo no acude en nuestra ayuda, tendrá
que ser su Santa Madre, la Virgen, porque, a fe mía, que Magallanes no
será quien nos salve. Si ya demostró que no conocía con exactitud la ubicación
del paso, patente ha quedado que tampoco conoce hacia dónde ir en este mar Pacífico,
pues tomar el derrotero hacia el norte no es orden suficiente para dar con
algún lugar habitado por seres vivos.»
«Diez de marzo del año del
Señor de mil quinientos y veinte y uno.
»Tomamos cumplida venganza tras
reponernos de la sorpresa: asaltamos la aldea y nos apropiamos de todos los
alimentos que podemos. Isla Ladrones[2]
ha sido el nombre que le hemos dado a aquel lugar lleno de facinerosos.
«Diecisiete de marzo del año
del Señor de mil quinientos y veinte y uno.
«Veinte y seis de marzo del año
del Señor de mil quinientos y veinte y uno.
»Este tiempo de esparcimiento,
que tan merecido tenemos, me hace reflexionar: si esta es una de las islas de
las que procede el indio Enrique, éste ha dado una vuelta completa al mundo
pues si partió desde su lugar natal para ser vendido como esclavo en Malaca,
desde allí salió con su amo Magallanes hasta Portugal para seguir por el
derrotero de poniente hasta llegar de nuevo al país que le vio nacer…, voto a
Cristo que aqueste indígena es el primer hombre en realizar tamaña hazaña.»
En ese momento Pigafetta deja de
escribir. Desde el lugar donde se halla, a la sombra de una palmera en la
playa, observa al indio Enrique que, alejado de la línea del mar, está
preparando la comida a su amo, Magallanes. El italiano enarca las cejas
imaginando a los escribanos del rey registrando el nombre de un negro (así le
llaman muchos, “el negro Enrique”) como el primer hombre en rodear el mundo.
Acto seguido, retoma la escritura.
»Grandes cosas estamos viviendo,
mas no creo que nos hallemos preparados para dar el mérito de algo así a un
esclavo nacido en tierras sin cristianar. A buen seguro que la historia no recordará
su nombre para que quede memoria de él los siglos venideros[4].»
«Treinta de marzo del año del
Señor de mil quinientos y veinte y uno.
»El jefe Humabon ha invitado al
almirante y a unos pocos de sus hombres, entre los que yo he sido elegido, para
comer y parlamentar gracias a la presencia del negro Enrique que nos ayuda a
entender su parla.
»Si ya vimos que el lugar nada
tiene que ver con las otras islas que hasta ahora conocíamos, grande sorpresa nos
llevamos cuando las viandas, ricas y variadas, nos han sido servidas en platos
de porcelana de la China. Vive Dios que estas gentes no son salvajes ni
desarrapados como los otros pueblos que hasta ahora hemos ido conociendo.»
«Diecisiete de abril del año
del Señor de mil quinientos y veinte y uno.
»Siendo cristiano como ya es,
Magallanes en nombre del tocayo del jefe, su Sacra Cesárea Católica Real Majestad Carlos I de
España y V de Alemania, decreta que a partir de hoy es el rey de todo el
archipiélago al que llamamos Islas de San Lázaro[5]
y en el que nos hallamos (hace días que el almirante reconoció que aquestas
islas no son las de las Especias, tal como más de uno sospechábamos desde el
principio).
»El nombramiento se recibe con
gran alegría de los habitantes de Cebú donde, de todos ellos, el más alegre es
Humabon, ahora don Carlos.»
«Veinte y cinco de abril del
año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.
»El almirante accede a la
petición de su nuevo protegido y va a enviar a sesenta hombres de la tropa con él
mismo al frente en un bote para obligar a Silapulapu a doblar la cerviz. Muchos
pensamos que son pocos españoles para tantos indios como les están esperando
(unos mil), pero Magallanes confía en que su sola presencia será suficiente
para convencer al rebelde caudillo.
»Quiera Dios que no esté
equivocado, porque muchos esperamos con el corazón encogido el resultado de
aquesta incursión en Mactán.»
Pigafetta deja de escribir, la luz
de las velas en su pequeña cabaña inunda de sombras el habitáculo, con un mal
presentimiento se acuesta en una hamaca aún sin saber qué funestas
consecuencias tendrá la decisión de Magallanes de intervenir en la disputa
entre los dos caciques.
CONTINUARÁ...
[1]
Tomado del propio diario de Pigafetta.
[2]
Isla de Guam, perteneciente a las Islas Marianas.
[3]
Desembarcan en la isla Sámar que pertenece a las Islas Filipinas y no a las
Molucas.
[4] Oficialmente, los primeros hombres en dar la vuelta al mundo fueron Elcano y
los tripulantes de la nave Victoria.
[5]
Años después se las llamó Islas Filipinas, en honor al entonces príncipe Felipe
que luego sería Felipe II.
Mucho me temo que Silapulapu no recibirá precisamente con los brazos abiertos a los hombres enviados por Magallanes. ¿Habrá sangre de por medio? Tendré que esperar a la próxima entrega de esta interesantísma crónica.
ResponderEliminarMe tienes pillado, je, je.
Un beso.
Enfrentarse a mil guerreros indios con medio centenar de soldados es una inferioridad numérica que, sin ser un estratega militar, ya anuncia malos resultados. Como verás se masca la tragedia. Sin ánimo de destripar nada, ponte en lo peor.
EliminarYa lo verás en los próximos días y ánimo, fiel lector Josep Mª, porque ya solo quedan dos entregas más para acabar con esta vuelta al mundo.
Un besote.
Así es que el primero en dar la vuelta al mundo no fue Elcano sino un nativo negro. Tal y como eran las cosas en aquella época como para reconocerle la involuntaria hazaña. Encima de negro sin cristianizar. Pobre hombre.
ResponderEliminarA ver qué terribles consecuencias tuvo la idea de Magallanes de meterse donde no debía.
Un beso.
A ese respecto hay controversia porque no se sabe dónde nació realmente el esclavo de Magallanes, este lo compró en Malaca y al principio creían que era de allí, pero otros piensan que era filipino, por lo que sería verdad que fue el primero en rodear el mundo, aunque lo de no entenderse a veces con los de esas islas hizo pensar que era de las Molucas. En fin, que no se sabe. De hecho no se sabe su verdadero nombre ya que, evidentemente, Enrique no era. Hasta la raza se la cambiaron porque siendo de Malasia, Filipinas o Molucas, los habitantes de allí negros, lo que se dice negros no son.
EliminarEn esta entrada he citado fielmente (está reseñado) un párrafo del supuesto diario de Pigafetta (el de verdad, no este, ja, ja, ja). Cuando habla que comían serrín no es una exageración mía, fue verdad. Las penalidades de esta gente fueron alucinantes.
Ya solo quedan dos entregas más para terminar. En la próxima verás en qué acaba la incursión a Mactán, pero te imaginarás que no termina muy bien para los atacantes.
Un beso.
¡Hola, Paloma! Al menos, el viaje les ha dado un respiro para reponer la barriga y la cabeza en estas islas. Es curioso, pero cuando leía el inicio pensé en que después de todo, no era mala idea que en un barco hubiera ratas, no dejaba de ser alimento cuando la cosa se pusiera fea de verdad como en este caso.
ResponderEliminarTambién me ha llamado la atención ese encuentro de civilizaciones y cómo Humabón parece aceptar de tan buen grado la autoridad del emperador Carlos. No puedo imaginar qué pasaría si un día recibiéramos la visita de una avanzada civilización extraterrestre, por muy pacífica que fuera. Un abrazo!!
Hola, David.
EliminarLo de las ratas tiene su utilidad, hasta cierto punto, pero en este caso me pregunto cómo sobrevivieron ellas también si no había nada comestible, ja, ja, ja.
Creo que Humabon, por muy indígena "salvaje" que fuera, tenía la misma ambición que los occidentales. Para mí que era muy listo y vio en ese supuesto jefe, el emperador Carlos, alguien muy lejano y si, a cambio de su supeditación conseguía gobernar todas las islas de alrededor (mucho más cercanas que la lejana y desconocida España) el trueque era altamente beneficioso para él. En la próxima entregas averiguarás cómo este personaje era muy, pero que muy interesado.
En cualquier caso, un visitante lejano (inclúyase también un extraterrestre) que se ha esforzado para llegar hasta un lugar, con más o menos penalidades, siempre va a querer obtener un rédito, por las buenas o por las malas. Creo recordar que fue Stephen Hawking quien dijo que mejor que no lleguen a la Tierra los extraterrestres porque vendrían con la peor de las intenciones.
Un abrazo.
Hola, Juan Carlos.
ResponderEliminarLlevo inmersa en el viaje de Magallanes varias semanas, tan concentrada estoy en ello que no he tenido tiempo para escribir nada más. El Bremen y su tema correspondiente ha sido una de las víctimas colaterales de esta situación. Intenté acoplar el tema propuesto con esta serie sobre la circunnavegación del planeta, pero me fue imposible.
Creo que ya, para la próxima reunión del taller estaré al cien por cien centrada en la tarea.
Un besote.