Quienes por aquí pasáis a menudo sabéis del amor platónico que siento por cierto escritor. He escrito mucho sobre él y no pierdo ocasión para manifestar mi querencia en cualquier momento.
El año del cuarto centenario de su muerte me empeñé en la tarea de homenajearle en este blog como se merecía (para más información pinchar aquí) viendo el escaso interés de otros medios mucho más poderosos y más acordes con su calidad. Ese escritor es Miguel de Cervantes.
Además de ser una firme seguidora de su obra más universal, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, me siento unida con su localidad natal pues en Alcalá de Henares realicé mis estudios universitarios.
En estas fechas tan proclives a las reuniones con la familia y los amigos yo también me sentí imbuida del espíritu navideño y me fui a visitar lugares a los que tengo mucho apego en dicha ciudad.
Me dispuse a viajar hasta allí y tuve la suerte de estar muy bien acompañada pues en el trayecto me encontré con él, con don Miguel. Iba en el mismo tren que yo, y en ese viaje también se encontraba don Quijote. Fue un recorrido muy ameno donde el genial escritor y su más famoso personaje nos entretuvieron a todos los pasajeros con sus ocurrencias.
Una vez en Alcalá de Henares visité la iglesia donde Miguel de Cervantes fue bautizado. A pesar de las muchas evidencias todavía hay algunos eruditos que cuestionan el lugar de nacimiento de este escritor, la mayoría para apropiarse de su procedencia y hacerlo originario del lugar de donde son ellos mismos. Como si haber nacido en el mismo sitio que un buen escritor les fuera a dar un plus de calidad a su profesión; qué tendrán que ver las churras con las merinas.
Iglesia de Santa María |
Quizás por eso en Alcalá se esfuerzan mucho en demostrar que Miguel fue bautizado allí –en la época de Cervantes no se registraban los nacimientos sino los bautizos– y por lo tanto de eso se deduce que el escritor nació también en la misma localidad. La iglesia que presume de haber sido el lugar de su bautismo es la iglesia de Santa María, en ella se muestra una réplica de la pila bautismal –la original fue destruida en la Guerra Civil– y se suministra al visitante una copia de la partida de bautismo.
Tuve ocasión de ver anteriormente el libro original en una exposición de la Biblioteca Nacional y, al igual que en aquella circunstancia, yo en esta copia no descifro nada.
Por si la partida de bautismo no es suficiente prueba, también hay constancia de la casa donde vivió su infancia Miguel. Las escrituras demuestran que sus padres vivían allí cuando el escritor nació.
Y allí estuve, en la casa natal de Cervantes. Los muebles que en ella se encuentran no son los que su familia utilizó, pero los muros que la conforman sí. Las estancias son las mismas que Miguel disfrutó de niño.
Cuando visito lugares históricos pienso que el suelo que estoy pisando es el mismo que otros personajes pretéritos hollaron, que las paredes de un edificio son las mismas que cobijaron a otros muchos siglos atrás. Estos pensamientos me transportan en el tiempo de manera que me imagino a quienes allí antes vivieron en sus quehaceres diarios.
En esta ocasión me imaginé a Miguel correteando por el patio y por las galerías del piso superior, durmiendo en su cama, o comiendo con toda la familia, incluso aprendiendo sus primeras letras, esas que luego se convertirían en las mejores de la Literatura Universal.
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Me imaginé a su madre y a sus hermanas alrededor de un brasero, cosiendo y contando chismes. Quizá algunos sirvieron de inspiración para las historias de Miguel.
Recorriendo las habitaciones de aquella casa me sentí un poco más cerca de este ídolo mío. Recorriendo sus pasillos, tocando sus paredes, sentí la emoción de encontrarme en el mismo escenario donde vivió sus primeros años, donde el más grande escritor de nuestras letras inició su andadura por este mundo.
Fue una visita muy especial.
NOTA: A la edad de cuatro años Miguel de Cervantes se trasladó a Valladolid con toda su familia, por lo que probablemente todo esto que he imaginado pertenece al mundo de las alucinaciones que una servidora tiene a veces. Pero como no soy historiadora y este blog es un rincón para la ensoñación me he permitido el lujo de fantasear como me vino en gana.