Aunque en esta publicación voy a hablar de tres libros vaya
por delante que esto no es una reseña triple. Dado que los tres libros en
cuestión están escritos por norteamericanos y que los tres me han dejado
sensaciones parecidas –en diferentes grados pero en realidad la misma
sensación– voy a reflexionar sobre la literatura norteamericana y yo.
Hace unos meses, en este mismo blog, comenté el desencuentro
que hay entre el arte moderno y yo (Historia de un desencuentro), pues creo que algo parecido me pasa con
la literatura estadounidense, o quizás sería más correcto decir “cierta”
literatura de Estados Unidos. Podría argumentar varios motivos por los que no
me llevo bien con algunos autores de aquel país, pero se puede resumir
básicamente en uno: me aburro.
Los libros que a continuación comento exponen muy bien este
problema que tengo yo. Iré de menos a más en cuanto a aceptación a la hora de
leerlos.
"Música de cañerías" - Charles Bukowski

Mi primera toma de contacto –y casi que puedo asegurar que
será la última– con este autor fue con una serie de relatos cortos. Debería
decir sobre qué tratan más o menos estos relatos, pero no lo haré, entre otras
cosas porque no sabría por donde empezar, o terminar. Lo que sí tengo claro es
que, ahora que ya he leído a Bukowski, he de darle la razón a los que le ponen
de vuelta y media, aunque quizás no por los mismos motivos.
De Bukowski se dice que es obsceno y procaz escribiendo. Es
verdad, el lenguaje utilizado no es precisamente gazmoño. El primer relato que
inicia este libro comienza con la siguiente frase: “Me envolví en una toalla el
pene ensangrentado”, a lo que yo me dije, ‘empezamos bien’. Los vocablos “follar”,
“hija de puta” y cosas así, abundan por doquier. Pero a mí esto no es lo que me
molestó –acepto que cada autor se exprese con el vocabulario que más le guste–,
lo que me incomodó fue la ausencia de argumento, los textos se suceden unos a
otros y al final la pregunta que permanece es: ¿qué ha pasado?
“Es maravilloso, pero
¿de qué está hablando?”
Sé que hay lectores que no buscan una historia cuando leen,
que lo que les gusta es la forma de narrar lo que sea, aunque ‘lo que sea’ en
realidad no sea nada. Yo no estoy en ese grupo. Pero es que, para mí,
Bukowski tampoco escribe bien, y que conste que es mi opinión personal. Así que
no le veo yo el mérito a este señor.
Dicen que Bukowski era alcohólico, que el lugar donde más
tiempo pasaba era en un bar. Algo que se refleja en muchos de sus relatos –hay un
personaje común en casi todos ellos, el barman–.
—¿Por qué bebes tanto?
—Porque me aburro mucho.
No sé hasta qué punto este diálogo de uno de los relatos es
un sarcasmo del autor o una incitación para que sus lectores compartamos vicio
con él. Desde luego yo estuve a punto de darme un par de lingotazos para
combatir el sopor de tanto texto sin sentido.
"El guardián entre el centeno" - J. D. Salinger

Esta tercera vez sí que lo terminé, pero más por una
cuestión de amor propio que porque me gustara. Siento disentir con mi adorable
amiga Rosa, pero a mí el libro me pareció un tostón. Las aventuras de Holden me
resultaron insulsas y algo absurdas –el trajín que se trae con los cinco
dólares de más que le quiere cobrar una prostituta me dejó flipando–.
No sé por qué exactamente llevaba encima este libro el
asesino de John Lennon cuando perpetró el homicidio, pero que se pusiera a
leerlo justo después de matar al ex Beatle fue un signo inequívoco de que era
un tarado –como todos los asesinos, dicho sea de paso–. Supongo que cuando uno
mata a alguien lo lógico es echar a correr y no pararse a leer por mucho que te
guste el libro. Pero si encima el libro que se pone a leer es este… ya no
entiendo nada.
"Sukkwan Island" - David Vann
Esta novela ha sido un exitazo en gran parte de Europa. El autor,
David Vann, se basó en una traumática experiencia personal para escribirla. Parece
ser que cuando tenía trece años su padre le invitó a pasar una larga temporada
en Alaska. El niño se negó y su padre se suicidó dos semanas después. Para
combatir el sentimiento de culpa, Vann escribió esta novela.
En ella un niño también de trece años, Roy, se va a Alaska
con su padre, Jim. Una vez allí, en una isla deshabitada y con una climatología
sumamente adversa, Jim empieza a dar muestras de inestabilidad mental que pone en peligro la vida de los dos. Con estas premisas se inicia una historia que de
manera muy lenta, pero que muy lenta, llevará a un final sorprendente en la
primera parte, para seguir con una segunda parte algo más movidita pero con un
ritmo demasiado lento también.
Si digo que hay movimiento en la segunda parte es porque en
la primera, con excepción de pescar salmón e ir detrás de un oso sumamente
esquivo que les putea bastante, no ocurre na-da. Tan solo al final, entonces
sí, de golpe y porrazo todo se da la vuelta. Supongo que es una técnica como
otra cualquiera, pero tener que leerme cien páginas para encontrar acción… es
un sacrificio que se me antoja excesivo.
***
Bukowski tiene firmes defensores, de hecho está considerado
como un escritor muy influyente además de ser el principal representante del llamado
realismo sucio. El guardián entre el centeno es todo un referente de la
literatura norteamericana, y Sukkwan Island ha recibido críticas elogiosas por
parte de medios prestigiosos; así que empiezo a sospechar que el problema lo
tengo yo. Que no capto la esencia de cierta literatura norteamericana.
Porque en estas tres obras yo no vi lo que otros lectores
argumentaron. Tanto el libro de Bukowski
como el de Vann fueron comentados en una mini-tertulia en el curso de escritura que estoy
realizando y las supuestas excelsitudes de esas dos obras que allí
ponderaron mis compañeros yo no las noté cuando leí los libros.
Voy a tener que
hacérmelo mirar.