«Érase una vez un reino en un lugar muy lejano, muy lejano, donde la gente era feliz porque tenían un rey muy bueno, muy bueno. Además, era muy guapo y muy simpático, y muy inteligente y tenía mucha cultura. Sus súbditos le amaban con locura y los demás reyes le tenían envidia por eso.
La gente de ese reino era muy feliz por tener un rey tan molón. A la
menor ocasión fardaban de él delante de otros súbditos de los reinos vecinos.
―Mi rey y señor es la caña, si
supieras lo que ha hecho hoy.
―Ya estás otra vez presumiendo de rey, qué pesado eres cuando te pones
en plan monárquico.
El rey era un tipo que se hacía querer, pero sobre todo era un rey
excepcional y ahí radicaba el amor que le tenían quienes estaban bajo su mando.
Todos los días, salvo los domingos, de madrugada se iba a trabajar. Como
la casa en la que vivía, o sea el palacio, era muy grande y tenía mucha gente a
su cargo para que la tuviera bien limpia y ordenada, el pobre rey estaba
pluriempleado para poder afrontar todos los gastos que una casa tan enorme ocasionaba.
A primerísima hora, aprovechando las horas más frescas del día, se subía a un
tractor y marchaba a unos campos que estaban a tiro de piedra de la casa, o sea
del palacio, y se ponía a recolectar los frutos que él mismo había sembrado. A
media mañana, y dado que estaba en régimen de media jornada por culpa de un ERE
en curso, acudía a una fábrica automovilística, se vestía su mono azul de
trabajo y se incorporaba en la cadena de montaje a ensamblar las piezas de un
modelo híbrido que con patente nacional proporcionaba pingües beneficios. Los
viernes por la noche, tras la jornada en la fábrica, los dedicaba a conducir un
camión de la basura que hasta bien entrada la madrugada recogía los
desperdicios que sus súbditos producían y dejaban en los correspondientes
contenedores.
Los fines de semana, en su tiempo de merecido asueto, se dedicaba a colaborar
con la ONG de la que era socio principal pues aportaba cuantiosas cantidades de
su salario; se trataba de una organización animalista implicada en abolir la
denostada, pero aún vigente, fiesta de los toros y en perseguir a los cazadores
que se dedicaban a masacrar animales por el simple hecho de divertirse al
perseguirlos y abatirlos.
En las vacaciones de Semana Santa y Navidad viajaba como cooperante a
países del Tercer Mundo para hacer pozos que pudieran abastecer de agua a
paupérrimas aldeas africanas y así conseguir que allí no se murieran de sed los
pobres niños que no habían tenido la suerte de nacer en su maravilloso reino.
Este rey tenía muchas carreras, ya te he dicho que era muy, pero que muy
listo e inteligente. Además de ser ingeniero (por eso se iba a hacer pozos para
los negritos), era abogado, y se había especializado en delitos fiscales; con
denodado interés se implicaba en perseguir a los felones que querían evadir sus
obligaciones con Hacienda. Entre sus colegas (entre sus colegas abogados, no
entre sus colegas reyes, que estos en eso especialmente le tenían un poco de
asco); bueno, como te iba diciendo, entre sus colegas abogados era considerado
un auténtico perro de presa por su afán en acosar al evasor fiscal y por su
impiedad a la hora de presentarlos ante el juez como los sinvergüenzas que
eran, consiguiendo penas de cárcel muy duras e inexorables.
Pero este rey, a pesar de las múltiples virtudes que le adornaban, en su
día a día era muy humilde. Acudía a pie a todos los eventos, por lo de hacer
ejercicio y no contaminar colaborando con eso de la huella del carbono. Si el
lugar al que debía asistir estaba demasiado lejos, entonces utilizaba el
transporte público, preferentemente el metro. A este respecto, su personal de
seguridad puso algún que otro reparo.
―Majestad, es muy arriesgado ir por ahí mezclándose con el vulgo llano.
―Ese vulgo es mi pueblo y yo existo gracias a él. Además, todos me
adoran, tengo un mogollón de seguidores en Instagram y les encanta cuando
cuelgo selfies rodeado de súbditos.
El rey estaba casado con la reina que, para no desentonar, también era
muy maja. Ella, como no podía ser menos, tenía varias carreras universitarias,
porque era también muy lista y muy empollona. Cuando dejaba a los niños en el
colegio público que estaba al lado de casa, o sea del palacio, se dedicaba a
despachar pan en una panadería; allí, cubierta de harina de la cabeza a los
pies, platicaba con los clientes durante su jornada laboral. Por las tardes
pasaba consulta en un ambulatorio de la Seguridad Social donde le daban las
tantas porque andaban faltos de personal y los pacientes se le acumulaban.
―Tengo que recordarle a mi churri que la próxima partida de impuestos
evadidos y recuperados la invierta en contratar a más médicos y enfermeros.
Esto está petado y así no se puede tratar a los contribuyentes. ¡La sanidad no
se vende, se defiende!
La gente del reino no podía estar más orgullosa de sus monarcas, el rey
y la reina, pero también de sus hijos que…»
―¿Ya estás otra vez, Manolo? ¿Cuántas veces te tengo que decir que esos
cuentos que te inventas desorientan al niño? Luego lo dice en el colegio y sus
compañeros se ríen de él.
―Susana, es un cuento, nada más.
―Pero esas cosas que le dices… no hay quién se las crea.
―¿Por qué? Que una calabaza se convierta en una carroza, que la trenza
de una princesa sirva de cordada para escalar una torre o que un lobo se
disfrace de abuelita y cuele el engaño ¿eso es más creíble?
―De verdad, qué terco eres. ¿Tanto te cuesta contar los cuentos de toda
la vida?
―Está bien, Susana. No lo volveré a hacer más ―claudicó Manolo mientras su
mujer salía del dormitorio sonriendo satisfecha de su victoria.
Manolo arropó a su hijo y se acercó para darle un beso de buenas noches,
al mismo tiempo, guiñándole un ojo, le susurró al oído para que no le oyera su
madre:
―Mañana te contaré la historia de una princesa que dejó plantado en el
altar al príncipe azul y fundó un grupo LGTBI con su madrastra.
Ja ja ja. Me ha parecido fantástico. Desde luego es más creíble el lobo comiéndose a la abuelita que esos reyes tan "majos" y enrollados. Nos quedamos con las ganas de saber cómo eran y qué hacían los hijos de los monarcas. Pero ese giro inesperado ha sido buenísimo.
ResponderEliminarPor cierto, últimamente me lío con tus etiquetas. Ya me has explicado lo que es Bremen. ¿Por qué Al alimón? Dirás que soy un coñazo, pero la curiosidad me mata y no veo a Chelo por parte alguna.
Un beso.
La etiqueta Bremen es porque el relato pertenece a la propuesta del taller de escritura al que estoy apuntada y que se llama así (creo que ya te lo comenté en otro comentario, pero no estoy segura); en esta ocasión el tema propuesto por uno de los integrantes era la monarquía, y me salió esto que he publicado.
EliminarLa etiqueta Alalimón y también la de Abandonado, es un error debido a que se han juntado mi ceguera a corta y media distancia y a que el ratón está empezando a fallar y hace lo que le da la gana. Ya las he quitado porque, evidentemente, no pintan nada en este relato.
Un besote.
Es genial, Kirke. Ironía a raudales. Me encanta.
ResponderEliminarGracias, Carmen. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
ja,ja,ja ayyy veo que no pierdes la ironía de tus textos :)
ResponderEliminarLa verdad es que los cuentos clásicos han quedado algo obsoletos y ya no son creíbles, y ahora parece que las historias van cambiando. Hay una colección de libros que se llama Cuentos para niñas rebeldes (me suena que los conoces y que los comentamos por Instagram, pero ahora no estoy segura), que explican la vida de mujeres reales históricas en forma de cuento. Incluyen a Marie Curie, Las hermanas Brönte, Frida Kahlo etc etc.
Me ha encantado tu relato, si escribes el de la princesa que forma un grupo LGTBI con su madrastra publícalo!! Las madrastras están muy mal vistas por culpa de Disney!! Aunque Disney también se está renovando en ese aspecto.
Un besote guapa!!
Holaaa.
EliminarSí conozco la colección que citas, los dos primeros tomos (creo que han publicado alguno más) se los regalé a mi sobrina e incluso a mi hija que ya es mayorcita, pero es que está genial.
No tenía intención de seguir con este cuento, pero... ahora que lo dices esa historia entre la princesa y su madrastra tiene recorrido, ja, ja, ja.
Hace un par de años pensé en re-escribir algunos cuentos clásicos, es decir, una caperucita roja malvada (y no medio tonta como sale en el cuento original) y un lobo bobalicón víctima de las artes de la niña, o una bella durmiente que se despierta sonámbula mientras todo el reino está abandonado y hace trastadas, en fin, algo completamente distinto. Puede que retome ese proyecto.
Además, yo quiero reivindicar el papel de las brujas, por la parte que me toca, creo que han sido injustamente tratadas en muchos relatos, pero especialmente en los cuentos, ya estoy ideando un "Hansel y Gretel" al revés, ja, ja, ja.
Un besote, guapa, y una alegría volverte a leer por aquí.
Jajaja, me ha encantado, felicidades por esa enorme inventiva, y ya veo que la ficción se te da de maravilla 😉, no estaría mal que el próximo (después del de la princesa y su grupo LGTBI), tuviera como protagonista un/a presidente/a de Comunidad Autónoma. Besos
ResponderEliminarNo me hables de presidentes, presidentas de CCAA que me enciendo. Algunos, y sobre todo algunas, me caen peor que los reyes.
EliminarMe alegra leerte por aquí, Suso, y mucho más que te haya gustado esta gamberrada.
Besos.
Jaja, el final ha puesto las cosas en su sitio. Ya me parecía a mi inverosímil ese rey de cuento, pero de ciencia-ficción. De todos modos, no habría que cortarle las alas a ese padre, cosas más extrañas verá ese niño si llega a viejo, seguro.
ResponderEliminarMe alegra que sigas manejando la ironía tan bien y espero que el verano haya sido productivo en cualquier sentido.
Nos leemos, un abrazo.
Hola, Gerardo.
EliminarA mi sobrinita le regalaron hace unos años un cuento de una princesa que se tiraba pedos (tal cual), supongo que con la sana intención de que se fuera familiarizando con las funciones fisiológicas del ser humano, incluida la monarquía. Yo no sé qué se contará a los niños de aquí a unos años, pero con las cosas que nos están pasando, lo mismo no hace falta inventarse nada y con relatar con dibujos un simple telediario ya es bastante para flipar.
El verano ha sido productivo sobre todo en descanso, que falta me hacía porque la convocatoria de exámenes extraordinaria de julio fue de traca y acabé extenuada. Ahora toca empezar el nuevo curso, académico y bloguero, y la verdad es que lo hago con mucha ilusión. Espero que tu verano también haya cumplido tus expectativas.
Un abrazo.
Pues no sé yo si este cuento es más creíble que el de Cenicienta, ja,ja,ja.
ResponderEliminarDe haberse popularizado, seguro segurísimo que no lo contarían en el palacio de unos reyes de verdad. Incluso podría ser que lo censuraran y lo quemaran en la hoguera junto a su autor.
Un beso y bien hallada por estos lares.
Entre tú y yo, Josep Mª, me creo antes que una calabaza pueda convertirse en una carroza que un rey se suba a un tractor o viaje en metro (salvo para inaugurar una línea nueva).
EliminarSoy de tu misma opinión, en el hipotético caso (y delirante) de que existiera un rey así, los demás se lo cargaban porque sería un malísimo ejemplo a seguir.
Un besote.
Lo de cargarse a un rey así sería esperable, por lo que a un simple escritor que cuente "esas" cosas... a ese lo torturarían y descuartizarían, ja, ja, ja.
Eliminarjajaja me ha encantado, lo que me he reido pero no ya por la situación del cuento, que es muy bueno si no por la ironia, no la pierdas nunca.
ResponderEliminarLa verdad es que lo que me pregunto es si los tiempos también cambiaran para los cuentos o nosotras abuelas alguna vez le seguiremos contando los de siempre a nuestros nietos? quizás podramos mezclar, eso si este me lo guardo para cuando mis posibles nietos, Jorge dice que ni piensa teneer hijos ni casarse ni juntarse y yo me rio, con 23 años pues no puede cambiar su vida, pero bueno ya veremos, en fin que si los tengo cuando sean un poco mayores les contaré el tuyo.
Un besote y bienvenida de nuevo.
Hola, Tere.
EliminarSeguro que tu hijo cambia de opinión más adelante; conozco varios casos de jóvenes que no pensaban tener hijos y ahora tienen familia numerosa.
Yo creo que los cuentos de toda la vida se seguirán contando siempre, aunque algunos sean ahora socialmente incorrectos, ya sabes, lo de la mujer que siempre espera que le rescate el hombre, el príncipe azul. De hecho, se han intentado hacer versiones más "adecuadas" y no han cuajado.
Ahora mismo hay en cartelera un musical de la Cenicienta donde el hada madrina es un hombre gay y negro... Me parece estupenda la inclusión de las minorías y todo eso, pero qué quieres que te diga, a mí me chirría. Ya soy demasiado vieja para ciertas cosas.
Un besote.
Jajaja Paloma me ha gustado esta reinvención de los clásicos aunque me creo que es mucho más posible lo de la calabaza que lo de reyes trabajando como los curritos.
ResponderEliminarMe encanta el tono irónico que le has imprimido a las letras y es que al menos así nos desahogamos porque con tanto paraiso fiscal y tanta evasión a una se le queda cara de boba y le entra una mala baba.
Besos guapa
Hola, Conxita.
EliminarLo de que un rey ejerza la abogacía para perseguir a los evasores fiscales es una ironía con la que intento paliar la frustración ante las noticias que salen sobre "el campechanote", igual que con lo de perseguir a los cazadores "deportistas". En fin, la impotencia ante algunos desmanes es difícil de asumir y gestionar, pero algo hay que hacer.
Un besote.