Desde hace unos
meses ya no escribo reseñas en el blog, salvo las que yo tildo de reseñas
kirkenianas, es decir, reseñas que se salen de lo habitual por algún plus añadido.
En la que hoy aparece, el plus consiste en que hablé con el autor del libro.
LA RESEÑA
Este libro es
más que un libro, no es un ensayo, pero, desde luego no es tampoco una novela.
Es… bueno, no sé muy bien a qué género pertenece, lo que sí sé es que me ha
encantado y he disfrutado muchísimo con su lectura.
En “Castellano” Lorenzo Silva nos cuenta cosas
de Castilla y de su propia vida; como hilo conductor utiliza la historia de la
revuelta comunera, una historia que en los libros de ídem apenas se cuenta someramente
y de la que, la mayoría, si nos atenemos a esos libros de historia, no tenemos
ni idea.
Empleando esta
revuelta como argumento central, Silva nos muestra qué es realmente Castilla y,
lo más importante, qué es ser castellano. En esta segunda faceta radica la
chicha de este libro, porque habla del sentimiento de identidad “nacional” como
yo nunca había oído hablar y, además, con el que me he sentido plenamente
identificada, valga la redundancia.
Silva nació en
Madrid, hijo de andaluz y nieto por parte materna de castellanos. Cuando pasaba
los veranos en la Málaga natal de su padre, no se sentía andaluz, pero tampoco
salmantino cuando visitaba esporádicamente el lugar donde nacieron sus abuelos.
Era nacido en Madrid, y ya está. Así creció, así lo sintió durante muchos años.
«Lo que yo
fuera, era otra cosa, desdibujada y tal vez sin nombre.»
Pero todo eso cambió
cuando tuvo su propia epifanía, y ocurrió a través de la música, oyendo cantar
a Nuevo Mester de Juglaría la historia de los comuneros. En el álbum “Los
Comuneros”, al son de estilos musicales propios del folklore castellano, se nos
relata lo que ocurrió en aquel lejano año de 1521 cuando unos revoltosos súbditos
se negaron a pagar más impuestos a un rey advenedizo que además de ser
extranjero no le correspondía reinar pues su madre, la castellana, aún estaba
viva y, a pesar de lo que se quería hacer creer, muy cuerda. El rey pedigüeño y
guiri era Carlos I, y la madre destronada, Juana I de Castilla.
Esta historia
también se cuenta en el libro, casi, casi, siguiendo el guion de dicho álbum
además de sustentarlo con reflexiones, muy acertadas, del propio autor, y con
añadidos históricos muy interesantes sobre la vida, ascendencia y vicisitudes
previas de los cabecillas de la rebelión.
Pero el libro
es algo más que la historia de los comuneros. Intercala, entre los sucesos de
la rebelión, vivencias personales, lugares emblemáticos de Castilla, personajes
mostrativos del carácter castellano (Fernán González, el Cid, Francisco de
Vitoria, que a pesar de ese nombre era de Burgos). También nos muestra
escenarios muy alejados de Castilla, pero donde los castellanos dejaron su impronta
y su manera de ser (y su idioma). Mención aparte, en estos interludios de la
historia comunera, merece el capítulo dedicado a mi adorado Cervantes.
«El más grande
de los hijos de su patria, desbordando los contornos de esta y dejando a una
distancia sideral a quienquiera que deba considerarse el segundo, lugar menor
que pueden disputarse todos los demás.»
También reparte
estopa entre quienes presumieron de entender Castilla y no se enteraron de
nada, y en este apartado reciben lo suyo Unamuno (vasco), Azorín (alicantino) e
incluso el mismísimo Machado (sevillano). Y lo hace con las palabras de un castellano
de pro, Delibes:
«Es la mirada
desde fuera, de hombres que, pese a su talento y su vivencia en Castilla, no
nacieron en ella, no terminan de penetrar su espíritu y se quedan en la
superficie.»
A pesar del
desconocimiento general sobre la revuelta comunera, todos conocemos cómo acabó:
mal. La rebelión se descabezó, literalmente (los jefes fueron decapitados), y las
aguas volvieron a su cauce. Ahora, muchos historiadores están dando la
importancia que realmente tuvo aquella insumisión que, a pesar de fracasar,
supuso un punto de inflexión. Fue una revuelta revolucionaria, y aunque pueda
parecer una redundancia tiene su porqué. Las ideas que la movieron fueron
pioneras, en aquel lejano siglo XVI se proponía lo que ahora llamamos monarquía
parlamentaria donde el rey estuviera sujeto al parecer del pueblo siendo este
representado por los procuradores elegidos en asamblea comunitaria. Esas ideas
innovadoras salieron de Castilla.
«La revolución
de los comuneros, la primera de la Europa moderna, que no estalló en París, ni
en Londres, ni en Berlín, ni en Barcelona, por entonces dóciles a la monarquía
absoluta que sobre cada una imperaba, sino en Toledo, a orillas del Tajo, el
río que parte en dos el seco páramo castellano.»
Entre reflexiones
y avatares comuneros discurre un libro escrito con la perfección narrativa que
caracteriza a Lorenzo Silva, convirtiendo la lectura en una auténtica delicia.
EL ENCUENTRO
CON EL ESCRITOR
Leí “Castellano”
en versión digital, pero me sentí tan identificada con lo que ahí se decía en
tantos aspectos que decidí comprar un ejemplar en papel para una siguiente
relectura. Como la Feria del Libro se iba a celebrar, por fin, después de más
de dos años sin ella por culpa de la pandemia, decidí comprarlo ahí para
aprovechar el pequeño descuento que hacen y, de paso, darme un paseo y así quitarme
de encima el síndrome de abstinencia provocado por tantos meses esperando este
evento. Era tanto el mono que tenía que me fui el mismo día que se iniciaba, o
sea, ayer.
Debido al
protocolo Covid el aforo este año está muy reducido y ya me sospeché que entrar
iba a estar complicado.
Lo bueno de
pasear casi a diario por el parque del Retiro es que se conocen lugares que
otros paseantes eventuales ignoran. En lugar de acceder por la puerta principal
a la Feria del Libro, y por la que entran la mayoría de los visitantes, lo hice
por otra menos conocida donde la cola para llegar era mucho menor. Con apenas
cinco minutos de espera ya estaba dentro. Además, ese día, o sea ayer, Lorenzo
Silva estaba en una caseta firmando ejemplares.
No soy yo mucho
de firmas, además de que no me gusta esperar en la fila, cuando llego ante el
escritor no sé muy bien cómo comportarme; me encantaría tomarme un café y charlar
con muchos autores, pero delante de un mostrador y sabiendo que solo dispones
de un par de minutos pues como que se me quitan las ganas. En cambio, ayer hice
una excepción; quería transmitir al escritor cuánto me había identificado con
él y aunque solo fuera decirle eso me animó a esperar para que me firmara mi
recién adquirido ejemplar en papel de “Castellano”.
Ayer mi amigo
Murphy no andaba cerca (lo mismo estaba esperando en la larguísima cola que
había para entrar por la puerta principal) y tuve mucha suerte. Delante de mí,
para la firma, solo había dos personas y en seguida me planté delante de Silva.
En un primer momento no supe qué decirle, tan solo un ñoño «Me ha encantado tu
libro», menos mal que no añadí eso de «Me gusta mucho cómo escribes», algo que
se presupone porque si no te gusta el escritor a santo de qué vas a ir a que te
firme nada.
Tras ese
titubeo inicial y animada por la sonrisa que adiviné tras la mascarilla por el guiño de sus ojos y con la que me recibió, se me
ocurrió comentarle que me había sentido identificada con él y, en un alarde de
insensatez temeraria, le dije que éramos muy parecidos. Toma ya. Antes de que
Silva pensara que tenía delante a una auténtica cretina, añadí apresuradamente
que yo también había nacido en Madrid, que era hija de un castellano y de una
gallega y que nunca me sentí de ninguna parte en especial, que “solo” era
madrileña, que también conocí la historia de los comuneros a través del Nuevo
Mester de Juglaría y que después de leer su libro me había dado cuenta de que
me sentía castellana sin yo saberlo. Se lo solté de un tirón, sin anestesia ni nada.
Convencida de que me iba a decir un par de frases de cortesía y, tras
garabatear algo en el libro, me despacharía con viento fresco pensando,
igualmente, que era una auténtica cretina, la sorpresa llegó cuando él me dijo
que así se sentía él, que era castellano sin saberlo. Empezamos a hablar de los
comuneros, del carácter pragmático de los castellanos, yo le conté cosas de mi
abuelo paterno, él cosas del pueblo de los suyos… hablamos y hablamos y cuando terminamos
había una cola importante detrás de mí. No me lo podía creer. El par de minutos
de rigor que yo creía que tendría como contacto con él fue en realidad mucho
más tiempo. Lo siento por los que estaban detrás de mí, supongo que se
acordarían de mi abuelo paterno y de toda la parentela materna también, pero yo
disfruté como una enana.
Es una gozada
comprobar que la persona que está detrás de un escritor al que admiras es muy
parecida, o igual, a la que sospechas cuando lo lees. Hasta ahora me habían
firmado ejemplares escritores “conocidos” por mí a través de redes sociales o
por correos electrónicos; esta es la primera vez que me firma uno del que no
había tomado contacto, tan solo el que se da con la lectura, y la experiencia
ha sido sumamente agradable. Lo mismo me aficiono y me voy a la caza y captura
de firmas, no sé.
Ya para
terminar esta extensa y rara reseña, pongo unas líneas de “Castellano”, unas
palabras que hago mías porque comulgo completamente con lo que ahí pone y
porque es una muestra de hasta qué punto Lorenzo Silva y yo “somos iguales”.
«Elijo con
gusto la identidad castellana, no solo como la mejor forma de habitar en mi
pellejo de madrileño con pasaporte español, sino como la credencial que
prefiero para circular como europeo y ciudadano del mundo.
»No puedo
agradecerle (a Castilla) lo bastante que a cambio de tan liviano peaje me haya
regalado la lengua en la que vivo y escribo y la voluntad de ser libre, sin
someterme a los vasallajes mentales, emocionales y de todo tipo que exigen los
nacionalismos.»
Galería de
imágenes:
¡Ah, cómo me ha gustado esta entrada tuya, Kirke! Nací y he vivido siempre a orillas del Tajo. Me siento castellana por los cuatro costados, en cuerpo y alma.El trabajo del Nuevo Mester de Juglaría lo conozco como la palma de mi mano, y la desgraciada historia de los comuneros también. He leído mucho sobre la historia de Castilla en esa época y siempre me fascinaron sus protagonistas ( Padilla, Bravo, Maldonado, Juana la Loca, María Pacheco...). Es una historia fascinante, en la que Castilla brilló más que el sol y en la que los comuneros, aunque fueron derrotados, dieron un verdadero ejemplo de lucha por la libertad, por los ideales, por la soberanía del pueblo. Carlos I, el rey guiri, mandó quemar las casas de Juan de Padilla en Toledo y después mandó rociar el solar con sal, para que no creciera ni la hierba, y después horadó el escudo comunero para así humillar a los valientes que defendieron los derechos de Castilla.
ResponderEliminarPero bueno, este año se cumplen 500 años de la batalla de Villalar en la que fueron derrotados, y con motivo de este hecho en Toledo se les ha recordado y se ha reconocido su valentía. Parece que el tiempo termina poniendo las cosas en su sitio.
El libro " Castellano", es un libro que me encantará leer, y ya lo estoy apuntando para ir a por él.
Muchas gracias, guapa
Un abrazo
Un abrazo.
Hola, Rita.
EliminarDurante decenios, siglos diría yo, se echó mucha porquería sobre los cabecillas de los comuneros: que si eran aristócratas que no querían renunciar a sus privilegios, que si buscaban ganancias personales, etc. Cuando fue la verdadera aristocracia, los grandes de España, la que apoyó a Carlos I a cambio de ganar aún más poder. Esa manera de denostar a los cabecillas era una forma de tumbar y desacreditar una revuelta que buscaba una monarquía más justa y más dependiente del pueblo, pero, claro, ese movimiento era muy peligroso para el poder establecido.
Otra cosa de la que no se habla en los libros de Historia, al menos en los que nos tocaron en la escuela, es que después de la derrota vino la venganza. Carlos I y sus secuaces, o sea, la alta aristocracia, se cebaron a base de bien en las familias de quienes tuvieron la osadía de cuestionar su poder. Confiscaron sus bienes y los denigraron hasta límites inauditos, tú misma comentas lo que hicieron con los escudos. En fin, que el levantamiento fue muy grave y al guiri se le pusieron los cataplines de corbata.
Si eres toledana, en este libro leerás cosas que te enorgullecerán cuando habla de tu paisano, Juan de Padilla y de su mujer, María Pacheco.
No te puedes perder Castellano, te va a encantar seguro.
Un abrazo fuerte.
No sé León se puede meter dentro de Castilla. Yo nunca lo he hecho por eso de que crecí con regiones bien diferenciadas y León era una región distinta de Castilla la Vieja y de Castilla la Nueva.
ResponderEliminarPor otra parte, los comuneros salieron de Castilla, pero también de Extremadura, Andalucía, ("...entran en comunidad
Úbeda, Burgos, Palencia,
Valladolid, Badajoz,
Ciudad Rodrigo, Baeza,
Sevilla, Toro, Jaén,
Cáceres, León y Cuenca". Así dice uno de los temas)
En fin que tampoco me siento castellana. Leonesa y por pura chiripa. No le doy demasiada importancia al lugar en que una nace. Lo considero casual y ajeno al mérito propio.
No obstante, también me alegro de no tener que "someterme a los vasallajes mentales, emocionales y de todo tipo que exigen los nacionalismos". Y me encanta el disco de Nuevo Mester de Juglaría que en su día me supe enterito. La cita anterior es de memoria.
Por cierto el disco pone música a un largo poema de Luis López Álvarez que también anda por casa.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarLas ciudades que citas, en el siglo XVI, eran Castilla, y así lo hace notar el propio autor, así que la revuelta comunera fue totalmente castellana. Por cierto, un Guzmán de León tuvo una implicación muy especial en la revuelta y así se lo hicieron pagar después, despojándole de todos sus bienes y sus títulos, además de condenarle al ostracismo.
El autor, y yo también, no da importancia al lugar donde se nace, sino al lugar donde uno se siente que pertenece. La ciudad o localidad que aparece en el DNI es un puro trámite. Ahí radica la manera, para mí original, de entender la identidad que muestra Silva y que yo comparto plenamente. Ser o sentirse castellano no es solo haber nacido allí, sino haber "mamado" ciertas cosas, por eso "critica" a quienes estuvieron "una temporada" más o menos larga y se precian de conocer y así catalogar una vasta región que es mucho más compleja que sus campos agostados en verano (que alguno de esos "entendidos" confunden con aridez). Como comento, el concepto de identidad que baraja el escritor es diferente al que estamos acostumbrados y por eso me ha gustado tanto.
El disco del Mester una auténtica joya. Por cierto, al terminar nuestra charla yo le comenté que de la última canción del disco me quedaba con una frase, y él, antes de que yo se la dijera, me dijo: "Si los pinares ardieron, aún nos queda el encinar" Hasta en eso coincidimos.
Un besote.
Los Guzmanes fueron una de las familias más genuinamente leonesas. A día de hoy la Diputación está en lo que fue el Palacio de los Guzmanes. También pertenecía a la familia el famoso Guzmán el Bueno que defendió Tarifa de los musulmanes.
EliminarImagino que en el libro mencionará a los Quiñones, condes de Luna, que lucharon al lado del emperador.
Si te digo la verdad, a día de hoy me da un poco de pereza ponerme con el libro de Silva, pero lo tengo en mi lista, por supuesto.
Hola Paloma: Me alegro que disfrutaras de esa charla con Lorenzo Silva. El libro me lo apunto, por lo que dices debe estar interesante, en su momento leí el de Olalla Garcia "Pueblo sin Rey" gracias a una reseña tuya, me gusto y aprendí bastante de
ResponderEliminarde la revuelta Comunera y entendí el porque de las letra del Nuevo Mester de Juglaría, que estoy tarareando mientras escribo esto y me temo que continuaré todo el día para sufrimiento de quien compartan mi día. Un beso
Hola, Pura.
EliminarSi te gustó Pueblo sin Rey, este también va a cumplir tus expectativas, aunque en esta ocasión la historia no está novelada, como en el libro de Olalla, va más en plan reflexivo y da muchos datos sobre los antecedentes de Padilla, Bravo, Maldonado y Zapata, creo que da una visión de conjunto muy buena y también es crítico con algunos desmanes que se cometieron entre los comuneros; tampoco se le caen los anillos por reconocer que Adriano de Utrech tenía capacidad para gobernar y ser moderado.
En Castellano, además, se intercalan otros personajes y asuntos de otras épocas. Yo me he enterado de quién era Francisco de Vitoria (que nació en Burgos) y he flipado (hasta que lo leí en este libro para mí solo era el nombre de una universidad privada). Toca muchos temas relacionados con el alma de Castilla, como lo llama él.
Estoy segura de que te gustará y estoy convencida de que también lo leerás tarareando las canciones del Mester, yo lo hice, ja, ja, ja.
Un besote.
Me ha encantado leer sobre tu encuentro con Lorenzo Silva y cómo vuestra afinidad os hizo abstraeros de colas y demás, quién lo iba a decir. Parece una persona muy sencilla, recuerdo que fue el primero en reivindicar a García Pavón (autor tomellosero) como padre de la novela policiaca española, porque otros como Vázquez Montalbán lo despreciaban por ser "de pueblo" y "costumbrista".
ResponderEliminarMe sorprendió la temática de la novela, porque a Silva lo tengo encasillado en la novela policiaca. La leeré, seguro que me gusta.
Un abrazo.
Hola, Gerardo.
EliminarNo eres el único que asocia a Lorenzo Silva con novela policiaca, supongo que la culpa la tienen sus guardias preferidos, Bevilacqua y Chamorro. Sin embargo escribe sobre otras temáticas de vez en cuando y es ahí donde a mí me gusta más. De hecho, de la serie de Bevilacqua solo leí dos o tres y no me gustaron mucho precisamente, en cambio El nombre de los nuestros (sobre el desastre de Annual) o Carta blanca (también sobre la guerra del Rif, pero también de la guerra civil) me encantaron.
Esta de Castellano te va a gustar seguro, habla de Castilla de una forma... como nunca antes había leído nada. A este respecto me encantó el repaso que les da a Unamuno, Azorín y Machado porque asociar el aspecto de los campos segados en verano con un secarral árido y estéril es no entender mucho del verano castellano, además de recomendar a quienes así piensan que se den un paseo por esos mismos campos en primavera, ja, ja, ja.
En el rato que estuve hablando con él a mí también me pareció un hombre sencillo, y si me apuras, hasta tímido, lo que le da mucho más valor a dar palique a unos desconocidos en la Feria del Libro.
Me encantará saber tu opinión de Castellano, a ver si tú también sientes el alma de Castilla como la expone el autor.
Un abrazo.
Genial, echaré un vistazo también al libro sobre Annual, efemérides que ha pasado muy desapercibida.
EliminarGerardo, si te interesa el tema de Annual hay un libro de Manuel Leguineche (Annual 1921: el desastre de España en el Rif) que está muy bien, pero no es una novela. Yo, lo poco que sabía sobre el tema era por lo que me contaba esporádicamente mi marido (un amante de la historia bélica), pero cuando me di cuenta del horror que supuso aquello fue leyendo "El nombre de los nuestros".
EliminarAhora acaban de publicar El prisionero de Annual, está basado en el diario que escribió un tal sargento Belloso que le hicieron preso y estuvo en las cárceles de Abd el-Krim pasándolas canutas, como era de esperar. A ese le tengo echado el ojo, pero no sé qué tal estará.
Yo también creo que el centenario de aquello ha pasado sin pena ni gloria, supongo que no es agradable recordar lo mal que se gestionó aquel asunto y se ha preferido escurrir el bulto.
Bravo, Padilla y Maldonado. Tres inconformistas de un tiempo en que los revolucionarios perdían la cabeza literalmente. Una historia esta, que cuando era niño se me quedó grabada a fuego; aunque solo fuera por el cruento final.
ResponderEliminarNo es lo peor que el rey extranjero fuese Carlos I. Peor hubiera sido un rey títere de sus validos; como el incalificable Fernando VII de tiempos más cercanos.
Es cierto que esta historia la tenía que escribir alguien; y que mejor que lo haya hecho un autor de los nuestros ¿Verdad Paloma?
Besos
Los desmanes monárquicos se pueden contar por cientos, de hecho, el rey que mencionas, sin lugar a dudas, fue el peor que hemos tenido (y no fue por culpa de ningún valido, él solito era un impresentable); pero después de Fernando VII al que tengo mucha manía, yo pongo en la lista negra a Carlos I, un déspota que a encerró a su madre para ser rey y se aprovechó de todo aquel que le pudiera dar dineritos para hacerse emperador (lo que hizo con Hernán Cortés no tiene nombre, le trató de traidor pero gracias al oro que le entregó de México pudo sobornar a los que al final le hicieron emperador). En fin, que a ese rey le tengo enfilado (como a la mayoría, la verdad).
EliminarDesde luego, esta historia de los comuneros y del alma de Castilla no podía tener mejor escritor que Silva.
Un beso.
Fantástica reseña y crónica de tu encuentro con Lorenzo Silva. Transmites entusiasmo y deseos de leer "Castellano". Yo lo leí y reseñé hace cosa de tres meses. Me gustó mucho y como tú me sentí muy identificado con cuanto aparece en la novela. En mi reseña destaqué varios aspectos que me agradaron y que, claro, no voy a reproducir en un breve comentario. pero no resisto la tentación de resaltar el principal mensaje que "Castellano dejó en mí. Son palabras dichas por el mismo Lorenzo Silvay que a los que somos castellanos nos sirven para quitarnos un cierto complejo que el resto de regiones con "hechos diferenciales", según dicen, nos han hecho sentir. La frase es la siguiente:
ResponderEliminar«Esto es el relato de un viaje: de cómo, contra todo pronóstico, alguien que nunca tuvo noción de ser nada, en términos de adscripción colectiva, y que podría no ser quien lo narra, acaba siendo y sintiéndose algo.»
Y eso es lo que para mí es la lectura de esta obra: un viaje para reencontrarme conmigo mismo.
Un besazo, Paloma
Leí en su día tu reseña y me animó mucho a leer el libro, aun así te confieso que creí que a mí no me afectaría la lectura como lo había hecho contigo. Yo no me sentía castellana, con ese hecho diferencial al que aludes y que se supone que nosotros, los castellanos, no tenemos, aunque yo no lo llevaba como un complejo sino como una evidencia a la que no le daba demasiada importancia.
EliminarSin embargo, Silva explica tan bien el alma de Castilla, que en seguida me di cuenta de que yo formaba parte de ese colectivo, como reproduces tú. Que mi forma de pensar, de actuar y de encarar algunas cosas, tenía "un patrón", algo que se basaba en esa identidad, me sentí tan identificada (y vuelve la redundancia) que aluciné. Sí tenemos muchas cosas en común los castellanos y además tiene su porqué, algo que me encantó.
Desde luego es un libro especial.
Un besote, paisano.
Qué envidia me dais todos con La feria del libro de Madrid jajaja
ResponderEliminarEste año no he podido ir, pero el que viene me lo planteo seriamente!!
Te entiendo con lo de las firmas. A mí no me acaban de gustar porque no tengo vena "groupi" ni aunque sea para la literatura, pero otro lado me gusta ir a las ferias, a Sant Jordi y vivir el ambiente. Y también acudir a las presentaciones.
Qué bien que hayas podido conocer a Lorenzo Silva y que te haya firmado un libro que tanto has disfrutado. En la tercera foto, la que miras a la cámara, se te ve súper emocionada!! :)
Si te digo la verdad, aún no he leído nada de él, pero veo que merece la pena. Tomo nota!!
Un besote!!
Hola, María.
EliminarLo del ambiente es lo que más me gusta de este tipo de eventos. Esta primera visita tuvo el acicate de contactar con un autor y con un resultado mejor del que esperaba, pero pienso acudir más días (vivo bastante cerca) y lo haré entre semana, que habrá menos gente pero el mismo buen rollo, y entonces me pararé a mirar con tranquilidad los puestos.
De todas formas, tengo pendiente acudir otro día más porque un escritor que conozco a través de FB, y una escritora que ya conocí en persona en otra edición de la feria, van a estar y aprovecharé para charlar con ellos.
Si vienes el año que viene, dame un toque, y podemos vernos allí.
Un besote.