CRÓNICAS ASTURES I
—¡Fue en
legítima defensa!
Apoyada en una
roca que tenía una extraña inscripción en forma de cruz, miré hacia un lado y hacia
otro, allí no había nadie y sin embargo alguien había dicho algo.
—¡Fue en
legítima defensa! –volví a escuchar y volví a mirar alrededor mío sin conseguir
ver a nadie.
Había llegado
hasta ese rincón apartado de Llueves, una aldea encaramada en la cima de un
monte cerca de Cangas de Onís, en busca de algo de tranquilidad porque mi
visita a los Picos de Europa estaba siendo algo decepcionante. No tengo nada en
contra de la accesibilidad a nuestros parajes más abruptos por parte de todo el
mundo, pero encontrar más gente en algunas sendas de montaña que en la Gran Vía
en Navidad me estaba molestando un poco.
Por eso, aquel
día, aproveché el aislamiento que me proporcionaba un lugar desconocido por el
turista tradicional. Me senté en una peña que se encontraba cerca de una de
las viviendas de aquella aldea buscando la tan ansiada soledad montañera.
Y ahí me
encontraba, sentada en un risco pensando en mis cosas. De hecho, antes de oír
esa voz inesperada, estaba recordando mi petición de hacía un par de días en el
santuario de Covadonga. No soy creyente pero sí algo supersticiosa y ya que la
cueva, donde a Pelayo le auxilió la Virgen en la batalla contra el infiel, se ha convertido en lugar de peregrinación y
milagros, decidí probar suerte. Pero yo no solicité salud o un buen trabajo, mi
petición fue algo diferente; pedí inspiración.
Concretamente
lo que solicité en esa gruta tan inquietante fue encontrarme con el espíritu de
algún ancestro, o algún habitante de estas tierras, que me inspirara alguna
historia, que me contara algo que luego yo pudiera relatar. Eso le pedí a La Santina,
o a las xanas —ninfas asturianas— que dicen habitaron antes esa gruta brumosa y
con agua, cuando las tribus astures utilizaban aquel lugar para sus ritos
religiosos.
—¡Fue en
legítima defensa!
¡Otra vez! En
esta ocasión lo oí perfectamente y perfectamente me di cuenta de que allí no
había nadie. Tímidamente y empezando a creer en vírgenes que conceden deseos,
hablé al aire y dije:
—¿Hola?¿Hay
alguien ahí?
Nada más
decirlo me sentí ridícula, pero enseguida escuché la misma voz de antes.
—Estoy aquí ¿no
me ves?
Miré otra vez a
mi alrededor. Tan solo había árboles y vegetación entre prados de un verde
esmeralda.
—No, no te veo,
pero te oigo.
—¿De verdad? Ya
era hora, llevo cientos de años andando por aquí y es la primera vez que
alguien se percata de mi presencia. Hubiera preferido que me vieran, pero algo
es algo. Esto de penar es muy solitario y aburrido.
El propietario
de esa voz llevaba andando “cientos de años”. El corazón se me puso a mil por
hora. La Santina o las xanas me habían concedido mi deseo. Estaba contactando
con alguien de la Reconquista, ¿quién si no, en semejante sitio, podía ser el
dueño de esa voz? Una voz, he de remarcar, ronca, profunda, grave y sumamente
varonil. ¡Ay, madre! ¡Era don Pelayo! Seguro.
—¿Don Pelayo? ¿Sois
vos? —dije recurriendo a ese “vos” que supuse me haría más cercana a un
personaje del siglo VIII y, ya de paso, demostrar lo culta que soy.
—¿Yo? No —contestó
la voz.
Reconozco que
me decepcionó un poco saber que no era Pelayo mi interlocutor pero me agarré a
eso de que llevaba cientos de años por la zona.
—Entonces,
¿cuál es vuestro nombre?
—Furaco.
Qué nombre más
raro, pensé, pero en la Reconquista no todo eran nombres cristianos. Algunos
astures y cántabros, que también participaron en aquella guerra, eran paganos.
O lo mismo se trataba de un combatiente musulmán; esto de los fantasmas puede ser
sumamente complejo.
Decidí recabar
más información.
—¿Sois noble o
un guerrero raso? ¿Cristiano o musulmán? ¿Cuál es el dios en el que creéis?
—No sé de qué
me estás hablando rapaza. Yo no creo en ningún dios, eso son cosas vuestras. Yo
solo creo en lo que me rodea: el agua, los árboles, las nubes, el sol, la luna,
el día, la noche... Bueno, y en las xanas. Creo en las malditas xanas también —respondió con un tono enfadado que me asustó un poco.
Esto último me
desconcertó mucho. Ahora era yo quien no sabía de qué estaba hablando la
voz. Decidí seguir con el interrogatorio, para un espíritu que me había
encontrado tenía que aprovechar
la ocasión.
—Antes
hablasteis de que fue en legítima defensa, ¿a qué os referíais?
—A que yo solo
actué para defenderme, pero la xana se enfadó, me dijo que atacar a los hombres estaba mal y que matar reyes estaba aún peor. Que había puesto a la incipiente monarquía
en peligro, dijo. Esa xana traidora, tras encapricharse de un monje se hizo cristiana y desde entonces todo
fue hacerle la pelota a los frailes que empezaron a pulular por estos montes.
Se enfadó tanto con mi acción que me castigó a vagar eternamente por mi
imprudencia. ¡Xana rencorosa!
¡Atiza, estaba
tratando con un magnicida! Así que era un insumiso. Intenté recordar mis clases
de Historia pero no sabía de ningún rey que hubiera muerto asesinado por esta zona.
Sí que recordaba a uno al que apuñalaron mientras estaba haciendo de vientre —una
manera muy poco regia de morir, dicho sea de paso— pero aquel rey era navarro,
o castellano, y eso ocurrió muy lejos de donde me encontraba. Me estaba
haciendo un lío, por lo que decidí ir al grano sutilmente.
—Así que conspirasteis
para acabar con el rey.
—¡Que no! Que
fue en legítima defensa, ¿es que no escuchas? Ese imbécil se me echó encima,
con una lanza pretendía ensartarme ¿qué iba a hacer yo?
—Vale. Os defendisteis,
con la espada como un buen combatiente.
—¿Qué espada?
Lo hice con las garras, y de un solo golpe me deshice de ese alfeñique. No
tenía ni medio zarpazo.
—¿Garras?¿Zarpazo?
No entiendo. ¿No usasteis un arma?
—Claro que usé
armas. Las mías, las que tengo y que sé utilizar muy bien. Diez uñas como puñales
y una gran potencia; pesar cientos de kilos también ayuda. Cada uno con lo que
ha nacido.
Llegados a este
punto yo ya estaba completamente perdida. Zarpazos, cientos de kilos… Entonces
se me ocurrió la pregunta por la que debería haber empezado.
—¿Cómo se llamaba
el rey al que asesinasteis?
—Que yo no
asesiné a nadie, ¡carayu! ¡Que fue en legítima defensa! ¿Cuántas veces lo
tendré que repetir? Eres tan obtusa como la xana.
—Bueno, pues ¿cómo
se llamaba el rey al que disteis muerte?
—Eso está
mejor. La xana me dijo que se llamaba Favila.
¡Madre mía! Sí
que había contactado con el espíritu de un ser de la Reconquista. De lo poco que
recordaba de mis lecciones de Historia se encontraba que el rey Favila había
muerto cuando un oso, al que pretendía cazar, le atacó. El espíritu
parlante era ¡un oso!
No era don
Pelayo, pero hablar con el que mató a su hijo no estaba nada mal. A falta de
pan, buenas son tortas. Aunque no fuera un humano, tampoco se trataba de un oso corriente:
era un oso regicida. Enseguida sentí
simpatía por él y decidí seguir conversando un rato más para obtener más
información pues sabía que la muerte del segundo rey de Asturias suscitaba
polémica.
—Y ¿cómo
ocurrió exactamente?
—Yo estaba
comiendo unas bayas tan tranquilo. De repente oí ruido de caballos y decidí
esconderme entre unos arbustos. Vi un grupo de caballeros con sus armaduras que
huían de otros que estaban persiguiéndolos.
—¿En serio?
¿Quiénes eran los perseguidores y quiénes los perseguidos?
—Ni idea. A mí todos los
humanos me parecen iguales, y la única información que me interesa de ellos es
si van armados. En ese momento lo que me preocupaba era quitarme de en medio. Esos tíos tienen mucha
facilidad para sacar la espada, o la lanza. Entre el grupo de los perseguidos
se encontraba un muchacho al que los que iban con él llamaban majestad. Y fue ese
el que primero descabalgó. Le vi algo asustado, la verdad.
—¿Y los
perseguidores?
—Aún estaban al
inicio de la colina. El que los comandaba tenía un porte imponente, era casi
tan grande como yo. A ese me pareció oír que también le llamaban majestad.
—¡Arrea, otro
rey! Esto se pone interesante.
—Yo estaba
seguro de que los dos grupos se iban a enfrentar y me quedé a ver qué pasaba. Pero, entonces, una abeja
impertinente me picó en el hocico, tuve que quitármela de encima y fue
cuando delaté mi posición. Todos los del primer grupo miraron donde estaba yo y
el alfeñique se puso todo chulito diciendo que me iba a matar, que con mi piel
se confeccionaría una buena capa que le daría prestigio y que le haría más viril. Los humanos sois
realmente estúpidos.
En ese
instante, Furaco se calló. Pensé que se había ido, pero tras unos segundos volví a oír su voz
profunda y grave.
—Se abalanzó
sobre mí con una lanza. Yo solo me defendí. De un zarpazo lo derribé y lo
estampé contra esa roca en la que estás apoyada, y con otro zarpazo más lo dejé
inconsciente. No quería matarlo, yo solo me defendí. Me escondí otra vez y fue
cuando el grupo perseguidor llegó hasta el lugar. El tío corpulento se bajó del
caballo y, mientras sus acompañantes cuchicheaban con la pequeña escolta del enclenque,
se acercó al muchacho que ya estaba desangrándose y le asestó una estocada que
acabó rematando lo que yo ya había hecho.
—O sea, que el
que mató a Favila no fuiste tú —después de tanta confidencia decidí pasar al tuteo.
—No lo sé.
Aunque el gigante ese no le hubiera ensartado con su espada, me parece que el
chico no lo habría contado de todas formas.
—Y luego ¿qué
pasó?
—Todos empezaron a
gritar que una alimaña asesina había matado a su rey. ¿Será posible? ¿Yo,
asesino? Pero si estaba comiendo bayas sin meterme con nadie.
Oí cómo Furaco suspiraba y tras una pausa continuó.
—Entre grandes aspavientos,
que me parecieron exagerados, decían que era una desgracia. Entonces todos se
inclinaron ante el hombre corpulento y doblaron la rodilla jurándole fidelidad
y llamándole nuevo rey.
—¿Qué hiciste
tú?
—Marcharme de
allí por si les daba por acabar lo que empezó ese tal Favila. En cuanto llegué al río
la xana se me apareció. Estaba muy enfadada y fue cuando me condenó a vagar
eternamente por estos bosques. ¡Es injusto! ¿Qué quería que hiciera yo? ¡Fue en
legítima defensa!
—Además,
técnicamente tú no mataste al rey. Por lo que cuentas, fue ese otro monarca el
que se lo cargó realmente. Así que tu xana se equivocó. ¿Le dijiste lo de la
estocada?
—Lo intenté,
pero estaba tan furiosa que no escuchaba. Me maldijo y aquí estoy.
Aunque el lugar
en el que estaba condenado ese oso desgraciado era realmente bonito, sentí
lástima por él. Vagar eternamente sin poder gozar de la compañía de otros
congéneres —hace siglos que por ese lugar ya no hay osos— debe de ser algo muy
triste. En un alarde de altruismo decidí echarle una mano.
—Quizás alguien
debería interceder por ti. Si me dices dónde encontrar a la xana yo podría
hablar con ella.
—¿De verdad
harías algo así? Por favor, búscala en el río, entre las rocas y donde más densa sea la vegetación. Ahí suele estar.
—Se llama
Ayalga. Si la encuentras cuéntale todo, e insiste que fue en legítima defensa.
—De acuerdo, lo
intentaré. Otra cosa, ¿esa xana tiene nombre? Lo digo por si me encuentro con
otra que no sea “tu” xana.
Realmente estaba abducida por ese oso penitente. No solo me estaba comprometiendo a buscar un ser mitológico sino que, en mi delirio, creía que iba a encontrar más de uno.
Realmente estaba abducida por ese oso penitente. No solo me estaba comprometiendo a buscar un ser mitológico sino que, en mi delirio, creía que iba a encontrar más de uno.
Entonces la voz
se calló y no volví a escucharla más. Me pareció ver que unos arbustos cercanos
se movían, como si algo se hubiera introducido entre ellos. El silencio se enseñoreó
del lugar y yo me quedé completamente sola.
Durante todo el
camino de vuelta hacia Cangas, a mi hotel, me dediqué a rastrear por la orilla del río Sella
en busca de la xana. No sabía muy bien qué buscar porque no sé ni qué
apariencia tienen. En mi paseo tan solo vi a un pescador que
estaba medio sumergido en el río. Iba a preguntarle si había visto una xana por
allí, pero enseguida me di cuenta de que era absurda la promesa que le había
hecho a Furaco. ¿Cómo iba yo a encontrar un ser de leyenda y completamente imaginario?
Pero una
promesa es un compromiso contraído que no se puede soslayar y quise cumplir con
la palabra dada por lo que me dispuse a indagar y busqué a Ayalga. Y la
encontré. Pero esa es otra historia.
Aunque decidí
no contar nada de este encuentro a mis allegados —ya tengo fama entre mis amigos
de ser algo rara y no quiero añadir más extravagancias a mi historial— he
pensado que con vosotros no puedo callar, debéis saber lo que ocurrió de
verdad. Que los libros de Historia no os engañen; yo lo sé de primera mano, o
de primera zarpa. Un oso me lo contó, el oso que atacó a Favila en legítima
defensa.
(Continuará...)
(Continuará...)
NOTA: Según las
crónicas de la época, al rey Favila, hijo de Pelayo, lo mató un oso cuando
intentó cazarlo en una supuesta prueba de virilidad. Pero otros historiadores sugieren
que realmente murió asesinado por su cuñado, duque —rey para algunos cronistas— de Cantabria y que sería su sucesor con el nombre de Alfonso I
de Asturias. Dicen que Alfonso tenía una constitución hercúlea que le hacía parecer un
oso. Otros estudiosos del tema alegan que la figura del oso se asocia a la persona del
rey, de ahí el refuerzo de la teoría regicida.
Roca grabada con una cruz donde murió Favila |
Río Sella y pescador al que estuve a punto de preguntar por la xana |
Población de Llueves |
Vista de Cangas de Onís desde el lugar donde el oso se cargó a Favila (en legítima defensa) |
Bueno,me ha encantado. Está muy bien escrito y con humor, como ya es seña de identidad tuya. Además está muy bien tramada toda la historia. La verdad es que desde que Furaco dijo que había matado a un rey, me imaginé a Favila porque es el único rey muerto por esos lares.
ResponderEliminarCuando mi hijo era pequeño teníamos un juego que le gustaba mucho. No recuerdo cómo empezó la historia. Debió de ser con alguno de los cuentos que me inventaba para hacerle comer y le debí de contar la historia de Favila muy imaginada y modificada por mí. El caso es que de repente él decía "¡Favila!" y yo respondía "le mató un oso" y se moría de risa.
Lo dicho, que me ha gustado mucho porque es un relato ágil y que engancha desde el principio.
Promete ser una muy buena sección.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarEncantada estoy de que te haya encantado esta historia.
Creo que conocí al oso más famoso de España, el que mató a Favila. Muchos reyes murieron de forma violenta pero creo que este rey Favila es el que todos recordamos cómo murió. Aunque según algunos historiadores realmente no fue así, lo del oso fue una 'cortina de humo' para poner en el trono a alguien más guerrero y más preparado para afrontar al enemigo que rondaba por el sur.
Espero que las demás historias te gusten también.
Un besote.
Lo que me he podido reír, como dice Rosa y estoy completamente de acuerdo con ella, has marcado tu seña de identidad.
ResponderEliminarQue pena que no fuera Pelayo, pero un oso, que fuerte, esa quizás a sido la parte que mas me ha gustado la descubrir quien era quien hablaba, y no te puedes imaginar la gran sorpresa que me he llevado.
A sido un gran comienzo de Septiembre, porque mi mes de agosto a sido duro y ya me iba haciendo falta encontrarme con vuestras reseñas así, con humor y poder reírme.
Besos y buen mes de Septiembre.
Hola, Tere.
EliminarSi me hubieran preguntado al principio de mi viaje a quién quería encontrarme hubiera dicho don Pelayo sin dudarlo, ahora que conocí al oso Furaco le prefiero a él. Pobrecillo, le colgaron el sambenito de mata-reyes y ahí está en los libros de Historia.
Siento que el mes de agosto haya sido duro para ti, espero que septiembre sea más benigno contigo y me alegra saber que mi historia te haya hecho reír. Las que vienen después son también algo disparatadas, así que prepárate.
Un beso y buen mes de septiembre también para ti.
¡¡¡Muero!!!
ResponderEliminarObviamente sabía desde el principio que hablabas de Favila y el oso y me ha encantado. Yo vuelvo ya de Los Picos de Europa, de mi pueblo "inaccesible" y tranquilo y ya me invade la nostalgia, allí si que hay Xanas lavando en el río y paz, mucha paz.
Ahhhh y en lo de vos acertaste, en mi pueblo se dice bastante, especialmente los mayores.
Besos y yo que voy varias veces al año a Covadonga mis deseos se los pido a Pelayo, llámame rara pero desde pequeña, además de las flores a la virgen se las llevaba a Pelayo, y tengo fotos de año en año en ambos sitios, jejeje.
Hola, Gemma.
EliminarNo me extraña que dejes flores a Pelayo, no sé cómo sería en la realidad, pero sus representaciones son de lo más atractivas. Yo no tuve suerte y en lugar de hablar con él lo hice con el oso que mató a su hijo, pero no te creas, fue también interesante, con menos glamour pero fue divertido.
Así que ¡hay xanas en tu pueblo! Si lo llego a saber te pregunto a ti, porque no veas qué difíciles fueron mis pesquisas para encontrar a la que maldijo a Furaco. Lo iré contando en sucesivas publicaciones.
Bienvenida de tu viaje, eres de una de las zonas más bonitas de España.
Un besote.
hola! nos encanto conocer un poco de Favila, que no la conociamos y ese oso penitente que nos enamoro, a saber sera en realidad un oso!!??' fantastico relato con humor, gracias y queremos saber mas, por favor!! saludosbuhos
ResponderEliminarHola, búhos.
EliminarEl oso, aunque no lo vi, era un oso en espíritu, pero oso al fin y al cabo.
En próximas publicaciones iré relatando algo más sobre Favila y su historia, espero que os guste como este relato.
Un besote.
En cuanto he leído lo de Favila me ha venido a la cabeza Pepe Isbert dictándole a su hija un discurso sobre si efectivamente, el rey murió o no a manos de un oso, jaja. No recuerdo el título de la película, pero era muy divertida, tanto como tu relato.
ResponderEliminarBuena fuente de inspiración el norte, la última vez que estuve fue con un grupo de estudiantes de 16 años,también dio de sí, pero ni las Xanas se atrevieron a aparecerse.
Un abrazo.
Hola, Gerardo.
EliminarLa muerte de Favila suscita polémica, así que Pepe Isbert no andaba muy desencaminado. Además, su muerte es lo único interesante de su reinado porque parece ser que aparte de cazar y erigir alguna iglesia, hizo poco más. La victoria de su padre sobre el enemigo del sur le procuró unos pocos años de paz que fueron los que le tocaron a él como rey.
El viaje al norte fue de lo más productivo y me documenté muy bien sobre la historia asturiana (di con personas realmente preparadas y buenas conocedoras del tema en lugares tan insospechados como el Parador Nacional de Cangas, su director es un pozo de sabiduría).
No quiero desvelar nada, aunque en este relato ya avanzo que encontré a la xana, pero no veas qué trabajo me costó. Estas ninfas asturianas son seres muy esquivos y no se dejan ver así como así.
Un abrazo.
Muy buena historia esa de que a Favila le mató un oso. Cuantas historias hay osos y de xanas en Asturias. Ya te digo que habrás encontrado tu una xana, buena eres tú para no encontrarla. Espero que el la próxima historia nos desveles el secreto. Me he reído mucho con la gracia que lo cuentas. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen.
EliminarEl paisaje asturiano es ideal para imaginar a osos y xanas deambulando. De momento al oso no le vi pero sí le escuché. De hecho, gracias a que no le vi pude atender a lo que dijo y enterarme de su historia, porque me topo con la imagen de un oso y me hubiera faltado campo para correr.
Gracias por tomarte tu tiempo para leer esta entrada.
Un beso grande.
Mi hermano Alejando le decía a sus hijos "Espabila Favila que viene el oso" y los aprendían historia, pero del oso nadie dice su nombre ni la mismísima Wikipedia. Furaco no me suena pero si te lo dijo la xana de tu encuentro sí será. Yo de xanas no sabía nada, ni que eran hadas o voces de ultratumba. Por cierto ¿tendrán los animales sus propias xanas? Habla con la de tu encuentro y cuéntanos qué te dijo. A lo mejor tienes que buscar entre las xanas oseras. Ellas saben mucho de niños y de ositos y de en "defensa propia".
ResponderEliminarBesos.
Hola, Paco.
EliminarEn realidad con quien hablé fue con el oso y no con la xana, y que se llamaba Furaco me lo dijo él mismo. Es cierto que los libros de Historia hablan muy poco de Favila (su breve reinado y la poca trascendencia de lo que hizo parece ser que tuvieron la culpa de esa falta de interés en él) pero del oso no dicen nada de nada y también hay que escuchar su versión.
Un abrazo.
¡Qué texto tan bonito, Paloma!
ResponderEliminarHe oído al oso y casi le he podido ver, al contrario que tú, ja, ja, ja.
Me ha parecido muy original que contactaras con el espíritu de un animal y que le dieras voz al pobre oso que mató a Favila y que tanta mala fama acumuló con los siglos. Hay que escuchar a las dos partes, ja, ja, ja.
Estoy deseando saber cómo continúa la historia y qué vas a hacer para encontrar a la xana esa.
Un besito.
Lucía.
Hola, Lucía.
EliminarTienes toda la razón, para conocer una historia hay que conocer la versión de todas las partes y en la muerte de Favila faltaba la opinión del oso, ja, ja, ja.
Afortunadamente yo me lo encontré y pude dar publicidad a su versión de los hechos.
Gracias por tu visita inesperada por estos lares.
Un besote.
Hola, Paloma:
ResponderEliminarVeo que tus vacaciones astures te han cundido. La historia que cuentas me ha gustado y no he podido dejar de leerla. Tiene ese punto de humor que ya considero característico en ti y que me encanta. Las xanas, el oso Furaco, Favila el alfeñique provocador y Alfonso el asesino.... componen un cuadro de personajes estupendo. Espero con ganas la continuación.
Un beso
Hola, Juan Carlos.
EliminarPues ese cuadro de personajes al que aludes irá creciendo y creo que los que están por venir en las próximas publicaciones no te dejarán indiferentes porque tienen todos y cada uno de ellos su puntito de peculiaridad.
Espero que sigas disfrutando las próximas semanas con estas crónicas.
Gracias por tu visita.
Un beso grande.
¡Cómo me gustó! El oso Furaco me enamoró, además es un asturiano guapo con esos 'carayu' que dice.
ResponderEliminarConozco Llueves y es un pueblo bonito donde los haya. Cuando yo fui me costó trabajo encontrar la piedra con la cruz porque está muy escondida.
Me ha gustado saber la historia del oso que mató a Favila. Gracias por contármela.
Irene.
Hola, Irene.
EliminarA mí también me costó trabajo encontrar la piedra de la cruz y menos mal que nos dio por preguntar a una vecina del pueblo porque de lo contrario todavía estaría buscándola. Y sí, Llueves es un pueblecito encantador y precioso.
Gracias por tu visita y sé bienvenida a este blog.
Un abrazo.
No te quejarás,... un deseo y ¡concedido! Nada más y nada menso que te concedieron inspiración,... yo me quiero ir a Cangas de Onis,... jajaja Me ha encantado!
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarNo, no me quejo. Si lo llego a saber le pido a La Santina (o las xanas) que me toque el Euromillón y ya me buscaría la vida por otro lado para encontrar inspiración.
Gracias por tu visita, espero que sigas las siguientes crónicas, a ver qué te parecen.
Un abrazo.
Que relato más bonito Paloma, entremezclas historia y fantasía con humor del bueno, y eso hace que uno se enganche y quiera saber más y más, vamos que no se termine, :)
ResponderEliminarLo he disfrutado muchísimo, enhorabuena porque el texto es fantástico.
Un besote, y feliz semana.
Hola, Irene.
EliminarMe alegra saber que te gustó esta nueva versión de la historia de Favila y el oso.
Espero que te sigan gustando las próximas entregas.
Un beso y feliz miércoles.
¡Hola, Paloma! Bueno, el descanso estival no te ha desentrenado la pluma. Un relato muy simpático que tiene dos de tus virtudes como narradora. La primera es lo bien que sabes adaptar el tono narrativo a la historia que cuentas, el lenguaje, la construcción de las frases tiene ese aura de leyenda que necesita el relato; la segunda, es tu imaginación. Has sabido utilizarla para darle este enfoque tan original a esta historia antigua, has encontrado el tercer pie del gato.
ResponderEliminarEstuve en Asturias en el año 2000, me enamoró por completo. Y Covadonga tiene magia. Allí hay una fuente que tiene inscrita una leyenda que afirma que quien beba de ella se casará antes de un año. Pues resulta que bebimos mi entonces novia y yo. Era agosto y te aseguro que no teníamos ningún plan de boda cercano... siete meses después estábamos frente al altar. Un fuerte abrazo!!
Hola, David.
EliminarEstuve en esa fuente de la que hablas y yo no vi inscrita la leyenda y lo peor es que ¡bebí! Digo, lo peor, porque yo ya estoy casada ¿y ahora qué me va a pasar? En este país la bigamia está penada y el marido que tengo ahora me gusta mucho. A ver si las xanas me van a fastidiar igual que a Furaco...
Lo que sí vi fue un cartel donde ponía que no se aseguraba la salubridad del agua y, por si las moscas (y las colitis) solo bebí un sorbito pequeño, gracias a eso a lo mejor no me hace efecto, ja, ja, ja.
Muchas gracias por tu comentario tan gentil, tus palabras hacia mis letras me animan mucho y me dan alas para seguir escribiendo.
Un abrazo grande.
Hola Paloma, original y divertido también tu relato, me gusta leerte porque sabes sacarme una sonrisa y además esta vez acompañando la historia esas bonitas fotos, genial. Asturias es un destino que tengo pendiente, y eso que no lo tengo tan lejos (tres horitas más o menos), este verano hemos estado a punto porque los peques quieren hacer la bajada al Sella, sin duda cuando viaje a estas tierras me acordaré de tu relato.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola, Mer.
EliminarViajar a Asturias, aunque no te encuentres con ningún espíritu, siempre es un placer. No puedes dejar de ir, ya verás cómo te gusta.
En viajes anteriores a la zona estuve a punto de bajar el Sella pero siempre me acababa echando para atrás, no soy yo muy diestra con el remo y prefiero ver las canoas desde la orilla, ja, ja, ja.
Gracias por tu visita y tu amable comentario.
Un beso grande.
Hola Paloma
ResponderEliminarYa de vuelta y con ganas de leer estas aventuras de tu viaje asturiano. No recordaba esa leyenda pero me ha gustado que le dieras voz al pobre oso, mira que lo has hecho de lo más entrañable y es que en todas las historias siempre deben escucharse todas las versiones.
Me ha gustado mucho el aire que le has dado a tu historia y cómo consigues hacerla creíble y entretenida. Desde luego los aires del norte te han despertado a las musas y musos, un placer volver a leerte, poco a poco intentaré ponerme al día de tantas lecturas.
Un beso enorme
Hola, Conxita.
EliminarGracias por tu comentario porque es cierto que siempre es bueno conocer las dos versiones. Hasta ahora solo sabíamos que a Favila un oso asesino lo mató, pero el oso, ya ves, tenía mucho que decir, ja, ja, ja.
Este viaje norteño ha sido de lo más inspirador, esos paisajes y sus gentes me han estimulado las neuronas y aquí estoy contando todo lo que viví ;)
Gracias por tu paso, te echaba de menos. Y no te apures por ponerte al día conmigo, me encanta que me leas pero sé que el tiempo libre es escaso y hay muchas cosas que atender.
Un besote muy grande.