Paula al fin se había
decidido, buscó un hueco entre su apretada agenda laboral y se tomó un par de
días libres para escaparse al bosque. La vieja cabaña de pastores encaramada en
un monte y que su madre había habilitado en homenaje a los abuelos ya
fallecidos sería el lugar idóneo para pasar unos días alejada de todo y de
todos.
Recordando a su
profesor de yoga pensó que el silencio y la tranquilidad de aquel bosque, donde
sus abuelos vivieron tantos años, le restablecerían una paz interior que había
perdido hacía ya demasiado tiempo cuando aceptó aquel apetitoso y deseado cargo
como directora de ventas de una empresa muy bien situada en el sector
inmobiliario.
Nada más llegar a su
destino le llamó la atención el silencio, la ausencia total de sonidos
estridentes. Tan solo se oía el leve rumor de las hojas de los álamos que
jalonaban un riachuelo el cual añadía a su vez un run run de agua en movimiento.
Los árboles, mecidos por un suave viento, parecían comunicarse entre sí en un
lenguaje solo comprensible para ellos. De vez en cuando el canto de alguna
oropéndola se añadía al coro conformado por los álamos y el río. La quietud del
lugar transmitía sosiego; había sido una buena idea ir allí.
Una vez instalada en
la pequeña cabaña salió al exterior para poder disfrutar del idílico paisaje y
de su tranquilidad.
No se le ocurría
mejor manera de disfrutar de esa paz que realizando una sesión de yoga en la
pradera que se encontraba a los pies de la cabaña. Cuando estaba en la posición
del loto y con los ojos cerrados, el suave rumor de los árboles empezó a subir
en intensidad hasta convertirse en un estruendo. Abrió los ojos y miró
extrañada a su alrededor, levantó la vista hacia el cielo pues creyó que se
avecinaba una tormenta y el viento hacía agitar violentamente las hojas de los
álamos. Sin embargo, comprobó que el cielo se presentaba diáfano y libre de
nubes. Pero el rumor de los árboles seguía aumentando de volumen y las copas se
balanceaban cada vez con más violencia. Al mismo tiempo, pudo ver que entre los
arbustos, que formaban parte de la vegetación que rodeaba a la cabaña, había
una gran agitación, como si algo o alguien se estuviera moviendo entre ellos
pero sin dejarse ver.
Alarmada y consciente
de su propia indefensión corrió al interior de la cabaña y cerró con el endeble
cerrojo la puerta de acceso. Una vez dentro siguió escuchando el bullicio de
los árboles y de los arbustos. Cada vez se agitaban más violentamente, el ruido
del viento se colaba entre las rendijas de la puerta produciendo un silbido
amenazante mientras que en las ventanas los cristales vibraban añadiendo más
ruido aún.
Paula empezó a
asustarse y no se explicaba cómo la paz y el silencio que había sentido tan
solo unos instantes antes se había podido trocar en violencia y estrépito.
Cuando el viento entró por la chimenea en un remolino de cenizas que lo
cubrieron todo con una pátina gris, Paula estaba a punto de entrar en pánico.
No sabía qué estaba
pasando, no había nubes, nada hacía presagiar una tormenta, pero el bosque
estaba agitándose como si algo lo hubiera molestado, como si algo lo estuviera
instigando. Entonces recordó viejas leyendas que su abuelo le contaba en noches
de invierno para asustarla cuando era una niña. Historias de aparecidos, de
seres mitológicos, señores del bosque que lo manejaban a su antojo para
engullir a los desaprensivos que se aventuraban a internarse solos en él. Justo
cuando rememoraba aquellos cuentos para asustar niños, dos fuertes golpes en la
puerta le hicieron dar un brinco.
Paula no pudo ahogar
un grito y se retiró al rincón más alejado de la puerta para aovillarse
mientras temblaba de la cabeza a los pies. Entonces los golpes se volvieron a
repetir. ¿Quién o qué podía andar por ahí? Quizás alguien que deambulaba por el
bosque y que se había visto sorprendido por esa especie de tormenta sin nubes.
Intentando ser lo más racional posible, Paula se incorporó y decidió abrir la
puerta alejando con una sacudida de la cabeza esas fábulas de superchería que
no tenían ningún fundamento. Sí, seguro que era alguien necesitado de ayuda.
Decidió abrir aunque,
en previsión, tomó un leño de la chimenea a modo de posible defensa. Cuando
abrió se encontró con el umbral desierto. Allí no había nadie. «Qué extraño», pensó.
Pero lo más extraño fue comprobar que el ruido ensordecedor que unos momentos
antes atronaba había desaparecido por completo.
Los álamos
permanecían apacibles, tan solo una leve brisa mecía las hojas de las copas, y
el rumor del riachuelo se dejaba oír con su run run cadencioso. El trino de una
oropéndola cercana se escuchó de nuevo. Paula, sin saber muy bien qué había
pasado y aún atónita, decidió volver a su esterilla para reanudar su sesión de
yoga. Al salir de la cabaña cerró la puerta tras de sí, sin percatarse de que
dos ojos brillaban agazapados en un rincón de la chimenea.
Vaya, Paloma, el género de terror se te da muy bien. Qué digo bien, requetebien. A medida que iba avanzando en la lectura de la descripción de ese extraño y amenazante fenómeno, pensaba en una película basada en una novela de Stephen King, cuyo título ahora no recuerdo, en la que una espesa niebla aparece de repente y avanza inexorablemente cubriendo toda una población, mientras sus habitantes se refugian en un hipermercado. Solo que en este caso todo se debe a unos seres extraterrestres (muy típico de King) y en el tuyo a un ser sobrenatural del que ignoramos sus verdaderas intenciones, pero que no parecen ser muy amables.
ResponderEliminarAunque suene al típico comentario, te diré que has sabido mantener la atención y la tensión a lo largo de todo el relato, y ese final nos deja con la boca abierta y los ojoa cerrados, jeje.
Si el número de palabras no supera las 900, podrías plantearte presentar este texto al concurso El tintero de oro.
¿No me dijiste, muy acertadamente, que para ganar un concurso, un texto no solo debía tener calidad sino algo más? Pues yo creo que este tiene ese "algo" que le da un toque especial.
Un beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarTu comentario tan positivo me da alas para insistir en ese género de miedo-terror que apenas había explorado. Antes de este relato escribí una historia hace un par de años (fue de mis primeros relatos) que se desarrollaba en un granero donde pasaban cosas raras, la presenté a un concurso ganando el tercer puesto. Lo mismo debería hacerte caso y presentar este al Tintero, pero me temo que va a ser que no porque este mes que viene está muy complicado con deberes familiares que no me permitirán leer a los demás concursantes.
Eso que dices que el texto tiene "otra cosa" me halaga, pero debido a la confianza que ya nos tenemos te diré que salió sin querer, porque me alentaron a escribir algo que no tuviera un final definido, algo con lo que me sentí muy incómoda porque yo soy una firme defensora de finiquitar bien finiquitadas las historias.
Gracias por creer tanto en mí.
Un besote grande.
Me figuro que después de la introducción con tan misterioso argumento, y ese final tan inesperado, habrá una segunda parte donde se nos descubra a qué presencia desconocida pertenecen esos ojos brillantes como tizones ¿Un espíritu del bosque?¿Un animal asustado?
ResponderEliminarYo desde luego, y muy al contrario que tu personaje tras recibir tamaño susto, me hubiera replanteado el quedarme a pasar el día, y más hacer una sesión de yoga.
Besos.
Hola, Javier.
EliminarMe temo que este relato no tiene ninguna continuación, al menos no es esa mi intención pues, como le comento a Josep Mª, me retaron a escribir algo donde el final no quedara definido, y si me supuso un reto fue precisamente porque yo no soy amiga de dejar flecos pendientes ni cosas sin terminar de contar.
Respecto a lo que comentas de la manera de reaccionar la protagonista, yo hace tiempo que no comparto la forma de actuar de mis personajes, los dejo que hagan cosas que yo no haría nunca, para empezar a mí ni se me ocurre irme sola a una cabaña en el bosque, ni con buen tiempo ni, por supuesto, con temporales "raros".
Un besote.
Hola Paloma, que buena tu recreación de los sonidos del bosque. Desde el silencio inicial, pasando por el trinar de la oropéndola, y hasta que llegamos a los estruendosos de los golpes en la puerta, todo está impregnado de misterio e intriga para el lector. Ya solo cabe dejar a la imaginación el destino de Paula cuando vuelva a entrar en la cabaña. No me gustaría estar en su lugar :). Felicitaciones por tu relato. Es admirable como desde una página en blanco se pueden crear historias y atmósferas tan bien conseguidas. Besos, y buen día.
ResponderEliminarHola, Miguel.
EliminarLa idea original del relato, y el desafío también, era trastocar algo sereno y tranquilo en algo completamente opuesto, para luego volver a esa tranquilidad inicial. Yo, además, quise añadir un elemento inquietante como fueron esos ojos agazapados en la chimenea.
Y tienes toda la razón, será la imaginación del lector la que resuelva qué le va a pasar a Paula.
También te confieso que me siento algo incómoda por dejar la historia así, sin terminar, es como si estuviera cometiendo una estafa, así que no te extrañes si dentro de unos meses aparece la secuela de este relato y despejo las incógnitas, ja, ja, ja. Nunca digas de este agua no beberé.
Gracias por tus elogios, son un acicate para seguir escribiendo.
Un abrazo y buen finde.
Yo también quiero saber qué pasó después.
ResponderEliminarMe has introducido en un clima de intranquilidad y miedo. El final me ha dejado temiendo lo peor.
Un abrazo
Hola, Mirna.
EliminarMe temo que no va a haber ningún desenlace por mi parte. Como les he comentado a los anteriores interlocutores, fue un desafío donde el final no era lo importante, sino cómo se desarrollaba o transmitía una situación.
Creo que será tu imaginación la que tendrá que explicar qué son esos ojos y qué le pasará a Paula.
Pido disculpas por no "acabar" mi trabajo.
Un abrazo fuerte.
Creas esa sensación de misterio que tan bien le va al terror. La verdad es que incorporas ingredientes clásicos: mujer joven, sola, en una cabaña algo descuidada, sonidos impactantes, fenómenos algo inexplicables (ese viento fuerte), y por último ese final in crescendo con esos ojos que la miran. ¡¡Ufff, qué miedo!! Como te dice Mirna queremos saber cómo sigue (ja, ja...)
ResponderEliminarUn beso
Hola, Juan Carlos.
EliminarPues no pensaba poner una segunda parte a esta historia. Se supone que ese final es cosa vuestra.
Para mí supuso un desafío porque no soy amiga de dejar las cosas a medias, entiendo que una de los elementos que debe tener una buena historia es, además de desarrollo, un desenlace. Pero me impuse a mí misma salir de mi territorio cómodo y probar registros nada acordes con mi forma de entender qué es una historia.
Siento dejarte con la intriga.
Un besote.
Me ha encantado, Paloma. Estoy de acuerdo con los comentaristas que me preceden: mantienes la atención en todo momento, recreas muy bien el ambiente del bosque con sus ruidos, su paz, etc, tu relato tiene muchos ingredientes básicos del relato de misterio, pero a diferencia de otros, yo no necesito más final. Creo que así está perfecto. Esos ojos que miran desde la chimenea me abren todo un mundo a la fantasía y la imaginación que me resulta impagable en literatura y cine.
ResponderEliminarMuy bueno. Yo también creo que lo deberías presentar a El tintero de oro.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarNo me he quedado muy tranquila con este relato, hasta yo quiero saber qué le pasa a Paula, y siento que es mi "obligación" contarlo pues he sido yo quien la ha puesto en esa tesitura.
Como ya nos conocemos de años, sabes que no soy amiga de historias con finales difusos o poco claros. A mí esas puertas abiertas, como lectora no me gustan nada, y he descubierto que como escritora tampoco :(
Pero por otro lado, me siento bien porque he sabido vencer mis propios clichés y hacer otra cosa fuera de mi zona de confort. Me alegro que estés satisfecha con el resultado.
Un besote grande.
P.D. No lo presento al Tintero porque ando muy pillada de tiempo por compromisos familiares (pruebas médicas de mi suegra que me van a tener más tiempo en el hospital que en casa).
La descripción de los ambientes y el paraje sí que te han quedado bien, me he relajado lentamente hasta que inicias a describir el estruendo. Luego me has dejado con ansiedad. Primero pensé que a lo mejor la protagonista era neuroatípica y la historia iba de eso, una posible súper estimulación sensorial que la descompensó, pero no ... los ojos en la chimenea me sorprendieron a mí, aunque no a ella. ¡ Paloma, qué bien manejas las emociones del lector !
ResponderEliminarHola Fany.
EliminarNo sabes cuánto me ha estimulado tu comentario, porque eso que has sentido es lo que yo buscaba al describir ese escenario. El cambio de ritmo era crucial para mostrar sensaciones completamente opuestas.
Que me digas que lo has sentido me llena de satisfacción. Lo único que siento es no explicarte qué provocó ese cambio en el ambiente y qué entró en la cabaña con esos ojos...
Un beso grande, guapetona.
Acabo de descubrir que también se te da muy bien el género del miedo porque es lo que he sentido al leer tu relato Paloma, en fin ahora no se si podre dormir jejejeje, si tranquila.
ResponderEliminarPero aún transmitiendo miedo, me ha encantado, eso si, quiero saber que sigue pasando de modo que espero otra brillante segunda parte.
Un besote. y tranqui dormiré.
Hola, Tere.
EliminarPara saber qué le pasa a Paula con esos ojos vas a tener que utilizar tu imaginación, porque el reto era desarrollar bien una historia donde el final no fuera lo más importante.
Me temo que para muchos de los lectores, entre los que te encuentras tu y hasta yo, eso no es suficiente. Puede que más adelante venza la tentación y cuente qué le pasó a Paula.
Un beso grande.
P.D. Espero que pudieras dormir bien, sin pesadillas ni nada ;)
Hala Paloma!! Te ha quedado genial! Qué angustía estar en la cabaña, sola y sin saber de dónde viene el sonido.
ResponderEliminarÚltimemente estoy empezando a leer novelas de terror, estoy acabando el misterio de Salem’s Lot y me está encantando. Me ha gustado mucho cómo has enfocado este género!!! Te animo a seguir explotándolo, porque se te da realmente bien. Yo ahora estoy muy enganchada a estas historias, así que he disfrutado mucho de tu relato en el mejor momento :))
Un besote guapísima!!
Hola, María.
EliminarEstá claro que tendré que seguir insistiendo con este género, a la vista de la buena aceptación que ha tenido. No es un tema que me atraiga especialmente, pero me lo tomaré como un reto.
Ahora mismo estoy liada con un relato largo de una saga de brujas/hechiceras, puede que añada algo de miedito en la historia ;)
Un besote y muchas gracias por esos piropos.
Hola Paloma desde luego has manejado estupendamente el clímax de la historia y a la mitad de la historia yo hubiera cogido los bártulos y hubiera salido huyendo y ese final abierto con esos ojos mirando desde la chimenea...escalofriante. Te felicito porque has conseguido un auténtico relato de miedo. Supongo que estoy sensibilizada con esos ojos...jajaja aunque en mi caso son blancos, de hielo.
ResponderEliminarBesos y feliz fin de semana
Hola, Conxita.
EliminarAunque no se desvela el origen de esos ojos, ni se entra en detalles sobre el color de los mismos, está claro que a un caminante de la noche no pertenecen porque en el bosque no hay hielo. Aunque ahora que lo pienso... ¿los caminantes de la noche pueden sobrevivir en climas templados? Bueno, gracias a Arya nunca lo sabremos ;)
Me alegra saber que he conseguido describir un ambiente de miedo. Puede que recurra a este género más a menudo.
Un besote grande.
Hola.
ResponderEliminarAy me has atrapado y me has dejado con una angustia...esos dos ojos detrás de la chimenea dan pánico.
Enhorabuena por el relato, me ha encantado.
Muy feliz fin de semana.
Hola, Gemma.
EliminarMe encanta que te haya encantado, sobre todo porque el género de miedo no es lo mío, o eso pensaba.
Gracias por tu lectura.
Un besote grande.
Desde luego que en el taller os proponen ejercicios muy raros, je, je, je... En este caso lo que comentas del final indefinido, algo que como a ti no me suele dejar del todo satisfecho. Me ha gustado mucho cómo has utilizado la descripción como motor del relato, con esas amenazas que comienzan como algo tenue y lejano para, poco a poco, crecer y acercarse al protagonista hasta alcanzar el límite como es traspasar el habitáculo del protagonista y permanecer allí, con él.
ResponderEliminarEs una buena técnica para generar terror, al escondernos marcamos nuestro territorio, al traspasarlo el monstruo se llega el clímax. Y hay lugares aterradores. El baño, nuestra cama, nuestro escondite en el armario, cuanto más desprotegidos estamos buscamos ese tipo de lugares sagrados para la intimidad personal.
En cuanto al final dado que era exigencia del ejercicio me parece bien, aunque para mi gusto, y me parece que el tuyo, habría que perfilar un poco más la naturaleza de ese ser. En todo caso, un magnífico ejercicio de manejo del suspense narrativo. Un abrazo, Paloma!
Hola, David.
EliminarCreo que tú y yo tenemos una idea muy parecida sobre qué debe tener un relato, y entre esas cosas que debe tener se encuentra un final definido, si no muy atado algo más concreto que el que yo he puesto aquí.
Se supone que cuando uno cuenta una historia esta debe tener un desarrollo y un desenlace, dejar unos ojos en una chimenea sin decir a quien pertenecen, cómo han llegado allí y sin que la protagonista se haya dado cuenta, eso no es un desenlace.
Pero técnicas y modalidades las hay para todos los gustos .
Gracias por valorar tan bien este relato con el que no me sentí muy cómoda pues tuve la sensación de estar estafando a los lectores. En cualquier caso me ha servido para cambiar de registro y para explorar el género de "terror" o de miedo, con el que no suelo comulgar tampoco pero que me ha resultado atractivo en cuanto me he puesto con él. Qué cosas.
Un abrazo.
Hola, Paloma! Menudo susto me has generado. Esos finales donde se puede dar lo peor y el protagonista indefenso lo ignora, son inquietantes.
ResponderEliminarUn buen ejercicio.
Hola, Mirna.
EliminarMe alegro de que te haya gustado aunque sea a costa de un buen susto ;)
La protagonista tiene un problema dentro de esa cabaña y lo peor es que no lo sabe.
Gracias por tu positiva valoración.
Un beso.