Leer, el remedio del alma

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Imagen creada por Ilea Serafín

23 de octubre de 2024

El chófer con Audi


Había una vez un candidato a diputado que rondaba la sede de su partido en busca de algún cargo importante que le abriera la posibilidad de aparecer en las listas para las elecciones generales.

De su niñez conservaba un compañero del colegio sin ambiciones políticas que se había dedicado a ir al gimnasio en lugar de estudiar en la universidad como había hecho él. Mientras el soñador político alimentaba el cerebro, su amigo de la infancia alimentaba los músculos consiguiendo un trabajo como portero en una famosa discoteca del norte de España.

El aspirante a diputado no contaba con demasiados contactos en las altas esferas de su partido por lo que su misión en la agrupación política consistía en repartir pasquines y asistir a mítines para jalear a los ponentes.

Un día, su amigo, el portero de discoteca, fue a visitarle a la capital. Viendo el desánimo que le embargaba sospechando que sus anhelados sueños de medrar en política no se iban a cumplir, el musculoso le ofreció su ayuda.

—¿En qué me puedes tú ayudar? Si a ti nunca te ha interesado la política ni conoces a nadie relacionado con ella.

—Tú dame un buen traje y un buen coche y verás cómo sé moverme y contactar. La política es muy parecida a una discoteca: los que tienen pases VIP van a los reservados y consumen las mejores bebidas de marca, los demás tienen que esperar a que los porteros, o sea gente como yo, les demos permiso para acceder al local y llegar hasta los famosos.

—Lo del traje puedo solucionarlo, lo del coche… no sé, ya veré qué puedo hacer.

El político ambicioso, a base de hacerse ver y repartir cafés todas las mañanas, consiguió un puestecito como delegado municipal en un barrio obrero de la capital. Allí demostró que lo aprendido en su carrera de Empresariales servía para algo porque maquilló muy bien unos movimientos bancarios que demostraban a las claras que los fondos europeos para cursillos de formación a desempleados no habían ido a parar donde debían.

Esta buena gestión del aspirante fue recompensada por el concejal de turno que ya se veía dando explicaciones, es decir, lanzando balones fuera, en el pleno del ayuntamiento para que no le imputaran nada. El agradecimiento se manifestó con un puesto de ayudante del secretario de una sección dependiente de una subdirección de la subsecretaría de la organización de su partido.

El puesto tenía hasta despacho propio, si así se podía llamar a un cubículo de cuatro metros cuadrados con una ventana que daba a un patio interior; pero el cargo también iba acompañado de un vehículo con su conductor y todo. Inmediatamente el recién ascendido llamó a su amigo, el portero de discoteca, para ofrecerle el auto a cambio de que fuera también su chófer.

—¿De qué coche se trata?

—Un Audi A2.

—Puede valer —dijo el cachas inclinando la cabeza—. De momento. Me lo tendrás que dejar para mi uso privado, así haré mejor mis gestiones, es decir, tus gestiones.

—De acuerdo. Espero que tengas razón.

El portero reconvertido en chófer, se vistió en una de las tiendas más exclusivas de la ciudad, el presupuesto que le habían dado al ayudante de secretario estaba muy por debajo de la factura resultante, pero, una vez más, éste hizo alarde de sus mañas para jugar con las cifras y que cuadraran cuando no lo hacían en absoluto.

Desplazándose en el Audi A2, con un traje de Armani y unas gafas de sol Philipp Plein, el portero anduvo por los reservados de las discotecas más famosas de la capital. El acceso le fue franqueado gracias a los contactos que tenía entre el gremio de porteros donde todos formaban una piña. Con la planta imponente que le proporcionaban los ciento diez kilos de músculo y el traje hecho a medida, se dio a conocer a empresarios y presidentes de clubs de fútbol presentándose como el secretario de un importante cargo del gobierno de la nación. A estos hombres de las finanzas les habló del interés de su jefe en mantener relaciones empresariales donde su participación en la concesión de contratos de obra podría beneficiar a según qué empresas elegidas por él, siempre y cuando estas manifestaran cierta generosidad con su benefactor.

—¿De veras les has dicho que yo estoy en el gobierno? ¡Pero no es cierto! —le comentó asombrado, y algo asustado también, el político trepa cuando el nuevo chófer le contó sus andanzas en busca de aliados.

—No es cierto… por el momento. Todo se andará. Cuando tengas las «inversiones» de los empresarios, ese dinero te abrirá puertas que ahora te están cerradas.

Tras varias reuniones con los magnates de la empresa que, para abrir boca, le regalaron algunos presentes (un piso en una urbanización del extrarradio y un viaje a Santo Domingo), el ayudante de secretario habló de sus nuevos amigos al secretario del que era ayudante. Éste, tras asegurarse que también recibiría algún tipo de agasajo, habló con su jefe inmediato. Tras subir unos cuantos peldaños visitando varios despachos más, los empresarios dadivosos empezaron a recibir encargos de la administración local.

Cuando el nombre del ayudante del secretario anduvo de boca en boca, desde el partido empezaron a tenerle en cuenta. Un día fue llamado por el alcalde a su despacho para una charla informal. El aspirante, asustado, se lo comentó a su amigo el chófer.

—No te apures. Esto funciona. Seguro que quiere saber qué contactos conoces. Di los nombres de esta gente —le dijo el chófer pasándole una lista—. Si se les tiene en cuenta ellos pueden seguir siendo muy generosos.

Gracias a esa lista facilitada por el ex portero de discoteca, el ayudante de secretario pasó a ser secretario con ayudante, y el chófer cambió el Audi A2 por un A6, mientras que los viajes vacacionales de ambos ese año tuvieron como destino un complejo hotelero de lujo en Bali.

El día que el presidente se interesó por el político ambicioso éste se acercó a una cafetería cercana al congreso acompañado por su chófer y el Audi. Tras una conversación amistosa, el presidente fue invitado al domicilio particular del aspirante para un almuerzo entre amigos.

—No puedo llevarle a mi apartamento de soltero. Tendré que alquilar algo en una urbanización de postín —se sinceró con su chófer.

—No alquiles nada. Yo te consigo un chaletazo en una buena zona —respondió el musculitos.

Tras amenazar a un narcotraficante con chivarle a la Guardia Civil su próxima descarga en Algeciras, éste se avino a «regalar» su mansión a su nuevo protector en la política y allí fue donde el presidente y su mujer cenaron en amigable ambiente con el que iba a ser el próximo titular del Ministerio de Vivienda y Bienestar Social.

¡Ministro! Ni en sueños habría pensado alcanzar ese cargo. Diputado era su máxima aspiración, pero gracias a los tejemanejes de su chófer había llegado mucho más lejos de lo pensado. Debía agradecérselo. El nuevo Audi A8 que utilizaba para sus desplazamientos oficiales tuvo un hermano gemelo para el propio chófer, además de un chalet súper moderno en una zona exclusiva de la ciudad.

De esta manera los dos amigos de la infancia unieron sus vidas en la opulencia y el éxito. Eran inseparables y trabajaban en perfecta armonía. Ahora estaban inmersos en la compra de material sanitario a precio de ganga que podrían encasquetar a cuenta del erario público con tarifas desorbitadas pero que, con la experiencia que ya tenían, podrían pasar por una transacción legal. Sería coser y cantar. La vida les sonreía.

 


NOTA: Este relato es el resultado del nuevo reto para el taller de escritura en el que participo. Se trata de versionar, una vez más, un cuento de los hermanos Grimm, en esta ocasión es «El Gato con Botas». Para los que no se acuerden de este cuento va de un gato que, con unas botas que le llevan a lugares lejanos en poco tiempo y una capa que le hace parecer importante, a base de astucia y engaños, consigue la fortuna y la mano de una princesa para su amo, totalmente pobre.



8 comentarios:

  1. Ja, ja. No recuerdo nada de El gato con botas. Sólo que tenía unas botas con las que daba pasos de una legua (o algo así). Creo que esta es la adaptación de un cuento que más críptica te ha salido. Si no dices cuál es no lo hubiera adivinado nunca y eso que el trepa con ayuda de su gato musculitos dio pasos de gigante. Muy, muy bueno.
    Un beso.

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    1. Yo tampoco me acordaba de ese cuento, Rosa, y tuve que buscarlo. Como veo que no eres la única, he añadido en la nota final un resumen resumidísmo del mismo, pero te avanzo que es un gato con unas botas y una indumentaria que le hacen parecer lo que no es y que, además, tiene una desfachatez y un desparpajo importante, lo que le viene muy bien para engañar y hacer pasar por lo que no es a su amo, un molinero pobre que acaba casado con la princesa y poseyendo un palacio.
      No sé si ahora, el cuento que me he "inventado" (cualquier parecido con la realidad no es coincidencia) ya te parece menos críptico, ja, ja, ja.
      Un besote.

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  2. Yo tampoco recuerdo ese cuento tan famoso. No debió ser uno de mis preferidos de la infancia, je, je.
    Lo que sí presiento es que esta adaptación tan original y, diría yo, llamativa, está inspirada en hechos reales. Y es que en política pueden surgir muchos cuento y muchos cuentistas, je, je.
    Un beso.

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    1. ¿Hechos reales? ¿Tú crees, Josep Mª? Pues no me había dado cuenta, ja, ja, ja.
      He añadido un par de frases en la nota explicativa final donde abrevio de qué va el cuento original porque veo que somos muchos los que desconocíamos la historia entera.
      Según leí el cuento de los hermanos Grimm (en realidad es muy anterior, pero estos señores lo versionaron tal como lo conocemos ahora) yo vi en ese gato un conseguidor de nuestros días, es decir, un tipo con mucha cara dura que mediante engaños consigue influencia y hacer pasar una cosa por otra muy distinta, hasta que su "amo" llega a lo más alto.
      Por desgracia, estos conseguidores abundan en política como las setas.
      Un beso.

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  3. Hola, Paloma.
    Si es que en este mundo parece que el mentiroso siempre consigue todo, y los demás, ya podemos picar piedra que ni con esas, ja, ja, ja
    Genial adaptación, ahora eso sí, con lo del material sanitario, digo yo que los pillaran en breve, esperaremos a ver si luego son tan amigos o ya la duda, ¿cumplirán alguna pena? ;)
    Estupendo relato.
    Besos.

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    1. Así es, Irene, la gente ambiciosa cuando quiere medrar rápidamente recurre al engaño y, o lo hacen muy bien o los demás son tontos, pero llegan a donde se lo proponen.
      Lo del material sanitario... no se sabe cómo acabará. El final del cuente es este, porque todos los cuentos tienen finales felices, aunque ninguno nos dice qué pasa con esos personajes tras un tiempo (yo siempre he sentido curiosidad por saber si Blancanieves, acostumbrada a vivir en el bosque rodeada de animalitos y enanos, se adaptó a vivir en un palacio con su príncipe azul, tengo la sospecha de que esos dos acabaron divorciados, fíjate tú).
      Un besote.

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  4. Vaya !, se las prometen muy felices....veremos cómo acaba la història finalmente ! hehehe
    Como dice el dicho "Por el interès, te quiero Andrés!".
    Felicdades, un saludo !.

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    1. Hola, Artur.
      El final de los cuentos se supone que tiene que ser feliz, por eso he terminado la historia en ese punto. Como le comento a Irene, ningún cuento nos dice qué pasó con esos personajes tras el discurrir del tiempo y a mí eso me hace sospechar que lo de "comieron perdices y vivieron felices" no dura mucho, pero es una opinión muy personal.
      En cualquier caso, si tienes interés en saber cómo acaba realmente esta historia, presta atención a las noticias, creo que hay dos por ahí que les está pasando algo parecido a los de este cuento. ¡Qué casualidad! ;)
      Un saludo.

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Hada verde:Cursores
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