Regina se había preparado a conciencia. Ese puesto iba
a ser para ella.
Era disciplinada, tenía muy claras las ideas y lo que
quería en la vida. Desde adolescente sabía que lo suyo eran las ciencias,
también sabía que le gustaba el lujo, sobre todo desde que conoció a Susanita,
la hija pequeña de la familia a cuya casa su madre iba a limpiar.
Un día, tendría unos catorce años, acompañó a su madre al
chalé donde vivían los Recuero García de Peñalara y Vivancos. El casoplón se
encontraba en una urbanización de alto copete situada en una loma llena de
mansiones similares. Hasta aquel día Regina pensaba que los ascensores solo se
ponían en los edificios de muchas plantas y en los que vivían, o trabajaban,
gran cantidad de personas. Sin embargo, en aquella vivienda habitada solo por
cuatro personas, el matrimonio Recuero García de Peñalara y Vivancos y sus dos
hijos, Susanita y Gonzalito, tenía cuatro plantas contando el sótano y las
buhardillas y para moverse de un piso a otro había un elevador de reducidas
dimensiones que evitaba a los inquilinos subir tanta escalera cuando se querían
mover por la casa. Regina, cuando lo vio, alucinó en colores.
Aquella no fue la única sorpresa que tuvo Regina el día
que conoció a la familia que le daba empleo a su madre. En el garaje había
cuatro coches —«¿Para
qué tantos?», se preguntó ella, «Si solo hay dos adultos que pueden conducir»—, dos todoterrenos más
grandes que la furgoneta de su tío Pepe que se dedicaba al reparto de pan en un
pueblo de la provincia de Burgos, y dos deportivos que le recordaron a los del
Scalextric de su hermano Juan, pero a escala natural.
Las estancias eran amplias, la habitación más pequeña tenía
el doble de superficie que el salón donde comían Regina, sus padres y sus dos
hermanos en su minúsculo piso de Carabanchel. La profusión de cuadros valiosos,
jarrones con flores y muebles robustos también asombraron a la entonces
adolescente Regina.
Sí, Regina tenía muy claro que se dedicaría a la ciencia,
pero también a ganar mucho dinero para vivir como esa familia.
Se hizo amiga de Susanita, de la misma edad que ella, y
la diferencia de clase social con todo lo que conllevaba (barrios distintos,
diferentes ambientes de ocio, etc.) no fue un impedimento para que las dos
niñas congeniaran.
Estudiaron juntas en la universidad. La pasión de
Regina por la ciencia en general y por la biología en particular, fue
contagiada a su amiga Susanita —Susi
desde que cumplió los dieciocho años—.
Aunque, en honor a la verdad, la amiga rica de Regina se apuntó a la carrera de
Ciencias Biológicas más por estar con ella que por convicción; a Susi le daba
un poco igual lo que estudiara. En realidad, le daba igual casi todo.
Regina, durante su periodo universitario, se esforzó
por obtener un buen expediente. Encerrada durante semanas en su minúscula
habitación de Carabanchel estudiaba con ahínco. Al final su currículo académico
era la admiración de profesores y estudiantes donde las asignaturas se contaban
por sobresalientes o matrículas de honor. Susi también terminó la carrera, pero
sus notas eran más corrientes: algún que otro notable aislado y todo lo demás
aprobado por los pelos.
Cuando las dos amigas se graduaron, Regina decidió
hacer un máster, tuvo que optar a una beca y pagarse el resto que no cubría la subvención
con el dinero que obtuvo dando clases de química y de inglés a los hijos de
algunos vecinos de Susi.
Una vez más Susi siguió los pasos de su inseparable
amiga y también se apuntó al mismo máster que Regina, aunque sin necesidad de
beca ni de obtener dinero extra con ninguna actividad; los diez mil euros que
costaba la matrícula se los dio su padre firmando un cheque en un descanso de
un partido de pádel (practicar ese deporte le servía para mitigar el estrés de
su trabajo como concejal en el ayuntamiento).
Fueron muchas más las actividades que Regina realizó
para formarse y preparar su entrada en alguna empresa de prestigio. Su
expediente académico iba creciendo en cantidad y calidad. Cuando supo de la
oferta de empleo en una multinacional farmacéutica para formar parte del equipo
de investigación de una nueva vacuna, su especialidad en virología la hacía la
candidata perfecta. Ese puesto le daría un buen trabajo y una nómina nada
desdeñable y suficiente para adquirir todo lo que ella deseaba. No obstante,
había más personas interesadas en el puesto y habría de competir contra ellas. Otra
vez, y como ya era habitual, Susi hizo lo mismo que Regina y se presentó al
puesto, más por acompañar a su amiga del alma que por interés en trabajar; a Susi
trabajar no le gustaba, ni en una industria farmacéutica ni en ninguna otra
cosa. Ganarse el pan no iba con su forma de ver la vida, más que nada porque el
pan que se comía se lo ganaban otros por ella.
Llegó el día de la entrevista, los candidatos fueron
convocados con una diferencia de media hora entre sí para hablar con los
directores del proyecto y así evaluar la capacidad de cada uno de ellos.
Susi y Regina acudieron a la vez por aprovechar el
viaje: la sede de la empresa farmacéutica estaba a las afueras de la ciudad y
Regina no tenía vehículo propio, así que se fueron las dos en el descapotable
que el padre de Susi le había regalado con ocasión de su reciente cumpleaños.
—¿Qué
es ese paquete? —preguntó
Regina a su amiga nada más subir en el coche y al ver un bulto envuelto en
papel de regalo sobre los escuetos asientos traseros.
—Nada,
un detallito que me ha dado mi madre para que se lo entregue a uno de los
directivos de la empresa a la que vamos. Parece ser que su mujer acude al mismo
club de hípica que ella y yo.
—¿En
serio? Vaya. ¡Qué casualidad! —respondió
Regina achicando los ojos.
—Sí
que es casualidad, sí. Además, mi padre también conoce a otro jefazo de allí,
es el director de proyectos de… no sé qué.
—¿Y
también le llevas un detallito? —preguntó
Regina con cierto retintín.
—No,
a ese no le llevo nada. Me ha dicho mi padre que ya hablará con él este fin de
semana, cuando jueguen juntos al pádel —respondió
Susi sin captar la ironía de su amiga.
La primera en entrevistarse fue Regina. Durante más de
media hora estuvo sometida a un exhaustivo examen. Preguntas de genética viral,
metodología puntera y muchas otras cuestiones más fueron el tema de la
entrevista. A pesar de la dificultad Regina salió contenta, sabía que había
respondido a todas y cada una de las preguntas con diligente eficacia y
acierto. Era una campeona.
Después le tocó el turno a Susi. Apenas estuvo diez
minutos dentro del despacho. Dada la brevedad de la entrevista, Regina pensó
que no había salido la cosa bien, algo, por otra parte, esperable porque Susi
no tenía apenas preparación en virología, no se le daba bien esa especialidad.
En realidad, no se le daba bien nada de lo que había estudiado porque su
implicación no era precisamente destacable. Para Susi, todo lo que carecía de
interés no se le daba bien, y a Susi solo le interesaba la moda y los caballos
por lo que siempre iba muy bien vestida y había ganado algún que otro premio de
equitación.
—¿Qué
tal te ha ido, Susi? —le
preguntó su amiga.
—Bueeeeno…
yo creo que bien. Para un puesto tan específico yo creía que me preguntarían
cosas más difíciles, la verdad.
—¿Te
ha resultado fácil la entrevista? —preguntó
incrédula Regina.
—Pues
la verdad es que sí —contestó
Susi sonriendo satisfecha.
—¿Qué
te han preguntado? —inquirió
su amiga recordando cuando a ella misma le pidieron que expusiera la secuencia
genética de un rotavirus.
—Me
pidieron que les explicara qué tipo de silla de montar es más adecuada para el
salto y cuál es mejor para carrera. También que les dijera qué tipo de raza es
mejor para que los niños aprendan equitación. Me resultó algo raro, si te soy
sincera. ¿Es posible que las vacunas esas que van a investigar las prueben en
caballos?
Regina no contestó, se le había formado un nudo en la
garganta y no podía hablar. Gruesas lágrimas empezaron a correr por su rostro.
Sin
ser consciente de la decepción de su amiga, Susi añadió:
—¡Ah!
También me preguntaron a qué hora juega mi padre al pádel.
Eso es lo que yo llamaría injusticias de la vida. Un relato que muestra la realidad de las cosas porque, con la ironía que destila, no deja de ser una cruda narración de cómo son las cosas.
ResponderEliminarMuy bueno y muy duro. De verdad. Como quien no quiere la cosa, cuentas una historia espeluznante. Yo lo clasificaría de género negro.
Un beso.
Tienes toda la razón, Rosa. Creo que este es uno de mis relatos más negros; sí que he intentado darle un toque de humor pero el final es muy amargo y a mí, personalmente, me ha dejado un mal sabor de boca porque conozco casos muy, pero que muy parecidos al de Regina y que me atañen en lo personal.
EliminarUn besote.
Hola Paloma: Muy bueno tu escrito y como dice Rosa: "una cruda realidad de como son las cosas". Por cierto yo juego a pádel, cuando a mis amigos les digo que tengo partido siempre pongo voz de " pija" osea tu ya me entiendes, y cuando alguien me pregunta si es dificil ese "deporte" les digo que en absoluto, solo tienen que mirar quien lo practica para ver que cualquier persona que tenga brazos y piernas puede jugar desde el primer día con cierta efectividad. Un beso.
ResponderEliminarNo te conozco en persona, Pura, pero he "oído" ese 'o sea, tú ya me entiendes', ¡qué bueno!
EliminarMe has dejado algo preocupada con la reflexión que haces sobre la dificultad de jugar al pádel. Tienes razón que sabiendo qué políticos famosos lo practican, cabe esperar que no sea muy alta, pero el caso es que yo una vez jugué al pádel (en la cancha de la urbanización de mis cuñados que viven en la zona nueva de Carabanchel, mira tú por dónde) y me pasé toda la tarde sin dar un a derechas (ni a izquierdas), así que ahora caigo en la idea de que soy más torpe que un político. Menos mal que no cuentan conmigo para votar en el congreso que si no... la liaba parda todos los días, ja, ja, ja.
Un besote.
Es un pena pero es la cruda y dura realidad, así por desgracia funcionan las cosas, es decir quien tiene padrino, llega donde quiere y quien de verdad vale y se ha preparado no opta a un trabajo por no tener ningún padrino, una verdadera pena, cuando lo que se esta pidiendo es lo que vales, y que interés tienes no otra cosa, pero por desgracia así es la vida, cuanto mas tienes mas vales, y eso es muy pero que muy injusto.
ResponderEliminarUn beso y me ha gustado como siempre mucho tu relato.
Pues sí, Tere. El que tiene padrino se bautiza, y el que no... a jo*****
EliminarYo me quiero quedar con la idea de que si eres un inútil, por mucho enchufe que tengas, al final todo queda claro, pero veo a tanto inepto en puestos de responsabilidad y que, a pesar de sus meteduras de pata, siguen en lo más alto... y ya no lo tengo tan claro.
Un beso, guapa.
Las metas de cada uno han de ser vocacionales; los sacrificios que implican conseguirlas no tienen más premio que la satisfacción personal. Los ricos están acostumbrados a servidos, no son útiles para la sociedad. O sea, son unos pobres inútiles que tan solo poseen dinero.
ResponderEliminarBesos
Ya sabemos que muchos no son útiles para la sociedad, pero ahí los tienes ocupando cargos de importancia sin saber hacer la o con un canuto. Todo lo que dices es cierto, pero la dura realidad es que el enchufismo y el amiguismo dominan a la meritocracia.
EliminarUn beso.
"A ser servidos"
ResponderEliminar¡Hola, Paloma! Me temo que Regina aprendió de golpe cómo funciona el mundo y que no todo es vocación y esfuerzo, sino contactos y enchufes, al menos para prosperar. ¡Cuánto inútil hay en esas universidades privadas o colegíos de élite! Al menos, de los que he conocido, poco más que la O con un canuto, pero claro ahí los meten los padres para que el "contacteo" los vaya colocando. Al menos, sucede que valen para tan poco que la mayoría al final acaba siendo influencer, dejando que los que sí quieren logren esos puestos. Real y doloroso como la vida misma, Un abrazo!
ResponderEliminarHola, David.
EliminarEs cierto que hay mucho inútil cuyo único mérito es ser hijo de o conocer a. Pero ahí están, quitándole el puesto a quien sí vale y a quien se ha esforzado por prepararse.
Como le digo a Rosa, empecé el relato como algo de humor y al final me pudo la realidad y acabé con una historia de género negro, negro.
Lo de ser influencer ojalá sea la manera de quitarnos de encima a lo jefazos que no saben ni por dónde se andan, al menos dejarían libres sus puestos para quien sí se los merecen, aunque no lo tengo yo tan claro.
Un abrazo.
Hola Paloma creo que Regina ha pecado de ingenua y de crédula y por desgracia lo ha aprendido con una dolorosa lección. Los enchufes siguen funcionando y gente sin preparación ni vocación siguen obteniendo puestos por "otros méritos", más relacionados con el poder y el dinero que no el conocimiento y el saber hacer. Desgraciadamente es así en todos los ámbitos y la justicia no es igual para todos.
ResponderEliminarTu historia deja con un regusto muy amargo y seguramente a Regina le tocará esforzarse mucho más y siempre, mientras su compi Susi tendrá que seguir trabajando: buscarse una buena pareja (eso sí de su círculo, con dinero y acomododado en el poder), practicar el golf, el esqui, la hípica, el yate en verano y otros saraos "importantes" y seguir con su ritmo de vida y ¿A quién le importa que no sea ni la mejor ni que esté preparada?
Un beso
Conseguir un buen escenario de influencias y contactos es más útil para algunos que tener un buen currículo. Saber que hay alguien a quien poder pedir "favores" aunque luego haya que pagarlos es un mérito que muchos ven con buenos ojos.
EliminarPor desgracia la meritocracia está en desuso y a quienes se promocionan es a quienes pueden, o tienen un padre que puede como Susi, otorgar prebendas de diferentes matices.
Triste pero real.
Gracias por la visita, Conxita. Un besote grande.
interesante lo que te comentan .Los grandes opinan contigo
ResponderEliminarjajaja!!1Sin lugar a dudas escribes bien
Gracias (supongo)
EliminarUn relato muy bueno y repleto de ironía cáustica, pero que, por desgracia, refleja una triste realidad, la de los "enchufes" que todavía existen en nuestro país. Será, en todo caso, una parodia, con su consiguiente dosis de exageración, la justa, pero presenta un claro ejemplo de que no logran el mejor puesto los más preparados, sino los que tienen un mejor "respaldo".
ResponderEliminarEsta historia me recuerda un chiste muy viejo que, por largo, voy a resumir al máximo: El caso es que hay un jefe que debe elegir entre dos secretarias y le comenta a un amigo las pruebas durísimas a las que piensa someterlas antes de tomar una decisión. Pasado un tiempo, ambos amigos vuelven a encontrarse y uno le pregunta al otro por quién se acabó decidiendo, a lo que aquel le responde: a la de las tetas más grandes, je,je.
Uu beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarComo toda parodia, y esta lo es, la situación es exagerada poniendo el acento en muchas cuestiones.
Normalmente estos temas, cuando se dan, suelen ser más sutiles, aunque delante de mis narices, y cuando fui a hacer una entrevista para un puesto en un proyecto de investigación, la madre de una de las candidatas le entregó un regalo a una de las entrevistadoras, con todo el papo del mundo y sin cortarse un pelo, así que... ahí la sutileza brilló por su ausencia.
Es de esperar que tener un padre poderoso (o las tetas más grandes) no capacite para realizar determinados trabajos técnicos y al final el tiempo ponga a todos en su sitio, pero no sé yo hasta qué punto eso se da así, seguramente los desaguisados se tapen o se utilice a un becario para hacer el trabajo de verdad.
Un besote.
Un buen relato donde nos cuentas lo fácil que es la vida a quien tiene dinero e influencias. Hay gente que se esfuerza de verdad y pierden oportunidades por haber gente que va con recomendaciones. Un abrazo.
ResponderEliminarPor poco que nos guste, esa es la realidad, Mamen. Hay gente que lo tiene todo hecho desde que nace, por ser hijo de o sobrino de o lo que sea. Otros se lo tienen que currar y pelear cada peldaño que quieran subir.
EliminarGracias por tu visita. Un abrazo.