Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

22 de noviembre de 2018

"Ordesa" - Manuel Vilas



La novela que hoy traigo está siendo un éxito de ventas en España. Son muchas las reseñas que se han escrito sobre ella y todas (al menos, las que yo he leído) ensalzan a su autor y su prosa. Sin embargo yo tengo el corazón dividido y no sé muy bien cómo enfocar mi crítica. Reconozco que en mi andadura bloguera esta es la primera vez que dudo tanto al calificar mi impresión sobre un libro.

Por un lado me ha encantado, pero por otro no me ha gustado nada. Me siento “bipolar” a la hora de definir mi grado de satisfacción. Así que expondré lo que me ha gustado y lo que no, luego que cada uno decida si pesa más lo bueno o lo malo. Para no ser negativa empezaré por lo que no me gustó y terminaré con lo que más me satisfizo.

Pero primero un breve apunte sobre de qué va la novela, si es que a estas alturas todavía hay alguien que no ha oído hablar de ella.

Manuel Vilas reflexiona mediante cortos capítulos sobre diferentes aspectos de la vida, al mismo tiempo rememora hechos puntuales de su propia existencia. A través de esos apuntes nos sumergimos en la biografía del autor y especialmente en su estado anímico.

Para el autor el estado mental en el que se encuentra se escenifica en un lugar, Ordesa, donde fue de excursión en 1969 con su padre.

“En Ordesa todas las insanias de la vida se mueren ante el esplendor de las montañas, los árboles y el río.”



En todos estos recuerdos, y en sus reflexiones, hay un referente constante e insistente: la pérdida de sus padres. Tomando siempre como punto de referencia a sus progenitores, Vilas reflexiona sobre lo que ha sido su vida y sobre lo que será en un futuro, recalcando la importancia de la impronta que nuestros padres dejan en nosotros de forma que nos marca para ser lo que somos y lo que seremos.

“Nos vendría muy bien escribir sobre nuestras familias, sin ficción alguna, sin novelas. Solo contando lo que pasó, o lo que creemos que pasó. La gente oculta la vida de sus progenitores. Cuando yo conozco a una persona, siempre le pregunto por sus padres, es decir, por la voluntad que trajo a esa persona al mundo.”

Mientras que el autor recuerda a sus padres, se lamenta de las cosas que nunca se dijeron, de las preguntas que no les hizo y que se han quedado sin respuesta. Ahora que ya no los tiene con él es cuando es consciente de cuánto los quiso; sentimientos que nunca valoró ni percibió cuando estuvieron vivos y convivió con ellos. Esa sensación de pérdida irreversible planea en toda la lectura; hasta en los detalles más nimios la ausencia del padre y de la madre pesa como una losa en el escritor hasta convertirse casi en una obsesión.

Y esta obsesión es una de las cosas que no me gustaron. Al principio, percibir esa angustia y tristeza por la pérdida de la infancia, de un estilo de vida pasado, me pareció entrañable y sentí cierta empatía con el protagonista. Pero cuando llevas más de doscientas páginas rondando el mismo tema… se vuelve algo cansino, la verdad.

Además, el pesimismo atroz que impregna toda la lectura empieza a hacer mella a partir de la segunda mitad del libro, algo que dice mucho del autor pues consigue que el lector haga suyo su desaliento pero que, personalmente, a mí me resultó angustioso, de tal manera que tuve que hacer un esfuerzo importante para animarme a terminar el libro.

“Me asustan los viejos. Son lo que seré.”
“El envejecimiento es nuestro futuro.”
“No esperes a mañana, porque el mañana es de los muertos.”

Soledad, vejez, decrepitud, muerte, son temas recurrentes en la novela. Entre el desaliento y la reiteración, el libro se me hizo muy cuesta arriba.


Las reflexiones son muy variadas aunque con diferentes grados de interés. La utilidad y la fascinación por las papeleras, la altura de las mamparas de baño o las ventajas de las marcas blancas en los electrodomésticos son el objeto de alguna de estas reflexiones. Cada uno es muy libre de reflexionar sobre lo que le dé la gana, pero siempre hay temas más interesantes que otros y según en qué momentos de la lectura estas digresiones a mí me aburrieron bastante.

Pero lo que menos me gustó fue la forma de narrar. Y en esto también me siento bipolar, o más bien debería decir que el bipolar es el autor, pues el estilo narrativo cambia mucho entre capítulos. Algunos están llenos de belleza y naturalidad, pero otros tienen un estilo tan barroco que es difícil (imposible) desentrañar el significado de algunos párrafos. Esta dicotomía me hizo pensar que había dos autores tras las páginas: uno magnífico y estupendo, y otro caótico, redicho y pedante.

“El reconocimiento de la vulgaridad es el primer gesto de emancipación hacia lo extraordinario.”

 “El martirio es un deseo de desnudez catastrófica.”

“Los muertos son la intemperie del pasado que llega al presente desde un aullido enamorado.”

“El terror es ver el fuselaje del mundo.”

En algunos casos esa forma de escribir tan retorcida se convierte en un auténtico galimatías que deja a la altura del betún algunos trabalenguas.

“Mi madre era el presente. La fuerza de sus instintos la conducen a mi presencia. Su presencia en mi presencia se convierte en presencia en mis hijos presentes, y al hacerse presente en mis hijos presentes, avisa de su presencia en los hijos de mis hijos cuando estos se conviertan en presente.”

Confieso que cuando leía párrafos de este jaez debía dejar el libro porque la migraña amenazaba con atacarme.


Pero también hubo cosas buenas.

Me sentí identificada con el autor en algunas cosas que por simples y anodinas me sorprendieron. Por ejemplo: el padre del autor ponía una manta en el maletero del coche y no sabía por qué aunque él mismo hizo lo propio con su coche. Pues a mí me pasa lo mismo, tengo en mi coche una especie de alfombrilla cubriendo el maletero emulando la costumbre que también tenía mi padre.

Otra cosa común con el autor: su madre se asustaba mucho con las tormentas y solía tirar muchas cosas cuando se ponía a ordenar. A la mía le pasaba algo parecido, cuando había tormenta no me dejaba poner la tele "por si se colaba un rayo a través de la antena”. Al igual que le ocurrió al autor yo también he echado de menos algunos recuerdos de mi adolescencia que acabaron en la basura por un afán desmedido de mi madre de “hacer limpieza”.

No solo coincido con el autor en temas baladíes como poner una manta en el maletero del coche, también estoy plenamente de acuerdo en lo que da sentido a la vida y la frase que viene a continuación me parece excelente:

“Que te espere alguien en algún sitio es el único sentido de la vida, y el único éxito.”

A pesar del pesimismo que se respira en todo el libro, hay momentos de un gran sentido del humor; dado el talante depresivo del autor se trata más bien de humor negro, pero humor, al fin y al cabo.

    El sarcasmo con el que Vilas toca algunos temas me encantó. En un momento dado comenta lo injusto que resulta que un oncólogo que trata mayoritariamente con moribundos cobre lo mismo que un ginecólogo que se dedica mayoritariamente a traer vida y por tanto su cometido es mucho más alegre.

Si antes he criticado algunas cuestiones objeto de cavilación por insustanciales, tengo que señalar que otras fueron interesantes, como cuando reflexiona sobre la manera de escribir, a mano, con ordenador o con pantalla táctil. Es en esta reflexión cuando vuelve a haer gala de su particular sentido del humor comentando que Moisés solo escribió diez mandamientos porque cincelar la piedra es muy cansado.

Y si también antes he criticado la manera tan retorcida de escribir algunos pasajes, ahora resaltaré los que me parecieron bellos y cargados de sabiduría.

“Debería encontrar un nombre de un compositor célebre para cada persona a la que amé, y llenar así de música la historia de mi vida.”

“Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido, y que el dolor tuviera materia y medición. Todo hombre acaba un día u otro enfrentándose a la ingravidez de su paso por el mundo. Hay seres humanos que pueden soportarlo, yo nunca lo soportaré.”

En resumen, un libro con altibajos, con algunos pasajes preciosos pero con otros pesados y recurrentes. Cuando me encuentro con un libro así, donde no sé muy bien decir si me gustó o no, me hago una pregunta que suele aclararme bastante las ideas: ¿Volvería a leer este libro? En este caso tengo muy clara mi respuesta: no.



16 comentarios:

  1. Es una buena forma de saber si en un libro pesa más lo positivo a lo negativo preguntarte si lo volverías a leer. A mí tu reseña me inclina por leerlo, aunque me sigue dando pereza.
    La idea que saqué de la tertulia del instituto en la que se habló de este libro (que yo, por primera vez en una tertulia, no había leído) es que le sobran páginas, que se repite mucho... pero toda esa influencia de los padres y su forma de ser, que debe de ser muy curiosa, me atraen mucho. me imagino que terminaré por leerlo.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.
      A la novela le sobran páginas porque insiste tanto en la pérdida de sus padres que cansa. Si lo que pretende es demostrar que está obsesionado con esa pérdida desde luego consigue que el lector se dé cuenta, pero llega a hartar. Al menos eso me pasó a mí.
      Pero lo que más me molestó fue esa manera tan retorcida de narrar en algunos momentos. Cuando leo cosas así tengo la sensación de que el autor intenta engañarme, que me quiere decir 'mira qué bien escribo' cuando resulta que lo único que hace es contar algo de forma recargada y eso no siempre es sinónimo de escribir bien.
      Si la lees ya me contarás.
      Un beso.

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  2. Qué buena reseña, Paloma. Compré el libro hace unos meses y todavía lo tengo por leer. Conociendo al autor quería esperar el momento adecuado y al menos para mí el otoño no lo es. Es un tipo singular Vilas, las digresiones me parecen divertidas si no te las tomas muy en serio. Hace poco leí un artículo suyo sobre un viaje que hizo en tren (Negra nostalgia, El País) y era delirante, hubo gente que se lo tomó muy en serio. Con todo, esta novela me atrae. ¿Recuerda un poco a "La isla del padre" de Fernando Marías? Lo digo por la similitud del tema.
    Un abrazo.

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    1. Hola, Gerardo.
      Dado el talante melancólico que te adivino, mejor no leas esta novela en otoño. Si el verano supone para ti una época más propicia hazlo entonces, aunque a mí el derrotismo que se respira en todo el libro no lo combate ni el sol más reluciente de un mes de agosto.
      Podría pensarse que hay analogía con 'La isla del padre' aunque en esa solo se evoca a un progenitor. Pero para mí hay bastantes diferencias. En la novela de Marías se recuerda al padre con nostalgia, con amor y con ternura, aunque también hubo malentendidos entre padre e hijo no se toman como algo trágico, sino como un avatar más de la vida. En Ordesa es todo muy deprimente, el derrotismo es atroz y llega a angustiar. Sin embargo, cuando leí 'La isla del padre' no sentí ninguna angustia, sino ternura por la manera tan entrañable de esa una relación paterno-filial. Además, el estilo narrativo de Marías es excelente, ese señor sí que escribe muy bien.
      Las digresiones tuvieron diferentes niveles de interés, por ejemplo, la fascinación por las papeleras me resultó graciosa, sobre todo porque a mí me pasa lo mismo: me encanta tirar cosas ahí, no sé quizás también me falte un tornillo como al autor (porque ese hombre no está bien, ya te lo digo yo).
      Un abrazo.

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  3. Hola Paloma, aunque tu no final puede dejar más o menos claro que las sensaciones negativas pueden a las positivas, creo que hay una cosa importante en el libro, o varias. Una que hay material para realizar una crítica o reseña literaria y profundizar en todos sus aspectos (negativos y positivos), aunque no sea tarea sencilla. Y una segunda cosa que destacaría, es que al menos el libro no produce indiferencia algo que es también importante. Te agradezco tu sincera opinión y con ella en principio me decantaría por no leerlo, creo que tu reseña es mejor que el libro con todo el respeto para el autor.
    Un gran abrazo.

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    1. Hola, Miguel.
      Tienes toda la razón en que el libro no deja indiferente, porque es muy llamativo, por un motivo o por otro al leerlo te deja huella, sin lugar a dudas.
      Lo que a mí me deja un regusto amargo es que en otras críticas que he leído se ensalza el estilo literario del autor. Esos párrafos tan redichos a mí no me gustan y eso puede ser por dos motivos: porque soy una ignorante o porque para mí la buena escritura no tiene nada que ver con utilizar palabras y sintaxis enrevesadas. Creo que si un párrafo es necesario leerlo más de dos veces para saber qué significa el problema es del escritor, no del lector. Pero, claro, esa es una opinión mía muy personal.
      Gracias por valorar tan bien mi crítica (me da que tú tienes la misma opinión sobre lo que es escribir más o menos bien).
      Un beso.

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  4. Me parece muy acertada tu crítica y entiendo perfectamente tu "bipolaridad". Visto lo leído, yo también habría sentido lo mismo. Para frases enrevesadas prefiero las de Grouxo Marx, como la de la parte contratante de la primera parte contratante...jajaja.
    Creo que todos podemos sentirnos identificados con algunas (o muchas) de las experiencias que este autor relata. Yo mismo, sin ir más lejos, guardo muy gratos recuerdos de mi pirmera visita a Ordesa, acompañado de mi madre (mi padre se quedaba de Rodriguex en Barceloana para que nosotros (mi madre y hermanas, mientras estas estuvieron solteras) pudiéramos disfrutar de unas vacaciones que él sacrificaba.
    Porque la editoriales y yo estamos reñidos, que si no yo también podría intentar publicar mis memorias noveladas (o mi novela biográfica) que escribí recién jubilado y que autopubliqué para obsequiar a mi familia, jeje.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª.
      Estoy empezando a pensar, después de leer el comentario de Gerardo que ha leído más cosas de este autor, que lo mismo ese tipo de párrafos-trabalenguas eran una broma y yo no me di cuenta al leerlos. Quién sabe, porque el autor si no es bipolar le falta poco, él mismo reconoce que tiene problemas mentales, aunque como es de esas biografías donde no todo es cierto lo mismo eso se lo inventó (yo creo que no, eso me cuadra que es real).
      Yo también tengo muy buenos recuerdos de mi visita a Ordesa (las fotos que aparecen son de aquel viaje), aunque yo no fui con mis padres, fui con mi marido pocas semanas antes de quedarme embarazada de mi hija (ahí lo dejo).
      Qué buena idea que hayas escrito tus memorias, aunque aún te queda mucha guerra que dar, así que supongo será la primera parte ¿no? Sin leerlas estoy segura de que no son tan deprimentes como la novela de esta reseña. Además, ese obsequio a tu familia me parece entrañable y un regalo especial donde los haya.
      Un beso.

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  5. Hola Paloma,
    Estoy de acuerdo con los compañeros que tu reseña me ha parecido más interesante que la novela, y esa frase que destacas me ha parecido muy intensa que te espere alguien en algún sitio es el único sentido de la vida y el único éxito y también un tanto triste, la vida es eso pero también mucho más. Y he entendido esa dualidad que comentas y la dificultad en saber si te ha gustado o no. A mi me gustan las cosas sencillas y si tengo que leerme dos veces un párrafo para saber qué dice el autor pues cada vez me da más pereza, ya doy por sentado que tiene un maravilloso dominio del lenguaje, de la retórica y de la expresión de sus ideas y no me gustan esos casi trabalenguas, me cansan.
    Así que de momento no creo que esta lectura la apunte aunque he disfrutado un montón con tus disquisiciones.
    Besos bonita y muy buen fin de semana

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    1. Hola, Conxita.
      Esa frase sobre lo que da sentido a la vida tiene mayor poder cuando quien la expresa se siente muy solo. El autor acusa la soledad como el preámbulo a la muerte y quizás por eso siente que tener alguien esperándolo vale tanto y también que lo considere todo un éxito, pues él, en ese punto, se puede decir que "ha fracasado".
      En el curso de escritura que realicé me dejaron ver que para escribir bien no es necesario escribir enrevesado, que muchas veces lo complicado es escribir de forma sencilla pensamientos complejos. Y ante todo es muy importante que el lector comprenda lo que el escritor quiere decir, en esta novela hubo momentos que yo no entendía nada de nada.
      Me alegra que disfrutaras con mis tribulaciones con este libro, ja, ja, ja.
      Un beso muy grande y buen inicio de semana.

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  6. Hola Paloma.
    Pues me gusta tu reseña tan "bipolar"
    Mi padre también llevaba la manta y yo también, y mi madre hacía y hace esas limpiezas. Ella es muy "Diógenes" y guarda y acumula y luego, llega algún domingo de lluvia y hace limpieza y todos temblamos, jejeje.

    Yo ahora mismo no podría leer nada que incida en pérdidas familiares. Que lo cuenten si pero si insiten ya no es para mí.
    Muy muy feliz finde.

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    1. Hola, Gemma.
      Creo que este libro, dado el estado anímico que comentas, no es para ti. Es bastante deprimente toda la narración y el escritor está sumido en una obsesión que se trasluce en todo el texto, salvo pequeñas lagunas donde bromea.
      Un besote grande, guapa.

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  7. Como ya le dije a Rosa con el libro que ella nos presenta, este creo que tampoco lo leeré, pues uno aguanta hasta donde aguanta y no estoy ni para trabalenguas ni depresiones de ánimo por los recuerdos que tenemos de los que nos dejaron que casi siempre son transmisores de nostálgica tristeza.
    ¡En fin! con tu reseña, como también le dejé comentado a mi querida Rosa, me basta.
    Un beso.

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    1. Hola, Francisco.
      Yo creo que recordar a quienes ya no están con nosotros es bueno, es una manera de no perderlos del todo. Pero en esta novela ese recuerdo más que una remembranza es una obsesión, solo se centra en la pérdida y en la irreversibilidad. Cuando recupera vivencias de sus padres lo hace desde la perspectiva de que aquello nunca más se volverá a dar y no tiene la sensación de revivir buenos momentos.
      Ya te digo que yo no volvería a leer este libro ni de broma, así que entiendo que lo taches de tu lista.
      Un besote.

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  8. Hola, Paloma.
    Los padres son nuestra base, y con ellos adquirimos costumbres (a veces extrañas) que ni comprendemos, pero son bonitos recuerdos o hechos que pasarán de unos a otros.
    No me la apunto, es muy triste perder a los tuyos, pero reflexionar sobre ello y mostrarlo con un halo pesimista, no veo que sea justo; a ellos debemos recordarlos de otra manera.
    Una reseña perfecta y me quedo con tu pregunta, la utilizaré a partir de ahora.
    Besos.

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    1. Hola, Irene.
      Tienes toda la razón, hay que recordar a nuestros seres queridos desaparecidos de otra forma a como lo hace el autor. Ese pesimismo a mí me pesó como una losa y me desanimaba a retomar la lectura.
      La pregunta final ayuda bastante a la hora de catalogar una lectura, al menos a mí ;)
      Un besote, guapa.

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