Nunca me ha
gustado escribir diarios. De adolescente me regalaron uno y me dejé llevar por
la moda imperante entre mis amigas, a las que sí les gustaba escribir sus
vivencias en un papel. Pero abandoné esa práctica enseguida, creo que no llegué
a rellenar ni siquiera una semana.
En el curso de
escritura creativa que estoy realizando nos animaron a escribir nuestras
vivencias diarias, como una manera de desarrollar nuestra escritura a través de
lo cotidiano. Para mí, relatar el día a día me parece muy aburrido y mi
subconsciente me hizo crear otra cosa que me parece nada tiene que ver con un
diario, o puede que sí. Este es el resultado.
DÍA 1
No tenía ninguna gana de levantarme, las cervicales me
habían regalado un estupendo dolor de cabeza matinal, pero a las nueve me
esperaban en la facultad de Veterinaria para cuidar un examen. La perspectiva
de tirarme una hora y media dando paseos por un aula, mientras noventa alumnos
intentaban sacudirse una asignatura de encima, no era muy alentadora.
Me dirigí hacia allí. Hacía mucho frío y en la Ciudad
Universitaria siempre hay dos grados menos que en el resto de la capital.
Cuando crucé el puente que atraviesa la carretera de La Coruña creí que el frío
me atravesaría el cráneo. Lo que me faltaba para el dolor de cabeza.
Lo bueno de cuidar exámenes estriba en que una puede
pensar, hay silencio y nada mejor que hacer, aparte de observar: con interés a
quienes se afanan en responder las preguntas y con lástima a quienes miran
fijamente el examen buscando que las respuestas surjan de repente como si de un
holograma se tratara. Así que esta mañana me cundió en cuanto a pensar, si se
puede catalogar de pensamiento el hacer mentalmente la lista de la compra y
repasar las tareas pendientes (y que probablemente se queden en el eterno
apartado de “pendientes”).
El examen duró menos de lo esperado, así que aproveché
para ir andando desde Veterinaria hasta Farmacia, el paseo me sirvió para fijar
ideas y hacer un guion con todas las cosas que iba a plantearle al jefe en la
reunión que teníamos convocada. Una vez más, no me ha dejado meter baza y me ha
cargado de trabajo. Tengo que hacer algo al respecto, su verbo fácil me
aturulla y siempre salgo de su despacho con la sensación de ser un pelele.
Ya en casa, después de una comida frugal y mi
imprescindible café, me he tirado toda la tarde corrigiendo el borrador que
Paco me entregó. Me resultó complicado poner orden en sus notas y me llevó más
de dos horas dejar un texto medianamente legible. Tengo que apuntar en mi
particular lista mental de cosas para decirle, que no pretenda que le lea el
pensamiento cuando me entregue sus borradores.
Cuando llegó Jose nos volcamos en nuestro relajante
ritual de tomar una copa de Rioja en la cocina mientras preparamos un bacalao
al horno. Me contó el malestar que hay en la oficina ante tantos cambios en la
dirección; la sensación de estar continuamente en la cuerda floja ya es algo
habitual cuando habla de su trabajo. Yo le conté mis batallas universitarias y
lo contenta que salí del examen porque no pillé a nadie copiando. Esos
instantes de compadreo con mi compañero son lo mejor que me suele regalar el
día y el incentivo para aguantar todo lo malo que una jornada
pueda acarrear.
DÍA 2
Hoy no me apetecía levantarme temprano, hacía un día
desapacible y no tenía que ir a la universidad, así que me hice la remolona en
la cama. Otra cosa que me tengo que apuntar en esa puñetera lista: madrugar más
aunque no tenga la obligación de llegar a una cita temprana.
Empleé toda la mañana en acabar de ordenar el borrador
del capítulo que estamos escribiendo Paco y yo. Reconozco que la tarea fue
mucho más placentera de lo que creí cuando acepté el encargo. Adaptar las
figuras y darle uniformidad al texto me supuso mucha satisfacción. Me gusta
ordenar, me gusta el orden. Convertir el caos en armonía me gusta.
Comida con Jose y Almudena. Hoy Almu nos ha alegrado
la sobremesa con sus buenas notas del cuatrimestre y con anécdotas de las
prácticas de galénica. Tarde de lectura con un buen café. Placeres pequeños que
hacen la vida muy agradable. Es en estos momentos, a priori insignificantes, donde
yo encuentro la felicidad. Y es, en estos momentos, cuando yo me pongo
trascendental. Qué cosas.
OTRO DÍA
Hoy ha nevado prácticamente todo el día. Recuerdo las
nevadas de mi niñez como algo insólito e ilusionante y hoy ha sido igual. Con
tanto frío y un día tan desapacible se me fastidió el paseo por El Retiro, pero
el cambio de planes fue agradable. Descorrí las cortinas para que la visión de
los copos de nieve descendiendo por el aire adornara el salón, como si de un
cuadro se tratara. Al mal tiempo, buena cara.
He disfrutado de una mañana de domingo invernal,
ordenando, cambiando libros de sitio y haciendo limpieza. Otra vez me he
volcado en la lucha contra el caos, cajones desordenados con una mezcolanza de
objetos depositados allí de manera provisional se han convertido en lugares
donde encontrar lo que se necesita (siempre y cuando se pueda necesitar tanto
trasto como tiendo a guardar, que lo dudo).
Por la tarde publiqué la reseña que tenía pendiente.
Me he vuelto a poner sarcástica porque la novelucha ha sido un tostón. Me
superan estos escritores que van de antisistema y para dar la nota, o para
ocultar su poca calidad literaria, escriben estupideces que me aburren
soberanamente. Así que he puesto de vuelta y media al librito y me he quedado
más ancha que larga. Qué desahogo tan bueno es escribir.
AL DÍA SIGUIENTE
Sigue nevando. Hoy no me ha parecido tan encantador
como ayer porque tenía que salir, y caminar con tacones y hecha un pincel por
las calles nevadas es todo un engorro, y un sinsentido. Pero debía ir “mona”,
la recepción con la ministra de Sanidad así lo exige y el protocolo manda.
Mientras me vestía pensaba qué pasaría si me presentara en ese acto oficial tan
serio y tan protocolario con un chándal de franela y unas botas militares con
calcetines gruesos de lana. Sería todo un espectáculo, nada acorde con la
seriedad del evento pero sí a tono con la meteorología.
Los discursos han sido tan soporíferos como me
imaginaba y el evento tan aburrido como suelen ser todos los de su categoría.
Menos mal que el ágape estuvo bastante bien. Después de bregar con un centro de
la ciudad atascado llegué a casa deseando ponerme mi chándal y mis zapatillas
forradas de borrego.
Tarde de lectura con un buen café caliente, otra vez
el placer de lo sencillo y la cristalera del salón ofreciendo un cuadro
invernal con copos blancos en movimiento.
NOTA: Esta
especie de diario lo escribí hace bastantes semanas, se quedó arrinconado en
una carpeta del ordenador porque no me animaba a publicarlo, entre otras cosas
porque contar cosas de mí me da cierto reparo, pero sobre todo porque creo que mi vida no
es nada interesante. Al final decidí traerlo al blog, vosotros me diréis si
mereció la pena perder el tiempo leyendo esto.
Hola Paloma entiendo ese reparo al explicar cosas propias pero lo cierto es que te ha quedado un texto muy interesante, ágil y que se lee muy bien con esos puntos de humor tan tuyos y que te hacen sonreír. Tienes una manera de contar que haces interesante hasta aquello que explicado por otros podría resultar un rollo que no es el caso.
ResponderEliminarSoy una defensora de las propiedades "curativas" de la escritura y es que a veces, poner por escrito pensamientos que agobian o que están por ahí angustiando, cuando se ven escritos todo se relativiza. Hay algunos terapeutas que recomiendan a los pacientes escribir sus pensamientos, llevar un diario o hacer un registro de actividades y después se trabajan en la sesión, así que algo debe ayudar. Los diarios de adolescentes pues eso igual es otra cosa jajaja pero mira igual es una manera de escribir que de otra manera no harían. Es más yo creo que en las escuelas se escribe poco.
Besos guapa
Hola, Conxita.
EliminarSé del poder terapéutico de la escritura porque yo misma probé sus beneficios cuando estaba inmersa en la redacción de la tesis. Aquella serie de 'Doctoranda al borde de un ataque de nervios' me ayudó mucho a descargar tensiones y nervios. Desde entonces me he animado a escribir más.
Lo que ya no tengo tan claro es que estos diarios personales tengan interés fuera del propio autor. Hubo una temporada bastante larga en que se publicaron muchos de estos diarios; si te soy sincera no leí ninguno, pero de antemano me parece un género aburrido a no ser que uno se invente lo que quiera y le dé vidilla, pero por lo que me comentaron amigos que sí los leyeron eran simplemente diarios (no te sé decir ningún título porque ahora mismo no me viene ninguno a la cabeza).
Lo de que los adolescentes emplearan el diario como una manera de animarse a escribir está muy bien, aunque ahora están los blogs. Yo aprendí a redactar bien cuando escribía cartas a mis primas de fuera de Madrid porque llamar por teléfono era "conferencia" y salía muy caro según mi madre, ja, ja, ja.
Gracias, guapa, por tus palabras hacia este texto que a mí se me antoja aburrido o poco interesante.
Un besote muy grande.
A mi me ha gustado tu diario, lo escribes con ligereza y con buena armonía. Escribir es terapéutico y es bueno para desalojar la mente. Yo tengo muchos escritos de cuando cuidada a mi madre y dejaba toda mi rabia y todo lo que me pasaba escrito ya que tuve que cuidarla mucho tiempo y fueron muchas noches en vela al cuidado de ella. Hay están escritos a mano guardados en una carpeta. Quizás algún día sirvan para algo. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen.
EliminarSí que es una terapia muy buena esta de escribir, yo también lo noté cuando estaba agobiada con la tesis. Guarda esos escritos tuyos porque ahí seguramente hay mucho sentimiento volcado.
Un besote.
Pues creo que mereció la pena y es que hay que darle razón a tu profe: es interesante cultivar el estilo directo y sencillo que se precisa para narrar lo cotidiano, lo que no es interesante, pero es lo que constituye la vida de las personas día a día. Acontecimientos extraordinarios hay muy pocos en una vida (si no no serían extraordinarios), y contar lo ordinario también supone un reto. En ese sentido, tus vivencias de cada día cobran interés.
ResponderEliminarAdemás está muy bien escrito. Por cierto, no nos comentas las impresiones de tu profesor. Me pica la curiosidad.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarEste ejercicio fue una sugerencia para cuando no se tienen ideas sobre las que escribir. Se supone que contar lo que nos pasa ya es un tema a tratar y un motivo para escribir algo.
La opinión de mi profesor fue positiva, tampoco es que se pusiera a dar saltos de emoción, pero le gustó. Me dijo que había empleado una manera bastante elaborada para mostrar sensaciones más que hechos concretos, de ahí que yo no tuviera claro si había escrito un diario u otra cosa, algo que tampoco me preocupa porque no pienso utilizar este género más veces. O puede que sí ;)
Un besote, guapa.
Bueno, es un ejercicio más, como en una pista americana en la que debes altar obstáculos y sobrepasar pruebas, unas más duras que otras.
ResponderEliminarTe ha quedado muy natural y enterarme de que compartimos pequeños placeres cotidianos me alivia mucho de lo que para otros puede resultar mediocre. Por otro lado me priva el orden, pero no soy capaz de dedicar mucho tiempo en conseguirlo.
Besos
Hola, Francisco.
EliminarSi yo no me dedico más a ordenar es por falta de tiempo, pero también porque me da miedo guardar demasiado bien las cosas y luego no las encuentro. Pero sí, compartimos nuestra querencia por el orden: cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa.
Un beso muy grande.
"Altar" no "Saltar" sí.
ResponderEliminarHola Paloma, hablar o escribir de lo cotidiano no es nada sencillo. En este caso y desde mi posición como lector, me ha parecido un texto muy bien escrito y muy fácil de leer. La ambientación (El Retiro, Ciudad Universitaria, las nevadas, el vino) ayudan además a visualizar las escenas narradas, dotándole de mayor interés. Un libro que me enganchó y narrado en forma de diario, fue Diario de una ninfómana por el morbo que consiguió recrear su autora con una trama real y a la vez truculenta. La epístola es otro genero que en lo personal se me hace muy ameno.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por compartir algo tan personal.
Hola, Miguel
EliminarCon ese título, Diario de una ninfómana, ya se imagina uno que es un diario interesante, puede que por el morbo, pero también porque se supone que pasan cosas poco habituales, digo yo.
Creo que un diario en su sentido más estricto es poco atractivo para un lector, relatar el día a día de una persona no suele ser demasiado entretenido, salvo con sucesos que ocurren de vez en cuando y que son más llamativos, pero esos se dan de tanto en tanto.
Puede que este relato no haya llegado a aburrir porque son pocas líneas, pero imagínate que fuera un libro entero, yo creo que no lo aguantaría ni yo, que soy la protagonista, ja, ja, ja.
Muchas gracias, Miguel, por tus siempre entusiastas y cariñosos comentarios.
Un beso.
A mí me gustaba escribir diarios. Solía ser más un lienzo donde verter mis emociones, pero cuando estaba contento pasaba del diario, así que leídos en retrospectiva era todo negrísimo. Por eso acabaron en la basura o despiezados. Con mis hijos si hice lo que yo llamaba "diario de gestación y nacimiento", pomposo ¿eh? Se trataba de capturar mi estado de ánimo por la espera, el nacimiento, los primeros meses. Estos si son bonitos y los conservo. Me gustaría con el tiempo imprimirlos y que fuera un regalo para ellos cuando sean mayores. O lo mismo también acaban arrostrados, quién sabe.
ResponderEliminarEscribir un diario me parece una buena práctica para lograr una escritura auténtica, otra cosa es hacerlo público. Te recomiendo a Andrés Trapiello, sus diarios son curiosos. Lo que pasa es que no duda en inventar o enmendar cosas, según se lo pida el cuerpo, entreverado con sus vivencias. Eso también lo he probado a hacer y es muy divertido, sobre todo por el grado de confusión en el lector (yo mismo pasado el tiempo, porque no me acuerdo si lo he vivido o no, jaja).
Por cierto, odio vigilar exámenes, para mí es peor que una tortura china. Me aburre tanto que acabo en un viaje astral y los alumnos si no copian poco les falta.
Un abrazo.
Hola, Gerardo.
EliminarSi escribir puede resultar una válvula de escape, es natural que se utilice esta herramienta cuando no nos encontramos bien anímicamente, por lo que entiendo que no escribieras aquellos diarios cuando estabas alegre.
Independientemente del título que le pusiste a esos diarios cuando se gestaron y nacieron tus hijos, creo que deberías guardarlos (espero que no te dé ningún arrebato en plan Kafka) y sabiendo cómo escribes estoy segura de que ahí hay gran cantidad de sentimientos muy bonitos y profundos, así que déjalos para cuando tus hijos sean mayores.
Lo de intercalar cosas inventadas en el relato del día a día, también lo propuso el profesor del curso, pero yo no fui capaz de inventar nada, me resultaba muy extraño hacer pasar por cosas propias algo que no me había ocurrido realmente. A lo único que llegué fue a cambiar el orden de algunas cosas que ocurrieron un día y yo lo junté con otro, pero no más. Lo curioso es que a muchos compañeros les pasó lo mismo. Yo debo de ser muy simple, o invento todo o no me invento nada.
Y sí, vigilar exámenes es un rollazo de tomo y lomo. Me tienes que enseñar a hacer esos viajes astrales, ja, ja, ja.
Un abrazo.
Yo sí he tenido diarios en algunas épocas de mi vida (ahora hace ya muchos años que no) pero no escribía cosas cotidianas, sino lo que sentía o lo que me venía a la cabeza con motivo de esa vida cotidiana. Eran un montón de chorradas súper raras. Releyéndolos tiempo después es como vi la gran vena dramática que tengo y entendí el porqué casi todas mis historia, al parecer de mi marido, acaban mal jajaja. Me viene de muy atrás :P
ResponderEliminarRespecto al texto que nos traes hoy, yo no lo encuentro aburrido, y menos sabiendo que es un ejercico de clase, aunque sí confieso que al final me quedé esperando algún "remate", algo que le diera un propósito concreto a todo lo demás. No sé si me explico, es como si aún faltara una parte... No sé lo que te dijo tu profe en esta ocasión, pero está claro que está muy bien escrito y que cumple su función como diario :))
¡Un beso postvacacional, Paloma!
Hola, Julia.
EliminarEsa vena dramática puede que te venga en los genes, quién sabe. Dicen que "genio y figura, hasta la sepultura".
Ese remate del que hablas no existe porque en realidad este texto no es una historia, sin la crónica de varios días, así, sin más. Por eso no tenía yo muy claro si publicarlo o no, porque no es un relato (y a juzgar por los comentarios del profesor creo que tampoco fue un diario, ja, ja, ja).
Un besote, guapa.
Pues has conseguido narrar tu vida cotidiana de una manera muy entretenida, Paloma. Puede ser un buen recurso para pillar el hábito de escribir. En mi caso el único intento de escribir uno fue con dieciocho años. Lo comencé en verano, cuando tenía una vida más gamberra, de noches eternas y amores de verano en el pueblo. Cuando regresé, a los pocos días apenas hacía referencias a mi día a día. Terminó siendo meras reflexiones y lo abandoné. Si me pusiera a escribir uno ahora lo empezaría con un me levanté el lunes y me acosté tarde un domingo, je, je, je... Si escribo es precisamente para compensar mi anodina y rutinaria vida.
ResponderEliminarEn épocas de sequía prefiero revisar textos antiguos o volver a esas libretas en las que existen anotadas semillas de posibles relatos. A veces, escribo sinopsis de algo. O simplemente, me dedico a leer cosas de todo tipo en busca de esa idea para materializar en historia. Aunque por supuesto siempre tengo el verdugo del tiempo. ¡Ay, qué daría por un mes de retiro en cualquier casa rural!
¡Ah! Lo que sí he comprobado es que compartimos ese amor por el orden. Normalmente, me muevo en el caos. Se me acumulan libros, libretas, papeles... Hasta que al llegar agosto, lo primero que hago en vacaciones es dedicar un día entero en ordenar de punta a cabo la estantería donde voy acumulando cosas el resto del año. Un día sin prisas, sin reloj.
Un fuerte abrazo... y me gusta que hayas tuneado la foto de la entrada.
Hola, David.
EliminarEs posible que la vida cotidiana, si se le sabe sacar jugo, consiga enganchar como una historia en sí misma, pero yo, con la mía, no me veo capaz. Prefiero inventarme la vida de otros y poner algo de interés o emoción, aunque eso no quiere decir que me aburra mi vida, pero tampoco creo que sea como para enganchar a posibles lectores.
Aunque ahora que lo pienso, cuando estuve escribiendo la tesis doctoral me pasó de todo, y ahí juro que no me inventé nada, solo lo conté con humor. Pero creo que eso son momentos puntuales, como tú mismo cuando pasabas el verano en el pueblo de fiesta en fiesta, luego la rutina diaria es menos llamativa y cuesta escribir sobre ella.
Yo también deseo tener más tiempo libre para ordenar, me agobia mucho ver las cosas desperdigadas por ahí. No sé tú, pero yo tengo además un terrible estigma: convivo con dos desordenados patológicos (mi marido y mi hija) lo que creo me tiene predestinada al manicomio más pronto que tarde.
La foto tuneada es otro resultado de mis pinitos con el Canva.
Un besote.
No suelo leer los comentarios de los otros lectores para no dejarme influir y porque pienso que debo decir lo que pienso. Así que ignoro (aunque adivino) la opinión de quienes me preceden y te diré que bien ha valido la pena darnos a conocer tus "intimidades" que, por otra parte, son aptas para todos los públicos, jeje.
ResponderEliminarLa forma tan personal e intransferible que tienes de contar esas vivencias cotidianas le han dado a este diario un cariz novelesco y es que el hecho de introducir alguna que otra anécdota, una opinión simpática o mordaz sobre acontecimientos externos o un simple sentimiento ante la acción de la Madre Naturaleza (la visión de los copos de nieve siempre resulta placentera, pero andar por ella puede resultar algo infernal), le dan ese toque narrativo cercano a una novela autobiográfica.
A mí, por lo menos, me ha encantado leer esas actividades y reflexiones tan cotidianas como entretenidas.
Un abrazo, Paloma.
Hola, Josep Mª.
EliminarEl mezclar la realidad simple con anécdotas y el sarcasmo de andar hecha un pincel por una calle nevada es lo que creo le chirrió al profesor, como si tomarse la vida con humor no fuera propia de un diario. No sé, creo que no le cojo el punto a ese señor. Pero esto es lo que hay, puede que esté tan acostumbrada a bromear con las cosas que no son realmente serias que ya no sé hacerlo de otra forma. Aunque quien me conoce bien sabe que yo soy así, por lo que en ese supuesto diario no iba a cambiar de registro, digo yo.
Muchas gracias por perder un poco de tu tiempo en saber el día a día anodino de alguien como yo (las intimidades íntimas no las cuento aquí ni loca, que luego todo se sabe, ja, ja, ja).
Un abrazo fuerte.
Hola.
ResponderEliminarPues me ha encantado leerte. AL contrario que tú escribo diarios desde los siete años, y me encanta releerlos ahora, me río mucho.
Has escrito un texto genial, de lo cotidiano has hecho una aventura.
Besos.
Hola, Gemma.
EliminarHe intentado contar ese día a día como buenamente he podido. Tuve, además, la suerte de que en los días que tenía que escribir el diario nevó en Madrid, algo bastante inusual, y eso ayudó a poner algo diferente.
Un besote grande, guapa.
Yo creo que sí ha merecido la pena!! Explicas cosas personales pero que al final son el día a día, quiero decir, que tampoco son tan exageradamente personales, y así tus lectores sabemos algo más de ti :))
ResponderEliminarA mí tampoco me gusta escribir diarios, cuando era pequeña y después adolescente lo intenté alguna vez, pero siempre terminaba escribiendo solo cuando estaba cabreada como una mona o triste, y tenía la semsación de que me estaba quedando un diario muy raro jajajaj así que al final siempre lo dejaba. Por otro lado creo que escribir sirve para desahogarse, y que a algunas personas personas les puede servir de terapia, en mi caso, creo que escribir relatos ya me sirve de desahogo, así que los diarios los aparco jajaj
Me ha gustado mucho la manera de explicar esos momentos vividos, y los alumnos un poco perdidos buscando un holograma!! Pobrecillos, piensa que todos estuvimos en su bando un día jajajajajaja
Un besazo guapísima!!!
PD: tiene mérito andar con tacones por la nieve!!
Hola, María.
EliminarNo eres la única que escribe cuando no se siente bien, y eso demuestra el poder terapéutico de la escritura, el desahogo que supone plasmar en un papel las emociones. Desde luego yo lo descubrí cuando estaba inmersa en la redacción de mi tesis doctoral, todo el estrés que me supuso el último tramo lo descargué en el blog y la verdad es que me ayudó mucho.
Cuando veo a esos alumnos mirando fijamente el examen sin escribir nada me dan mucha pena, porque recuerdo cuando yo estaba en esa situación y también esperaba que se me apareciera la virgen o algún santo milagrero para que me iluminara con las respuestas a las preguntas.
Lo de andar por la nieve con tacones, además de mérito, tiene mucho de temerario, no sé cómo no acabé de bruces en el suelo.
Un besote muy grande.
Hola Kirke, yo tampoco he tenido nunca un diario,... pero si soy muy de agenda; una agenda en la que no solo anoto fechas de reuniones, tareas y viajes,... también anoto impresiones sobre personas y propuestas por lo que tengo que andar con cierto cuidado con ella y no dejarla en cualquier lado ( el otro día la olvidé en el despcho de un compañero).
ResponderEliminarEn todo caso escribir el día a día a mi me parece un acto de reflexión interna de como te ha ido y en tu caso no me parece que te haya quedado nada mal. Estoy seguro que si estrujas un poco algunas cosas, de esas simples anotaciones saldrían multitud de cosas interesantes. Buen fin de semana!
Hola, Norte.
EliminarCuando era más joven, y viajaba más, tenía una de esas agendas donde reflejaba mis impresiones de los viajes, los pensamientos que me venían cuando contemplaba un monumento o un paisaje, incluso los adornaba con fotos. Esa buena costumbre la abandoné y puede que algún día la vuelva a retomar. Es lo más cerca que he estado de escribir un diario en serio.
En este ejercicio se nos invitó a incluir en ese día a día cosas inventadas pero yo no fui capaz, me resultó imposible mezclar mi realidad con mi (poca) imaginación.
Muchas gracias por tu visita y tu comentario.
Un abrazo.