Hace unos días
Julia C. escribió un precioso relato donde contaba de una manera sumamente
poética, e insunuante, su relación con Morfeo (Morfeo y yo). Ella hablaba de
ese amante esquivo que le escamotea sus atenciones, de cómo le añora cuando no
está y cómo le agradece cuando sí está. Leyéndola, recapacité sobre mi propia
relación con Morfeo y me di cuenta de que es muy diferente a la que tiene ella.
Me propuso que escribiera sobre esa relación y yo, que me apunto a un
bombardeo, acepté encantada.
Y aquí estoy
para contar cómo es mi idilio con Morfeo.
Morfeo conmigo
es atento, si por atento se entiende que acude a nuestra cita diaria por la
noche. Es bastante puntual. Aunque si ahondamos más en el concepto “atento”
tampoco se lo curra mucho, las cosas como son. Pero de esto la culpa la tengo
yo, que soy una amante muy facilona y poco exigente.
Él viene y según llega, triunfa, porque consigue su objetivo –y el mío– en un plis plas. Me quedo
frita en cuanto toco la almohada –a veces, incluso antes– así que es un amante muy
eficiente, pero no todo el mérito lo tiene él, que yo también pongo de mi
parte.
Suelo hacer
bastante ejercicio físico –no es que sea deportista, es que a menudo llego
tarde a los sitios por lo que me tengo que desplazar siempre corriendo, algo
que tiene el lado positivo de hacer footing a la vez (yo lo llamo
footing-colateral)– y además tengo una mente muy simplona que me ayuda a dejar
los problemas de la jornada aparcados para el día siguiente. Estas dos
características de mi rutina diaria son unos afrodisíacos estupendos para
recibirle, así que cuando Morfeo acude a mí, me encuentra lista y predispuesta.
Lo dicho, soy facilona.
Pero, a veces,
esa atención que tiene conmigo me incomoda. Porque su querencia por visitarme
es excesiva. No quiero que se me enfade –no está el patio como para ir
desdeñando buenos amantes– pero en ocasiones me gustaría que no me atendiera
tanto. Porque conmigo Morfeo es un poquito sobón; las caricias cuando se
prodigan en demasía empiezan a ser cargantes, y tanta insistencia molesta
cantidad.
Si digo esto es
porque algunas veces me visita en momentos que no deseo o en los que estoy a
otra cosa y “no me apetece hacerlo”. Que sea facilona no quiere decir que sea
una obsesa y creo que ahí Morfeo se equivoca conmigo. Que me visite por la
noche y cuando estoy en la cama, está bien (y eso depende de qué esté haciendo
en la cama aunque no voy a entrar en detalles), pero cuando lo hace en otros
lugares… su presencia podría considerarse acoso.
Morfeo me ha
visitado en el cine –las luces apagadas y un tostón de película también son
excelentes afrodisíacos cuando de Morfeo se trata–, o ha venido a verme cuando
asistía a una conferencia –las luces estaban encendidas pero el conferenciante
actuaba como un auténtico Valium con piernas–.
Hasta en el
metro ha llegado a acosarme. En este último sitio es donde más me molesta que
me posea, porque el runrún y el suave vaivén del vagón ayudan mucho a ello y yo
me dejo. Lo malo es que después, cuando se va, yo me quedo cinco o seis
estaciones lejos de mi destino y me tengo que poner a hacer una sesión extra
de footing-colateral, con lo que se lo pongo más fácil para que por la noche
Morfeo vuelva a triunfar, entrando así en una vorágine de darle al tema
constantemente, y la verdad, lo poco agrada, pero lo mucho enfada.
Morfeo es un
buen amante. Después de su visita, yo siempre me siento muy relajada y de buen
humor, así que cumple con su cometido amatorio, pero siempre tengo la sensación
de que mientras estoy con él me estoy perdiendo otras cosas también agradables
e interesantes. Me temo que además de facilona soy algo casquivana.
En esta
relación yo acepto que él se vaya con más personas, sé que no soy la única en
su vida amorosa, y no me importa. Por eso, y por equilibrar la balanza, a mí
también me gustaría tener mi propio espacio, ir a mi bola sin tenerlo rondando
a todas horas no permitiéndome hacer a gusto otras cosas. Entre esas cosas se
encuentra leer un buen libro sin dar cabezadas, por ejemplo. Morfeo conmigo es
muy pesado, la verdad. No sé qué me ha visto.
Así que intento
cambiar de aires con “otros”. Pero es difícil, porque Morfeo no permite que le
abandonen así como así, aunque ese abandono sea temporal. Él quiere en todo
momento llevar las riendas de la relación, él decide cuándo viene y cuándo se
va y eso a mí me molesta mucho.
Con quien más
suelo filtrear para dársela con queso a Morfeo es con Café. Me gusta mucho Café
y por varios motivos. Su aspecto es muy atractivo –soy facilona, casquivana y…
superficial, ¿qué pasa?–. Huele muy bien, me encanta su olor. Y, a veces, se
presenta con una apariencia muy provocativa –cuando se pone nata por encima me
vuelve loca–. Pero de Café también me gusta el interior, tiene una cualidad que
le hace totalmente opuesto a Morfeo y por eso me gusta más –buscarse otro
amante que es igual a lo que una ya tiene, siempre me pareció absurdo y poco
práctico–, esa cualidad es la cafeína. Café es estimulante, jaranero, alegre,
me hace sentir viva. Pero es inconstante también.
Café suele ser un
buen amante, cumple como yo espero y me lo paso muy bien, pero a veces aunque
se viene conmigo está como ausente. Su cualidad interior, la cafeína, no surge
y no me siento tan viva. Es entonces cuando Morfeo, que es muy listo, se da
cuenta y viene a visitarme en plan rechifla para recordarme quién manda en mí,
quien es el dueño en nuestra relación: él.
También
reconozco que las pocas veces que he escapado de sus garras y he conseguido
estar bastantes horas alejada de él, al final le he echado de menos. No soporto
más de una o dos noches sin su compañía, entonces le añoro mucho. Menos mal que
Morfeo no es rencoroso, y siempre perdona mis infidelidades. Cuando le evoco,
viene presuroso, hacemos las paces y nos reconciliamos.
Tenemos una
relación difícil Morfeo y yo, pero creo que conseguimos una aceptable
avenencia. De momento. Cualquier día, harto de mis devaneos, me abandona y
entonces lamentaré ser tan ligera de cascos.
NOTA: Este relato no corresponde a ningún ejercicio del curso. Simplemente Julia me sugirió que contara cómo me llevo yo con Morfeo y accedí. Tenía ganas de escribir alguna gamberrada de las mías y vi en esa invitación una ocasión de volver a mis orígenes.
Ningún profesor ha corregido esto, pero vosotros tenéis licencia para objetar lo que os parezca bien.
Hola.
ResponderEliminarAy no he leído el relato de Julia, y soy su fan, es que se me olvida que tiene otro blog.
Me ha encantado tu relación con morfeo. La mía era genial hasta hace tres años, ahora vamos por rachas y estos últimos dos meses ha sido muy mala, no viene a verme.
Yo también he sido acosada en el cine y una vez me dormí esperando en una consulta donde le hacían a mi hijo unos test de inteligencia, qué vergüenza, quedé como una madre a la que le da igual lo que le pase a su hijo.
Besos, he disfrutado mucho con el relato y café también me sirve para flirtear, aunque en mi caso no está ausente.
Hola, Gemma.
EliminarComo pasa en todas las relaciones, hay altibajos. Unas veces te llevas muy bien con tu amante y otras se muestra distante o se enfada y no nos atiende. Supongo que es cuestión de tener paciencia y esperar que vuelva a ser atento.
De momento, conmigo se porta bien.
Qué bueno lo de dormirse cuando le hacían el test a tu hijo. Yo lo hice mientras mi hija estaba examinándose de ballet.
Un besote.
Ufff! ese Casanova no tiene ningún tipo de escrúpulos,... ya sea chico o chica,... rubi@, moren@,... joven o talludit@,... y el caso es que a nadie nos importa sus infedilidades y lo seguimos deseando. Feliz finde!
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarCreo que a Morfeo todo el mundo le perdona sus devaneos, siempre que no se olvide de nosotros.
¡Buen martes!
Un abrazo.
¡Madre mia! a mi morfeo me visita a horas que no tenía que venir, siempre cuando estoy atenta viendo algo en la tele.O leyendo un libro. En el cine si la peli es aburrida una cabezadita que que me hecho. Y cuando verdaderamente lo necesito ni aparece. A veces cuando estoy en la cama calentita y lo llamo, no llega. Siempre se va a el vecino de al lado que además le ayuda con unos buenos ronquidos para que a mí me moleste. Y me dice ¡Chincha rabiña! Termino vagando por la casa y quizás tomando una pastilla con un vaso de leche. Y para entonces ya son las seis de la mañana. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen.
EliminarCreo que contigo Morfeo también quiere demostrar quién manda en la relación. Que es él quien decide cuándo va o viene, y encima te pone celosa con los ronquidos del vecino! Eso ya es el colmo.
Caprichoso y con muy mala leche nos ha salido este amante.
Un besote.
Ahora entiendo con quién me pone a mí los cuernos Morfeo y por qué no me visita puntual como debiera. Me matan los celos. Yo hago todo lo posible por conjurarlo a mi lado. No pido que venga en cuanto me poso en la cama; le permito una tardanza de una hora que empleo en leer mientras le espero, dos o tres si es fin de semana o estoy de vacaciones, ¿Es mucho pedirle que después de esa licencia venga por fin y se quede conmigo? Pues sí, debe de ser mucho pedir.
ResponderEliminarA veces no aparece, otras veces viene y tras atenderme media hora se vuelve ir. Conmigo es caprichoso e inconstante. Nunca se queda más de dos horas seguidas y cuando se va definitivamente, estoy frustrada, nerviosa y cansada de sus infidelidades. Lo malo es que no puedo vivir sin él y no me queda otra que aguantar sus condiciones. A veces uso filtros de amor que lo mantienen un poco más a mi lado, aunque nunca lo suficiente como para que me deje totalmente satisfecha.
Feliz tú, Kirke, que has conseguido enamorarlo.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarSí que se porta mal contigo Morfeo, sí. ¿No será que tú eres muy exigente? Reconozco que cuando me visita por la noche se queda bastante tiempo, unas siete u ocho horas, pero si el poco tiempo que pasa contigo es de buena calidad... lo mismo compensa ¿no? Lo bueno, si breve, dos veces bueno. O no.
Sé que soy afortunada, porque conozco a mucha gente con la que Morfeo se porta muy mal, así que no creas que te tiene manía. Creo que es al revés: algunos somos sus elegidos y nos mima. No sé por qué; si lo supiera yo te lo contaría para que hicieras lo mismo y así tenerlo contigo más tiempo. Si algún día me entero cuenta con que te informaré.
Un beso grande.
Qué bueno que aceptaras contarnos acerca de tu relación con Morfeo, Paloma, aunque debo reconocer que estoy verde de envidia jajajaja. Yo también intento hacerme la facilona, no creas, pero es que no me funciona. Se ve que él espera una cosa de cada una de nosotros y a mí ese papel no es el que me ha tocado.
ResponderEliminarLo del acoso, aunque molesto, es genial. Es como tenerle comiendo siempre de tu mano y si no estás de humor (o te duele la cabeza) te queda la opción de pegársela con café. Va a ser verdad eso de que siempre queremos lo que no tenemos, pero hazme caso, Morfeo de morros es mal asunto...
Un post genial, Paloma. Como bien dices tiene un toque gamberro y divertido que nos dibuja a todos una sonrisa. ¡Enhorabuena!
Un millón de gracias por mencionarme y enlazar mi "versión". Si Morfeo es un poco egocéntrico debe estar en su salsa :DD
¡Un beso dormilón, guapa!
P.D: Veo que has hecho cambios en tu blog. No sé si este es el formato definitivo o si aún tienes que hacer más "reformas", pero me gusta. Muy claro y sencillo :))
Al enviar el comentario y refrescarse la página ya estaba el formato como antes, así que sorry, lo de los cambios solo ha sido una alucinación mía :(
EliminarHola, Julia.
EliminarCuando te leí yo pensé que "tu" Morfeo no se parecía en nada al "mío" y al mismo tiempo me di cuenta que "ni tanto, ni tan calvo". Que esté de mal rollo sé que no es nada bueno, pero te aseguro que tanto acoso tiene su lado incómodo. Quise darle un toque de humor y me lo pasé muy bien escribiendo esta entrada. Gracias por darme la idea.
Cambié algo el blog hace unas semanas, pero fueron cosas de poca monta (ahora solo tengo una columna al lado del texto y no dos y he quitado algunos "gadgets"), no sé si te refieres a eso o que Blogger va por su cuenta y hace cosas a su bola, mientras no me cambie lo que escribo... todo va bien, ja, ja, ja.
Un besote, guapa.
jajaja qué bueno Paloma, acabo de leer la entrada de Julia, no lo había hecho hasta ahora. Creo que a Morfeo sí le debe de gustar mucho mi compañía porque cuando me meto en la cama ya me está esperando desde hace rato jajaj y se queda toda la noche conmigo. En mi caso soy yo la que intento esquivarlo a él, pero a veces me convence y acabo accediendo por pesado. El lugar donde más odio que me visite es en el avión, porque siempre pienso que puedo aprovechar mucho para leer, pero no hay manera, ya puede ser un vuelo de una hora o de ocho, allí está él. Si veo una peli, tengo que estar sentada en el sofá, así he descubierto que me deja un ratito en paz, pero como me tumbe ya aparece de repente. Un día que estaba conmigo en el tren lo eché de mi lado bruscamente porque me di cuenta de que me había pasado dos paradas por su culpa!!
ResponderEliminarQue ideas más geniales se os ocurren, y qué originales sois, tanto tú como Julia!!!
Un besoteeee!!! me ha encantado!!
Hola, María.
EliminarCreo que a ti también te acosa Morfeo, o es algo impertinente. A mí también me acomete en el avión, ayer mismo me visitó nada más salir de Venecia y se marchó cuando estaba llegando a Barajas. Me fastidió bastante porque pensaba hacer fotos de los Alpes y me quedé con las ganas. En fin, él es así.
Un beso grande, guapa.
Me habéis hecho reír Julia y tú y esa relación con Morfeo.
ResponderEliminarEs curioso como va cambiando nuestra relación con él, yo soy de las que caigo en sus brazos inmediatamente pero de momento solo me seduce el sofá o en la cama jajaja.
Me has aclarado lo que pasa cuando se aprovecha el tren o el metro para tener una aventurita con él jajajaja porque siempre me admiraba ver que las personas se despertaban y bajaban en su destino, bueno eso era lo que yo creía.
Besos
Hola, Conxita.
EliminarCreo que tienes muy buena opinión de Morfeo y por eso piensas que cuando visita a sus amantes en el bus o en el metro lo hace para aprovechar el trayecto correcto. No sé, quizás es así con otros. Te aseguro que conmigo no. A mí me deja siempre más tarde de lo que debería, de hecho muchas veces viajo de pie aunque haya asientos libres porque no me fío de él.
Un besote, guapa.
Ja, ja, ja... Brillante, Paloma. Leí el relato de Julia y creo que le comenté que mi relación con Morfeo era bastante distinta y tras leerte mucho más cercana a la tuya. Es reposar la almohada y caer en sus brazos... también tengo una estrecha relación con el señor Café, raro es el día que no caen seis o siete, aunque ello no impida que Morfeo haga conmigo lo que quiera y desde luego no solo en la cama, más de una ocasión me ha asaltado en el Metro y he debido cambiar de andén.
ResponderEliminarUn tono divertido y fresco que es marca habitual de tus relatos. Un abrazo!!
Hola, David.
EliminarYo flirteo con Café, pero dos veces como mucho al día. Tú ¿seis o siete? Lo tuyo empieza a ser vicio ¡eh!
Compruebo que tú eres de mi grupo, del que es acosado por Morfeo y se emperra en estar con nosotros a todas horas. Caray, un poquito de respiro tampoco está mal, pero se ve que a él le da lo mismo. ¡Qué mal repartido está el mundo!
Un abrazo fuerte, David.
Hola, Paloma
ResponderEliminarLeí el relato de Julia y me encantó, y el tuyo no se queda atrás. Mi relación con Morfeo es más parecida a la que describe Rosa que a la que describís Julia y tu. ¡Que suertudas! Yo lo veo poco y mal, se ve que se ha cansado de mi, jajaja
Me ha encantado tu relato, los escritos que tienen por base el humor me pirran y tu lo has bordado.
Un beso enorme, Kirke
Hola, Chari.
EliminarLa próxima vez que note la llegada de Morfeo y no me apetezca estar aún con él, le diré que se vaya a visitarte, a ver si me hace caso (a mí me da que no).
Cada uno cuenta la feria, según le fue en ella, y con esto del sueño nadie está completamente contento, aunque soy consciente que el insomnio es terrible.
Un beso muy grande.
Lo de mantener una relación constante y equilibrada con Morfeo pasa por tener afecto a sus familiares Hipnos y Oniros. Es un sueño perseguido por el ser humano que ve muchas veces su deseo inalcanzable.
ResponderEliminarYa te dije en su día que te estás pasando gradualmente al lado oscuro, y me alegro leer más a menudo delirios humorados que sinopsis de escritos ajenos.
Besos y mi bienvenida a un Madrid con tan solo un canal: El de Isabel II
Hola, Javier.
EliminarCuando Morfeo me visita en el metro me acuerdo mucho de su padre, Hipnos, y algún epíteto le dedico de vez en cuando por el estado cataléptico en el que entro y que me impide oír la megafonía avisando de que he llegado a mi estación. De sus hermanos oniros también podría contar bastantes cosas porque cuando me pongo a soñar... lo bordo, creo que si Freud me hubiera conocido habría hecho siete u ocho tesis doctorales solo con mis sueños.
Gracias por la bienvenida. Ya estoy en secano y puedo pasear sin miedo a caerme al agua por mirar a los edificios. ¡Qué alivio!
Un besote.
Salvo excepciones, las mujeres sois más facilonas con Morfeo que los hombres, os entregáis con más facilidad y sin poner las típicas excusas de si me duele la cabeza, estoy muy cansada, mañana tengo que madrugar..., jajaja.
ResponderEliminarHe llegado a pensar que a mí me visita más de un Morfeo, uno más diestro que el otro, pues hay noches que pierdo la consciencia rápidamente y en otras, en cambio, no puedo conciliar el sueño ni contando hasta mil ovejas. Pero quizá no sea esa la razón y la culpa sea mía, pues en estas sesiones insomnes se lo pongo más difícil. En la cama soy incapaz de dejar la mente en blanco y según en qué me ponga a pensar, puedo más yo que él.
Me encantan tus disquisiciones costumbristas adornadas con tu habitual agudeza y sentido del humor. Realmente, tu relación con Morfeo tiene visos de ser un amor complicado.
Un abrazo, Paloma.
Hola, Josep Mª.
EliminarCreo que Morfeo no se porta bien contigo cuando te nota distraído, si te ve que estás pensando en otra cosa él se sentirá despreciado y se va porque cuando viene quiere ser él el centro de atención. En cambio yo, como soy de poco pensar... pues eso, lo tiene fácil, ja, ja, ja.
De todas formas, creo que es un amante típico en cuanto a que le gusta hacerse rogar, en cambio si nota que pasas de él entonces, como un niño caprichoso, aparece para hacerse notar en plan ¿cómo? ¿no me quieres?
Yo, por si las moscas, tampoco quiero pasar mucho de él no sea que se enfade de verdad y me abandone definitivamente, y entonces sé que lo voy a pasar mal.
Un abrazo y gracias por tu amable comentario.
¡Bienvenida, Paloma! Qué post tan ocurrente (no he leído el post de Julia pero lo haré a continuación). La verdad es que Morfeo es supermegaequetepolígamo porque me consta que flirtea con todas y todos.
ResponderEliminarA mí me visita puntualmente sobre las once de la noche, pero allá de madrugada decide marcharse y es tan atento que me avisa y todo, dejándome los ojos como platos. Normalmente, luego se arrepiente y vuelve (para mí que le parezco también más "facilona" que el vecino de arriba que ronca, ya que hasta yo le oigo), pero siempre me tiene que fastidiar despidiéndose.
Bueno, querida compi, que se te da de lujo escribir. Sobre lo que sea...
Un beso muy fuerte
Hola, Chelo.
EliminarQue se vaya Morfeo y que te restriegue que está con otro (los ronquidos de tu vecino) eso dice mucho de ese dios tan caprichoso, y nada bueno.
Afortunadamente conmigo viene y se queda bastante rato por la noche, así que al día siguiente estoy contenta y feliz.
Gracias por tus palabras, compañera.
Un beso muy grande.
Estimada buscapina,
ResponderEliminarje, je, je Pobre Morfeo, pero como se le ocurre engañarle con Café, que además, Café no es muy bueno, que deja un poso negro en el alma. ;->
Buen relato, en ese tono de cuento, que tanto me gusta.
Abrazos, estimada buscapina.
Hola, Sergio.
EliminarCafé es muy zascandil, pero tiene su puntito, así que no tengo ningún reparo en engañar a Morfeo de vez en cuando. Además, siempre vuelvo al redil.
Gracias por tu visita.
Un abrazo.