Este relato ha sido enviado a la Asociación Nacional de Escritores "Alfareros del Lenguaje" para su publicación en una antología de relatos de misterio que tiene como objeto recrear una historia alrededor de una leyenda de Madrid.
Aquí os pongo el enlace de su página web por si queréis conocer mejor a esta asociación.
Quiero dar las gracias a Alfareros del Lenguaje por permitirme participar en tan bonita iniciativa y así sumergirme en una época y una ciudad que adoro: Madrid en el siglo XIX.
La leyenda que elegí para este relato fue la llamada "Leyenda de la máscara de la rosa blanca" (Leyenda de la dama de la rosa blanca). Los que queráis conocerla antes de leer el relato podéis picar en el título de la misma y os llevará a una de las versiones, pues hay varias formas de relatar esa historia. Los que queráis solo leer el relato y la historia añadida no tenéis más que seguir con lo que viene a continuación. Tan solo un apunte: al final del texto hay un vídeo con la música del vals de las flores, yo recomiendo que leáis este relato escuchando la música. ¿Por qué? Para saberlo tendréis que leer el texto.
NOCHE DE MÁSCARAS
Lo
conocen como el loco de la rosa. El anciano que ronda por el cementerio de San
Isidro es casi una institución. Los visitantes asiduos del camposanto le
consideran un habitante más del lugar. Ya nadie recuerda desde cuándo ese viejo
loco se acerca cada martes a una de las lápidas más antiguas para sentarse con
una rosa blanca en las manos, allí tararea una musiquilla durante varios
minutos, lalala lalala, tarara, lalala lalala, tarara, después deposita la flor
en la tumba y se marcha. Un ritual que lleva repitiendo desde hace lustros.
Nadie
sabe cómo se llama ni qué conexión tiene con la moradora de esa tumba. Tan solo
se sabe que los restos que reposan debajo de la lápida son los de una joven que
falleció hace ya tantos años que ni del nombre tienen recuerdo pues el tiempo
se encargó de borrar hasta las letras que en su día en la piedra se grabaron.
Nadie
sabe que todo comenzó un mes de febrero de hace ya cincuenta años.
***
Dieter
acababa de llegar a España. Su rudimentario conocimiento del idioma español
había sido el mérito necesario para otorgarle un puesto en la embajada de su
país en Madrid. Fue allí descontento, España se le antojaba atrasada y
provinciana comparada con Alemania, pero se conformó pensando que solo sería un
escalón más en su prometedora carrera diplomática, que solo sería una estancia
provisional poco duradera.
Pero
el destino le tenía reservada una sorpresa y Dieter se quedó atado a la ciudad
como el preso que no abandona la celda a pesar de ver la puerta abierta.
Aquella noche de carnaval de 1853 fue el comienzo de su felicidad y de su
desdicha.
El
salón de baile del palacio de Gaviria relucía con las lámparas del techo. La
luz de los cientos de velas que iluminaban la estancia se reflejaba en el
cristal de las copas y en las joyas de las damas. Todo un despliegue de lujo y
esplendor que no consiguió impresionar al joven diplomático, más bien la velada
se presentaba aburrida.
Hasta
que ella apareció.
El
vestido negro de seda y la máscara del mismo color resaltaban el blanco de su
piel; su cara y sus brazos parecían de un mármol níveo. En el blanco rostro se
distinguían dos ojos negros como el azabache y en su mano derecha, destacando
entre los guantes de terciopelo morado, portaba una rosa blanca.
La
joven de la rosa dirigió una mirada ausente a los invitados del baile de
máscaras y finalmente sus ojos se detuvieron en Dieter. El alemán, que no había
podido dejar de observarla desde que hizo acto de presencia, quedó sorprendido
y enormemente dichoso al comprobar que la bella joven se dirigía hacia donde él
se encontraba.
Cuando
llegó a su altura la misteriosa mujer le dijo tenuemente y en un susurro:
—Sígame.
Dieter
fue tras ella como un autómata y la siguió hasta uno de los balcones. Allí, ella
le tomó la mano y le invitó a bailar el vals que en ese momento comenzaba a sonar.
Al ritmo del vals de las flores1 los dos jóvenes giraron en el
reducido espacio que la terraza les proporcionaba. Lalala lalala, tarara,
lalala lalala, tarara.
Tras
aquel vals sonaron otros y también los bailaron. Durante las dos horas más
dichosas y más felices de su vida, Dieter disfrutó de la compañía y de la
conversación de esa joven hermosa. Se sumergió en el pozo oscuro de unos negros
ojos que miraban sin ver; se dejó hipnotizar por una voz distante y fría, tan
fría como la blanca piel de su rostro y de sus brazos. Durante dos horas Dieter
se enamoró mecido por el compás de un vals, lalala lalala, tarara, lalala
lalala, tarara.
Pero
de repente, ella quiso regresar a su casa y no quería hacerlo sola, por eso le
pidió que la acompañara. Dieter, que aún
no estaba al corriente de los usos españoles, le preguntó si había venido en su
propio coche a lo que la dama le contestó:
—Mañana
tendré el coche más lujoso de todo Madrid. Pero esta noche quiero caminar por
las calles de mi ciudad.
—Es
una noche gélida, señorita –repuso Dieter– déjeme que vaya por mi abrigo y así
no pasará frío.
—Es
lo mismo. El frío se ha instalado en mí y ningún abrigo podrá ya quitármelo
jamás. Acompáñeme, por favor, y no se preocupe de nada más –fue la extraña
contestación que la joven le dio al diplomático.
Fue
así como los dos jóvenes salieron a la calle Arenal. El frío de febrero
penetraba en los huesos como puñales acerados y Dieter se estremeció bajo su fino
frac. Sin embargo, ella parecía inmune a las
gélidas temperaturas que a esas horas de la noche se hacían sentir.
—Le
estoy sumamente agradecida, caballero. No quería marcharme sin asistir por
última vez a un baile y gracias a usted mi sueño se ha visto cumplido. Pero
ahora tengo que regresar a mi morada pues mañana parto de viaje.
—Para
mí ha sido un auténtico placer, señorita. Sin embargo, no sé por qué se siente
tan alicaída. Habrá más noches de carnaval, y más bailes a los que acudir. Su
belleza y juventud le garantizan muchas parejas de baile, estoy seguro.
—Allá
donde voy no existe la música, ni la danza, y la belleza y la juventud no son
dones que de mucho valgan –contestó la joven sumiendo, una vez más, en la
confusión a Dieter.
Mientras
conversaban atravesaron la Puerta del Sol y siguieron por la calle Alcalá. Al
llegar a la iglesia de San José, la joven se detuvo e hizo ademán de entrar por
lo que Dieter le comentó:
—Es
un poco tarde para asistir a un oficio religioso ¿no cree?
En
su corta estancia en España, Dieter ya había tenido ocasión de conocer la
extrema religiosidad de sus habitantes, pero querer entrar en una iglesia
pasada la medianoche se le antojó, incluso para una española, un capricho excéntrico.
Sin
embargo, ella empezó a subir la escalinata que conducía al interior del templo,
haciendo caso omiso al comentario de su acompañante. Dieter la sujetó por el
brazo y entonces la joven le contestó:
—Aquí
está mi habitación y aquí vendrán a buscarme para realizar el viaje mañana.
¿Quiere conocer el lugar donde dormiré antes de mi partida?
Dieter
sintió cómo un escalofrío recorría todo su cuerpo, pero asustado e intrigado a
partes iguales por las palabras de su acompañante no pudo evitar seguirla al
interior de la iglesia.
A
la tenue luz de unas pocas velas encendidas recorrieron el templo y cuando
estaban llegando al altar, el alemán distinguió la silueta de un ataúd. Fue
entonces cuando ella balbució con un hilo de voz:
—Aquí
está mi último lecho.
En
ese instante Dieter salió del estado de estupor en el que se encontraba y
despavorido huyó de aquel lugar. Una vez
fuera, en la calle, se dio cuenta de que llevaba en la mano la rosa blanca que
en el baile portaba la joven.
Al
día siguiente, Dieter se despertó con los sentidos embotados y el ánimo
alterado. Recordaba lo vivido la noche anterior y el terror que sintió al final
de la velada, se encontraba muy confuso y se tranquilizó pensando que todo
había sido fruto de una pesadilla causada por el alcohol ingerido en el baile
de máscaras. Sin embargo, el malestar que notaba no se parecía a otras resacas
vividas y además, no podía quitarse del pensamiento una musiquilla que le
martilleaba machaconamente la cabeza: lalala lalala, tarara, lalala lalala,
tarara.
Empezó
a dudar de que todo hubiera sido un sueño cuando alarmado vio sobre una de las
sillas de su habitación una rosa blanca. Para darse sosiego decidió acercarse a
la iglesia de donde salió huyendo en su, ya no tan segura, ensoñación y sin ser
consciente de ello recogió la rosa que sobre la silla estaba.
Según
se aproximaba al templo escuchó tañer las campanas del mismo. Tocaban a muerto.
Un lujoso coche fúnebre, con cuatro caballos negros enjaezados con plumas del
mismo color, se encontraba delante de la puerta de la iglesia de San José. A
medida que se acercaba, Dieter comenzó a sentir una fuerte opresión en el
pecho.
Decidió
entrar en el templo y a los pies del altar estaba el mismo ataúd que tanto
pavor le había provocado unas horas antes. Cuando, con el corazón
martilleándole el pecho frenéticamente, el joven diplomático se acercó, pudo
comprobar que en el interior del féretro yacía la joven con la que estuvo bailando
la noche anterior. Iba ataviada con el mismo vestido de seda negro y los
guantes de terciopelo morado, la misma piel marmórea adornaba su bello rostro.
Con la visión nublada por las lágrimas, Dieter depositó la rosa blanca entre
las manos de aquella hermosa joven mientras, ante la extrañeza de los allí
reunidos, comenzó a tararear un vals: lalala lalala, tarara, lalala lalala,
tarara.
***
Hoy
Dieter acude fiel a la tumba de su amada, como lo lleva haciendo desde hace
media centuria. No ha faltado ni un solo martes a su cita. Le lleva una rosa
blanca, porque esa flor es su preferida y tararea el vals de las flores, lalala
lalala, tarara, lalala lalala, tarara. Sabe que los asiduos del cementerio le
llaman el loco de la rosa, pero eso le da igual. Él no está loco, él está
enamorado. Enamorado de una blanca piel, de unos ojos negros y de un grácil
cuerpo que baila al son de un vals.
Hoy
Dieter se siente especialmente cansado, le ha costado mucho esfuerzo acercarse
al cementerio para saludar a su amor y cuando llega a la tumba, después de
depositar la rosa, se recuesta sobre la lápida para descansar un poco.
Cuando
el vigilante lo encuentra al día siguiente, Dieter está frío como el mármol de
la lápida sobre la que reposa, la expresión de su rostro es tan serena que se
diría que está dormido, tan solo la lividez de su piel desmiente esa impresión.
El guarda toca el silbato para dar la voz de alarma a su compañero, varios
visitantes se acercan a comprobar qué pasa y todos ellos se miran extrañados pues
del interior de la tumba donde está tendido el loco de la rosa sale una voz que
tararea lo que parece un vals.
***
Dicen
que en las noches gélidas de febrero, cuando se acercan los días de carnaval,
en una tumba olvidada del cementerio de San Isidro, el aire huele a rosas y se
ven las siluetas de un hombre y una mujer vestidos de época bailando un vals.
Lalala lalala, tarara, lalala lalala, tarara.
Madrid,
noviembre de 2017.
Has dominado el suspense de maravilla, Paloma. Una preciosa historia que va a quedar de lujo en esa antología de relatos. Besos
ResponderEliminarMuchas gracias, guapa. Me alegra mucho saber que te ha mantenido en suspense y que te ha gustado.
EliminarUn besote.
Precioso relato, Kirke, entroncado en la más genuina linea del Romanticismo decimonónico. Digno del mejor Bécker, además de muy bien escrito. Por una vez, y como exige el tema, has dejado de lado tu sentido del humor habitual y nos demuestras que, cuando se trata de ponerse seria, también lo haces de maravilla.
ResponderEliminarUn beso.
Creo que tu generosidad y el cariño que me profesas te ha traicionado, pero me encanta esa alusión a Bécquer.
EliminarCreí que escribir una historia romántica me iba a sentar fatal, soy yo poco de amoríos pero cuando me puse a perfilar el personaje de Dieter me sentí muy bien. De vez en cuando hay que ponerse seria.
Muchas gracias por tus palabras, sabes que valoro mucho tu opinión.
Un beso muy grande.
Me encanta el estilo, la historia, y el desenlace... y me encanta la autora.
ResponderEliminarMi corazón aguarda con ansia tu próximo relato....
Mi querido y amantísimo anónimo, a mí me encanta que te haya gustado esta historia, pero más me place que te guste la autora.
EliminarMi corazón aguarda con ansia tus próximos comentarios a mis relatos, sobre todo espero que me los digas mirándome a los ojos.
P.D. Espero que tras ese anonimato se encuentre quien yo creo, de lo contrario le acabo de tirar los tejos a un desconocido.
Me has sorprendido, estoy acostumbrada en tus relatos a ese ápice de humor que te caracteriza pero hoy no, y me ha gustado no mucho si no lo siguiente, muchísimo.
ResponderEliminarEs que no solo es todo lo que rodea a la música si no como lo has descrito con que sensibilidad y como según vas leyendo vas viendo cada una de las escenas, me ha encantado Paloma. Mil felicidades. Un beso. TERE.
Que un lector diga que vive las escenas que lee es el mejor piropo que un escritor puede recibir. Eso quiere decir que ha conectado y ha sabido contar.
EliminarMuchas gracias por tus amables palabras, me han subido mucho la moral. De vez en cuando me pongo seria y cuento historias algo tristes pero creo que también bonitas.
Un besote muy grande, Tere.
Viendo no viviendo mejor dicho
ResponderEliminarHasta que ella apareció......
ResponderEliminarHola Paloma, en el momento que he leído esa frase, he tenido la intuición que detrás de ella, había un gran relato y una buena historia. Y efectivamente así ha sido, llevándome de camino, a dar un paseo por mi ciudad, por Madrid, en el que has conseguido transportarme hasta el silo XIX de una manera mágica.
Estupendo encaje en el volumen que has citado de Alfareros del Lenguaje, enhorabuena.
Un abrazo.
Me alegra muchísimo que te hayas transportado al Madrid del siglo XIX, con sus bailes de máscaras y sus cementerios decimonónicos.
EliminarMe hubiera encantado situar la lápida en el cementerio de la Almudena, un lugar que adoro por ese halo de misterio que tienen algunas de sus zonas, pero quería ser rigurosa con los datos históricos y en 1853 ese cementerio aún no se utilizaba (creo que estaba a medio construir).
Gracias por tu amable comentario. Palabras como las tuyas me animan mucho para seguir escribiendo.
Un abrazo, Miguel.
¡Qué preciosodad de relato, Paloma! Es triste y nostálgico, como corresponde a una historia de amor imperecedera. Tus protagonistas finalmente consiguieron estar juntos y disfrutar de su romance, aunque no fuera en esta vida. A nosotros lo que nos queda es disfrutar de la magnífica ambientación y narración de la que has hecho gala :))
ResponderEliminar¡Un beso grande de jueves!
Me gusta documentarme cuando escribo por ser rigurosa con la época y el tema a tratar pero también porque aprendo mucho. Además, al hacerlo me sumerjo más en la época y viajo en el tiempo, algo que me hace disfrutar mucho.
EliminarMe encanta que te haya gustado, aún no me siento segura cuando escribo ficción y me asaltan las dudas. Comentarios como el tuyo me animan mucho.
Muchísimas gracias, de verdad.
Un beso muy grande, Julia.
Pla, plas, plas. Esto nos es más una onomatopeya de mis aplausos.
ResponderEliminarQué relato, o cuento, más bello. Romántico a la antigua usanza pero, basándose este en una leyenda del siglo XIX sobre un amor imposible, no podía dejar de tener ese toque tierno y apasionado. Has recreado la historia de una forma fantástica y, desde luego, la música de fondo ha sido una estupenda compañía.
Un relato merecedor de un galardón.
Un abrazo.
Muchas gracias por esos aplausos, viniendo de alguien que sabe escribir tan bien tienen un valor muy especial. Es todo un honor, Josep Mª.
EliminarEsa música de fondo no pude evitar ponerla al final de la publicación porque, al igual que le pasó a Dieter, yo no me la pude sacar de la cabeza mientras escribía esta historia. No soy una entendida en música clásica pero ese vals de las flores me parece precioso.
Gracias por tus elogios que valoro muchísimo.
Un abrazo.
Por supuesto que te has metido muy bien en la "piel" de estos dos protagonistas principales, donde la recreación de ese escenario, propio del romanticismo alemán e inglés de finales del XVIII, donde bebieron grandes clásicos de la Literatura tnto en Europa como en las Américas, hasta la primera mitad del XIX. Venía diciendo, que tu recreación del escenario se atiene muy bien a las costumbres y actitudes de ese momento histórico.
ResponderEliminarEl acompañamiento de este famosísimo "Vals de las flores" de Tchaikovsky, para esta historia, la realza muchísimo más.
Pienso que aunque no te vayan los "amoríos", como tema de inspiración para tus relatos, este te ha quedado de maravilla y te animo, Paloma, a seguir profundizando en este género, siempre que te apetezca ¡claro!
Un beso muy grande.
Bien pensado mi predilección por el siglo XIX, romántico por excelencia, y mi poca querencia por las historias de amor puede parecer contradictorio, pero el caso es que escribir sobre romances no me resulta atractivo y de pronto, mira, me pongo a escribir una historia romántica.
EliminarParadojas del ser humano, supongo.
Puede que insista en este tema, y más si tú me lo sugieres. Todo depende de la musa que venga a visitarme y de lo que se le ocurra a "ella".
Ya veremos.
Muchas gracias por tu visita y tu precioso comentario, Estrella.
Un besote enorme.
¡Fantástico, Paloma! Primero mi enhorabuena por esta publicación, desde luego el relato lo merece. Sobre todo, demuestra que eres absoluta dominadora de de este tipo de historias decimonónicas, recuerdo tu anterior relato de los paraguas. Sabes dar con la descripción y tono adecuados para transportarnos a ese Madrid de otro tiempo. Este relato demuestra y transmite esa pasión que te despierta esa época.
ResponderEliminarY además consigues que ese ritmo de vals se traslada a la historia. Un bella historia romántica, gótica.
¡Tienes que prodigarte más con la narrativa!
¡Un fuerte abrazo!
Sí que me gusta el siglo XIX, tiene un no sé qué decadente y lánguido que me resulta muy atractivo. Además, para recrear atmósferas de misterio me parece ideal. Los cementerios solo me los imagino misteriosos con lápidas de aquella época.
EliminarEn el relato de los abanicos (que no paraguas, jajaja) empleé un tono humorístico porque es donde más segura me encuentro, pero en este caso decidí ponerme seria ya que cuando de aparecidos se trata mejor es no tomárselos a broma.
Gracias por tu comentario. Intentaré hacerte caso a ti y a todos los que me animáis a seguir escribiendo historias, aunque mi poca imaginación dificulta mucho que me prodigue.
Un beso muy grande, David.
Oh qué bonito Paloma, mis más entusiastas felicitaciones y el vals le iba perfecto al relato, lo he leído tal y como nos has aconsejado y los veía bailando. Precioso y por supuesto esa licencia que has tomado no desmerece para nada la historia porque así lo has citado.
ResponderEliminarHas sabido crear un ambiente perfecto y dosificar la emoción de la historia sin hacerla para nada sensiblera.
Un aplauso aún bailando con tu vals.
No sabes cuánto me alegra lo que me dices, Conxita. Tenía mucho miedo de que la historia me quedara empalagosa y sensiblera, es algo que detesto cuando leo historias de amor.
EliminarQuería dar la dosis justa de romanticismo pero sin pasarme. A tenor de lo que dices creo que lo conseguí. Qué alivio.
Como comento anteriormente, no me siento muy segura cuando escribo ficción y un plan "serio", me asaltan muchas dudas.
Un besote y gracias por ese aplauso.
Hola Paloma,
ResponderEliminarEl relato es precioso. Te he hecho caso y lo he leído escuchando la música, es un acierto, porque uno se va envolviendo con las historia, cuanta eternidad y fidelidad de sentimiento hay en tus letras. Me ha encantado viajar al pasado con esta bonita historia de amor.
Un beso, :)
El vals de las flores es precioso e imaginar a esa pareja bailando me resultó inspirador. Me parece precioso lo que me dices y que hayas viajado al pasado leyendo esta historia es todo un halago para mí.
EliminarMuchas gracias, Irene.
Mágico y bellísimo
ResponderEliminarMuchas gracias, Marta.
Eliminar¡Hola Kirke!
ResponderEliminarMaravilloso relato, qué bien escrito, qué bien.
Y la iniciativa me parece maravillosa.
Besos y feliz jueves.
Muchas gracias por tu visita y tus palabras, Gemma.
EliminarMe alegra saber que te gustó.
Un besote, guapa.
Que maravilla de relato es tan romántico y bello que ante mis ojos aparecen los dos dando vueltas y vueltas llevados por el vals que les va a unir para siempre
ResponderEliminarTengo que buscar en donde los dos descansarán eternamente......
Quizás tengas que acercarte al cementerio el mes de febrero y guiarte por la música de un vals para verlos bailar...
EliminarMe alegra que te haya gustado esta historia en parte leyenda y en parte inventada por mí.
Un abrazo y gracias por tu visita.
El Madrid nostálgico del Siglo XIX en el que nos transportas de tu pluma experta, conocedora de aquella mágica época. En una bella prosa poética el lector hace un viaje por el tiempo. Un relato romántico, con una dosis de leyenda. Mi más sincera enhorabuena, recibe un abrazo grande.
ResponderEliminarMuchas gracias por tan bonitas palabras llenas de poesía. Y también gracias por presentarme esta iniciativa con la que he disfrutado tanto.
EliminarMe ha gustado trasladarme al Madrid decimonónico de la mano de Dieter y la joven de la rosa, me he mecido al compás de ese vals cuando escribía esta historia.
Aún estoy disfrutando al saber que te gustó el relato.
Un abrazo.
Hola, Paloma.
ResponderEliminarSabes que te leo, que me gusta cómo cuentas las cosas. También sabes que no soy amiga de escribir en redes sociales, que prefiero comentar tus publicaciones contigo de viva voz o por mensajería privada.
Pero en esta ocasión voy a hacer una excepción porque me ha encantado tanto, pero tanto, esta historia que he querido que sea público lo que me ha gustado.
Siempre he admirado tu manera de ver las cosas con humor, cómo te ríes de todo y de todos, incluso de ti misma. Tu socarronería es legendaria y apreciada entre los que te conocemos bien y las risas que nos echamos oyéndote también. Pero esta vez te has puesto seria y me he emocionado porque me gustan las historias de amor y esta es muy bonita.
No pierdas ese sentido del humor que tanto nos divierte cuando charlamos tomando el café pero tampoco dejes de lado escribir historias tan sentidas como esta.
Un besito.
Ana.
Qué sorpresa y qué alegría verte por aquí.
EliminarSabía que esta historia te iba a gustar y así te lo dije. De vez en cuando hay que dejar las bromas a un lado y ponerse seria. Aunque la mayoría de las veces que yo bromeo en realidad estoy hablando muy en serio. Pero en la variedad está el gusto.
Muchas gracias por tu visita, el próximo café lo pago yo ;)
Besos.
Tiene razón Rosa, a mí también me ha recordado a las leyendas de Bécquer. El romanticismo es todo un semillero de historias apasionadas, porque en nuestra época parece que predomina más bien el cinismo, ¿no crees? Estupendo relato, muy bien contado. Espero que lo seleccionen para la antología. Me ha gustado también la alusión al palacio de Gaviria, aunque me dijeron que se les ha ocurrido montar un discoteca dentro. Con esto de actualizar el patrimonio y darle un uso funcional a veces se pasan...
ResponderEliminarUn abrazo.
No creo que sea cuestión de cinismo sino de egoísmo, ahora cada uno va a su bola y solo se fija en quienes le pueden ser rentables; el amor desinteresado es ya casi una rareza.
EliminarEl palacio de Gaviria alberga una discoteca, un centro comercial y hasta una sala de exposiciones. Ni la discoteca ni el centro comercial los conozco, pero fui a un exposición allí y fue lamentable, estaba muy mal cuidado, manchas de humedad y desperfectos en el suelo. Encima las entradas son carísimas. De hecho ahora hay una sobre Alphonse Mucha y me estoy pensando ir; porque si encima de que me sablean corro el riesgo de torcerme un tobillo por un boquete en el suelo...
Gracias por tu visita.
Un abrazo.
Con lo que me gustan las leyendas. Has sabido recrear una perfectamente y nombrando lugares conocidos por los que habitamos esta ciudad que no carece de historias de este tipo.
ResponderEliminarAplausos y besos.
Al final ni me mandaste el correo ni ná...Ya no me quieres
ResponderEliminarTodas las ciudades tienen leyendas e historias mágicas que contar. Me alegra saber que te gustó esta recreación mía.
EliminarGracias por tus palabras y por los aplausos.
Un beso.
No te prodigas mucho en subir relatos a tu espacio, pero cuando lo haces el resultado es bueno. Me ha gustado la ambientación decimonónica en ese Madrid antiguo, y aunque se ha escrito mucho sobre hermosas damas que regresan del más allá a robar un corazón incauto, esta tiene un aire de misterio que nos lleva de la mano hasta el final. Un abrazo Paloma.
ResponderEliminar¿Qué tendrán las muertas que a algunos les seducen más que las vivas?
EliminarLa leyenda original en realidad no dice nada de que el diplomático extranjero se enamorara, así que el que Dieter sea un incauto ha sido culpa mía.
Gracias por tu apreciación, Jorge, la valoro mucho porque tú eres muy bueno ambientando y consiguiendo que el lector se sumerja en tus historias.
Un abrazo.
Ohhh Paloma!! Me ha gustado muchísimo!! No solo el ritmo de la história y lo romántica que es, también la impecable ambientación que has hecho. El final me ha gustado muchísimo. Este relato tuyo podría pertenecer perfectamente a un libro de cuentos sobre histórias místicas/ góticas/ románticas de Madrid.
ResponderEliminarUn besote guapa, y perdona por tardar tanto en pasarme, he estado fuera y ahora me estoy poniendo al día poco a poco!!
Besotes!
Muchas gracias, María, por la visita y por tus palabras.
EliminarNo te apures por no pasar por aquí, a mí me encanta que lo hagas pero si tienes otras tareas no es cuestión de agobiarse. Aquí no se pasa lista, ja, ja, ja.
Un beso muy grande, y "keep calm" ;)
Has sabido crear (y recrear) una preciosidad de relato, tal cual te pedían los cánones exigidos pero con nota.
ResponderEliminarMe encanta ese vals que está sonando mientras te escribo, pero no más que ese final donde dices que el aire huele a rosas y se ven dos siluetas bailando.
Brillante, Paloma.
Un beso muy fuerte
Ya que me puse a contar una historia romántica no me corté. Añadí todos los ingredientes, incluidos dos fantasmas bailando un vals. Ya puestos...
EliminarGracias, Chelo, por tus entusiastas opiniones y por el ánimo que siempre me dan tus comentarios.
Un besote, compañera.
Se me escapó un lágrima, estos días me puede la sensibilería!! Preciosa historia y genial narración.
ResponderEliminarGracias por escribirla.
No era mi intención hacer llorar a nadie, pero esa reacción tuya demuestra que eres una persona sensible, algo que últimamente y por desgracia es difícil de encontrar.
EliminarMuchas gracias a ti, David, por leer esta historia.
Un abrazo.
Has sabido recrear y hacer atractiva una leyenda romántica y décimononica que en otras circunstancias quizás resultase un poco pastelosa. Enhorabuena Paloma, el resultado ha sido magnífico. Feliz domingo!
ResponderEliminarHe intentado huir de la sensiblería como de la peste, pero es complicado cuando se trata de relatar historias de amor desgraciado como esta. Hice lo que pude, me alegra saber que no te pareció empalagosa.
EliminarGracias por tus palabras.
Un abrazo.
Casi como la clásica mujer de blanco que mancha su vestido, esta historia es mejor, porque deja de lado lo macabro y se centra en el amor. Hemoso cuento que huele a leyenda urbana.
ResponderEliminarSaludos.
La leyenda en sí solo habla de una muerta que acude a un baile de máscaras y baila con un diplomático extranjero. Lo de que el diplomático se quede prendado de un espíritu durante cincuenta años fue cosa mía. Así que le hice la puñeta a Dieter, pero en eso radican las licencias literarias.
EliminarUn saludo, Raúl.
Hermosa historia, llena del mejor romanticismo. La narración te atrapa y te hace sentir que formas parte de ella.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Mirna.
EliminarGracias por esos piropos, todo un honor recibirlos de alguien que escribe muy, pero que muy bien.
Un beso.