A la luz de un mísero candil
escribe el último pliego. Necesita terminar, su protagonista está a punto de
entregar el alma a su hacedor y él quiere acabar ya con las andanzas de quien hizo
las delicias de los lectores en aquella primera parte que escribió diez años
atrás. Quizás al público no le guste este final donde da muerte al causante de
tanta diversión.
Se le ocurren
unos versos para despedir a su creación y con trémulo pulso así escribe:
Yace aquí el hidalgo fuerte,
Que a tanto extremo llegó
De valiente, que se advierte
Que la muerte no triunfó
De su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
Fue el espantajo y el coco
Del mundo en tal coyuntura,
Que acreditó su ventura,
Morir cuerdo y vivir loco.
Con mano
temblorosa frota los fatigados ojos. Debería irse a la cama, si no Catalina le
regañará, como hace siempre. Sabe que se preocupa por su salud, pero la aspereza
de su esposa es difícil de entender como un gesto de amor.
Antes de acostarse vuelve a beber
de la jícara que siempre tiene a mano, esa maldita sed que le acompaña desde
hace años es sumamente molesta, la constante sequedad en la boca le irrita
sobremanera.
El galeno que le
visita de vez en cuando para paliar su hidropesía solo sabe de exigir
sacrificios que él no está dispuesto a hacer. Pero ha de obedecerle porque en
ello le va la vida, y vivir es lo que desea puesto que vida necesita si quiere
seguir escribiendo; esa es su única pasión, su única manera de escapar de la
mísera existencia en la que se halla. Nada le parece más gratificante que tomar
la pluma y volcar en el papel las palabras encadenadas que dan aliento a los
personajes salidos de su magín.
Mucho ha vivido,
aventuras que en nada desmerecen a las que su principal creación vivió gracias
a sus letras. Mas cuando él realmente se siente vivo es escribiendo, moldeando
historias con finales más complacientes que los que él hubo de soportar.
Tuvo el
privilegio de ser testigo de grandes hazañas en Lepanto, la más alta ocasión
que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.
Recuerda vívidamente el ruido de los cañones, el olor de la pólvora, los
charcos de sangre en cubierta, el lacerante dolor cuando un proyectil le
alcanzó el brazo izquierdo.
También recuerda
con nitidez los padecimientos sufridos siendo cautivo del turco en Argel. Un
cautiverio que minó su salud, pero no su ánimo pues no se doblegó. Cinco veces
se escapó y otras tantas fue atrapado. A pesar del castigo sobrevenido por las
huidas nunca se arrepintió; por la libertad se puede y se debe aventurar la
vida porque el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
Bien lo sabe él que estuvo en más de una ocasión preso, no solo del turco.
Libertad, uno
de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, es lo que
siente al escribir.
Todo empalidece cuando
está escribiendo. Cómo le gustaría seguir haciéndolo más años, disfrutar del
único momento en que se olvida de su precaria situación: de los acreedores que
aporrean todos los días la puerta de su casa, de su mujer, de sus hermanas,
esas alocadas que no han hecho más que darle disgustos, de las ínfulas del
fatuo Lope, engreído pisaverde que no conoce las miserias de la vida.
No tiene fama,
ni dinero, pero sí el don de recrear personajes, situaciones, historias. Sabe
escribir.
Escribiendo se
olvida de todo.
Desearía seguir así
muchos más años. Se ve anciano, más de lo que es ahora, sosteniendo la pluma,
viajando y viviendo otras vidas a través de las palabras volcadas en un pliego.
Unos versos acuden
a su mente:
Puesto
ya el pie en el estribo
con
ansias de la muerte
esto
escribo. [1]
Lee lo escrito y
sonríe, podría ser un buen epitafio, para cuando tenga ochenta, no, mejor
noventa años. Sería estupendo, mas no cree que eso sea posible. Sabe que la
muerte le acecha, que no le dejará marchar tan tarde, que su despedida será más
pronto, que ya tiene puesto el pie en el estribo para partir, en breve[2]. Aun
sabiendo que la Parca le ronda, insiste en su pensamiento: qué maravilloso sería
escribir con los noventa años cumplidos.
NOTA:
Este es un ejercicio para el taller de escritura en el que participo. Sus
integrantes, haciendo gala de una gran inventiva (y un poco de mala leche)
proponen los temas más diversos para escribir el relato de cada reunión. En
esta ocasión el tema fue «Escribir cumplidos los noventa». Esto es lo que me ha
salido.
Las partes
en cursiva son frases/versos del propio Cervantes.
De
todas maneras… ¡qué maravilloso hubiera sido que Cervantes escribiera más allá
de los noventa años cumplidos! Él habría disfrutado mucho, pero los lectores
también.
[1]
Versión modificada de los versos que escribió Cervantes un día antes de morir.
[2]
Cervantes murió un año después de terminar la segunda parte de El Quijote.
Tenía 68 años.
En aquella época, un hombre de 68 años era super viejo. No obstante, Cervantes habría podido vivie bastantes más años si no hubiera sido por sus achaques y la diabetes que padecía, de ahí que tuviera tanta sed. ¡Cuántas obras más nos habría regalado para la posteridad!
ResponderEliminarUn relato excelente, para matrícula de honor, je, je. Me ha encantado. A veces, las propuestas que parten de un taller de escritura pueden parecer muy difíciles de desarrollar y plasmar en un escrito, pero ya se ve que eso para tí no es un obstáculo sino un aliciente.
Un beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarReconozco que este tipo de desafíos a través de un taller de escritura o incluso uno de los retos a los que nos "somete" nuestro compañero David Rubio, son altamente estimulantes. Al principio me siento superada porque siento con toda intensidad esa sensación tan desasosegante de la página en blanco, pero, una vez superada esa fase, la satisfacción es plena al darme cuenta de que aquello que ha salido nunca lo hubiera escrito de "motu propio".
Es cierto que la edad de Cervantes era bastante elevada para la época, pero habría sido sumamente enriquecedor que hubiera podido escribir más años. En fin, nos conformaremos con lo que nos dejó, que no es poco.
Un besote.
Precioso relato, Paloma. Haces sentir esa pena por la temprana muerte de Cervantes y por lo que nos hemos perdido, sobre todo los que sois grandes amantes del autor. Todas esas obras que podía haber escrito hasta los noventa años. Habrá que conformarse con lo que escribió y no lamentarse por lo que podía haber sido.
ResponderEliminarUn beso.
Es cierto que nos hubiera gustado leer mucho más de este escritor, pero no se pueden pedir imposibles.
EliminarA mí, en concreto, me habría gustado tener más aventuras del Quijote, pero... a no ser que hicieran una precuela, seguir sería imposible porque se lo cargó en la Segunda Parte, sniff.
Besosss
Es cierto que la edad de morir ha variado mucho, pero Cervantes dejó de scribir mucho, seguro.
ResponderEliminarGracias por estas crónicas. Un fuerte abrazo.
Hola, Albada.
EliminarMorir en el siglo XVII con 68 años era casi una proeza, con todo y con eso, hubiera estado genial que escribiera Cervantes unos años más.
Un abrazo.
Yo te pondría la máxima nota. Porque te salió una reflexión, no solo literaria, sino también universal "No tiene fama, ni dinero, pero...sabe escribir" Me identifico con eso.
ResponderEliminarJosep Panadés dice que de esos planteamientos, llegan a salir obras excelentes en los talleres de literatura. A mí me ha pasado con dos obras, una ya está publicada en mi libro LA BALALAIKA, se titula UNA GUITARRA EN LA SELVA
Gracias, Alí, por esa nota tan alta.
EliminarEstoy contigo que los retos de los talleres son un buen acicate para salir de la zona de confort donde más cómodos nos hallamos. De vez en cuando hay que intentar nuevos recursos y nuevas formas de escribir.
Un saludo.
¡Hola, Paloma! Al menos le dio tiempo de culminar El Quijote, la mayoría ni en quinientos años de vida sería capaz de hacerlo. Un relato muy tuyo y con ese estilo de época que has pulido al punto de conseguir que fluya con naturalidad, sin que parezca forzado. A este paso bien podrías escribir toda una historia de España o al menos una colección de relatos. Un abrazo!
ResponderEliminarHola, David.
EliminarLa verdad es que acabó la segunda parte casi, casi, por los pelos, porque falleció al año siguiente.
Gracias por esas palabras hacia este relato. No me des ideas sobre series porque yo me vengo arriba fácilmente, ja, ja, ja, y ahora ya estoy pillada con las Crónicas del Descubrimiento. No obstante, recojo el testigo, no te digo que no.
Un fuerte abrazo.