Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

10 de febrero de 2024

Puesto ya el pie en el estribo

 


A la luz de un mísero candil escribe el último pliego. Necesita terminar, su protagonista está a punto de entregar el alma a su hacedor y él quiere acabar ya con las andanzas de quien hizo las delicias de los lectores en aquella primera parte que escribió diez años atrás. Quizás al público no le guste este final donde da muerte al causante de tanta diversión.

Se le ocurren unos versos para despedir a su creación y con trémulo pulso así escribe:

 

Yace aquí el hidalgo fuerte,

Que a tanto extremo llegó

De valiente, que se advierte

Que la muerte no triunfó

De su vida con su muerte.

Tuvo a todo el mundo en poco;

Fue el espantajo y el coco

Del mundo en tal coyuntura,

Que acreditó su ventura,

Morir cuerdo y vivir loco.

 

Con mano temblorosa frota los fatigados ojos. Debería irse a la cama, si no Catalina le regañará, como hace siempre. Sabe que se preocupa por su salud, pero la aspereza de su esposa es difícil de entender como un gesto de amor.

          Antes de acostarse vuelve a beber de la jícara que siempre tiene a mano, esa maldita sed que le acompaña desde hace años es sumamente molesta, la constante sequedad en la boca le irrita sobremanera.

El galeno que le visita de vez en cuando para paliar su hidropesía solo sabe de exigir sacrificios que él no está dispuesto a hacer. Pero ha de obedecerle porque en ello le va la vida, y vivir es lo que desea puesto que vida necesita si quiere seguir escribiendo; esa es su única pasión, su única manera de escapar de la mísera existencia en la que se halla. Nada le parece más gratificante que tomar la pluma y volcar en el papel las palabras encadenadas que dan aliento a los personajes salidos de su magín.

Mucho ha vivido, aventuras que en nada desmerecen a las que su principal creación vivió gracias a sus letras. Mas cuando él realmente se siente vivo es escribiendo, moldeando historias con finales más complacientes que los que él hubo de soportar.

Tuvo el privilegio de ser testigo de grandes hazañas en Lepanto, la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros. Recuerda vívidamente el ruido de los cañones, el olor de la pólvora, los charcos de sangre en cubierta, el lacerante dolor cuando un proyectil le alcanzó el brazo izquierdo.

También recuerda con nitidez los padecimientos sufridos siendo cautivo del turco en Argel. Un cautiverio que minó su salud, pero no su ánimo pues no se doblegó. Cinco veces se escapó y otras tantas fue atrapado. A pesar del castigo sobrevenido por las huidas nunca se arrepintió; por la libertad se puede y se debe aventurar la vida porque el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Bien lo sabe él que estuvo en más de una ocasión preso, no solo del turco.

         Nunca se le dieron bien los números, porque las letras son su pasión, y eso le acarreó la desgracia. Una adversidad a medias mitigada cuando la imaginación vino a rescatarle en el lóbrego calabozo donde fueron a parar sus huesos mientras recaudaba impuestos en Andalucía. Allí, en medio de tanta oscuridad, dio a luz al mayor y mejor loco que pueda imaginar el mundo de los cuerdos. Su cuerpo permaneció encerrado mas no su mente. Acompañando al caballero de la triste figura cabalgó por el Toboso, el Campo de Criptana, se enfrentó a molinos de viento… fue libre.

Libertad, uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, es lo que siente al escribir.

Todo empalidece cuando está escribiendo. Cómo le gustaría seguir haciéndolo más años, disfrutar del único momento en que se olvida de su precaria situación: de los acreedores que aporrean todos los días la puerta de su casa, de su mujer, de sus hermanas, esas alocadas que no han hecho más que darle disgustos, de las ínfulas del fatuo Lope, engreído pisaverde que no conoce las miserias de la vida.

No tiene fama, ni dinero, pero sí el don de recrear personajes, situaciones, historias. Sabe escribir.

Escribiendo se olvida de todo.

Desearía seguir así muchos más años. Se ve anciano, más de lo que es ahora, sosteniendo la pluma, viajando y viviendo otras vidas a través de las palabras volcadas en un pliego.

Unos versos acuden a su mente:

 

Puesto ya el pie en el estribo

con ansias de la muerte

esto escribo. [1]

 

Lee lo escrito y sonríe, podría ser un buen epitafio, para cuando tenga ochenta, no, mejor noventa años. Sería estupendo, mas no cree que eso sea posible. Sabe que la muerte le acecha, que no le dejará marchar tan tarde, que su despedida será más pronto, que ya tiene puesto el pie en el estribo para partir, en breve[2]. Aun sabiendo que la Parca le ronda, insiste en su pensamiento: qué maravilloso sería escribir con los noventa años cumplidos.

 

 


 

NOTA: Este es un ejercicio para el taller de escritura en el que participo. Sus integrantes, haciendo gala de una gran inventiva (y un poco de mala leche) proponen los temas más diversos para escribir el relato de cada reunión. En esta ocasión el tema fue «Escribir cumplidos los noventa». Esto es lo que me ha salido.

Las partes en cursiva son frases/versos del propio Cervantes.

De todas maneras… ¡qué maravilloso hubiera sido que Cervantes escribiera más allá de los noventa años cumplidos! Él habría disfrutado mucho, pero los lectores también.



[1] Versión modificada de los versos que escribió Cervantes un día antes de morir.

[2] Cervantes murió un año después de terminar la segunda parte de El Quijote. Tenía 68 años.


10 comentarios:

  1. En aquella época, un hombre de 68 años era super viejo. No obstante, Cervantes habría podido vivie bastantes más años si no hubiera sido por sus achaques y la diabetes que padecía, de ahí que tuviera tanta sed. ¡Cuántas obras más nos habría regalado para la posteridad!
    Un relato excelente, para matrícula de honor, je, je. Me ha encantado. A veces, las propuestas que parten de un taller de escritura pueden parecer muy difíciles de desarrollar y plasmar en un escrito, pero ya se ve que eso para tí no es un obstáculo sino un aliciente.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª.
      Reconozco que este tipo de desafíos a través de un taller de escritura o incluso uno de los retos a los que nos "somete" nuestro compañero David Rubio, son altamente estimulantes. Al principio me siento superada porque siento con toda intensidad esa sensación tan desasosegante de la página en blanco, pero, una vez superada esa fase, la satisfacción es plena al darme cuenta de que aquello que ha salido nunca lo hubiera escrito de "motu propio".
      Es cierto que la edad de Cervantes era bastante elevada para la época, pero habría sido sumamente enriquecedor que hubiera podido escribir más años. En fin, nos conformaremos con lo que nos dejó, que no es poco.
      Un besote.

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  2. Precioso relato, Paloma. Haces sentir esa pena por la temprana muerte de Cervantes y por lo que nos hemos perdido, sobre todo los que sois grandes amantes del autor. Todas esas obras que podía haber escrito hasta los noventa años. Habrá que conformarse con lo que escribió y no lamentarse por lo que podía haber sido.
    Un beso.

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    1. Es cierto que nos hubiera gustado leer mucho más de este escritor, pero no se pueden pedir imposibles.
      A mí, en concreto, me habría gustado tener más aventuras del Quijote, pero... a no ser que hicieran una precuela, seguir sería imposible porque se lo cargó en la Segunda Parte, sniff.
      Besosss

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  3. Es cierto que la edad de morir ha variado mucho, pero Cervantes dejó de scribir mucho, seguro.

    Gracias por estas crónicas. Un fuerte abrazo.

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    1. Hola, Albada.
      Morir en el siglo XVII con 68 años era casi una proeza, con todo y con eso, hubiera estado genial que escribiera Cervantes unos años más.
      Un abrazo.

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  4. Yo te pondría la máxima nota. Porque te salió una reflexión, no solo literaria, sino también universal "No tiene fama, ni dinero, pero...sabe escribir" Me identifico con eso.
    Josep Panadés dice que de esos planteamientos, llegan a salir obras excelentes en los talleres de literatura. A mí me ha pasado con dos obras, una ya está publicada en mi libro LA BALALAIKA, se titula UNA GUITARRA EN LA SELVA

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    1. Gracias, Alí, por esa nota tan alta.
      Estoy contigo que los retos de los talleres son un buen acicate para salir de la zona de confort donde más cómodos nos hallamos. De vez en cuando hay que intentar nuevos recursos y nuevas formas de escribir.
      Un saludo.

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  5. ¡Hola, Paloma! Al menos le dio tiempo de culminar El Quijote, la mayoría ni en quinientos años de vida sería capaz de hacerlo. Un relato muy tuyo y con ese estilo de época que has pulido al punto de conseguir que fluya con naturalidad, sin que parezca forzado. A este paso bien podrías escribir toda una historia de España o al menos una colección de relatos. Un abrazo!

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    1. Hola, David.
      La verdad es que acabó la segunda parte casi, casi, por los pelos, porque falleció al año siguiente.
      Gracias por esas palabras hacia este relato. No me des ideas sobre series porque yo me vengo arriba fácilmente, ja, ja, ja, y ahora ya estoy pillada con las Crónicas del Descubrimiento. No obstante, recojo el testigo, no te digo que no.
      Un fuerte abrazo.

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Hada verde:Cursores
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