Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

16 de octubre de 2021

Hablando se entiende la gente

 

―Buenos días a todos.

―¡¡¡Buenos días profe!!! ―contestaron al unísono todos los alumnos.

―Antes de comenzar la clase, os comunico que el primer examen parcial será dentro de quince días, el viernes cinco de noviembre, en el aula 6 del edificio C a las 17:30h.

―Perdona, profe, ¿qué día has dicho? ―dijo un estudiante al fondo del aula

―¿A qué hora? ―preguntó otro.

―Tranquilos, os he puesto todos los datos en un aviso que ya he colgado en el Campus Virtual, ahí tenéis toda la información. También os he mandado lo mismo a través de la mensajería interna de la universidad.

―¿Qué aula era? ―insistió otro alumno― ¿Es en el edificio A o en el B?

―Ya os he dicho que todo está en el Campus Virtual y en la mensajería ―recordó la profesora masajeándose las sienes―. No obstante, os pongo lo mismo en la pizarra.

―¡Gracias, profe!

―¡Gracias!

―¡Okis!

Tras poner todo en la pizarra la mayoría de los alumnos se dedicó a sacar fotos del encerado.

―O sea, el examen es el día seis a las siete en el aula cinco del edificio A, ¿no? ―dijo un alumno mientras tecleaba en su móvil.

―No, Antonio, no has dado ni una ―contestó la profesora mientras se pinzaba el puente de la nariz―. Por favor, mira bien en el Campus, ahí está todo.

―Ya, pero es que yo lo del campus no lo miro ―contestó el aludido―. Prefiero el Whatsapp. ¿Por qué no lo mandas por el grupo de clase?

―Ya os he dicho que desde rectorado nos desaconsejan utilizar las redes sociales para comunicarnos con vosotros, y menos si es una información sobre un examen. Tenéis la mensajería interna que funciona más o menos igual, ¿qué más os da? ―replicó a su vez la docente mientras con gesto fatigado se sentaba en su silla pensando que lo último que le apetecía era compartir su número de móvil con noventa alumnos y mucho menos participar en un grupo de Whatsapp con tantos integrantes.

―Vale, profe. ¡Gracias! ―asintió Antonio mientras seguía tecleando frenéticamente su móvil.

―¿Qué tipo de examen va a ser, profe? ―preguntó otro estudiante desde el fondo del aula.

―Eso también lo he colgado en la plataforma, además lo hemos hablado al inicio de curso, cuando os expliqué las normas de evaluación, pero lo repito otra vez: el examen es tipo test, constará de cincuenta preguntas, las contestaciones erróneas no restan puntos, pero para aprobar hay que obtener una nota igual o superior a siete.

Mientras la profesora hablaba, todos los estudiantes empezaron a escribir en sus móviles o en sus tablets; alguno, sin ganas de teclear, se limitó a activar la grabación de su teléfono y dirigió el micrófono hacia el estrado donde ella estaba. Observando a sus alumnos, la docente recordó aquellos tiempos en los que para tomar notas se empleaba un bolígrafo y un papel, debió de ser allá por el Pleistoceno.

―Y si contestamos alguna pregunta mal, ¿qué pasa?

―No pasa nada, Iván, lo acabo de decir: las contestaciones erróneas no restan puntos.

―Mola.

―Pero hay que conseguir un siete o más para aprobar ―puntualizó la profesora.

―¡Jo! ¿Por qué?

―Porque los errores no se puntúan negativamente ―contestó la docente dándose un ligero masaje en la base del cuello.

―¿Y si saco un seis, qué pasa?

―Que suspendes.

―¿Y si saco un cuatro?

―También suspendes.

―Profe ―dijo una alumna mientras educadamente levantaba el brazo, para pedir la palabra.

―Dime, Raquel.

―¿Cómo va a ser el examen?

―Tipo test, lo acabo de decir.

―Ya, pero exactamente… ¿a qué te refieres?

―Preguntas con varias opciones para contestar o preguntas donde se muestra una frase y hay que contestar si es verdadera o falsa ―respondió la profesora arrastrando las palabras―. Lleváis varios cursos haciendo exámenes así, no sé a qué vienen tantas dudas, la verdad.

―¡Gracias! ―dijo Raquel mientras tecleaba su Ipad.

―¿Qué entra en el examen? ―preguntó otro alumno.

―Lo que llevamos impartido hasta el momento. Ya os avisé la clase anterior que hoy terminaríamos el último tema incluido en el examen.

―¿Y ese tema cuál es? ―preguntó Antonio.

El compañero de al lado le dio un codazo a la vez que le susurraba la contestación.

―Vamos por el tema 5, Toni ―contestó la compañera que estaba delante girándose hacia atrás.

―Entonces el tema 6 no entra, ¿no?

―No, Luis, no entra, entre otras cosas porque aún no lo hemos visto ― contestó la profesora mientras hurgaba en su bolso buscando un ibuprofeno.

―¡Gracias!

―¿Y las preguntas cómo van a ser?

―¡Tipo test! ―contestó la profesora elevando la voz.

―Ya, gracias, pero me refería a si van a ser fáciles o difíciles.

―¡Profe! ¡Profe! ¿Dónde vas?

―A la máquina del pasillo, por una botella de agua. Se me está levantando dolor de cabeza ―contestó ella―, tengo que tomarme un analgésico.

Saliendo del aula la docente pensó que más que un analgésico necesitaba un tranquilizante, o mejor aún, un anestésico. Mientras la máquina expendedora le lanzaba un botellín de agua, decidió acudir a Recursos Humanos para comunicarles que se quiere jubilar.




15 comentarios:

  1. Ja, ja. Jubilar o en su defecto suicidarse.
    Lo has calcado. Hace tiempo hice un microrreto similar para el Tintero de oro. Había veces que me daban ganas de tirarme por la ventana. Era la salida más directa porque la puerta estaba al fondo del aula...
    Un beso.

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    1. Ahora que lo dices, sí me suena que tú escribiste algo al respecto, no me acuerdo de los detalles, pero sí de que me sentí identificada con la profesora.
      Mucho me temo que todos los que nos dedicamos a la docencia, independientemente de la edad de los alumnos (los míos son más talluditos que los que te tocaron a ti), nos tenemos que enfrentar a esa manía de no prestar atención, de tener que repetir todo un montón de veces y la mayoría no porque no se entienda, sino porque están a lo suyo y no escuchan. Es desesperante. Me lo he tomado aquí con humor, pero a veces me vienen ideas más expeditivas.
      En mi caso lo del suicidio no tendría cabida porque la mayoría de las veces doy clase en la planta baja y si me tiro por la ventana acabaría en el jardín pinchándome con las espinas de los rosales que hay allí.
      Un besote.

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    2. Yo les decía a mis alumnos «Bajo a la sala de profesores y me tiro por la ventana» (la sala de profesores tiene las ventanas a veinte centímetros del suelo) y ellos me decían «No, no. Tírate desde aquí.» «No que desde aquí me mato» les decía yo. Qué tiempos aquellos.

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  2. Muy bueno y triste a la vez que divertido. Esa manía que tenemos de no escuchar, de que no lo den todo resuelto, de hacer los que nos sale de las narices,y si algo nos sale mal echar la culpa a ese que no hemos escuchado. Lo que describes en el aula bien podría trasladarse a toda la sociedad en general. Triste muy triste. Un beso Paloma.

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    1. Tienes toda la razón, Pura, esa manía de no escuchar y no prestar atención no solo se da en las aulas. En los debates televisivos los tertulianos hacen lo mismo, solo se escuchan a sí mismos y pasan de lo que dicen los demás.
      Me lo he tomado con humor, pero, como le comento a Rosa, a veces me desespero porque tener que repetir todo un montón de veces después de haberme tomado la molestia de redactar un aviso (teniendo mucho cuidado en que todo quede claro y no haya lugar a confusión), colgarlo en la web, etc. mina la moral del más pintado.
      Al menos todos son educados, y eso es algo que nunca podré agradecer lo suficiente, que te pregunten mucho pero con educación y buenas maneras. Menos mal.
      Un besote.

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  3. Se dice que cada vez hay más profesores de baja por depresión o ansiedad, y no me extraña, con esos cabestros que, al parecer, abundan en las aulas de los institutos.
    Tu relato es bastante fiel a la triste realidad, de ahí que no solo valoro tu típico sentido del humor sino lo que hay detrás de esta parodia o crítica social. Al menos tú le pones humor a la pena, je,je.
    Parece que los jóvenes actuales practican perfectamente la ley del mínimo esfuerzo y se cargan los esfuerzos que hacen los docentes para convertir a unos ignorantes en personas con una cierta cultura, luchando, eso sí, contra los elementos.
    Aquí, más que la comunicación, domina la incomunicación o un diálogo de besugos, je,je.
    Muy bueno.
    Un beso.

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    1. Hablas de los profesores de instituto que se toman la baja por depresión, y es algo comprensible porque a la falta de atención que caracteriza a muchos estudiantes, independientemente de la edad, en el caso de los institutos se añade la adolescencia, un estadio de la vida que es más que exasperante, sobre todo para los que conviven con adolescentes.
      Al menos en mi caso, aunque la mayoría de los alumnos no hacen ni puñetero caso a lo que se les dice, están en otras cosas (supongo que en su mundo interior, o algo así), tienen educación y respeto. Te preguntan mucho, pero siempre con un 'por favor' delante y un 'gracias' final. Algo es algo.
      Me lo tomo con humor (con resignación creo que sería más correcto) porque ya estoy mayor para hacer un drama de algo inevitable. Asumo la situación e intento afrontarla de la mejor de las maneras sin desesperarme aunque a veces es complicado, la verdad.
      Un besote.

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  4. Y lo penoso es, que lo que cuentas es real no solo en aulas de secundaria. también en las universidades. Estos chavales y chavalas se están volviendo perezosos por naturaleza, y que cuando les dices: "Antes había que esforzarse para encontrar la información" te contestan: "Es que antes eran otros tiempos"
    Besos

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    1. Este relato está basado en una aula universitaria. A mí me sorprendió la actitud de algunos estudiantes en la universidad, pensaba que esas cosas eran de los institutos donde los chavales son más jóvenes y más inmaduros, pero no, en la educación superior también se da ese pasotismo y desidia, algo que aún me cuesta entender porque si bien en el instituto la educación es obligatoria y algunos pueden estar porque no tienen más remedio, en la universidad no es el mismo caso. Se supone que quien estudia una carrera lo hace voluntariamente y elige lo que le gusta o apetece, al menos en la teoría, porque en la práctica yo tengo mis dudas.
      De todas formas, siempre hay alumnos que se comportan con seriedad y madurez, pero cada vez son menos.
      Un beso.

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  5. ¡Hola, Paloma! Ya sé que generalizar es injusto, pero cuando veo a los jóvenes de menos de treinta años (mira que extiendo la juventud) me digo que desde luego que con esta generación no voy a cobrar la jubilación. Tienen carencias de concentración, atención y, sobre todo, comprensión lectora. Además de una falta de curiosidad alarmante, ¡no les interesa nada! Quizá siempre ha sido así, pero en esta sociedad transparente como es la tecnológica se les nota mucho más.
    El día que me percaté del mal que hace internet es cuando escuché a una adolescente, toda risueña ella, que para qué iba a leer o estudiar, cuando necesitara algo lo buscaría en Google y ya está. Eso es lo que nos espera.
    Para mí, nada mejor que el boli y un papel, sentir la materia con los máximos sentidos posibles para asimilarla.
    El relato no solo es divertido (o dramático) sino que tiene la naturalidad de quien ha vivido alguna experiencia parecida. Eso le da mucha frescura a una parodia, o no tanto. Un abrazo!!

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    1. Hola, David.
      El bajo nivel al que llegan muchos alumnos a la universidad es el resultado de unas leyes de educación desastrosas que priman el "bienestar" psicológico del alumno (no se le suspende no se vaya a traumatizar) sobre el nivel académico. He tenido que explicar cómo se hace una regla de tres a alumnos de tercero de carrera porque, y cito textualmente, 'las matemáticas se le daban mal'. Es deprimente.
      Acudir a internet para muchos es la solución, pero es que ni eso lo saben hacer bien, porque hay que saber discernir, valorar, analizar lo que nos cuentan en la web ya que hay mucha porquería en circulación, y para poder separar el grano de la paja hay que tener unos conocimientos que solo con el estudio se pueden obtener.
      Yo cada vez empleo más el boli y el papel, no sé desenvolverme sin tomar notas, y tengo una agenda de las de antes, aunque también lleve una alarma en el móvil. Para mí es más visual lo que aparece en un papel que tengo delante y no un fichero que he de cargar en un dispositivo que se ha de encender a su vez, etc, etc.
      Por supuesto, tomar apuntes es una manera de fijar ideas, algo que en la universidad cada vez se da menos. Un día presté atención a cuántos alumnos tomaban notas, escritas o mediante un portátil, cuando yo explicaba, y no llegó al diez por ciento. Triste, triste.
      Un abrazo.

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  6. ¡Divertido! Qué pesados los alumnos de tanta pregunta repetitiva. Si eso ocurre en la Universidad que paciencia hay que tener. No me extraña que la profesora quiera jubilarse. Un abrazo.

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    1. Hola, Mamen.
      Es agotador y a veces algo deprimente, pero intento tomármelo con humor, de lo contrario no aguantaría.
      Un abrazo.

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  7. Enseñar es un dolor de cabeza Me has encnatado

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