Leer, el remedio del alma

Leer, el remedio del alma
Imagen creada por Ilea Serafín

17 de mayo de 2021

Dios los crea y ellos hacen juntas

 


―Se abre la Junta Extraordinaria para aprobar el presupuesto y la derrama correspondiente para el arreglo del tejado.

―Don Teodoro, ¿no sería mejor esperar un poco para ver si llegan más propietarios? ―dijo la vecina del 3ºB.

―Leonor, hemos esperado media hora, es más que suficiente.

―Ya, pero es que, si no están luego se quejan con lo de la derrama, que vamos a tocar un tema peliagudo.

―Como siempre, Leonor. Cuando se trata de apoquinar todos protestan, pero si quieren discutir lo que sea que vengan a las reuniones ―intervino el vecino del 2ºC―. Si hay quorum, adelante, don Teodoro.

―Lo hay, don Rufino ―contestó el aludido―. Se inicia la sesión, digo la junta ―añadió dando un sonoro golpe en la mesa con un mazo.

―Vale, lo que usted diga, pero ya verá como luego hay lío ―porfió Leonor encogiéndose de hombros.

―Como ya les anuncié en la convocatoria de la junta, hay que reparar los desperfectos del tejado y a tal efecto es necesario mirar los diferentes presupuestos que aquí les traigo para elegir el que creamos más conveniente y así iniciar las obras.

―Lo del tejado ¿tan grave es? ―interrumpió Rufino―. ¿Se va a caer o algo así?

―No, pero doña Luisita tiene una gotera en el salón por culpa del desperfecto ―añadió Teodoro mientras la aludida cabeceaba asintiendo con una tímida sonrisa.

―¿Y le cae mucha agua, Luisita? ―preguntó Rufino.

―Pues… pues caer, lo que se dice caer agua… pues no. Pero… tengo una mancha de humedad muy grande en el techo y…

―¿Y qué? ¿No te hace juego con las cortinas del comedor? ―interrumpió el vecino del 4º A con chulería y sonrisa socarrona.

―Ese tono, Juancho. Ante todo, respeto. Si Luisita tiene un problema hay que solucionarlo; es nuestro deber ―reprendió Teodoro al tiempo que hacía sonar con un golpe el mazo.

―Vamos a ver, esta casa tiene más años que la tos, y si nos paramos a arreglar cualquier chuminada, no vamos a terminar nunca. Si tiene una mancha que se la pinten y ya está ―porfió Rufino.

―No es tan sencillo. Hay que abordar el problema, no enmascararlo ―replicó Teodoro.

―Es que cuando no es el tejado, es el portal, y cuando no, la escalera, pero estamos soltando pasta todo el día. Esto es una ruina ―insistió Rufino.

―Si no te gastaras todo el dinero en copas y mujerzuelas no estarías arruinado, so golfo ―intervino la vecina del 1º A.

―¡Doña Remedios! ―la reconvino Teodoro con un golpe de mazo.

―Ya me parecía a mí. Mucho estaba tardando esta en dar por saco ―dijo en voz baja Leonor.

―En qué me gasto el dinero es asunto mío, señora. ¡Qué sabrá usted! ―replicó Rufino.

―Lo sé porque no sales del bar en todo el día y te vienes a casa con cada pelandusca que… Un día de estos vas a coger cualquier cosa y la palmas lleno de pústulas y bichos.

―Preocúpese de sus cosas y déjenos a los demás vivir tranquilos. Menos cotillear, doña Remedios ―respondió el aludido.

―Si es que está todo el día vigilando quién entra y quién sale asomada a la ventana, solo se va de ahí para pegarse a la mirilla ―añadió Juancho.

―Nos estamos desviando del tema ―dijo Teodoro.

―Juancho, bonito, fúmate un porro de los tuyos y deja a los mayores hablar ―respondió Remedios ignorando el comentario de Teodoro.

―Pues no me vendría nada mal. Jefe, ¿me da permiso?

―¡Ni se te ocurra! ―respondió Teodoro―. Según la ley 42/2010 de 30 de diciembre, se prohíbe fumar en espacios de uso público como…

―Vale, que sí, que ya lo he pillado, deje de dar la brasa ―le interrumpió Juancho―. El caso es que aquí, el golfo ―prosiguió haciendo caso omiso del golpe de mazo que dio Teodoro para llamarle al orden― tiene razón. Estamos todo el día con derramas, y sale por un pico tener un piso tan viejo.

―Sobre todo a ti, que no has dado un palo al agua en tu vida ―añadió Remedios―. Gracias a que tu abuela se murió y heredaste su piso, si no ¿de qué? No tendrías dónde caerte muerto, que hasta tus padres te echaron de casa por drogata… y por vago.

―Doña Remedios, como persista en su actitud me voy a ver en la obligación de echarla de la junta ―reconvino Teodoro mientras golpeaba con el mazo.

―No tienes huevos ―le respondió ella―. Muchos humos te das, pero tu mujer se fue con otro porque se moría de aburrimiento contigo que eres muy triste y muy seco y muy cansino.

―La vieja no se calla ni debajo del agua ―añadió Rufino.

―Tengamos la fiesta en paz. Vamos al tema de esta junta…

―Señora, lo mismo debería usted fumarse uno de mis porros y dejar el anís ese de garrafón que se gasta; se le sube a la cabeza y no dice más que tonterías.

―Tú sí que tienes la cabeza podrida, macarra ―respondió la aludida―. ¡Guárdate tus mierdas para ti!

―Pues si doña Remedios no quiere, yo sí que aceptaría liarme un canuto, porque creo que drogada es la única manera de aguantar esta reunión.

―Leonor, usted no añada más leña al fuego, haga el favor ―volvió a encararse Teodoro―. Bastante tenemos con lo que tenemos.

― Ejem. Bueno... Si lo de mi gotera es problemático, lo dejamos. No quiero ser motivo de molestias ―intervino tímidamente Luisita.

―Lo dejamos, dice ―se revolvió Rufino―. Nos hace reunirnos porque tiene humedad en el salón y ahora dice que lo dejemos. Después de la que ha liado. Si es que son ganas de fastidiar.

―Rufino, modérese ―respondió Teodoro con un nuevo golpe de mazo―. Doña Luisita, si usted tiene un problema se lo vamos a solucionar.

―Este se la quiere encamar ―dijo Remedios―. Claro, que le haría un favor y de paso nos lo haría a todos los vecinos, porque el verdadero problema de Luisita es que se le ha pasado el arroz hace años y está muy necesitada.

―¡Doña Remedios, no se lo repito más! ―interrumpió Teodoro golpeando el mazo―. Modere su actitud y deje de incitar a la discordia.

―Y tú deja el martillo ese quietecito. Qué manía con dar golpes, nos tienes a todos hasta el moño.

―Si es que la vieja está amargada y quiere amargar a los demás. Como no tiene hijos a los que incordiar se desquita con nosotros ―dijo Juancho.

―Para tener hijos como tú, prefiero estar sola, yonqui de mierda.

―Nada, que no se calla. Que alguien le traiga un copazo de anís, a ver si se calma ―dijo Rufino.

―Cree el borracho que todos somos como él. ¡Desgraciado! ―le respondió Remedios.

―¡Váyase a dormir al sarcófago! ―añadió Juancho.

―¡Vete tú, colgao!

―¡Orden! ¡Orden! ¡Hagan el favor! ―gritó Teodoro golpeando frenéticamente el mazo― Deben guardarse las rencillas personales para… ¡Doña Luisita! ¿Qué le pasa? ¡Está sangrando!

―¡Hostias! El mazo ha salido volando. ¡Menudo golpe! En todo el gepeto le ha dado ―dijo Juancho riéndose a carcajadas.

―Tanto aporrear con el martillito de los cojones… Se veía venir ―dijo Remedios.

―La que no lo ha visto venir ha sido la pobrecilla ―dijo Rufino mientras asistía a Luisita que tenía una brecha en la ceja izquierda.

―Voy a llamar a los del SAMUR ―respondió Teodoro con el móvil en la mano.

―Llame también a los del manicomio para que se lleven a la vieja ―dijo Juancho.

―Y a la perrera para que te lleven a ti, zopenco ―dijo Remedios.

―Y a Radio Taxi para me lleven a mí. Me voy a vivir al chalet de mi hermana ―dijo Leonor.

 



21 comentarios:

  1. Me ha parecido un relato muy divertido.Me ha gustado mucho.

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  2. Hola Paloma,
    Real como la vida misma, aunque a mi me ha parecido un poquito suave, no te voy a contar lo que viví en persona hará unos veinte años, solo te diré que mientras yo estaba de cervezas con los amigos,evidentemente fuera de casa, un vecino HP. traía mi casa los bomberos, el samur y a la policía nacional, hasta tenían la orden del juez de guardia para tirar la puerta abajo, porque supuestamente yo estaba dando golpes después de las diez de la noche( al día de hoy no se ha descubierto que vecino era el que golpeaba la pared)las únicas fuerzas de seguridad que faltaban en mi calle era los tablillas, que fueron los que me llevaron a casa en el coche patrulla cuando me vieron correr como una loca por el medio de la carretera. Como anécdota graciosa lo que me dijo el bombero con el hacha en ristre al entrar yo en el portal y contestar a su pregunta que si efectivamente yo era la dueña del ático en cuestión, "Nos habían dicho que era una viejecita, y usted evidentemente no lo es.
    Cuidate y un beso.

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    1. Jobar, Pura, vaya odisea. Y me quejaba yo de algunos vecinos míos, que hay un par que son bastante tocapelotas. Pero lo tuyo es de traca.
      Yo no sé por qué en todas las comunidades hay siempre alguno, o algunos, que les gusta dar por saco, es como si su única misión en la vida fuera molestar e incordiar a los demás. No sé si es que están amargados o que su manera de disfrutar es viendo cómo los demás sufren. El caso es que tener un vecino tocanarices puede ser un auténtico martirio.
      Lo de los bomberos y su afición a tirar del hacha a la menor provocación es digno de un relato también. Mira, me has recordado una anécdota que me ocurrió con el ascensor de mi casa; sin entrar en detalles (se me acaba de ocurrir que puedo recrearlo en forma de relato, porque la cosa tuvo su miga) te diré que un señor se quedó atrapado en el ascensor, y un bombero se empeñó en sacarlo a hachazo limpio cuando el de mantenimiento de los ascensores estaba ya allí y sabía cómo desbloquear la puerta.
      Por cierto, vaya mala baba el vecino, decir que eras una viejecita, que hijo de...
      Un besote.

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  3. ¡¡Por dios, qué divertido!! Yo también podría contar cosas curiosas de las reuniones de vecinos, pero nada que se parezca a esto que tú nos relatas. Como siempre, muy bien escrito y con mucho humor como ya es marca de la casa.
    Un beso muy grande, guapa.

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    1. Si eres "aficionada" a asistir a las juntas de vecinos debes tener un buen anecdotario porque yo creo que no se salva ninguna comunidad de propietarios. Por lo que me comentan amigos y familiares y por lo que llevo yo vivido, en todas las reuniones pasa siempre algo.
      Me alegro de que te haya gustado.
      Un besote.

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  4. Pues esta parodia no se aleja mucho de la realidad. A mí me sulfuran los que, o no asisten a las juntas, o llegan tarde, y luego tienes que ponerles al día de lo hablado y entonces empiezan a cuestionarlo todo cuando ya se ha llegado a un acuerdo unánime. O los que no asisten y luego no quieren contribuir con la derrama acordada por los presentes. En esas reuniones en donde aflora la personalidad de cada cual. El egoísta, el puntilloso tocapelotas, el pasota, el dictador, que si no se hace su voluntad se pone histérico, etc., etc. En fin, todo un zoológico, en el que unos quieren devorar a los que no les siguen la corriente. ¿Cómo va a ir bien el mundo si ya no nos ponemos de acuerdo unos cuantos?
    Una crítica mordaz muy certera y con el típico toque de humor "Celadiano", je,je.
    Un beso.

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    1. Te entiendo perfectamente, Josep Mª. Yo soy de las que asisto a todas las juntas, llueva o haga calor y además soy puntual, y todo lo que comentas también me repatea. Siempre hay un vecino que se empeña en llevar la contraria, o que pasa de asistir a las reuniones y luego está en contra y critica todas las decisiones.
      Como le comento a Rosa, ninguna comunidad de propietarios se salva de reuniones más o menos tensas; yo le he dado un toque de humor por esa afición mía a desdramatizar con sarcasmo, pero en más de una ocasión he asistido a juntas donde solo faltó llamar a la policía porque algunos vecinos se habían enzarzado en discusiones elevadas de tono.
      En fin, como comentas, si en una simple junta de vecinos no somos capaces de ponernos de acuerdo para cuestiones relativamente fáciles, mucho menos cuando de política y decisiones de más calado se trata.
      Un besote.

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  5. He decidido que mi descanso después de estudiar repasar, preparar una presentación, en fin, que no paro, era distraerme leyendo los blogs de amigos, que habe rsi me despejo un poco uf.
    Si yo te contará los lios que tienen en casa de mis padres con las reuniones de la comunidad, bueno era algo increible, uf, mi padre se ponia de los nervios, porque además como tenían como vecina a una loca en sentido literal de la palabra y siempre había movidas con ella, en fin las reuniones eran de los más divertidas, hasta una cena que organizarón por Navidad, al principio de estar viviendo en la Comunidad, por eso de que acababamos de aterrizar y había que celebrar la Navidad después de la reunión, hasta una de las vecinas se ùso de repente y en medio de la cena a cantar el "Cara el sol" ejjee, eran muy divertidas a veces y otras acababan mis padres d elos nervios, vamos de hecho llego un momento en que pasaron de no ir, y delegar el voto, con eso te lo digo todo jejeje.
    Me ha gustado mucho tu relato con este toque de humor tan tuyo y que me ha venido muy bien para despejarme.
    Un besote.

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    1. A mí me cantan el Cara al sol en una reunión de vecinos y me cambio de casa, ja, ja, ja.
      En todas las comunidades hay gente peculiar, el problema es que suelen dar por saco y amargan a cualquiera. Tener un vecino tocanarices es un incordio y, por desgracia, abundan en casi todas las viviendas, qué se le va a hacer.
      Tendremos paciencia. Por cierto yo tengo una junta de vecinos la semana que viene, espero que la administradora no la dirija con un mazo como el de Teodoro, no vayamos a tener un percance.
      Un besote.

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  6. Divertida esta reunión de vecinos. Yo no suelo ir a ninguna ya que mi marido es el presidente desde hace muchos años. Los vecinos quieren que siga él ya que tiene más tiempo. No hay demasiadas reuniones y como anécdota: Mi marido convocó una reunión para reunir a los vecinos, que desde que pusimos ascensor no coincidimos en la escalera y no nos vemos. Así que los juntó para vernos. ¡Fue de traca! Un abrazo.

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    1. Mira que convocar una junta para verse los vecinos... eso solo se le puede ocurrir al cachondo de tu marido, ja, ja, ja. Pero eso es señal de que os lleváis bien.
      Yo no veo mucho a mis vecinos desde que tenemos ascensor, pero lo agradezco ya que hay algunos que son unos auténticos tocapelotas o simplemente cotillas, y no me apetece que me calienten la cabeza con chismes o quejas. Fui presidenta durante tres años, y fui yo la que se encargó de instalar el ascensor precisamente, tuve que aguantar tanta mierda que ya he quedado saturada del vecindario entero.
      Un besote.

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  7. Me encanta la parodia que has hecho sobre las juntas de vecinos. He pasado un rato muy divertido leyéndote. Dios..., ¡que asco de vieja! Ja, ja, ja. Aunque cada uno tenía lo suyo. Me ha encantado. Un abrazo.

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    1. Es una situación exagerada, pero te aseguro que no se aleja demasiado de algunas juntas que he tenido que soportar. De todos los vecinos yo me identifico con Leonor (yo también vivo en un 3º B, qué casualidad), aunque no fumo hierba, más de una vez he deseado hacerlo en una de esas reuniones porque son insoportables e irritantes.
      Un abrazo.

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  8. ¡Hola, Paloma! Adoro los diálogos y en este caso usarlos como desarrollo de la historia es todo un acierto. Por un lado dan el tono caótico de la junta, pero por el otro nos permiten conocer de primera mano a cada personaje y la intrahistoria que hay tras cada uno de ellos. La junta se convierte en una excusa para conocer la amargura de la Luisa, lo golfo que es aquel, lo vago que es el otro, lo lianta que es la Remedios... Además, y pese a tratarse de varios personajes, logras que sepamos identificar cada una de las intervenciones con el personaje. Muy bueno y divertido relato. Un abrazo!

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    1. Hola, David.
      Me apetecía mucho escribir un relato a base de diálogos solo. Es una herramienta que también adoro porque, aunque difícil, es muy mostrativa del carácter de los personajes. Con los diálogos te ahorras muchas descripciones que suelen ser más aburridas que un personaje hablando (y definiéndose a sí mismo), así que me puse manos a la obra y esto fue lo que me salió.
      Me alegran un montón tus palabras, tengo la sensación de que la misión se ha cumplido. ¡Gracias!
      Un abrazo.

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  9. Aquí no hay quién viva. Lo que dan de si las reuniones de vecinos. Me apuesto unos cuantos mortadelos a que algunos de los diálogos están basados en la realidad de las juntas de tu comunidad.
    Como siempre tu humor chispante me ha alegrado la lectura.
    Besosss

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    1. He sido presidenta de la comunidad durante varios años y en una época muy difícil pues me tocó poner ascensor en el edificio, pegarme con los abogados, el ayuntamiento, etc, etc. Además me tocó ser presidenta de la urbanización justo el año en que el ayuntamiento decidió "invadir" nuestros jardines para hacer remodelaciones (menuda movida).
      Por supuesto, esas presidencias estuvieron llenas de juntas, y podría escribir una novela de todas las cosas que tuve que vivir. Algunos de los vecinos que aparecen en este relato están basados (con el nombre cambiado, claro) en mis propios vecinos, no te digo más.
      Un besote.

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  10. *Chispante o chispeante. Lo que prefieras.

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  11. Yo también iniciaría mi comentario como hace Javier, con un 'Aquí no hay quien viva' pues tu relato me lo ha recordado muchísimo. Muy divertido, Paloma, con esa chispa y verdad que sabes imprimir a tus escritos.
    En el blog del Bremen te preguntaré una cosa dado que no pude asistir a la reunión del ultimo día y quisiera que me hubierais aclarado un extremo.
    Sobre las Juntas de Comunidad es que las has clavado con un poquito de exageración que es lo que pide el formato. Yo fui también presidente de mi comunidad cuando se procedió a cambiar el ascensor y acabé harto y un poco p'allá por las tonterías con las que hay que lidiar. Acabé tan harto que mi mujer decidió sustituirme y es ella la que asiste a las reuniones. Y no sabes lo mucho que se lo agradezco.
    Un beso

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    1. Al igual que tú, a mí también me tocó ser presidenta cuando hubo que poner el ascensor, y me faltó el canto de un duro para acabar en el psiquiátrico. Fue horrible. Llevo a mis espaldas unas cuantas juntas (mi marido pasa olímpicamente del tema) y creo que podría escribir un libro a cuenta de las "anécdotas" que he vivido. Esta tarde, sin ir más lejos, tengo una, la primera desde que se desató la pandemia y me temo que va a haber tomate.
      Me alegra que te haya gustado y espero que la duda que tenías te la haya aclarado con mi respuesta en el blog de Bremen.
      Un besote.

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