Leer, el remedio del alma

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Imagen creada por Ilea Serafín

29 de abril de 2021

El transporte de mi niñez


Este mes de abril un icono del transporte, la moto Vespa, cumple 75 años. Tengo una vinculación muy especial con esa motocicleta. Mi padre trabajó durante más de cincuenta años en la fábrica que la marca italiana tenía en España, así que la famosa Vespa nos dio de comer a mi familia durante mucho tiempo. Además, y como no podía ser de otra manera, mi padre tuvo varios modelos de esa moto a lo largo de su juventud; los álbumes de fotos del noviazgo de mis padres así como de sus primeros años de casados e incluso cuando yo ya había nacido, están llenos de instantáneas donde ella, “la Vespa”, aparece acompañándonos como si fuera un miembro más de la familia, incluso fue merecedora de  fotos donde solo ella aparecía, como la que ilustra la cabecera de esta publicación.
He rescatado del baúl de los recuerdos un pequeño texto a modo de homenaje cumpleañero a este icono motero. Fue una de mis primeras incursiones en esto de escribir y cuando lo publiqué en el blog, allá por el año 2015, apenas tuvo repercusión, así que supongo os será nuevo para casi todos. Se titula “El transporte de mi niñez”, un texto que, cada vez que lo leo, me hace sentir nostálgica, porque cada vez que oigo ese nombre, Vespa, lo asocio a mi infancia y a muchos recuerdos entrañables.

 Será que me estoy haciendo vieja (aunque yo no quiera reconocerlo), será que veo a mi hija cada vez más mayor, será que las tormentas primaverales me ponen nostálgica, el caso es que últimamente me vienen recuerdos de los veranos de mi niñez con mucha frecuencia.

 

   Recuerdo las vacaciones repartidas entre Galicia y Santander. Recuerdo las playas del Cantábrico con los días de sol (o de lluvia) junto a mis primos. Recuerdo los bosques de eucaliptos y helechos donde me solía perder –literalmente- y que yo imaginaba llenos de hadas y duendes. Recuerdo las filloas de mi abuela gallega (nadie las hacía tan ricas, ni las hará, como ella) y los remedios para las picaduras de abejas de mi abuela paterna (creo que me hacían más efecto sus palabras tranquilizadoras y su serenidad que los potingues que me untaba). 

 

   Pero sobre todo me acuerdo de los viajes para llegar hasta allí.

 

    Mi padre tenía una moto Vespa con sidecar en la que viajábamos mis padres y yo; recorríamos toda la cornisa cantábrica visitando a la familia y eso nos llevaba un montón de horas en la carretera, pero no importaba porque nos íbamos de vacaciones y no teníamos prisa. El reloj ni se miraba y el mal estado de las carreteras obligaba a ir muy despacio, pero eso nos permitía contemplar mejor el paisaje. 

 

   La carretera del inicio del trayecto transcurría por la meseta castellana: rectas interminables a través de campos dorados de cereales listos para la siega. Al final del camino la carretera se transformaba para volverse sinuosa, plena de curvas, bordeando un mar siempre agitado y siempre dando una imagen espectacular.

   Recuerdo que en el sidecar de la moto yo me sentía segura y protegida del agua o del viento mientras que mi padre iba conduciendo y recibiendo todas las inclemencias meteorológicas con un estoicismo que, a mí, con la inconsciencia de la niñez, me parecía gracioso. Creía que él prefería mojarse en lugar de refugiarse bajo una cubierta de plástico como lo hacíamos mi madre y yo.

 

    En ese sidecar llegamos a viajar cuatro niños. Ahora que lo pienso no sé cómo lo hacíamos, pero el caso es que ahí íbamos todos a la playa, supongo que comprimidos pero contentos. Una playa rodeada de pinos donde la marea baja se llevaba el mar muy lejos y hacíamos carreras para ver quién era el primero en llegar al agua.


Mi madre y una servidora dentro de la cápsula protectora contra las inclemencias del tiempo.


 

   La imagen de esa moto está unida a recuerdos entrañables, a mi niñez. Más tarde mi padre tuvo varios coches, cada vez más grandes, cada vez más espaciosos y potentes, pero creo que nunca he viajado tan cómoda como lo hice en aquella moto.

 

  Viajar así es ahora inconcebible. Emplear un día entero en ir desde Madrid a La Coruña se nos antoja una insensatez y una pérdida de tiempo. Las autovías,  y los medios de locomoción han cambiado mucho, en comodidad y en rapidez. 


  Ahora me voy de vacaciones en avión y me preocupa que el vuelo tenga retraso, que me pierdan o estropeen la maleta, que haya "overbooking"... 

 

  Llego antes a mi destino, pero creo que disfruto menos del viaje.


Mi padre al frente del manillar



22 comentarios:

  1. Que recuerdos más bonitos de tu infancia. Viajar en ese sidecar y tener una foto es un privilegio. Yo recuerdo haber montado en Vespa, pero sin foto. Has hecho un buen homenaje a ese viaje, a tus padres y a tus vivencias de vacaciones. Un abrazo.

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    1. Hola, Mamen.
      Nosotros tenemos bastantes fotos de la Vespa, a mí las que más me gustan son las que tengo con mis primos, todos encaramados en ella. No las he puesto por preservar su intimidad (aunque después de más de cincuenta años no se nos reconoce a nadie).
      Aquella moto, en realidad fueron varias, está muy ligada a mi niñez.
      Un besote.

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  2. Son unos hermosos recuerdos, bellamente descritos, las fotos que ilustran algunos pasajes son de antologia.

    Me ha alegrado recorrer el realto, puede uno sentir que va tambien en la Vespa, disfrutando de aquellos dias maravillosos

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    1. Hola Jose.
      Me doy cuenta de que conservar esas fotos es todo un lujo. Recuerdo ver esas fotos desde que tengo uso de razón, pero es ahora cuando más las valoro, quizás por el paso de los años y porque según nos hacemos mayores los recuerdos tienen más valor.
      Me alegra saber que el relato evoca esos viajes tan singulares. Gracias.
      Un abrazo.

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  3. ¡Qué guai!
    Nunca he ido en un sidecar pero en la Vespa como paquete sí que hice muchos viajes. A veces llegaba a dormirme y me despertaba en cada bache ¡menuda locura! y vaya peligro.
    Lo tuyo tuvo que ser genial.
    Un beso.

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    1. Pues sí, ir de paquete y quedarse dormida es muy peligroso, ja ja, ja. Me imagino que la velocidad no sería mucha, así que...
      Yo no recuerdo ir de paquete nunca, supongo que nunca me subí así porque cuando ya fui más mayor en casa ya teníamos coche y la moto quedó descartada.
      Aún ahora, cuando nos juntamos los antaño niños de la familia que disfrutamos del sidecar, recordamos esa moto tan entrañable.
      Un beso.

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  4. ¡ Que bueno! Mi padre también tuvo una vespa con sidecar, y también hicimos viajes familiares, aunque solo de un día al rio Jarama a su paso por el puente de San Fernando ( ahora esa parte del rio esta completamente seca y llena de porquería) siempre que paso en coche por ahí, digo a mis acompañantes : aquí me he llegado a bañar yo, a lo que me responden: ya, ya, y con ese ya ya no sé si se refieren a que siempre les cuento lo mismo o a un : Eso no te lo crees ni tu. Nosotros hemos llegado a ir al rio Alberche los cuatro hermanos pequeños con mis padres y la comida, en un solo viaje, y desde San Blas la distancia es considerable. Lo voy a dejar aquí, porque sino voy a terminar contándote los viajes que hacia mi padre hasta Huelva eso si con solo la compañía de uno de los hermanos varones y como volvían cargaditos de melones, para cubrir todo el suelo de debajo de la cama de mis padres. Bueno que me ha gustado mucho y sobretodo me ha recordado muchas cosas de mi infancia.
    Cuídate y besos.

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    1. Hola, Pura.
      Creo que los de nuestra generación tenemos un buen acervo de anécdotas del estilo que tú has evocado. Ir mogollón en un coche pequeño (un Seat seiscientos tomó el relevo de la Vespa en mi caso), sin cinturón por supuesto y sin ninguna medida de seguridad, bañarse en ríos que ahora o están secos o llenos de porquería, y cosas así. Esto se lo cuentas a los jóvenes y te miran raro, pero lo cierto es que "esa vida" existió y no fue hace siglos, sino cincuenta años atrás que tampoco es tanto si lo miras bien (cuando le cuento a mi hija veinteañera que yo me iba de excursión a merendar a Casa Mingo, al lado de la Ermita de San Antonio de la Florida, ella me contesta con los ojos como platos: 'Pero si el metro llega hasta allí'. Angelito).
      Me ha encantado lo que cuentas de los melones, menudo show el de tu padre y su hermano, ja, ja, ja.
      Esas vivencias pasadas son las que nos han hecho como somos.
      Un besote y cuídate también (tú ya estás vacunada, no?, yo aún no, y encima a partir del lunes me vuelven a confinar, mucho estaban tardando)
      P.D. Por cierto, a raíz de un comentario tuyo en el blog, me leí "Firmin". ¡Me ha encantado!

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    2. Paloma, ya estoy vacunada con la primera dosis de Astrazenica, según el papel que me dieron la siguiente dosis dentro de diez o doce semanas. No entiendo como todavía no te han vacunado, tu eres docente ¿no?. Intenta llevar lo mejor posible el confinamiento, y reza lo que sepas porque a partir del día cinco no las vamos a tener que tragar dobladas. Un beso y cuídate.

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    3. Soy docente, Pura, pero de universidad y a los profesores universitarios no nos han incluido en ningún grupo preferente. Es cierto que yo estoy dando las clases de teoría online (algunos de mis compañeros no), pero las clases de prácticas en el laboratorio deben ser presenciales, evidentemente, y ahí estamos como piojos en costura (es imposible enseñar a un alumno el resultado de una valoración ácido-base manteniendo la distancia de seguridad), aunque intentamos ventilar y llevamos todos nuestras mascarillas. Como en el laboratorio es obligatorio llevar bata, lo mismo las autoridades sanitarias consideran que ya llevamos nuestro propio EPI, ja, ja, ja. (Me río por no llorar).

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  5. ¡Hola, Paloma! Precioso homenaje, tanto a la vespa como a tus recuerdos. Me quedo con la última frase, que creo que trasciende a reflexión universal. Parece que hoy todo se valora en función del objetivo logrado o la meta alcanzada. Solo nos preocupa llegar con la máxima comodidad o conseguir el logro identificado. Y nos olvidamos de disfrutar de lo importante, el viaje, el proceso, que es realmente lo que nos hace crecer y nos reporta experiencia y emociones duraderas. Hoy en día somos demasiado exquisitos. Nuestros abuelos tenían que esperar dos semanas para que llegara el médico al pueblo. Hoy nos quejamos porque pasan diez minutos de la cita programada y, además, el médico no nos toca o no mira con interés mi dolor de cuello; algo parecido se puede trasladar a cualquier ámbito de la vida. Como has mencionado en la entrada respecto a los viajes. Creo que estamos perdiendo algo sin darnos cuenta, no sé si para bien o para mal. Un abrazo!

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    1. ¡Ay, David! La inmediatez a la que está sujeto todo, la información, los desplazamientos, lo que sea, es ya obsesión. Y creo que nos estamos perdiendo algo con tanta rapidez. Vamos corriendo a todos lados, incluso cuando no hay prisa, y eso nos impide sentir o valorar otras cosas.
      El viaje en sí mismo es un elemento más de las vacaciones, así como disfrutar con los preparativos y con la planificación. Sin embargo, muchas veces no lo encaramos así. Hace años, cada vez que me preparaba una escapada, sufría mucha ansiedad, por si al llegar el hotel no era el que había elegido, por si el avión tenía retraso, etc. Hasta que me planté y me dije que así no podía seguir,
      La pandemia lo ha trastocado todo, y no sé cómo será el tema de los viajes a partir de ahora (creo que algo sí va a cambiar, o al final puede que no), pero yo estoy valorando más otras cosas y quizás no tenga ya ganas de irme muy lejos para disfrutar de un bonito paisaje, o de tranquilidad, o de una obra de arte. No sé cuánto me durará esta percepción, pero también hay que valorar el tiempo y hasta qué punto la rapidez para según qué cosas no es tan apetecible. Ya veremos.
      Un abrazo.

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  6. No me lo puedo creer, en Vespa de Madrid a la Coruña. Yo hice el viaje en tren varias veces y era eterno. No me imagino lo que podía ser en moto. Tenía que ser hasta peligroso con las carreteras que había entonces. Claro que el tráfico sería muy escaso.
    Mi marido tiene una Vespa que tiene más de cuarenta años. La usa en verano para ir a la playa y a tomar el aire por las carreteras que rodean el pueblo donde vivimos. Yo no me monto hace años. ¿Puedes creer que el aire en la cara me ahoga?
    Un precioso recuerdo.
    Un beso.

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    1. La Vespa de mi padre hizo miles de kilómetros, con lluvia, sol y hasta nieve y hielo. La pericia de mi padre, y supongo que el menor tráfico, hizo que nunca sufriéramos ningún accidente. Y sí, los viajes se hacían eternos, pero nos lo tomábamos con resignación y no lo llevábamos mal. Recuerdo que hacíamos muchas paradas, eso sí, para comer, para orinar, para estirar las piernas. De hecho, cuando ya teníamos coche, un seiscientos que tampoco es que corriera mucho, salíamos después de comer, hacíamos noche en la provincia de Zamora (Benavente), o en León (La Bañeza) y continuábamos el viaje al día siguiente hasta La Coruña.
      Yo siempre he querido tener una Vespa, pero para conducirla, pero de joven mi padre se negó, dijo que con tanto tráfico era muy peligroso, que condujera un coche y que me dejara de tonterías. Ya ves.
      He montado, pero de paquete y ya de mayor, en otro tipo de motos con más potencia y no recuerdo que el aire me molestara, pero supongo que sería por el casco. Lo que sí me ponía nerviosa era esa inclinación tan acojo... al tomar las curvas, algo que en una Vespa sería impensable, claro, ja, ja, ja.
      Un besote.

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  7. La Vespa, y cualquier moto con sidecar era casi todo un lujo, je,je. Cuando todavía veo alguna me recuerda a la serie televisiva de humor "Los Roper", un matrimonio que siempre andaba a la grrña y que viajaban en este tipo de transporte a tres ruedas. Lo de superar el "aforo" de un vehículo, nosotros habíamos ido seis en un Seat 600 y cargado de maletas, pero llegábamos a todas partes, eso sí con el coche recalentado.
    Cuando echas la vista atrás, nos parece mentira el tiempo que invertíamos en nuestros viajes de vacaciones y las incomodidades que debíamos soportar, pero lo hacíamos con tanta ilusión, que formaba parte de una gran aventura por la que valía la pena sacrificarse. Con las modernidades de hoy en día hemos simplificado mucho los viajes pero también han aparecido otros inconvenietes muchas veces peores, como los que mencionas (pérdida del vuelo, del equipaje, retrasos, huelgas, overbooking, etc.)
    Un beso.

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    1. Nosotros también tuvimos un seiscientos también, después de la(s) moto(s), y si en el sidecar íbamos cuatro niños, en ese coche, ya ni te cuento, aquello era como una furgoneta comparada con la moto.
      Estoy contigo, Josep Mª, que eran muchas las incomodidades, pero nos lo tomábamos como una aventura, pues estábamos de vacaciones y si se llegaba a donde fuera dos horas más tarde pues no pasaba nada. Lo de que se calentaba el motor también lo recuerdo, pero en el coche. Como de Madrid a La Coruña había que subir varios puertos de montaña, mi padre planificaba el viaje para que las subidas nos pillaran o temprano o tarde y no hiciera mucho sol que añadiera más calentura al motor. Ni que decir tiene que los puertos de hace cincuenta años tenían muchas más curvas que los de ahora. De hecho, uno de ellos, el de Manzanal ahora ni es puerto ni es "ná", tiene unos puentes que conectan unas laderas con otras y ni te enteras de que estás en la montaña. Le han quitado toda la gracia, ja, ja. ja.
      Insisto en la frase final del texto: ahora llegamos antes pero se ha perdido el sentido de "aventura" y de relajación de antaño.
      Un besote.

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  8. Hola, Paloma:
    Me has hecho recordar también mi niñez. No porque mi padre tuviera una vespa, no. Pero sí porque en la calle donde vivíamos en Salamanca un vecino, de profesión practicante que entraba en casa una semana sí y la otra también a pinchar a alguno de los hermanos que de nuevo tenía anginas, tenía no una Vespa sino una Lambretta. Qué envidia tenía yo de los dos hijos de Paco el practicante que junto a sus padres viajaban -no sé si tan lejos como tú- pero también en una moto con sidecar que era en mi inexperiencia e la vida lo más bonito y el mejor medio de transporte posible.
    Muy bonito recuerdo de la infancia el que has rescatado de tu cuaderno de escritos.
    Un beso

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    1. Hola, Juan Carlos.
      Trabajando mi padre en la Vespa, tener una moto de otra marca hubiera sido una herejía, y no sé yo si motivo de despido también, ja, ja, ja.
      Lo de ir en sidecar para mí era normal, y la moto también pues mi padre era todo un "motero". De hecho, mi madre fue de una de las pioneras en utilizar pantalones, y no por ser una fresca, como le llegaron a llamar unas vecinas (real como la vida misma) sino porque era más cómodo el pantalón que la falda para ir de paquete (el sidecar vino cuando yo nací). A cuenta de esta modernez de mi madre e impuesta por las circunstancias también hay unas cuantas anécdotas, incluida una charla de un cura sobre "los peligros de vestirse como un hombre", tal cual.
      Recordar estas cosas para mí es entrañable, me alegro de que tú también hayas disfrutado.
      Un besote.

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  9. ¡Pues sí! La Vespa trae recuerdos de tiempos pasados que nos parecen mejores. Creo que no lo eran, pero las personas se conformaban con menos y disfrutaban más de lo que había y tenían. El 600 ese otro icono del progreso que se empezaba a implantar en España durante la posguerra; un vehículo en el que se desplazaban familias enteras como en la Vespa de tu padre. todo de niños nos parece maravilloso, grandioso. Toda una aventura llena de emociones.
    Creo que en tener espíritu de niños y capacidad de rememorar estos tiempos pasados, nos puede asegurar pequeñas dosis de felicidad.
    Un beso Paloma.

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    1. En aquellos tiempos la oferta de ocio era más reducida y montarse en una Vespa o en un 600 para recorrer cientos de kilómetros era toda una experiencia que se vivía con emoción. Ahora ya estamos ahítos de emociones y no valoramos tanto las cosas, hemos perdido esa ilusión y desde luego tenemos mucho menos aguante para algunas incomodidades.
      Un besote, Javier.

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  10. Mira tu por donde el otro día mi marido me pregunto si me gustaría ir en moto pero con sidecar jeje. Es que va a vender la suya y me pregunto si así se me gustaría y si me sentiría mucho mas segura que en la moto y le dije que sí jeje.
    Esos recuerdos son maravillosos Paloma y más ahora que tenemos que valorar mucho más todo lo vivido y la gran suerte de haber vivido esos momentos tan entrañables y felices, de modo que no solo es un gran homenaje a la moto con sidecar, si no a tus momentos familiares que te trajeron tan buenos momentos.
    Yo tango muchas aventuras con el 600 de mi madre, madre mía si me pongo a contar no acabo, uf. Solo decirte que el Colegio al que ibamos mi hermana y yo estaba en lo alto de la ciudad y mi madre tenía que subir una cuesta, y encima jeje, ibamos ocho ni mas ni menos que ocho, y a veces teníamos que subir lo que quedaba de camino al cole por las escaleras que lo bordeaban porque el coche a media cuesta decía hasta aqui he llegado jeje, toda una aventura.
    Un besote.

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    1. La Vespa y el 600 son iconos de una época entrañable, al menos desde el recuerdo donde solo permanece lo bueno y se tiende a olvidar lo malo.
      Me imagino a tu madre con ese Seat recalentado y sin potencia para subir una cuesta, ja, ja, ja. Eso se lo cuentas a los jóvenes de hoy y creen que les estás hablando de la Prehistoria, pero lo cierto es que fue "antes de ayer".
      Yo he montado bastante en moto, pero no he conducido ninguna, siempre he ido de paquete (o en el sidecar cuando era niña). Te recomiendo la experiencia, es muy buena. Si el que maneja la moto es prudente no tienes nada que temer. A cuenta de mis experiencias como paquete en una moto también podría escribir algunas cosas porque me ha pasado de casi todo.
      Un besote.

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Hada verde:Cursores
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