Si dejamos las
diferencias lingüísticas aparte (para leer la primera parte pincha AQUÍ), he de reconocer que Portugal se parece
bastante a España. Desde luego yo me sentí como en casa. Esta sensación la noté
nada más bajar del avión y cuando el metro me dejó en pleno centro de Lisboa.
Llegué a la
Plaza de Restauradores y allí me recibieron un montón de obreros, grúas y
sonido de taladradoras perforando el suelo; la mitad de los edificios estaban
andamiados y el pavimento levantado. El ruido y las vallas que entorpecían el
paso por todas partes me hicieron creer que efectivamente había viajado, pero
en el tiempo, concretamente diez años atrás cuando Ruiz Gallardón era alcalde
de Madrid y le dio por poner la ciudad patas arriba.
Plaza de Restauradores, desde luego el nombre le viene que ni pintado, porque la están restaurando a base de bien. |
Otra cosa que
me hizo sentir como en casa fue el transporte.
Cualquier
turista que se precie tiene que viajar en un tranvía lisboeta. Ir a Lisboa y no
subir a una de esas reliquias del pasado es como ir a un parque de atracciones
y no montarse en la montaña rusa. El tranvía es la seña de identidad de la
capital portuguesa.
Antes de este
viaje no recuerdo haberme montado en un tranvía nunca (puede que lo hiciera
siendo un bebé) ya que en Madrid dejamos de tener este tipo de vehículos hace
muchos años, y menos mal, porque ese medio de transporte es incomodísimo.
Los tranvías en
Lisboa son muy pintorescos pero poco confortables, para qué nos vamos a
engañar. Para empezar, los asientos son de madera, así que eso de echarse una
cabezadita durante el trayecto es misión imposible —a no ser que tengas mucho
sueño y una fase REM a prueba de bombas—, pero además los meneos a los que son
sometidos los viajeros no son aptos para personas con falta de calcio en los
huesos. Cada vez que se pasa por un cruce y hay cambio de vías más vale que te
pille bien agarrado porque de lo contrario puedes salir disparado por una
ventana (que sea la de la derecha o la de la izquierda depende de por dónde dé
el primer bandazo).
Si uno quiere
echarse un sueñecito, o quiere librarse de tener moratones por todo el cuerpo,
lo mejor es renunciar a viajar en tranvía. Y si uno tiene prisa también, porque
además de incomodidad, los tranvías lisboetas adolecen de rapidez. Para pasear
no está mal, pero para llegar al trabajo con la hora justa no son muy adecuados.
Si digo que el
transporte me resultó familiar no es por el medio en sí (ya he comentado que en
Madrid no hay tranvías) sino por las líneas que tuve que utilizar. Resulta que
en mi barrio hay dos líneas de autobuses que empleo con frecuencia, el número
28 que me lleva a la Puerta de Alcalá, y el número 15 que me lleva a la Puerta
del Sol. Bueno, pues en Lisboa los tranvías que más utilicé fueron el número 28
que me llevó a Alfama y el número 15 que me llevó a Belém.
Tan en casa me
sentí y tan familiares me resultaron esas líneas que saqué mi tarjeta de
transporte de Madrid para subirme a ellas, algo que no funcionó evidentemente,
pero entre otras cosas porque, además, una servidora no atinó a pasar la
tarjeta por el sitio adecuado en el lector. Esto, lo de no atinar, dio lugar a
un diálogo con el conductor de lo más chusco:
CONDUCTOR:
Passa lá (pasa por allí)
YO: No, si ya
la paso pero no pita.
CONDUCTOR:
Passa lá (pasa por allí)
YO: Que ya la
paso. ¿No ve? Esto no funciona.
CONDUCTOR: (alzando
la voz bastante cabreado) Passa… ¡¡lá!!
Menos mal que
vino mi marido al rescate y, además de hacerme ver que me había equivocado de
tarjeta de transporte, me dijo dónde había que acercar el billete de marras.
Esto que me
ocurrió vino a reafirmarme en la idea de sentirme en casa, porque los
conductores de tranvías lisboetas poseen una característica en común con la
mayoría de los conductores de la EMT madrileña: tienen muy mal carácter.
Aprovecho, ya
que ha salido el tema, para avisar a futuros viajeros a Lisboa: si queréis
recabar información sobre algo, nunca le preguntéis a un conductor de tranvía
porque no os va a contestar; el dominio que tienen del arte del ninguneo es
asombroso.
Un día, uno de
los amigos con los que viajé a Lisboa le preguntó a un conductor dónde se
encontraba una parada, el conductor le ignoró de tal manera que ni se dignó a
mirarle a pesar de los esfuerzos de mi amigo por hacerse oír y notar haciendo
aspavientos con los brazos. Después de tamaño desprecio nos costó, a los demás
del grupo, un buen rato convencerle de que no se había hecho transparente.
En este afán de
pasar olímpicamente del turista, los conductores de tranvías pueden llegar a
esconderse para hacerte creer que el convoy está fuera de servicio. Esto es lo
que me ocurrió cuando una noche fui a coger el ascensor da Bica en la parte
alta.
Como ya comenté
en la anterior publicación, el término ascensor puede llevar a engaño porque en
portugués no coincide con el español. El ascensor da Bica en realidad es un
funicular que sube una cuesta bastante empinada desde la parte baja donde está
la Rua do Sao Paulo, hasta la zona alta donde se ubica Largo do Calhariz. En
esa zona alta, además, hay muchos garitos y bares donde la gente, aprovechando
el buen clima del que goza la ciudad, toma sus consumiciones en la calle. En el
caso de este ascensor-funicular se traduce que se ponen en medio de las vías e
incluso se suben al vehículo —mientras está parado esperando su hora de salida—
y se sientan en él haciendo creer al viajero poco experimentado, o sea yo, que
el funicular no es tal sino un lugar de copas a lo vintage.
Por eso cuando
me acerqué y vi a un montón de jóvenes bebiendo y bromeando alrededor del
funicular creí que ya estaba fuera de servicio o que, dadas las horas, se había
convertido en un partybus en versión lisboeta. Dudé si subirme a él o no, y
decidí buscar al conductor, pero no estaba, o mejor dicho, sí estaba pero se
encontraba fuera, mimetizado con los del botellón y pasando desapercibido. Mis
acompañantes y yo no sabíamos qué hacer, si dar media vuelta o pedir una
cerveza en el bar de al lado y tomárnosla en el vagón. En esas estábamos cuando
el conductor salió de su escondite y se introdujo en el funicular, nosotros nos
subimos con él mientras nos apremiaba para que nos acomodáramos.
Éramos los
únicos pasajeros en el vagón y decidí grabar el descenso con mi teléfono móvil,
cuando dirigí la cámara hacia el frente comprobé que en las vías había una
docena de personas sentadas en el suelo bebiendo. Creí que era una alucinación
que yo solo veía porque el conductor arrancó impertérrito y empezó a descender
hacia donde esa gente estaba sin dar muestras de apartarse. En ese momento dejé
de grabar y cerré los ojos porque la sangre me resulta una visión muy
desagradable y ver cuerpos despedazados también. Tras unos segundos con los
ojos cerrados, y al no escuchar ni lamentos ni ruidos de alarma, decidí mirar y
descubrí que mis temores eran infundados. Al final llegamos a la parte baja sin
lamentar desgracias personales y me despedí del temerario conductor con un “boa
noite” que fue contestado por su parte con un gruñido.
Elevador do Lavra |
Otro elevador
en el que subimos fue el de Lavra, en las guías turísticas aparece como algo
que no te debes perder si quieres “sentir Lisboa”. Nos montamos en el elevador
sobre las ocho y media de la tarde (en esas fechas y con el horario portugués
ya era de noche) y cuando llegamos arriba, el conductor, con la sequedad propia
del gremio y a la que ya estábamos acostumbrados, nos dijo que en diez minutos
bajaba y ya se terminaba el servicio (o eso creímos entender). Entonces mis
acompañantes y yo decidimos dar una vuelta rápida por el lugar para poder
volver a bajar en el último viaje. De los diez minutos que teníamos nos
sobraron nueve porque el lugar al que nos llevó ese elevador era un barrio de
lo más siniestro, completamente silencioso, con una iluminación débil y sin un
alma por la calle. Supongo que en Lisboa, como en todas las ciudades, hay
sitios que cambian mucho según a qué horas pases por ellos porque por la noche
no sé qué interés turístico puede tener esa zona de la ciudad.
Para moverse
por Lisboa no solo están los tranvías. También están el metro o el autobús, y el
tren si quieres salir de la ciudad. En este caso también me sentí como en casa
porque los Comboios de Portugal (así se llama la red de ferrocarriles
portugueses) son igual de volubles con sus horarios como los cercanías de la
RENFE, algo que pude comprobar cuando regresamos de una escapada a Sintra: el
tren que, supuestamente salía a las 17.15 h. resultó que salía a las 18 h. y no
porque tuviera retraso, es que el horario lo habían cambiado.
Pero no todo lo
que allí viví me pareció familiar, en otros aspectos Lisboa tiene entidad
propia y cosas que solo puedes encontrar en esa ciudad. Pero eso ya lo dejo para la
próxima publicación que será, además, la última sobre mi periplo lisboeta.
(Vai continuar...)
Vídeo "Tranvías de Lisboa"
Muchas aventuras con este tranvía y los elevadores. eres un crak contando tus historias viajeras. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen.
EliminarMe alegro de que te hayas divertido.
Un beso.
Estuve en Lisboa allá por los años 90 y la experiencia no me resultó muy agradable. Me patreció ua ciudad sucia y gris, y me llamó la atención la cantidad de mendigos callejeros. Ahora esto, por desgracia, tambien es patrimonio de las grandes ciudades españolas.
ResponderEliminarEl único tranvía que tomé fue uno que subía hasta lo más alto de la ciudad (no recuerdo el nombre del monte) por unas calle estrechas y sinuosas y que, una vez en la cima, se contemplaba gran parte de la ciudad que más bien se asemejaba a un pueblo grande con sus tejados de tejas viejas, de las de toda la vida. Y otra cosa que me sorprendió, pues creía que en custión de costumbres horarias los portugueses y los españoles éramos hermanos, fue que la cena se servía a eso de las 7 de la tarde.
Debo añadir que mi mala experiencia o percepción seguramente fue fruto (eso ya lo he tratado an alguna otra ocasión) del "mal cuerpo" que llevaba por estar allí por trabajo y, además, bastante estresado, y en esas condiciones uno no es objetivo. Siemrpe me he dicho que tengo que volver a Lisboa en viaje de placer. Además, tengo entenido que la ciudad ha cambiado muchísimo. Igual me sucedió con Bilbao, que cuando la visité por primera vez hace 20 años (también en plan rápido y con motivo de una reunión de trabajo) me pareció una ciudad horrorosa, y hace dos años fui con mi mujer y nos encantó. No parecía la misma. Así pues, tomo nota de todo lo que nos has contado por si repito la visita, sobe todo lo de los conductores de tranvía, jeje. En España, hace muchos años, en los tranvías y autobuses, había un cartelito junto al conductor que prohibía hablar con él. Quizá ellos se rijan también por esta norma, jajaja.
Un beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarPues ahora que lo comentas, lo mismo en Lisboa tampoco se puede hablar con los conductores (y yo no me di cuenta porque lo avisarían en portugués, claro) y de ahí el enfurruñamiento de casi todos, ja, ja, ja.
Sigue habiendo mendigos por las calles, sobre todo por la noche. Yo solo estuve en la parta antigua de la ciudad, no sé si en el resto se da esa situación porque en el centro de Madrid también se pueden ver bastantes y, en cambio, en mi barrio, por poner un ejemplo, no hay ni uno.
Viajar por placer o por trabajo, desde luego, cambia mucho la percepción de todo. No es lo mismo estar con compañeros de trabajo, por muy bien que te lleves con ellos, que ir acompañado por tu pareja y con unos amigos, como me pasó a mí. De todas formas, según dicen quienes han ido a Lisboa años atrás y han vuelto, la ciudad ha cambiado mucho y para mejorar, así que deberías plantearte volver con tu familia y disfrutar de sus callejuelas y sus cuestas empinadas.
Un beso grande.
Jajaja vaya aventuras Paloma!! Ya te comenté en la parte I que me encanta Portugal!! Lo de la bordería del los conductores del transporte público es algo bastante común vayas donde vayas, debe de entrar en los requisitos para el puesto o algo...
ResponderEliminarNunca he subido a un tranvía fuera de Barcelona, ni siquiera en las ciudades donde tienen esa estética tan característica, como Portugal o San Francisco. En barcelona hay tranvías, pero no tienen el aire vintage de los de Oporto o Lisboa.
Por cierto, ¿probaste el bacalao??? Yo que soy muy de pescado comí super bien cuando fui!!!
Muy buena entrada guapa!!!! Me encanta conocer tus aventuras!!!! Muuuuuaaaaaa
Hola, María.
EliminarSí que probé el bacalao, sí, y aunque no es uno de mis platos favoritos me encantó. Estaba buenísimo. La primera vez que lo comí fue en una casa de comidas en Belém y entre el pescado y el vinho verde fresquito, la comida fue una delicia.
Empiezo a sospechar que lo del mal humor de los conductores se debe a que estar bregando todo el día con el tráfico y con el público debe amargar el carácter al más pintado y les acaba pasando factura.
Gracias por tu comentario tan entusiasta.
Un beso y que tengas buena semana.
Pues qué quieres que te diga. Yo jamás me subiría a una montaña rusa, pero a los tranvías me encanta subirme. Creo que es un medio de transporte ideal como complemento del metro. En Bilbao los han vuelto a poner, aunque son de lo más moderno y cómodo. Aunque el encanto de los lisboetas no lo tienen, eso seguro.
ResponderEliminarLa primera vez que estuve en Lisboa me recordaba a España veinte años antes y todo era baratísimo. Luego ha cambiado mucho y el nivel de vida ha subido bastante. Espero que también hayan subido los sueldos en consonancia porque si no, menudo desastre.
Tengo ganas de saber las cosas que has encontrado diferentes de España. A ver si coincidimos en algún detalle.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarSupongo que el que no te subas a una montaña rusa lleva implícito que los parques de atracciones no te gustan demasiado y por tanto no los visitas, ja,ja,ja.
Lo de los tranvías tiene su encanto pero creo que también sus inconvenientes, el que no puedan adelantar a otros vehículos a mí se me antoja el principal, y todo ese tendido eléctrico al aire no es precisamente muy estético, aunque no contamina, eso cierto. Creo que el mejor transporte en una ciudad grande es el metro y con diferencia.
En cuanto a precios, salvando aquella clavada en Alfama, yo lo he visto muy parecido a España. No sé qué nivel salarial tienen, pero en un restaurante bastante finolis donde entramos una noche los precios eran similares a cualquier sitio de Chueca en Madrid, y creo que con una calidad algo más alta.
Un besote.
Ja,ja,ja, ya no me acordaba de la que montó Gallardon en Madrid con las obras y que convirtió a Madrid en una ciudad que parecía haber sido bombardeada. Por otro lado, ya veo que el carácter de los conductores de los buses es similar en Madrid, Lisboa y ni te cuento en Miami; allí son ya unos auténticos "psicópatas" :-). Cuando estuve en Lisboa la experiencia de los tranvías me pareció muy divertida y la verdad es que se toman fotografías para el recuerdo.
ResponderEliminarLo mejor es tomarse los viajes con humor y recordarlos de la manera tan simpática como los narras.
Un abrazo Paloma.
Hola, Miguel.
EliminarSi ya no te acuerdas de Gallardón es porque la mente tiende a olvidar todo aquello que es desagradable, ja, ja, ja.
Además de en la Plaza Restauradores había obras por muchos otros sitios y yo les llegué a preguntar a mis acompañantes si alguno sabía a qué se dedicaba ahora Ruiz Gallardón, porque empecé a sospechar que se había convertido en alcalde de Lisboa.
Puede que el carácter de los conductores de transporte público sea un buen material para una tesis de psicología, a tenor de lo que tú y otros comentaristas habéis reseñado.
Gracias por tu visita.
Un abrazo.
Hola Paloma a mí lo de los tranvías de Lisboa me hizo sentirme muy turista no sé si por ir en algunos momentos apiñados y porque los amantes de lo ajeno tomaban el tranvía con frecuencia, de hecho en varios de los viajes vimos problemas con robos y después nos comentaron que por desgracia era muy habitual. Eso es algo que en todos los lugares muy turísticos se repite, en mi ciudad cuando veo a los ladrones que se pasean con total impunidad a la caza del despistado me da un coraje porque amargan el viaje y la experiencia.
ResponderEliminarSupongo que con los conductores hay como en todas partes; gente amargada y otros que son un encanto y eso no es necesario irse a Lisboa cada día en la ciudad cogiendo un transporte te lo encuentras, hay algunos que en lugar de llevar a personas deben creer que transportan ganado.
A mí me gustó mucho callejear por Lisboa y desde luego recuerdo un montón de escaleras y gente muy amable aunque barato no lo encontré.
Besos
Hola, Conxita.
EliminarLos tranvías que recorren la parte más típica de Lisboa son para que los usen los turistas, aunque yo vi bastantes portugueses que se subían a ellos, pero me parecieron un transporte incómodo y muy lento. En el hotel nos avisaron de lo de los robos, afortunadamente no tuvimos ninguno, salvo el robo que nos hicieron en aquella terrraza de Alfama. De todas formas, por vivir en una gran ciudad, yo tengo la costumbre de agarrar bien el bolso cuando estoy en lugares con mucha aglomeración.
Como le comento a Rosa, a mí los precios me parecieron muy parecidos a los de España. Las baraturas que caracterizaban a Portugal creo que se acabaron cuando vino el euro.
Callejear por esas cuestas con escaleras es lo mejor de esa ciudad, aunque hay que tomárselo con calma porque también es agotador (menudas agujetas que tuve en las piernas).
Un beso grande, guapa.
Tienes una sensibilidad especial para captar detalles que a otros, seguro, les pasan desapercibidos. Aventuras variopintas donde la mayoría vería rutina y cotidianidad.
ResponderEliminarGenio y figura y mucho humor sarcástico de calidad.
Besos.
Hola, Javier.
EliminarMe alegro de que te hayas divertido con estas aventuras. Gracias por tus palabras.
Un beso.
Hola Paloma, he revivido tus dos viajitos blogueros a la "vecina" te digo esto porque la conozco y todos esos detalles peculiares que describes. A mi me gusta mucho Lisboa, la viví muy intensamente en un fin de año y ahora me ha venido la nostalgia con tus fotos y tu crónica viajera. Besos.
ResponderEliminarHola, Eme.
EliminarLisboa bien merece visitarla varias veces, además está muy cerca, algo a tener en cuenta.
Yo solo he ido una vez pero no descarto regresar, es encantadora.
Un besote.
Hola.
ResponderEliminarMe ha entrado mcuha nostalgia. He recorrido POrtugal de norte a sur muchas veces, primero con mis padres y luego con mi marido e hijos, parando varios días en cada ciudad. Creo que es la gran desconocida y una de mis ciudades favoritas del mundo, mi hijo vuelve la semana que viene, y este año ya ha ido 3 veces.
Muy feliz semana.
Hola, Gemma.
EliminarDe Portugual yo solo conozco Valença do Minho de cuando era adolescente, y ahora Lisboa y Sintra. Y la verdad es que no he salido defraudada. Creo que tienes razón, Portugal es ese gran desconocido que está aquí, al lado, y que no se le da demasiada importancia. Preferimos irnos al quinto pino y resulta que de vecino tenemos un país precioso y con gente encantadora.
Un besote grande y pasa unas felices fiestas.
Pues sí que tienen "mala sombra", por no decir algo más fuerte, los conductores de tranvías. A mí esas cosas me resultan incomprensibles cuando se supone que el turismo le deja a tu país un nada despreciable montante de dinero. En fin, será la idiosincrasia propia del gremio jajaja.
ResponderEliminarLo de bajaros de noche en un lugar poco recomendable me ha recordado a algo similar que nos pasó a nosotros en Amsterdam. Fuimos a comprar algo para cenar en la habitación del hotel porque estábamos hechos polvo y no nos apetecía hacerlo fuera y al parecer con la oscuridad todo el entorno había cambiado. Pasé bastante miedo, la verdad. Cuando nos bajamos del autobus para registrarnos en el hotel el entorno parecía tan inofensivo...
Muy buenas las fotos, Paloma, y muy entretenida tu crónica. Espero la siguiente entrega :)
¡Un besazo!
Hola, Julia.
EliminarYo creo que el estar todo el día lidiando con el tráfico amarga al más pintado, y los conductores son humanos al fin y al cabo.
Con esas zonas poco recomendables que tienen todas las ciudades hay que tener cuidado. Muchas veces es cuestión de ir por una calle o por otra, y la cosa cambia radicalmente. Si no estás debidamente informado puedes llevarte un susto, aunque yo, a este respecto, no he tenido nada que lamentar (tocaré madera para que siga así).
Un beso muy grande, guapa. Pasa un buen fin de semana, con o sin procesiones.
Igualmente, guapa, espero que estés pasando unos días estupendos y si es de vacaciones, mejor que mejor.
EliminarYo no voy de procesiones y no sé por qué; cuando me las encuentro de casualidad me gustan pero jamás salgo a buscarlas. Contradicciones de mí misma jajajaja.
¡Un besazo!
Yo tampoco soy de procesiones, en Madrid solo asistí a una, la del Cristo de Medinaceli, y porque me la encontré de camino a un restaurante y tuve que dejarla pasar para poder seguir mi camino ya que habían cortado la calle...
EliminarComo ya tuve mi sesión de viaje cuando me fui a Lisboa, esta semana la pasamos de museos y exposiciones que el tiempo no acompaña nada, está jarreando a base de bien.
Un besote.
Ja, ja, ja.. ¡Es que está prohibido hablar con el conductor! Desde luego esos tranvías son pintorescos y la verdad es que pasan por calles muy estrechas según las fotos que compartes. En Barcelona recuperamos los tranvías, en versión moderna, son como un metro, pero en sus inicios hubo accidentes.
ResponderEliminarLa escena que has comentado con el conductor botellonero es realmente surrealista, es aquello que dice mi padre que es que pasa poco para lo que tendría que pasar.
A ver cuáles son esas diferencias respecto a España en la siguiente entrega. Un fuerte abrazo!
Hola, David.
EliminarMe gustaría aclarar que cuando mi amigo le preguntó a aquel conductor dónde estaba una parada, el tranvía estaba completamente parado en un sitio que debía de ser como la cabecera de línea, o el final, no sé, allí no señalizan demasiado bien las paradas.
En una ocasión utilizamos uno de los tranvías modernos, y esos son bastante más cómodos, pero los del casco histórico son unas antiguallas muy pintorescas pero muy incómodas y súper lentas, pero claro, si tienen más de cien años no se les puede pedir más, ya es casi un milagro que funcionen simplemente.
Lo del botellón fue tal como lo conté, yo flipaba en colores.
Un abrazo y buena Semana Santa.
No se si decírtelo,... jajaja, pero cuando bajásteis en el elevador de Lavra, justo en una calle a cinco minutos se encuentra el Restaurante La Bota Alta,... bueno, para otra vez y podeis invitar al conductor del elevador ;)
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarRecuerdo que a los pies de ese elevador se encontraba un restaurante donde tenían muchos "presuntos" colgados en el escaparate, pero ese Bota Alta no me suena, me lo apunto para la próxima vez porque estoy segura de que regresaré a Lisboa, aunque no pienso invitar a ningún conductor de tranvía mientras no dulcifiquen el carácter.
Un abrazo.
De nuevo disfrutando de este desparpajo narrativo tuyo, tan espontáneo como ingenioso que me ha dejado con la sonrisa de oreja a oreja, porque estas peripecias no tienen desperdicio alguno.
ResponderEliminarLas risas han llegado tan alto, que cuando estaba leyendo acerca de esos tranvías tan pintorescos, me pareció estar reviviendo la experiencia del popular "tren de la bruja", ya sabes, esos que traen los feriantes o incluso también los hay en ciertos parques de atracciones... Bueno, a lo que iba, las carcajadas me brotaban tan fluidamente, que cuando pasé a leer ese diálogo con el conductor y tú, ya era una auténtica traca haciendo ruido y hasta alguna lágrima furtiva también me abordó en esos instantes, vamos que me ha resultado cautivadora esta segunda parte.
En cuanto al ascensor-funicular y tu ataque de pánico, por supuesto que convierte a este tipo de experiencias turísticas en una forma demasiado emotiva o sentida hasta la médula, para conocer Lisboa.
Quedo a la espera, querida Paloma, de esa deseada tercera parte que seguro será otro capítulo inolvidable...je,je,je
Un besote grande.
Hola, Estrella.
EliminarMe encanta que este tipo de entradas te hagan reír, porque para llorar ya están los noticiarios.
Para bien, o para mal, todo lo que cuento es rigurosamente real, me pasó. Lo de los conductores y lo del botellón en las vías, puede parecer surrealista pero fue tal cual. Vivir para ver.
Bueno, la tercera, y última, parte ya está recién publicada, así que aún tienes ocasión de leer más "cosas raras" que me pasaron.
Un besote.
La verdad con tus aventuras disfruto un montón y no solo eso, leyendote me apetece mucho ir a Portugal, pero me parece a mi que va a ser una ilusión que no voy a poder cumplir nunca, a no ser que me toque la loteria, la Once o algo así, o a mi se me pase el miedo al avión, bueno aparte de que tengo miedo, es que con la presión de mis oídos por la altura tampoco lo paso demasiado bien la verdad, y se junta el hambre con las ganas de comer.
ResponderEliminarEspero con mucha ilusión la siguiente para seguir disfrutando de tus aventuras viajeras y anécdotas.
Un besote.
Hola, Tere.
EliminarSi tienes miedo al avión, lo bueno de Lisboa es que está relativamente cerca, al lado nuestro.
Salvo lugares muy turísticos, los precios no son desorbitados, creo que en la línea de los de aquí.
Me alegro de que disfrutes con estas entradas. Ya está publicada la última entrega del viaje.
Un besote.