Como ya comenté
en las anteriores entregas, si bien el idioma portugués no me pareció tan
parecido al español como se supone (Primera Parte), por muchos otros motivos me
sentí como en casa (Segunda Parte). Son muchas las cosas que nos hacen
parecidos a españoles y portugueses, sin embargo en otras somos muy distintos.
Por ejemplo,
los portugueses son sumamente educados —mucho más que los españoles— bastante
rimbombantes en sus alocuciones y muy ceremoniosos. Aunque siempre hay
excepciones, sobre todo en el gremio de los conductores de tranvías; pero si
dejamos a este colectivo aparte, en general los portugueses hacen gala de unos
buenos modales. El “moito obrigado” y el “moito obrigada” está a la orden del
día. Lo repiten a todas horas y tantas veces que he llegado a pensar si no
tendrá varias acepciones, además del consabido “gracias”, no sé, como si fuera
un comodín y también sirviera para decir “hola”, “adiós”, “hasta luego”, “¿qué
tal estás?¿y la familia?” “Parece que hoy no va a llover”…
A veces tanta
amabilidad mosquea y te hace recelar en algunos casos. Eso nos pasó una noche
que fuimos a cenar a un restaurante situado en el barrio de Chiado. Cuando
llegamos estaban todas las mesas ocupadas y la recepcionista nos indicó
amablemente que podíamos esperar dentro, mientras se quedaba una mesa libre.
Nos dispusimos a hacerlo en la barra y entretanto nos tomábamos unas cervezas,
como solemos hacer cuando nos pasa algo parecido en España. Sin embargo, la
amable señorita nos condujo a un salón sumamente confortable con unas mesas
amplias y unos mullidos sofás, para que allí estuviéramos mucho más cómodos
mientras podíamos degustar cualquier bebida.
Aquello ocurrió
el mismo día de la clavada en Alfama, en el famoso “Camelo”, por lo que aún andábamos
escocidos del sablazo y cuando vimos tanta atención estuvimos a punto de salir
de allí escopeteados para evitar otro nuevo atraco en la factura. El cansancio
acumulado de estar todo el día andando, subiendo y bajando cuestas, y algo de
vergüenza impidieron que saliéramos despavoridos, por lo que nos quedamos
temiéndonos lo peor. Mientras comíamos y varios camareros se acercaban a
nosotros para preguntarnos qué tal estaba la comida —exquisita y muy bien
presentada— yo no hacía más que pensar cuántas horas de lavar platos serían
necesarias para compensar la factura que se nos venía encima.
Pero al final,
no. La cuenta resultó de lo más apropiada y la amabilidad desplegada por el
personal una muestra de que los portugueses son un encanto.
Restaurante O Sacramento do Chiado (para preservar la identidad de mis acompañantes he tomado esta imagen de la red pues en las fotos que hice aparecen ellos) |
Cuando viajo,
incluso cuando me quedo en casa, tengo una máxima que intento seguir a
rajatabla: no hablar con desconocidos ni de política, ni de religión y ni,
sobre todo y ante todo, de fútbol, aunque en este tercer supuesto para mí no
supone ningún problema, básicamente porque no tengo ni pajolera idea de ese
deporte.
Portugal es un
país futbolero, al igual que España. En España, algunas ciudades tienen dos, o
más, equipos de fútbol y siempre sus respectivas aficiones se llevan fatal
entre sí. Al parecer en Portugal esto no es tan habitual y de ser así la
enemistad no debe de ser tan aguda si me atengo a lo que nos pasó en cierto
restaurante de Sintra.
El caso es que
comiendo en Sintra, el camarero, que chapurreaba algo de español, nos preguntó
de qué lugar de España éramos, al contestar “Madrid”, él, ni corto ni perezoso,
nos soltó “Hala, Madrid” a lo que yo pensé: “Menos mal que has dado con
madridistas, colega. Llegamos a ser del Atleti y te quedas sin propina como yo
me quedé sin abuela”.
O en Portugal
no saben de esas enemistades entre aficiones de equipos de una misma ciudad, o
el camarero era tan ignorante de fútbol como yo.
Otra cosa en la
que no coincidimos España y Portugal es en lo que es un pozo y lo que es una
torre. En principio son dos cosas completamente distintas, pero en Portugal las
mezclan porque no lo tienen claro, al menos no lo tenía nada claro el chalado
que diseñó el pozo iniciático que se encuentra en la Quinta de la Regaleira.
Siguiendo unas pautas que desafían a las bases fundamentales de la arquitectura
y de la lógica, allí se encuentra una de las construcciones más extrañas que yo
he visto nunca. Se supone que es un pozo, pero tiene forma de torre… pero
construida ‘hacia dentro’. Porque, ahí, uno empieza a descender por una
escalera en espiral, jalonada por arcos que recuerdan a una torre, pero donde
la parte de fuera está en realidad por dentro. ¡Un auténtico desatino!
Pozo iniciático en la Quinta de la Regaleira |
La sensación
que tuve fue de absoluto desconcierto. Además, la oscuridad del lugar, tan solo
iluminado por la luz que venía de la parte alta del pozo (o de la torre) daba
un halo de irrealidad y cierto canguelo que se vio amortiguado porque al bajar
estuve acompañada por unas cuantas decenas de turistas. Esa sensación de
irrealidad, o de estar en otro mundo, se hizo más notoria cuando el tío que iba
detrás de mí empezó a tararear la banda sonora de Juego de Tronos, fue entonces
cuando pensé que ahí bien podía vivir un Stark, o un Lannister, o incluso un
Martell, en cualquier caso esperé que nunca fuera un Targaryen porque ese clan
tiene, como animales de compañía, dragones con mucha mala leche.
Otra cosa que
me llamó la atención fue la manera que tienen algunas tascas de decorar el
interior. En España es habitual ver en muchos bares los jamones colgando del
techo, o de las paredes. En Lisboa también cuelgan cosas, pero son botellas de
vino; además de raro me pareció hasta peligroso, porque si se cae alguna, la
rotura de cristales puede ser muy dañina. Si, en España, se te cae un jamón te
puede formar un buen chichón, pero a cambio, cabe la posibilidad de llevarte el
“fruto caído”, y un buen ibérico bien vale un coscorrón.
Normalmente, en
las grandes ciudades la gente suele ser más desinhibida. El anonimato que da
vivir entre tanta gente supongo que imprime una sensación de libertad que no se
encuentra en las ciudades pequeñas donde todo el mundo se conoce o casi. Todo
esto se traduce en que la peña no se corta un pelo al manifestar sus
excentricidades en público, bien en la forma de vestir, o de peinarse, o de lo
que sea.
Como vivo en
una de esas ciudades grandes estoy más que acostumbrada a ver de todo, ya ni me
inmuto por casi nada. He recalado en garitos raros, raros, raros, y sin embargo
en Lisboa tuve que asombrarme a la fuerza; lo que me pasó en la cafetería del
Teatro Taborda fue de lo más extraño.
Entrada al Teatro Taborda (Garagem) |
Para empezar,
las cosas no estaban en su sitio, o en el sitio que deberían estar. Algunas
sillas se encontraban colgadas de la pared, debía de ser cosa del decorador pero a mí no me pareció muy práctico, la verdad, asi que lo primero que pensé, al entrar y verlas así, fue que iba a ser mejor que
me tomara la consumición de pie.
Que hubiera un
camisón metido en una caja colgada de la pared también me extrañó, porque muy
bonito no era y no me pareció que la cafetería también fuera una mercería,
aunque no me quedó demasiado claro.
Con cierto
recelo nos sentamos (en unas sillas colocadas en el suelo) y pedimos un café.
Yo no las tenía todas conmigo, dado lo rarito que era el sitio pensé que lo
mismo nos ponían la bebida boca abajo o colgada del techo, ya que allí todo era
diferente. Sin embargo el café apareció en una taza, con su cucharita y su
azúcar y en posición adecuada; ahí ya me relajé. Pero la sorpresa vino al pedir
la cuenta, y no fue por el importe —menos mal—, sino por la manera de traer el
ticket que venía dentro de ¡un zapato!
Como me pilló
con la guardia baja, di un respingo al ver, por el rabillo del ojo, que me
ponían un zapato en la mesa y casi le suelto un “So guarro” al camarero. Cuando
comprobé que la factura se encontraba dentro del calzado me sorprendió, pero
también me dio un poco de asco cogerlo. Con la punta de los dedos levanté el
zapato y vi que la suela era nueva por lo que deduje que probablemente el
zapato no estaba usado. No obstante, por si las moscas, no cogí el ticket y me
limité a dejar el dinero encima y sin meter las manos dentro (cuando quiero
puedo ser muy escrupulosa). Ni que decir tiene que no esperé el cambio.
Vistas desde la cafetería del Teatro Taborda |
Hubo más cosas
que me llamaron la atención en mi visita a Lisboa, pero viajar es lo que tiene,
que siempre habrá algo que te extrañe, algo que te sorprenda, que te haga reír,
que te haga pensar, en definitiva que te haga ver que hay lugares diferentes y
que cada sitio es especial. Lisboa lo es, y mucho. Me encantó conocer a la
vecina de al lado.
Hicisteis un viaje al detalle. Yo estuve en Sintra y visité la Quinta Regadeira pero no vi el pozo iniciatico. Pero comimos un buen Bacalao en un restaurante al lado del Ayuntamiento. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen.
EliminarCreo que de la Quinta la Regaleira ese pozo es lo más alucinante, aunque en ese sitio cosas raras hay un montón.
Nosotros comimos bacalao en varios sitios, pero en Sintra yo me decidí por unas sardinas a la portuguesa, de muerte estaban.
Un besote.
Una delicia leerte con el primer café con leche. Muchos besos desde la madre Grecia
ResponderEliminarDolo
Hola, Dolo.
EliminarEncantada de que te desayunes con un escrito mío. Disfruta de ese lugar tan bonito de Grecia.
Un beso.
Curiosidades las habrá allí donde vayas, es lo bueno de viajar, que se te quitan muchas "tontás" preconcebidas, cambias el concepto y templas el prejuicio.
ResponderEliminarUn gusto leer tus peripecias.
Besos.
Hola, Javier.
EliminarViajar y conocer otra manera de vivir y entender las cosas, abre mucho la mente además de ser muy divertido.
Un besote.
La primera vez que fui a Portugal, me sorprendió que en los restaurantes nos recibieran con un cesto con queso, mantequilla y pan en la mesa. Cobraban por ello un precio simbólico de unos escudos y te lo ibas comiendo mientras te traían la comida. La última vez, en Lisboa al menos, eso se había convertido en algo mucho más elaborado. En un restaurante del Chiado había sobre la mesa un plato de queso y embutido. Nos mosqueó tanto detalle y preguntamos. Su precio era superior al de muchos platos de la carta. Si se te ocurre comer una raspa de queso, lo tienes que pagar entero. No me pareció nada bien y no me pega con la idea que tengo de los portugueses, pero se ve que con el tiempo y el turismo todos aprenden la picaresca.
ResponderEliminarPor lo demás, también creo que los portugueses son de lo más amable y educado. Con nosotros han tenido detalles impagables.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarEn el restaurante de Chiado, a pesar de tantas atenciones y demás, el precio me pareció razonable. Suelo cenar fuera de casa casi todos los sábados y cuando voy por Chueca o Malasaña hay bastantes restaurantes en el plan del de Sacramento y son más caros que este y con una calidad muy parecida.
Lo único que me pareció mal fue aquella clavada en Alfama, y no solo por el precio de las bebidas, lo que más dolió fue ese suplemento del servicio de camarero que no iba incluido en la factura y que nos cobraron aparte.
Salvo esa excepción a mí Portugal me pareció normal en cuanto a precios.
Un beso.
La verdad es que estas curiosidades son en muchas ocasiones las que marcan un viaje, o al menos parte de los recuerdos o anécdotas vividas en él. El tema pozo, y el tema zapato dan para mucho, ja,ja,ja. Como curiosidad te diré que una vez vi un bar en España en que las bebidas (cervezas, vinos, etc, etc) se servían en orinales supuestamente con ese solo uso :-)´Y el bar estaba absolutamente lleno.
ResponderEliminarUn beso Paloma y gracis por dar tu visión de una ciudad tan estupenda como es Lisboa.
Hola, Miguel.
EliminarLo de los orinales tiene delito. Yo no sé qué más van a hacer algunos para llamar la atención.
El pozo ese que parecía una torre fue realmente para contarlo, aunque toda la quinta esa es para contarlo porque el dueño que la ideó, para mí que le faltaba un tornillo. De hecho, creo que escribiré un relato basado en alguna de las construcciones que ahí vi.
Es lo que tienen los viajes, que te dan ideas.
Un beso y gracias a ti por ser tan fiel a esta serie.
Hay otra coletilla que utilizan a todas horas y especialmente a modo de saludo,... "Tudo bom...", pero me ha encantado tu "inmersión ligústica. Tienes que volver jajaja.
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarQue voy a volver lo puedes dar por seguro. Lisboa merece una segunda y una tercera visita.
Un abrazo.
¡Madre mía! Ese pozo, sobre todo en la foto que compartes desde sus entrañas parece como el de aquella película de terror, je, je, je... Desde luego que has sabido elegir los lugares para esta entrada. Son pintorescos y nos ofrecen detalles distintos a lo que vendría a ser un reportaje de viajes. ¿Para qué sirven unas sillas en las que no te puedes sentar? Ese bar parece sacado de Alicia.
ResponderEliminarCreo que futboleros también son un rato, y seguro que la rivalidad del Benfica, Oporto y Sporting de Lisboa es parecida a la de aquí. Pero es que ¡el Madrid es el Madrid! Y todavía son cercanos los tiempos de Cristiano, de la Champions... ay, ya me pongo tierno, pero es que este año está siendo muuuy duro para nosotros. Un abrazo!!
Hola, David.
EliminarEse pozo que parecía una torre 'hacia dentro' ha sido de lo más raro que yo he visto nunca, toda la Quinta de la Regaleira es de lo más raro, la verdad.
Los acompañantes masculinos de mi viaje (que sí son futboleros) me comentaron que los seguidores del Bemfica y el Sporting no se suelen llevar bien, así que el del restaurante de Sintra debía de tener la misma cultura futbolística que yo, o fue un insensato. Entiendo tu nostalgia de tiempos mejores pero no se puede estar ganando la Champions todos los años, que ya lleváis tres seguidas.
Este blog siempre ha sido algo atípico, ni las reseñas que escribo se sujetan a las normas habituales, ni lo que escribo sobre mis viajes se sujeta a lo esperado de un reportaje de ese estilo. No sé si eso es bueno o no, pero es lo que hay.
Un abrazo grande.
La de sitios pintorescos y "diferentes" que visitásis, Paloma. No me extraña que te quedaras con la sensación de que Lisboa es muy especial :) La torre-pozo me ha encantado, y más porque tuviste la suerte de verla con banda sonora incluída jajaja. Bromas aparte el sitio es precioso y las fotos que nos traes una pasada.
ResponderEliminarUna entrada la mar de divertida e instructiva, me has hecho reír.
¡Un besazo de lunes!
Hola, Julia.
EliminarEl pozo iniciático sí que fue una pasada, además por la parte de abajo da a una gruta que recorre varios metros con túneles que se ramifican y que terminan en una especie de lago artificial con unas cascadas. Lo dicho, una pasada total. Y ya, para rematar, el tío de atrás tarareando Juego de Tronos, la ambientación fue estupenda así como espontánea.
Gracias por tu visita, me alegro de que te haya gustado esta publicación.
Un besote de jueves.
A mi lo del zapato tampoco me hubiera hecho mucha gracia pero como decía Miguel si hay sitios donde ponen orinales y está lleno será que somos un poco exageradas jajaja
ResponderEliminarEsa quinta la recuerdo y estoy contigo que su propietario era un tanto excéntrico y como estoy con Juego de tronos creo que sí era ideal para ver a alguno de los protagonistas por allí y encima te lo ambientan musicalmente.
Lo de las rivalidades futboleras da para mucho pero supongo que acaba primando el interés por quedar bien que le supones al camarero más que las enemistades entre equipos o no si son muy forofos.
Un placer leerte y sonreír con tus anécdotas.
Hola, Conxita.
EliminarLo de la expresión futbolera, evidentemente, lo diría para hacer un guiño sabiendo que éramos madrileños, pero a mí me pareció arriesgado porque llegamos a ser del Atleti y el pobre camarero se habría estrellado.
La Quinta de la Regaleira a mí me alucinó, sigo pensando que su dueño debió de ser un tipo, además de excéntrico, muy particular, porque todas las construcciones son bastante extrañas, y esa fijación por lo medieval llama mucho la atención. El derroche y el capricho también son para alucinar. Influida por la canción que me acompañó mientras descendía el pozo, miré hacia arriba y no me hubiera extrañado nada ver volar un dragón, hubiera sido un buen complemento.
Gracias por tu fiel presencia. Un beso muy grande.
Ay Paloma estos post me llenan de nostalgia.
ResponderEliminarFui a Portugal con mis padres por primera vez con 12 años, lo recorrimos despacio, de sur a norte, parando cuando y donde queríamos y nos gustó tanto que repetimos, y luego yo con mis hijos, y ahora mi hijo está allí...
Me ha encantado el post, tu manera de contarlo y me has traído buenísimos recuerdos.
Muy muy feliz lunes.
Hola, Gemma.
EliminarMe encanta que estas entradas te hayan traído recuerdos de tus propios viajes. Cada uno al viajar percibe diferentes sensaciones, pero en el caso de Lisboa creo que todas son muy parecidas en el fondo y es que la ciudad tiene encanto y es entrañable.
Un besote.
De todo lo que has contado en esta entrada, lo que más me ha asombrado es la ausencia de rivalidad (al menos como la que existe aquí) entre equipos de futbol de una misma localidad, jeje. También se puede colegir aquello de que en todas partes cuecen habas. Seguro que hay cosas en España que les parecerían alucinantes a nuestros vecinos lusos (que no ilusos), pero lo que has referido tiene su punto de gracia. Y a mí, personalmnete, me ha gustado mucho ese pozo-torre. Si algún día voy por allí intentaré no perdérmelo.
ResponderEliminarEs muy cierto que viajar instruye y forma. Por eso se dice aquello de que "es una persona muy viajada" (al igual que muy leída) a alguien que sabe estar, que tiene "mundología". Es un modo de culturalizarnos y aparcar los prejuicios. Viajar, creo yo, enriquece. Y si no, por lo menos te divierte, jeje.
Ha sido un placer acompañarte por Lisboa durante estos tres capítulos.
Un beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarComo le comenté a David, me dijeron que el Benfica y el Sporting no son precisamente amiguitos del alma, así que en ese aspecto no nos diferenciamos tanto. Creo que fue el camarero, muy simpático por cierto, el que no debió de tener en cuenta hasta donde llevan algunos la rivalidad del fútbol. También te digo que en el caso de que nos hubiera dicho "Aúpa, Atleti", mis acompañantes madridistas ni por asomo se habrían enfadado, es más, habrían bromeado sin ningún problema. Los energúmenos del fútbol son menos que los que se toman ese deporte como lo que es, pero hacen mucho más ruido y parece que son más.
Estoy completamente de acuerdo contigo en lo que supone viajar. Conocer otra forma de entender la vida, otras maneras de vivir o de pensar, siempre enriquece, te abre la mente y quita prejuicios. A muchos cernícalos que pululan por ahí les vendría bien viajar y empaparse de otras maneras de pensar, a ver si así se les quita la tontería y el cerrilismo.
Gracias por tu compañía en este viaje por Lisboa. Cuando vayas a la Quinta de la Regaleira no puedes perderte bajar, o subir, ese pozo iniciático, es alucinante.
Un beso grande.
Cierto que en Portugal, no sólo en Lisboa, contínuamente se repite la expresión: "muito obrigado/a" o simplemente "obrigado/a". De eso también he sido testigo cuando lo he visitado.
ResponderEliminarDe acuerdo también en tu observación de que los portugueses son ceremoniosos y atentos.
Sin embargo desconocía que en portugués tanto pozo como torre tengan idéntico significado, algo que en nuestro lenguaje es completamente diferente.
Curiosísimo me ha parecido el pozo iniciático en la Quinta de la Regaleira, además según lo relatas, te digo sinceramente que me hubiera encantado vivir la experiencia, me encantan esas atmósferas misteriosas.
En cambio, lo de colgar botellas en establecimientos públicos me parece una locura y te doy toda la razón del mundo en que es preferible que cuelguen jamones.
Finalmente me ha llamado mucho la atención el decorado de esa cafetería tan snob o vanguardista, según se mire, del Teatro Taborda, aunque si lo miramos desde el punto de vista práctico, seguro que han aprovechado parte del mobiliario, vestuario, etc. ya en desuso del propio teatro ¿no crees? ...
Un placer, querida Paloma, acabar la lectura de estas tres partes en que consta tu último viaje a Lisboa.
Un besote.
Hola, Estrella.
EliminarEl pozo iniciático es una pasada y muy extraño. Yo creo que los portugueses sí tienen claro la diferencia entre un pozo y una torre, pero el dueño de esa quinta no. Además, ese tío debía de estar un poco pirado porque todas las construcciones que hay allí son muy extrañas. Dicen que era aficionado al esoterismo y a la masonería, de ahí esa fijación por todo lo medieval. Además, no tenía problemas de dinero (se enriqueció con el comercio de piedras preciosas y de café en Brasil) por lo que pudo darse todos los caprichos en forma de construcciones estrambóticas.
La cafetería esa tan rara supongo que es solo por llamar la atención, aunque para mí lo realmente llamativo fueron las vistas espectaculares que había desde su mirador, la Naturaleza es la mejor a la hora de sorprender.
Un besote y gracias por tu atenta visita.
Llego tarde lo se, mil perdones, mis prácticas y otros menesteres no te había podido leer esta última parte, en la cuál me reafirmo, tengo que ir a Portugal, ains, va a ser en esta vida mi asignatura pendiente, a no ser que una me toque la loteria, o dos pierda miedo al avión jeje, y me parece a mí que ni una ni otra jejee.
ResponderEliminarMe ha llamado mucho la atención lo del zapato o lo de las sillas, son muy originales los portugueses jejee.
Y desde luego lo del Pozo es para no perderserlo desde luego.
Me ha encantado tú forma de mostrarnos Lisboa y sobre todo se sale de lo normal con respecto a las guias de viajes, de modo que me acordaré de ti si alguan vez tengo oportunidad de visitar POrtugal y echaré mano de esta visita tan particular a Lisboa.
Por cierto, Sergio Dalma tiene un video clip de una de sus canciones, rodada precisamente en Lisboa, y pude tamnbién apreciar por él lo bonita que es.
Un besote.
Hola, Tere.
EliminarCon estas publicaciones no pretendo hacer una crónica de viajes porque yo no soy ninguna viajera experimentada. Al igual que cuando hago reseñas, me salgo de lo habitual con estos temas porque mi profesión está alejada de estas prácticas, así que puede que por eso sea tan particular lo que cuento. O que cuando viajo a mí me acompaña siempre Murphy que se pone a enredar.
No tienes que disculparte por nada, Tere. Me encanta verte por aquí, pero si no tienes tiempo no te sientas ni obligada ni agobiada por pasar, de verdad.
No descartes un viaje a Lisboa porque está aquí al lado y en coche no es demasiado trayecto, además las carreteras son muy buenas.
Un besote grande.