Antes de salir
de España me estuve informando sobre Venecia, sobre su historia, sobre su
origen y geografía. Pero nada ni nadie me informó de la fauna característica de
allí y creo que la oficina de turismo debería poner en conocimiento del
visitante cómo se las gastan los bichos que por Venecia pululan.
El tener tanta
agua por todas partes es un ecosistema ideal para unos animales terriblemente maléficos:
los mosquitos.
Los mosquitos
venecianos se caracterizan por poseer unas dimensiones extraordinarias que yo
creo son debidas a la alimentación tan variada que tienen. Al ser Venecia un
lugar tan turístico sus habitantes eventuales son de procedencias muy diversas
y esa amplia multiplicidad de diferentes tipos de sangre convierten a los
mosquitos venecianos en unos especímenes fuera de serie. Todo esto se traduce
en que si el mosquito es grande, el picotazo también.
En resumen,
acabé con los brazos y las piernas llenos de ronchas dignas de una varicela. Lo
llevé fatal porque en España los mosquitos no me pican, sin embargo, en Venecia
mi inmunidad no funcionó por lo que me viene a la mente que en los países de la
Unión Europea no rigen las mismas normas como nos quieren hacer creer.
En esta zona, al lado de la Viale Giuseppe Garibaldi, los mosquitos se ensañan especialmente |
Pero los
mosquitos no son los animales más peligrosos que uno puede encontrar en
Venecia. Dentro de esa fauna tan particular hay otros bichos más agresivos: las
gaviotas. Estas aves también poseen unas dimensiones muy grandes y además
tienen mucha mala leche.
Paseando por el
mercado de Rialto una gaviota me atropelló en un vuelo rasante. No sé si lo
hizo adrede o le falló el sistema de navegación, pero me dio un porrazo
tremendo en toda la cara cuando se fue a por unos restos de pescado que uno de
los tenderos de dicho mercado había tirado cerca de donde yo me encontraba.
Las gaviotas
además de agredir con su cuerpo lo hacen con “las cosas” que tienen dentro de
su cuerpo. Estando en una terraza del Campo de Sta. Margherita una de ellas nos
bombardeó con una ráfaga de excrementos. Como si de un bombardero de la
Luftwaffe se tratara hizo una pasada asesina por encima de toda la mesa. En
esta ocasión yo me libré por los pelos y los proyectiles cayeron delante y
detrás de mí, pero uno de mis acompañantes no tuvo tanta suerte y tuvo que
mandar al tinte la chaqueta que llevaba puesta. Al menos, las copas de vino
blanco fresquito que nos estábamos tomando no sufrieron ningún daño
contaminante; eso sí que hubiera sido una tragedia.
La gaviota que se abalanza hacia la cámara no fue la que me agredió, pero debía de ser prima hermana suya porque esta también iba con muy malas intenciones. |
Otra de las características
de Venecia son sus callejuelas, algunas son muy estrechas (mucho, mucho) y yo creo
que eso hace que los GPS se confundan, es decir, tú vas por una calle y el
aparato localizador se piensa que vas por la de al lado, algo que solo supone
un error de diez o veinte metros. Teniendo en cuenta que la mayoría de esas
calles terminan en un canal de agua o en un puente que lleva a una puerta de
una casa particular, el que el GPS se confunda de calle, aunque sea una
aledaña, se traduce en lo que suele ocurrir con estos cacharros: ¡que te
pierdes!
Una noche,
volviendo de cenar, intentamos llegar al hotel utilizando el GPS. Si hubiera
sido de día no habríamos necesitado recurrir a este aparato, porque con ir
hacia donde más gente se veía llegaríamos a la Plaza de San Marcos, que
era nuestro punto de referencia para encontrar el palazzo donde nos
hospedábamos.
Pero era de
noche, y bastante tarde, por lo que recorrimos calles y cruzamos canales
siguiendo las indicaciones del GPS que en ese momento era el único que nos
podía informar porque por la calle no había ni un alma. Al menos un alma
italiana, ya que los pocos transeúntes que nos encontramos eran turistas como
nosotros. El caso es que el navegador se hizo un lío y se empeñó en llevarnos
por un sitio que terminaba en una verja que daba a una casa. Y de allí no sabía
salir, porque nos alejábamos y el GPS nos volvía a llevar al mismo sitio, de
manera que estuvimos caminando en círculo un buen rato.
Pensamos que
nuestros teléfonos móviles (los de mi marido, el mío y los del otro matrimonio
que nos acompañaba) eran muy malos, pero resulta que detrás nuestra venía una
pareja de chicos con el GPS hablando a voces (creo que en alemán) y les pasó lo
mismo. Así que puede que la humedad les afecte a todos estos trastos, o que
Venecia siga anclada en el siglo XVIII y pase de tecnologías modernas.
Menos mal que
dieron las doce, y menos mal que en Italia no se ponen exquisitos con los
ruidos, porque en ese momento las campanas de San Marcos comenzaron a tañer
señalando la medianoche y gracias al ruido de los doce campanazos pudimos
localizar con el oído por dónde se encontraba la plaza y por tanto dónde estaba
nuestro hotel. Si no llega a ser por el reloj de San Marcos todavía estaríamos
dando vueltas.
A la altura de la Fenice fue donde dimos vueltas en círculo gracias a nuestro querido GPS que no se orientaba en esa zona. |
Pero esto de la
desorientación no solo nos pasó en Venecia. En otra de las islas de la laguna
vivimos un fenómeno paranormal. Bajamos del vaporetto que nos llevó a la isla de
Burano y comenzamos a caminar por la avenida principal, cruzamos el puente del
canal que la atraviesa y tras dar un largo paseo y almorzar, nos dispusimos a
regresar al embarcadero para tomar otro vaporetto y volver a Venecia.
En el camino
hacia el embarcadero, los dos hombres de nuestro grupo (os recuerdo que
viajamos con otro matrimonio amigo) se adelantaron, y nosotras nos quedamos
rezagadas disfrutando placenteramente de las vistas de esa isla (léase viendo
tiendas). Entre tienda y tienda y entre puente y puente, en un momento dado
perdimos el norte, o el sur, o donde quiera que estuviera el dichoso
embarcadero.
Nuestros maridos,
que ya estaban acuciándonos vía whatsapp preocupados por si nos había pasado
algo (yo creo que lo que realmente les preocupaba es que les hubiera pasado
algo a nuestras tarjetas de crédito) esperaban impacientes en el embarcadero.
Nosotras, tras dar un par de rodeos, llegamos a una plaza que nos sonaba del
camino de ida y entonces supimos que estábamos bien encaminadas. Dijimos a
nuestros cónyuges que ya llegábamos y ellos nos fueron a recibir con los brazos
abiertos (más o menos). Y con los brazos abiertos se quedaron, porque nosotras
llegamos por el lado opuesto por el que se suponía debíamos de aparecer.
Plaza de la isla de Burano que, según nuestros cálculos, debería estar a la derecha del embarcadero, pero resultó que estaba a la izquierda. |
En la isla de
Murano me ocurrió algo parecido. Al desembarcar vi un faro a la izquierda,
cuando más tarde otros turistas me preguntaron por ese faro yo les indiqué
hacia la izquierda, pero inexplicablemente el faro se encontraba… a la derecha.
Mi marido dice que no sé orientarme, pero yo creo que hay algún tipo de
radiación electromagnética que gira las islas y vuelve los mapas del revés.
Faro (¿móvil?) de la isla de Murano |
Mucho se habla
del Triángulo de las Bermudas, pero lo que pasa en el Triángulo
Venecia-Murano-Burano no es normal.
Aún me queda
hablar de la arquitectura típica de Venecia y de sus góndolas, pero como ya me
he enrollado mucho lo dejo para más adelante.
Continuerà…
Es que los italianos, ya sean mosquitos, gaviotas u otros bichos, son muy pegajosos, jajaja.
ResponderEliminarAunque nos habían prevenido, nosotros no tuvimos ningún problema con los mosquitos, quizá porque evitábamos abrir las ventanas y no fuimos por zonas especialmente arboladas o con mucha vegetación, como la que muestras en tu fotografía.
Lo de la orientación ya es otro cantar pues, efectivamente, tienes que ir con mucho cuidado y fijarte muy bien por donde te metes. Lo que sí recuerdo es que con mucha frecuencia habían carteles que indicaban la dirección hacia la plaza San Marcos o el puente de Rialto. Pero, claro, si os internabais por esos recovecos...
En todos los viajes hay un montón de anécdotas, así que no puedes quejarte porque al final acabasteis sanos y salvos, jeje.
Un abrazo.
Hola, Josep Mª.
EliminarA mí lo de los mosquitos no me lo dijo nadie, aunque me imaginé que habría pero no me preocupé porque no me pican. Lo que no podía imaginar es que lo de picar o no picar dependía de la nacionalidad del mosquito. Es cierto que donde me atacaron fue en esa zona tan arbolada y con mucha vegetación. En cambio, me avisaron de que habría mucha humedad ambiental y yo no noté nada, de hecho hizo bastante calor y cuando el calor se combina con humedad yo lo suelo llevar bastante mal, pero allí no me ocurrió. Qué cosas.
Es verdad, que hay carteles pintados en las paredes indicando la dirección donde se encuentra S. Marcos y Rialto, pero eso es más en la parte norte cuando vienes desde la terminal de autobuses o de trenes, si te encuentras en la parte oeste (que era de donde veníamos de cenar en aquella ocasión) las indicaciones escasean.
Anécdotas se dan siempre, y son más sabrosas si los inconvenientes se toman con humor.
Un abrazo fuerte.
Los viajes por lugares desconocidos es lo que tienen. La aventura es la aventura y la fauna ,la flora, los nativos, el desconocimiento del idioma y los laberínticos vericuetos de los trazados urbanos, pueden suponer retos constantes para los que se adentran en el mundo de lo desconocido y paranormal. ¡Y claro! si encima las cosas te las cambian de sitio, para qué te voy a contar.
ResponderEliminarSigo disfrutando con el divertimento.
Besos.
Hola, Javier.
Eliminar¡Ahí le has dado! Orientarse puede ser más difícil para unos que para otros (según mi marido, para mí es imposible) pero si encima te cambian los lugares de sitio... Eso ya es mala intención.
Yo tenía la idea de que viajar a países de la Unión Europea era casi, casi, como viajar por casa. Pero no. Todo cambia mucho, todo es muy diferente, y los mosquitos no respetan las tradiciones (me refiero a la tradición que tienen los mosquitos españoles de no picarme).
Un besote.
Pues no recuerdo yo haber tenido problemas con los mosquitos, pero con los excrementos de gaviota mi marido tuvo en encuentro nada agradable, digamos que fue un encuentro "bucal". Afortunadamente, estábamos en una plaza con una hermosa fuente de agua potable que pudo usar... cuando se lo permití tras sacar la foto correspondiente.
ResponderEliminarTambién tengo experiencia de habernos perdido y estar a punto de perder el último autobús hacia Mestre, que fue donde nos alojamos la primera vez.
Divertida entrada y con muchos recuerdos para mí.
Esperando la siguiente quedo.
Hola, Rosa.
Eliminar¿Le hiciste una foto al pobre de tu marido cuando sufrió el ataque? Jolines, y luego dicen que soy yo la que tiene mala baba.
Menos mal que nosotros teníamos el alojamiento dentro de Venecia, de lo contrario, nos habríamos tenido que gastar un montón de pasta en taxis porque seguro que perdíamos los buses. Siempre que mirábamos una ruta para ir hacia algún sitio calculábamos, más o menos, cuánto íbamos a tardar, e invariablemente tardábamos el doble. ¡Qué manera de callejear y de dar rodeos! Lo bueno es que encontrábamos rincones muy bonitos y poco transitados.
Un besote.
Menudas aventuras, Paloma, lo que no te pase a tí... :))
ResponderEliminarLo de los mosquitos me resulta curioso, porque aunque es verdad que el agua es un criadero para ellos, cuando yo estuve en Venecia no recuerdo que me picara ninguno y era el mes de mayo. Cuestión de suerte, supongo. Y respecto a las gaviotas venecianas, si se las gastan como las que hay por Marbella y de vez en cuando "decoran" el balcón de mi dormitorio, ya puede uno ponerse a salvo. ¡Menudas "cosas" sueltan las condenadas! jajajaja.
Me ha encantado comprobar que hay alguien, como mínimo, con una orientación tan mala como la mía, ji, ji. Yo me agobio mucho con ese tema porque no me fío de mí ni un pelo, así que me ha encantado ver con qué buen humor te lo tomas tú y lo que da de sí un "mapa cambiante".
Un post muy divertido, ¡estoy deseando leer la siguiente entrega!
Besos de jueves.
Hola, Julia.
EliminarReconozco que yo tengo una orientación nefasta, pero lo de Venecia fue demasiado. Juro que el faro de Murano estaba a la izquierda y que yo no giré en ningún momento cuando aquella pareja me preguntó, ergo ese faro debería seguir estando a la izquierda. Pero si lo cambian de sitio, eso ya no es culpa mía.
Cuando salgo de casa y me dirijo hacia un lugar que desconozco siempre lo hago con el doble de tiempo necesario para llegar, porque sé, lo tengo asumido, que me voy a perder. Puedo dudar en un momento dado por dónde tirar, pero de lo que no dudo es de que me voy a equivocar y voy a perderme. En fin, cada uno debe asumir sus limitaciones.
Un besote grande, guapa.
Y yo que pensaba que te referías a otro tipo de "fauna", de la de dos patas me refiero, jajajaja.
ResponderEliminarYo no tuve ningún problema con los mosquitos cuando estuve, ni tampoco con las gaviotas. De bombardeo fecal si, pero con palomas. De las que vuelan, ¿eh?. Y con otro tipo de "fauna" también. Una de mis amigas era tremendamente resultona, y aunque no había mosquitos, sí había moscones, que nos seguían a todas partes. Llegó a resultar muy agobiante.
Una de las noches mis amigas no quisieron salir y decidí ir sola a dar una vuelta. Me perdí yo sola por Venecia, pero me lo pasé genial e inexplicablemente logré encontrar el camino a mi alojamiento (una pensión familiar).
Me encantan tus aventuras, Kirke, me traen muy buenos recuerdos.
Un beso enorme
Hola, Chari.
EliminarEsa fauna de la que hablas a mí me molestó en Roma, la primera vez que fui a esa ciudad. En aquel entonces era muy jovencita y esos moscones se me pegaban mucho. Pero ahora ya no tengo ese problema, ja, ja, ja.
Ahora quienes me incordian son otro tipo de animales, no sabría decir cuáles son más molestos.
Perderse tiene su encanto, das con lugares que no esperas y si no se tiene prisa, como es el caso cuando estás de turista total, se puede sacar mucho provecho y es muy divertido.
Me alegra haber despertado tus recuerdos venecianos. Venecia es maravillosa.
Un besote.
Ja,ja,ja, aquí solo faltan los monos de Gibraltar mangando las pertenencias de los turistas, aunque seguramente a eso se dediquen ya algunos animales de dos patas conocidos también como carteristas o bichos muy, muy malos!!
ResponderEliminarComo hemos comentado en otras ocasiones, yo por lo menos paso por completo de los gps; jamás me había perdido tanto desde que existen. Muy bonita la foto de la plazita. Un beso y gracias por tu buen humor.
Hola, Miguel.
EliminarMira, el animal mangante, a ese, por fortuna, no lo conocí en Venecia. Ese tipo de bichos suele abundar en las zonas con aglomeración. Supongo que en Venecia habría muchos, pero yo no me los encontré. Menos mal.
Es cierto que confiar en los GPS no es buena idea, pero me he vuelto tan comodona que por no llevar el mapa (era enorme) preferí llevar la información en el móvil. También te digo que un mapa de poco nos habría valido porque otra característica de Venecia es que no suelen poner los nombres de las calles en las esquinas, sino en sitios aleatorios que son difíciles de encontrar la mayoría de las veces. Yo creo que lo hacen adrede.
Un abrazo.
Desde luego Paloma tienes para escribir un libro solo con tus aventuras viajeras jeje, lo que me he reído.
ResponderEliminarYo cuando fui era Agosto, y no recuerdo lo de los mosquitos, pero también es verdad que estuve solo como unas dos horas mas o menos, y claro igual no da tiempo a percibir a los mosquitos.
Las gaviotas si que nos dieron algún susto que otro y yo lo llevo bastante bien, a ver me asusto y punto, pero mi hermana cuando fue con su marido esta de los nervios, no soporta nada que vuele, se pone muy nerviosa y creo que el viaje en ese sentido no fue agradable, pero yo no tuve ningún problema.
Besos y deseando seguir leyendo tú aventura veneciana.
Hola, Tere.
EliminarSi solo estuviste unas horas en Venecia me supongo que anduviste por San Marcos y alrededores y, me imagino, que por la mañana. Ahí no hay vegetación y los mosquitos suelen aparecer al caer el día. Así que eso que te ahorraste.
A mí las gaviotas no me llegan a dar miedo, pero sí les tengo mucho respeto. Hace muchos años, en las Islas Cíes, una estuvo a punto de picotearme y menos mal que anduve espabilada y quité el brazo, pero si me hubiera picado, acabo en urgencias porque el bicho era descomunal.
Dentro de unos días publicaré la última entrada de "mis desventuras" venecianas.
Un besote.
Mientras te he leído pensaba que claro con tanto agua debían haber muchos mosquitos, pero a mi que habitualmente en casa me martirizan debe ser que no les gusté a los mosquitos italianos porque volví sin ni una sola picadita y eso que estuve en junio.
ResponderEliminarLas gaviotas si las recuerdo como un auténtico horror, de hecho son unos bichos que me parecen horrorosos, me aterran los gritos que que dan y lo agresivas que son. Recuerdo que de adolescente pensaba que eran hasta románticas jajaja. En el colegio nos enseñaron una canción de Marina Rosell (la gavina) que era preciosa hasta que descubrí que eran aves carroñeras y aún hoy me sigo preguntando cómo a esos bichos horribles les hicieron una canción tan bonita.
Y el GPS...bueno yo tampoco me oriento bien de ninguna de las maneras, hasta discuto con él.
Me ha gustado leerte, me has hecho reír.
Besos
Hola, Conxita.
EliminarEs curioso lo que comentas sobre las gaviotas, porque creo que la literatura (o la música, en el caso de las canciones) idealiza mucho a esos pajarracos que a mí también me resultan desagradables. Algo parecido pasa con las palomas, son ratas voladoras pero simbolizan pureza y otras cosas que no se corresponden con la realidad (a este respecto no voy a profundizar más porque como me llamo Paloma la cosa ya tiene mucha miga).
Fíjate si pueden ser agresivos y dañinos los mosquitos venecianos que al hombre del otro matrimonio que viajó con nosotros le salió una ampolla del tamaño de una aceituna, no te digo más. Tuvo una reacción alérgica al picotazo y se le puso fatal. Menos mal que nuestro amigo es muy sufrido y lo llevó estoicamente.
Si te has reído leyendo estas cosas me puedo dar por satisfecha, esa era la intención.
Un beso muy grande.
Ja,ja,ja, Paloma cómo me divierto con tus anécdotas. Desde luego lo que te pasa a tí es la repera. Todavía me acuerdo de el palo del selfie que perdiste. Cuando leía el anterior entrega me pregunté fue ese mismo palo el del selfie con el desconocido. Y volviendo a los mosquitos a mi todavia no me han picado en Venecia porque no he ido aún, pero sí que en Sanlucar de Barrameda quise ir a Doñana con idea de ver los flamencos, pues ni flamencos ni nada. Preguntamos por Doñana y nos dirigieron a un bosque, que allí sí que los mosquitos me comieron y tragamos más polvo del camino que ni sé. Ahí quedó mi anécdota con los mosquitos doñaneros. Al día siguiente tuve que ir a comprarme una buena pomada para las picaduras. Un dia cuando saque fotos de ese viaje os contaré. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen.
EliminarAquel selfie con el desconocido fue sin palo. No lo comenté en la publicación, pero como había tanta gente en algunos sitios utilizar el palo selfie tenía el riesgo de sacarle un ojo a cualquiera.
Yo estaba tranquila en cuanto a los mosquitos porque se supone que a mí no me pican, pero he podido comprobar que no todos "me respetan".
Creo que el próximo viaje yo también tendré que llevar una pomada de esas, por si acaso.
Un besote.
Yo también suelo ser blanco de alimañas, jaja. Los mosquitos especialmente, me dejan como un acerico (creo que hay alguna explicación pero no la recuerdo ahora). Lo de perderse en Venecia no es raro y de noche encima, me parece una gran aventura, en serio.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola, Gerardo.
EliminarYo ya no sé qué pasó con los mosquitos de allí, porque a mí no me suelen picar. He estado durmiendo en una tienda de campaña, al lado de un río, en verano, con mosquitos por todos lados; mis acompañantes se levantaban literalmente acribillados a picotazos y yo no tenía ni uno.
Pero en Venecia esa norma no se cumplió.
Perderse tiene encanto porque encuentras, sin quererlo, sitios muy bonitos. Pero cuando pasas por esos sitios bonitos, tres o cuatro veces... el encanto empieza a convertirse en hartazgo.
Un abrazo.
¡Desternillante, Paloma! Lo de los mosquitos me ha matado, ¿por qué diantres siempre hay mosquitos en cualquier viaje? Bueno, y en mi sofá en el que cada noche siempre tengo a uno, ¿por qué siempre hay uno aunque lo mates? Me lo he pasado en grande con esas gaviotas y esos extraños fenómenos de teleportación, ¡y qué calle! Parece que como se te vaya la mano con la cena por ahí no pasas. ¡Esperando a esas góndolas quedo! Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarHola, David.
EliminarTodas las ciudades tienes sus pros y sus contras. Lo de los mosquitos y las gaviotas es algo que hay que tener en cuenta, sobre todo si eres miedoso con esos bichos. A mí los mosquitos españoles no me atacan, solo son los venecianos, no sé qué manía me han tomado, la verdad.
Gracias por tu visita.
Un abrazo.
Pero que mejor que una aventura por las estrechas calles de Venecia,... jajaja es bueno eso de volver al tiempo donde no había GPS, recuerdas?,... todos andábamos con los trípticos que te daban en la oficina de Turismo y que en la mayoría de las ocasiones tampoco eran muy fiables. Por mi parte tengo que decirte que desde que tengo TON TON en el coche he perdido parte de esa capacidad de orientación que tenía. En fin, si te soy franco estoy deseando que nos cuentes ya los aspectos artísticos de tu viaje,... jajaja
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarAdemás del GPS también llevé un mapa pero como la mayoría de las calles en Venecia no tienen el nombre puesto pues no me sirvió de mucho, qué quieres que te diga.
Antes de la existencia de los GPS yo ya tenía bastante perjudicado mi sentido de la orientación, las cosas como son. Ahora con los GPS sigo perdiéndome igual, lo que pasa es que puedo descargar mi frustración insultando al aparato, pero el resultado es muy similar, es decir, me pierdo, sí o sí.
Mañana saldrá la tercera y última entrega de esta crónica veneciana, espero que la disfrutes.
Un abrazo.
Jaja Paloma, ahora sabéis lo que son de verdad las gaviotas y por qué para los que somos de costa tienen tan mala fama. Yo las he visto robar un bocadillo de la mano de un niño en la playa de Samil, y sé de más casos que aunque no los haya visto, me los han contado. Unos bichos muy particulares estas gaviotas. Por lo demás me alegro que hayáis vuelto sanos y salvos porque dadas las experiencias "paranormales" que cuentas podíais haber acabado como el avión de Malasia Airlines que todavía siguen buscando en el Pacífico. Espero al menos que hayáis disfrutado el viaje. A ver que nos traes en la segunda parte. Saludos.
ResponderEliminarHola, Jorge.
EliminarMis encontronazos con las gaviotas no solo se ciñen a Venecia. En las Islas Cíes tuve mis más y mis menos con un par de ellas, empeñadas en picarme.
Esa tendencia de mover las cosas de sitio en las islas me llegó a atemorizar. Lo primero que comprobaba al llegar a una isla nueva era si los habitantes seguían hablando italiano, no fuera que hubiéramos acabado en otro continente, porque ya te digo que ese Triángulo Murano-Burano-Venecia tiene mucho peligro.
En realidad esta es la segunda entrada de la crónica del viaje a Venecia. Si quieres reírte un poco más a costa de mis desdichas puedes ver la primera parte pinchando en el enlace que aparece al final de esta publicación.
Un abrazo.
jajajaj vaya aventura entre mosquitos y gaviotas! Lo que recuerdo de Venecia son las palomas enormes. Los mosquitos no recuerdo problemas, pero soy de las que no les suelen picar, así que no sé.
ResponderEliminarMe han encantado las fotos. Espero la siguiente entrada guapa!! :)
Un besitooo
Hola, María.
EliminarA mí no me pican los mosquitos en España, y cuando he salido a otros lugares del extranjero tampoco (aunque no recuerdo si había o no). Pero en Venecia recibí unos picotazos de juzgado de guardia, y como no estoy acostumbrada lo llevé fatal.
Gracias por pasarte y me alegro que te hayas echado unas risas.
Un beso grande.