Pestañas

18 de febrero de 2024

El Señor de los Anillos (Reseña Kirkeniana)

 


Soy una gran lectora, aunque esté mal que yo lo diga, pero cuando me preguntan cuál es mi libro de cabecera siempre digo que ninguno, porque, atendiendo a la definición de R.A.E., un libro de cabecera es aquel que se tiene a la cabecera de la cama y que se frecuenta su lectura. Y yo, en la cabecera de mi cama nunca tengo un libro porque si me tumbo, me duermo. Si dependiera mi ritmo lector de leer en la cama… no leería nada, por muy interesante que se muestre la lectura.

Pero, si obviamos lo de la cama y pasamos a la segunda parte de la definición «se frecuenta su lectura», ahí ya sí tengo no uno sino varios libros.

Uno de ellos es el que hoy protagoniza esta reseña kirkeniana: «El Señor de los Anillos».

Antes de que Peter Jackson nos regalara su fabulosa trilogía cinematográfica sobre la historia de los anillos del poder y uno único que los gobierna a todos yo ya era fan de Tolkien desde mucho antes.

Mi relación con este autor y su obra principal comenzó mediados los años ochenta. En aquella época yo iniciaba mi carrera universitaria y era asidua a los cines estudio, un tipo de salas que proyectaban películas fuera de los estándares comerciales, lo que solía implicar que no estuvieran dobladas al español y que hubiera que leer subtítulos. Ahora ya no queda casi ninguna sala así, de hecho, y al paso que vamos, ya no quedan salas de cine en general. Netflix, HBO y demás colegas se han encargado de que optemos ver cine desde casa al ser más cómodo y barato.

Regresando a los cines estudio: en 1984 acudí, con un grupo de amigos, a una de estas salas. Proyectaban El Señor de los Anillos, una película del año 1978 de Ralph Bakshi; el filme era una «innovación» en cuanto que utilizaba una técnica que combinaba imágenes reales donde se pintaba encima resultando una película de dibujos animados… raros.

En este caso la película sí estaba doblada, pero en lo que ahora se denomina «español latino» algo que no me gustó. Casi que hubiera preferido leer subtítulos. Molestias idiomáticas aparte, la historia me atrapó. Unos anillos que se reparten entre los diferentes pueblos que habitan la Tierra Media, y uno solo para gobernarlos a todos, el anillo que hay que destruir para así acabar con su creador, Sauron, el malo malísimo. Fascinante. El derroche de fantasía me dejó con la boca abierta.

Lo de mezclar imágenes reales con dibujos no me gustó tanto, pensé que la técnica requería cierta depuración, pero la historia… esa sí que sí

Sin embargo, esta película contaba solo la mitad del argumento que se refleja en los libros de Tolkien. Era una especie de prototipo (por lo de la técnica de mezclar imágenes y dibujos). Al terminar la peli, yo me quedé con las ganas de saber cómo acababa la historia. Según terminó la proyección, y dado que la película ya tenía unos años (era del 78 y estábamos en el 84) empecé a preguntar cuándo íbamos a ver la segunda parte y ahí vino lo que sí me dejó, de nuevo, con la boca abierta: no había segunda parte.

Parece ser que la técnica de mezclar imágenes reales con dibujos además de necesitar depuración necesitaba una financiación que no se consiguió y el proyecto se había quedado sin terminar. Maldiciendo a las productoras que te dejan a medias me cabreé mucho. Entonces, una de las integrantes del grupo de amigos con los que estaba me dijo:

¾¿Y por qué no te lees el libro?

¾¿Libro? ¿Qué libro?

Ahí, en ese momento, descubrí la existencia de Tolkien y su maravilloso mundo.

Me costó conseguir un ejemplar porque en aquellos años no se había desatado aún la fiebre por este autor. Pacientemente esperé que la misma amiga que me habló de la versión literaria me consiguiera, a través del ya desaparecido Círculo de Lectores, un único libro donde se compendiaban los tres tomos.

Tal día como hoy, pero de hace ¡cuarenta años! , empecé a leer por primera vez la trilogía de «El Señor de los Anillos». A esta primera lectura le siguieron otras siete más, repartidas a través de estas cuatro décadas. Os podéis imaginar con estas cifras cuánto me gustó (me gusta).

Este es mi libro de cabecera, aunque no lo tengo en la cama, se encuentra en una estantería y en un lugar de honor, junto a otros que también me dejaron huella y que he releído varias veces.

Si se tiene en cuenta que el libro de marras tiene 1.095 páginas… se deduce que esa fascinación me ha hecho invertir un montón de horas.

Y es que no es para menos. Es magistral la recreación que hace Tolkien de un mundo imaginario, fantástico, pero con visos muy reales. Nada de ciborgs o máquinas de ciencia ficción, ni siquiera aparecen súper héroes, porque sus personajes son «gente normal», con sus pasiones, con sus miedos, con sus ilusiones. Vale, sí, también hay magos, y esos, normales, lo que se dice normales, no lo son, pero la vida real también requiere de su dosis de magia.

Me fascinaron todos los personajes, hasta los malos.

Sauron, el señor que da título a la trilogía y que todo lo ve (más o menos, porque los hobbits le dieron esquinazo y así acabó la cosa); Gollum, un personaje repelente y al mismo tiempo entrañable, carcomido por su pecado y su pasión, poseer el Anillo; los cuatro hobbits, a cada cual, con sus características; Aragorn, un rey sin trono que arrastra la maldición de su antepasado Isildur; Eowyn, la guerrera de Rohan que mata a un jinete negro y a su bestia alada; el gruñón enano Gimli, el elfo elegante y certero arquero Legolas, el mago cascarrabias Gandalf… y muchos más.

Mención aparte hago de uno de los personajes que comienza siendo un héroe y acaba como un villano, aunque redime su felonía entregando la vida. Me refiero a Boromir. Siento una predilección por este personaje porque creo que, de todos, es el que se comporta de una manera más «humana» y hasta coherente.

Boromir vive en Gondor, en la zona fronteriza con los malos. Día sí, día también, se pelea con los ejércitos de Sauron. Ve que no pueden acabar con unos seres sobrenaturales creados a través de la magia del señor oscuro. No van a ganar ni de coña. Entonces se entera de que hay un anillo con un inmenso poder y que los buenos quieren destruir. El pobre Boromir no lo entiende. Poseen un arma de destrucción masiva y ¿lo vas a tirar en una grieta con fuego que está al lado de la casa del malo? Es decir, la probabilidad de que Sauron recupere su tesoro es muy alta. ¿Qué haría alguien «normal»? Intentar hacerse con el anillo y cargarse al que le está puteando desde hace lustros a la puerta de casa.

Sin ánimo de destripar nada, aunque creo que, a estas alturas, quien más quien menos ya se sabe toda la historia, Boromir no lo consigue, pero se arrepiente en el último momento y entrega su vida salvando al portador del Anillo Único, quien está destinado a realizar la verdadera misión. Una pena. Soy fan de Boromir, creo que hubiera molado más quedarse con el anillo y ver qué pasaba.

Ni que decir tiene que también he visto las películas de Jackson varias veces. Hasta hace bien poco era un tradición verlas en Navidad junto a mi hija. En lugar de ver «Qué bello es vivir» nosotras nos veíamos la trilogía de «El Señor de los Anillos», además la versión extendida. Con un par. Si leer el mamotreto lleva mucho tiempo, visionar tres películas de más de tres horas de metraje cada una también tiene lo suyo. Pero la pasión es la pasión.



Estas navidades los Reyes Magos, sabiendo que se acercaba el cuadragésimo aniversario de mi pasión por Tolkien, me regalaron la versión ilustrada por Alan Lee. Una joya de libro. Además de las historias, se recrean imágenes. Creo que Peter Jackson utilizó las ilustraciones de Alan Lee para escenificar muchas de las secuencias de sus películas y puede que sea esa la razón por la que a casi ninguno de los seguidores de Tolkien le ha defraudado la versión cinematográfica. Y tiene mérito, porque estamos hablando de un mundo imaginario muy complejo, difícil de reproducir.


Hoy hace cuarenta años que me enamoré de la Tierra Media y sus personajes. Me he dado cuenta de que sí tengo un libro de cabecera y también de que soy muy vieja. Seguiré leyendo este libro para evadirme de esta última cuestión.





12 comentarios:

  1. En los años ochenta le regalé a mi pareja de entonces la trilogía. Eran tres volúmenes de la editorial Minotauro que él leyó bastante despacio porque, al revés que yo, no era gran lector. Sin embargo yo, solo fui capaz de leer el primero en 1988. No terminó de engancharme y de las películas, que intenté una vez ver con mi hijo, no pude ni terminar la primera porque me aburrió soberanamente. Sé que es una deuda literaria que creo que nunca seré capaz de saldar. La fantasía no suele ser lo mío aunque unos años antes, en 1983, La historia interminable me atrapó totalmente.
    Por lo que se refiere a los libros de cabecera, no sé si por suerte o por desgracia, gran parte de mi tiempo lector transcurre en la cama por la noche. Tardo mucho en dormir, pero a cambio leo mucho más que si me durmiera enseguida.
    Un beso.

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    1. La literatura denominada fantástica es muy peculiar y si no te gusta... complicada de asimilar. No te obligues a leer nada que no te atraiga por muy clásica o referente que sea la obra, al menos esa es mi premisa.
      Por ejemplo, a mí no me gusta el género bélico en el cine y cuando fui a ver Apocalipse Now, por mucha obra de arte cinematográfica que digan que es, a mí no me gustó en absoluto, recuerdo las ganas que tenía de que aquello se acabara de una vez cuando fui al cine a verla. Al salir todos comentaban la genialidad del filme pero a mí me pareció un auténtico truño.
      Mi lugar para leer y donde más aprovecho el tiempo es el metro, o los desplazamientos en la ciudad cuando utilizo el transporte público. Cuando estaba en la Complutense eran cuarenta minutos de ida y otros tantos de vuelta, eso al día era un buen rédito lector, sin embargo, ahora tengo que utilizar el coche para desplazarme al lugar de trabajo (la UAX está fuera de la capital y tiene un nefasto servicio público para llegar allí) y mi tiempo de lectura se ha visto mermado considerablemente.
      En fin, cada cual tiene sus rutinas.
      Un besote.

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  2. La verdad es que todavía no me he animado con Tolkien porque no soy mucho de fantasía; pero no descarto darle una oportunidad. Un beso.

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    1. Puede que te sientas atrapada desde la primera página por la manera que tiene el autor de desplegar un mundo tan rico en matices o puede que te aburras soberanamente, como le pasó a Rosa con la versión cinematográfica. Es un género muy particular y si no te gusta no suele enganchar, pero hasta que no lo intentes no lo puedes saber.
      Un beso.

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  3. No solo no me gusta el chocolate amargo sino que tampoco me atraen las novelas (y sus películas) del género fantástico, ja, ja, ja. Quienes no hayan leído la última entrega el otro blog de Paloma, Demencia, la madre de la ciencia, no entenderá lo del chocolate, pero tú, Paloma, sí, je, je.
    De este género solo he leído El nombre del viento (2007) y El temor de un hombre sabio (2011), ambas de Patrick Rothfuss, pertenecientes a una trilogía, cuya tercera entrega, Las puertas de piedra, no se ha llegado a publicar después de más de trece años, y si uno se interesa por la fecha de su publicación solo encuentra una información muy vaga que no aclara nada. Pues curiosamente, estas dos novelas me gustaron mucho y también cuentan una historia fantástica,

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    1. Hola, Josep Mª.
      Pues fíjate, a mí el primer libro de Rothfuss se me atragantó y no conseguí terminarlo. Me pareció muy lento y tanta página por delante a ese ritmo me desanimó.
      Lo de que un autor se proponga hacer una trilogía (o una serie de libros, da igual, dos, tres, cuatro, los que sean) y que luego no cumpla... a mí también me pone de los nervios y, al igual que a ti, me parece una tomadura de pelo para el lector.
      Algo parecido ocurrió con la serie de Canción de hielo y fuego (Juego de tronos), aún estamos esperando que el señor George R.R. Martin se avenga a terminar la historia. Por lo menos, en este caso, los guionistas de la serie de TV lo hicieron por él, pero yo me quedé con ganas de saber qué habría escrito en su lugar el autor primigenio, más sabiendo que terminaron guionistas y escritor tirándose los trastos a la cabeza.

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  4. Sigo, que se me ha escapado:
    ...una historia fantástica, que me atrevería a decir que viene a ser una especie de Harry Potter, por su contenido mágico, pero más de mi gusto como adulto, je, je.
    Tanto me interesó esa serie, que me cabreé un montón cuando el autor decidió posponer sine die la tercera y última entrega, dejándome colgado. Incluso escribí en su página web mi enfado, considerando que aquello era una afrenta a sus lectores, ja, ja, ja.
    Yo sí leo en la cama. Es un momento placentero de relax, aunque ello induzca el sueño y haga que lea menos páginas de las que leería en otro momento, aunque también le dedico a la lectura alguna que otra hora durante el día, cuando no estamos viendo ninguna serie, ja, ja, ja.
    Un beso.

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    1. Otro tanto me pasó con Harry Potter, no pasé del primer volumen. Hay más con los que me ha pasado lo mismo, Narnia, por ejemplo.
      Creo que el género fantástico engloba muchos subgéneros y puede que también esté enfocado a público más juvenil, o eso me parece a mí. Por eso creo que Tolkien es diferente en ese aspecto, aparte de ser uno de los primeros en abordar este género, lo hace de una forma más "literaria". No sé explicarme mejor, pero lo cierto es que veo mucha diferencia entre él y otros autores del mismo tipo de literatura.
      Admiro a los que leéis en la cama, yo soy incapaz.
      Un beso.

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  5. ¡Hola, Paloma! Cómo se nota en las reseñas cuando quien las escribe ha creado un vínculo emocional con la novela. Mi relación con Tolkien es más lejana. Leí El Hobbit en edición bolsillo y me gustó. Luego me hice con la trilogía en bolsillo y bueno, reconozco que dejé el primero a la mitad. Décadas después si vi la trilogía en el cine y si bien la primera me gustó, mi interés decreció en las dos siguientes, aparecían cosas y seres nuevos pero el esquema de la trama me resultó reiterativo. No obstante, sin duda reconozco el enorme valor literario de la obra, este es de esos casos de "no eres tú, soy yo". Un abrazo!!!

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    1. Hola, David.
      Para gustos se hicieron los colores y el género llamado de fantasía (a mí me parece que Tolkien está en otro nivel) es difícil de digerir para algunos lectores.
      Conozco a algunas personas que se empeñaron en leer El Señor de los Anillos porque es un "clásico" y como que lo veían obligado, pero al no gustarles el género sufrieron un montón (mil páginas de sufrimiento) y eso tampoco es. A la hora de leer hay que disfrutar y que una obra se considere "indispensable" me parece fuera de lugar.
      Yo soy fan de este autor, pero hay otras obras suyas que no me gustaron tanto, por ejemplo El Silmarillion, un truño...
      Un fuerte abrazo.

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  6. En mi casa adoramos a Tolkien. Tenemos novelas, ediciones ilustradas, las pelis...
    Además he heredado los ejemplares de mi padre, la afición la llevamos en la sangre, y todavía me parecen pocos, jejeje.
    He disfrutado un montón con esta entrada.
    Muy feliz finde.

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    1. Hola, Gemma.
      Cuando uno siente pasión por algo vuelca todo en ella, y con los libros se suele mostrar adquiriendo varios ejemplares de ediciones diferentes.
      Además, normalmente detrás de esa pasión hay una causa "justificada", en mi caso que fui a ver una película bastante mala pero que me dejó enganchada a la historia que contaba, seguido de una odisea para conseguir un ejemplar... en fin, historias detrás de la historia.
      Me alegra saber que te has sentido identificada (de todos los comentaristas solo tú compartes mi afición, ja, ja, ja).
      Un beso grande.

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