Pestañas

30 de enero de 2024

Vamos a dar una vuelta (Parte V)

«Veinte y ocho de abril del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 Dios nos ha abandonado y la suerte nos es aciaga, pero quien más abandonado se halla es nuestro almirante. En la isla de Mactán, que Dios la maldiga por toda la eternidad, se queda Magallanes. Allí permanecen sus despojos pues su alma subió a los cielos el día de ayer cuando una horda de indios enfurecidos le atacaron con saña y ferocidad salvaje.

»A fe mía que el cielo nos ha dado la espalda por caer en el nefando pecado de la soberbia, pues magna arrogancia fue querer enfrentarse a mil guerreros con poco más de medio centenar de soldados, por muchos arcabuces y corazas que nuestras tropas lleven. Soberbia fue, también, no celebrar misa antes del ataque, como hasta ahora veníamos haciendo desde que partimos de nuestra añorada España.

»Magallanes, imbuido de una seguridad rayana en la temeridad, se embarcó con un puñado de hombres a doblegar una isla en pie de guerra. Los arrecifes que rodeaban el islote, como si de una tropa auxiliar isleña se tratara, dificultaron el desembarco de nuestros hombres que tuvieron que llegar a la orilla andando entre el agua, lo que dificultó afinar la puntería para defenderse de los indios que esperaban en tierra firme lanzando dardos envenenados.

»Grande error fue también que nuestro almirante se significara con indumentaria llamativa, pues los indígenas lo supieron reconocer como el jefe que era y fueron por él en manada. Ayudado por sus hombres, Magallanes intentó retirarse mas fue herido en una pierna, además, quiso el diablo que fuera la sana que tenía porque la otra ya la traía lisiada de una herida antigua de cuando fue soldado al servicio de Portugal.»

 Pigafetta rememora cómo algunos tripulantes, cuando Magallanes no los podía oír, se burlaban de él con el apelativo de «o cojinho[1]» (‘el cojito’, simulando portugués) debido a un proyectil que le afectó gravemente una pierna en la guerra de África, dejándole cojo de por vida.

 »Las dos piernas maltratadas le procuraron un grande impedimento para correr haciendo que su retirada fuera muy lenta y proporcionó ventaja a quienes querían acabar con su vida, alcanzándole y dándole muerte con grande saña. Nada se pudo hacer por su salvación.

»El capitán Duarte Barbosa toma el mando de la armada e intenta parlamentar con los indios para recuperar el cadáver de nuestro fenecido almirante y así poder darle cristiana sepultura, mas es en vano: los indios se niegan. Quiera Dios que no profanen su cuerpo, aunque nadie cree que nuestros ruegos sean oídos pues esos salvajes tienen querencia por adornarse con pedazos amputados de sus víctimas que cuelgan de sus cuellos a modo de trofeo y constatación de su proceder salvaje.

 »Que Dios, en su infinita bondad, acoja en su seno a don Fernando de Magallanes. Descanse en paz.»


 «Uno de mayo del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Hay discordia entre los mandos. La pérdida de nuestro jefe, sin ser un buen dirigente, se hace notar. El capitán Barbosa, rabioso por no recuperar los restos de quien nos llevó hasta aquí, paga su frustración con el negro Enrique que le recuerda que en el testamento de su difunto amo se hace reseñar que a su muerte el esclavo recupera la libertad. Barbosa monta en cólera y hace azotar al sirviente por su impertinencia. Muchos somos a los que nos embaraza esta actitud: no se puede ir en contra de los deseos de un muerto. Quiera Dios que no nos castigue por este comportamiento del capitán.»

 

«Siete de mayo del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Dios sigue enfadado con nosotros. Bien por la falta de fe o por la relajación que algunos hemos hecho de nuestros deberes cristianos, hemos perdido su amparo celestial pues las desgracias no hacen más que sucederse.

»El negro Enrique se ha escapado, pero antes ha vertido en los oídos de don Carlos Humabon, el ambicioso jefe indígena cuyo apetito de poder no tiene límites, la idea de acabar con nosotros. El cacique, perdido su sueño de gobernar todas las islas tras el ataque fallido a Mactán, decide traicionarnos.

»Ayer fueron invitados a un espléndido banquete en el palacio del jefe Humabon el capitán al mando, don Duarte Barbosa, el capitán Serráo y don Andrés San Martín, piloto versado en ubicar las naos según la disposición de las estrellas. Junto a los tres capitanes van veintiséis españoles más. Todos han sido masacrados en el convite. El resto de la expedición, ante el giro dramático de los acontecimientos, nos quedamos aterrados a la par que nos quedamos también sin jefe… otra vez.»

 

«Ocho de mayo del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Zarpamos de este archipiélago maldito con la imagen de los compañeros vilmente apuñalados en el banquete felón tras la celada del cacique renegado. Hay controversia en quién nos dirigirá a partir de ahora. Hemos perdido dos almirantes en pocos días; algunos ven el gobierno de esta expedición como una sentencia de muerte y nadie quiere hacerse cargo.

»Se nombra al capitán Carvalho como nuevo gobernador, éste acepta el mando sin demasiada ilusión. La primera medida que toma es la orden de quemar la nao Concepción. Las bajas de estos últimos días, guerreando contra los indios del jefe Silapulapu primero y siendo víctimas de la perfidia del jefe Humabon después, no nos permiten tripular tres naos por lo que hay que sacrificar una.

»Embarcados en la Victoria y la Trinidad afrontamos un viaje incierto a través de un mar del que desconocemos todo. Nuestras mermas son notables. Se echa en falta al negro Enrique que era nuestro intérprete, también se hace notar la ausencia de don Andrés San Martín y su pericia en leer las estrellas para navegar hacia un rumbo concreto, aunque, no sabiendo bien dónde nos hallamos, nos da igual ir hacia un lado o hacia otro si bien todos queremos seguir el derrotero de poniente.»

 Pigafetta hace un alto en su escritura y rememora al piloto San Martín. Amigo de leer las estrellas también era aficionado a confeccionar horóscopos que, según decía él mismo, le avisaban de las malas decisiones. El italiano llena sus ojos de agua cuando piensa que, desgraciadamente, las estrellas le fallaron a San Martín cuando resolvió acudir al banquete del traidor Humabon, pues allí él perdió la vida y la expedición un buen piloto.

 »Veinte y seis de agosto del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Más de tres meses llevamos vagando por la mar océana. Sin rumbo definido y sin objetivo que alcanzar, tan solo el vago deseo de regresar a casa. El portugués Carvalho ha mostrado ser un pirata redomado, pues piratería es ir de isla en isla para atacar, robar y volver a las naos, así como asaltar las pobres embarcaciones que tienen la desgracia de acercarse a nosotros. A los compatriotas de Carvalho no les incomoda la actitud del capitán y la secundan animosos, mas los españoles no gustan de ese proceder.

»Si Dios no lo remedia, este viaje seguirá lleno de calamidades, como viene siendo desde que zarpamos de España.»

 

«Treinta de octubre del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Los españoles se han amotinado, después de seis meses se encuentran más que hartos de asaltar y vagar entre los islotes que por este anchuroso mar abundan. Han reducido al contingente portugués y toman el mando de la armada. El capitán Gómez de Espinosa gobierna la nao Trinidad mientras que la nao Victoria queda en manos del señor Elcano.»

 Pigafetta levanta la vista, achica los ojos y reflexiona cómo la segunda vez que el mando de una nave recae en Elcano es, de nuevo, tras el amotinamiento de parte de la tripulación.

 »Grandes quebrantos estamos viviendo y las sublevaciones es una pesadumbre más que añadir para hacer, cada día que pasa, más inciertos el destino y el final de este viaje.

»Que Nuestra Señora, madre del Redentor, nos ampare y ayude en estas horas de incertidumbre.»

 

«Seis de noviembre del año del Señor de mil quinientos y veinte y uno.

 »Hemos atracado en la isla de Tidore[2], perteneciente a las llamadas islas de las Especias. Damos gracias a Dios por alcanzar nuestro inicial destino, después de tantos padecimientos. Hace más de dos años que partimos de España.

»Las gentes de la isla nos acogen y nos agasajan regalándonos grandes cantidades de especias que aquí abundan por doquier y que tan preciadas son en nuestro mundo.»

 

»Diez de febrero del año del Señor de mil quinientos y veinte y dos.

 »Llevamos más de tres meses fondeados en las islas de las Especias. Hemos aprovechado para reparar las mermadas fuerzas y los estropeados barcos. La Trinidad está malherida, necesita gran labor de carpintería y estos meses de trabajos para recomponerla no han sido suficientes, pero el tiempo juega en contra nuestra pues es menester zarpar cuando la climatología sea propicia para realizar la travesía que nos lleve a casa.»

 

«Quince de febrero del año del Señor de mil quinientos y veinte y dos.

 »Hoy zarpamos de Timor. La Trinidad no está lista para realizar el viaje de vuelta a España. Los capitanes deciden que, cuando pueda navegar con mayor seguridad, regrese por oriente a dominios españoles de ultramar. Su destino será Panamá.

»La Victoria, al mando del señor Elcano, sigue el derrotero de poniente hacia España. Con él viajamos cuarenta y seis españoles, diecinueve indígenas y un servidor.

»Las bodegas están repletas de sacos de especias tan valiosos como si de oro se tratara. Si Dios nos lleva a buen puerto, además de realizar una gran hazaña, seremos hombres ricos gracias al preciado cargamento.»

 Pigafetta está ilusionado. Por fin vuelven a casa, aunque hay un problema que todos saben pero que nadie se atreve a plantear en voz alta. La ruta es conocida, eso les da seguridad, pero, según el Tratado de Tordesillas[3], el mar por donde Elcano y sus hombres han de navegar no puede ser recorrido por naves españolas pues es dominio portugués. El italiano sabe que eso les complica el viaje, mas confía que el instinto de supervivencia que caracteriza a su nuevo almirante, Juan Sebastián Elcano, los salve de los problemas que puedan sobrevenir. No sabe hasta qué punto se cumplirá ese deseo.

El rebelde Elcano, poco amigo de obedecer, tiene un instinto innato para salir airoso de situaciones comprometidas como ya ha dado muestras en este viaje. Además, rebeldías aparte, es un buen piloto. Su pericia, en todos los sentidos, salvará la vida de muchos, aunque aún les esperan muchas penalidades antes de llegar a casa.


CONTINUARÁ...

[1] Si bien es cierto que Magallanes era cojo por culpa de una herida que sufrió en el norte de África, el apodo es fruto de la invención de la autora.

[2] Islas Molucas, Indonesia oriental.

[3] Acuerdo entre España y Portugal donde se estableció un reparto de las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y el Nuevo Mundo mediante una línea que dividía en dos la zona.

 


GLOSARIO


10 comentarios:

  1. Realmente es como estar en la época y en la aventura, descomunal. Esa división de las aguas es muy interesante. Pero hay que reconocer que los marineros y soldados tuvieron que tener paciencia y salud de hierro para superar tantos incovenientes.

    Gracias siempre por estas crónicas tan exhaustivas. Un abrazo grande.

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    1. Hola, Albada.
      Desde luego los que sobrevivieron eran casi súper héroes con una constitución férrea porque tanta hambre y enfermedades son difíciles de superar para la mayoría.
      Gracias por tu comentario. Este viaje ya llega a su fin, en la próxima entrega se acaba esta vuelta tan larga.
      Un abrazo.

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  2. Me asombra la resistencia y paciencia (aunque esta estuvo muchas veces a punto de irse al carajo) de aquellos hombres que, tras meses de navegación incierta y tantos obstáculos y penalidades, soportaron lo insoportable hasta el final, dejando, eso sí, a muchos por el camino. Pero, claro, qué otra cosa podían hacer, ya que no había marcha atrás. Si, antes de partir, hubieran sabido lo que les esperaba, nadie se habría enrolado, je, je.
    Y esa travesía por aguas portuguesas no sé si les deparará otro disgusto. Tendremos que esperar. Adelante con la aventura.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª.
      Cuando me entero de las penalidades que pasó esta gente yo me pregunto en qué condiciones vivían en España, o en Portugal, para afrontar ese viaje incierto. Muchas ganas de oro hay que tener, o de ambición, para lanzarse a esa aventura. Yo creo, más bien, que había mucha penuria y miseria en sus lugares de origen y ante morir de hambre en casa o quizás sobrevivir y volver rico algunos no se lo pensaban demasiado. Es la única explicación en el caso de la marinería o de la tropa. Aunque para el caso de los pilotos y capitanes... eso ya me cuadra menos.
      Este viaje llega a fin, aunque aún les queda la última penalidad y es que tienen que ir por aguas portuguesas y no pueden recalar en ningún puerto porque se les cae el pelo. Te lo puedes imaginar, la cosa se pone, cómo no, chunga, chunga. En cualquier caso, la próxima entrega será ya la última.
      Un besote.

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  3. Lo que es la Historia. Todos sabemos que Juan Sebastián Elcano fue el primero en dar la vuelta al mundo por la muerte de Magallanes. Lo que yo no sabía son todos los motines y revueltas que hubieron de darse para que fuera él y no otro el que se viera favorecido por esa muerte. Estoy deseando ver cómo llegan a España y cómo sortean los mandatos de el Acuerdo de Tordesillas.
    Un beso.

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    1. Pues sí, Rosa. Elcano llegó a finalizar la vuelta al mundo de chiripa, porque antes otros se fueron cayendo de la lista. Después de Magallanes hubo otros dos dirigentes que, por un motivo u otro, se apearon del barco. De hecho, cuando se sublevan en el Índico, el jefe de la escuadra sería Gómez de Espinosa, el que dirige la nao capitana Trinidad, pero cuando esta no está en condiciones de seguir, se queda "la otra", la que dirige Elcano. Muchos creen que esta es una más de las injusticias de la Historia, pues Gómez de Espinosa siempre fue leal a Magallanes, nunca se sublevó ni le cuestionó el mando, pero el pobre no pudo terminar la vuelta, de hecho, cuando intentó ir a Panamá una tormenta le hizo volver y le pillaron los portugueses metiéndole en un calabozo por varios años. Ya ves, lo injusta que es la vida.
      La próxima entrega será la última.
      Un besote.

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  4. El italiano Antonio Pigafetta, sin haber escrito aún el Viaje de los viajes, era ya un personaje de película. Tanto del viaje como de el escritor, hay mucho de qué hablar, elcaso es que hay que hacerlo dea poco.
    Saludos desde Brasil

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    1. Este veneciano se embarcó buscando aventura y desde luego la encontró, junto a penalidades y sufrimiento, pero es lo que tiene a veces la aventura.
      Un saludo.

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  5. Hola, Paloma. Y así se escribe la Historia, a veces la gloria depende del azar como la manera en la que Elcano logró culminar el viaje de Magallanes. Toda la serie me está llevando a reflexionar cuán diferente era la sociedad. Hoy, sería impensable que alguien se embarcara en una travesía como esta. Un viaje a lo desconocido, sin garantías de seguridad ni botones de aviso por si la cosa se pone fea. Entonces, parece como si las personas pusieran por delante la aventura o la esperanza de fortuna que el miedo. Hoy diría que es al revés. No estoy seguro por qué actitud decantarme. Un abrazo!

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    1. Hola, David.
      Como se suele decir, el que no arriesga no gana, pero es verdad que en esa valentía de aquellos aventureros había bastante inconsciencia, o puede que necesidad. Quizás en España tenían la muerte garantizada por la miseria y de perdidos al río, o sería mejor decir, al mar.
      Supongo que el miedo que nos paraliza y nos impide arriesgar tampoco es bueno, siempre hay que aventurarse y lanzarse, pero con ciertas premisas, ja, ja, ja.
      Un abrazo.

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